Hace unos días, un bloguero me escribía lo siguiente: «Os pasáis la existencia despreciando el desembolso en cambio de sexo pero recomendando el de cambio de orientación sexual».
Ante estas frases lo primero que se me ocurre es esta pregunta: ¿es posible y conveniente el cambio de sexo? La clínica Johns Hopkins, de Baltimore, uno de los centros médicos de más prestigio del mundo, realizaba estas operaciones, durante la época del Dr. Money, hasta el día, en que fallecido este médico, decidió investigar a cincuenta transexuales tratados por él. La conclusión fue demoledora: ninguno de ellos había obtenido ningún beneficio con esos programas de identidad sexual.
Hasta ahora los libros de Ciencias afirmaban que la sexualidad humana es un rasgo biológico objetivo, siendo el ser humano concebido como varón o como mujer. La sexualidad humana es binaria, siendo su finalidad obvia la reproducción y crecimiento de nuestra especie. El género (la conciencia y sentimiento de uno mismo como hombre o mujer) es un concepto sociológico y psicológico, no un concepto biológico objetivo. Nadie nace con conciencia de sí mismo como hombre o mujer; esta conciencia se desarrolla con el tiempo y, como todos los procesos de desarrollo, puede desviarse, siendo cuando esto sucede, en niños y niñas biológicamente sanos, un signo de pensamiento confuso y un problema psicológico que debe ser tratado como tal.
Según el DSM-V, hasta un 98% de niños y un 88% de niñas con género confuso, aceptan finalmente su sexo biológico tras pasar la pubertad de forma natural. La pubertad no es una enfermedad, y los bloqueadores hormonales pueden ser peligrosos. Reversibles o no, los bloqueadores hormonales inducen un estado de enfermedad -la ausencia de pubertad- e inhiben el crecimiento y la fertilidad en un niño que antes era biológicamente sano.
Además los niños que utilizan bloqueadores hormonales para reasignación de sexo necesitarán hormonas cruzadas al final de la adolescencia. Estas hormonas cruzadas (testosterona y estrógenos) se asocian con riesgos para la salud, entre ellos hipertensión, coágulos de sangre, derrame cerebral y cáncer. Por si fuera poco las tasas de suicidio son veinte veces mayores entre los adultos que utilizan hormonas cruzadas y sufren cirugía de reasignación de sexo. Con estos datos es evidente que hay que dar el grito de alarma contra las operaciones de cambio de sexo, como ha hecho el Instituto Johns Hopkins.
En cuanto a la posibilidad de cambiar de orientación sexual, he hecho referencia a esta posibilidad unas cuantas veces. Impedir a un adulto que libremente desea llegar a la heterosexualidad, el que pueda conseguirlo, eso sí que es homofobia y un claro atropello. Desde luego no deja de ser absurdo que yo pueda elegir libremente mi sexo, y salir del Juzgado convertido en Petra y en cambio si decido ser heterosexual al médico que me ayude se le cae el pelo del multazo que le arrean. Sobre la posibilidad de conseguirlo recomiendo estos libros: el de R, Cohen de Libros Libres, «Comprender y sanar la homosexualidad», el de J. Nicolosi, de Ediciones Encuentro «Quiero dejar de ser homosexual», el de D. Morrison de Ediciones Palabra, «Un más allá para la homosexualidad», y el de Luca di Tolve «Yo fui gay» de Libros Libres.
Para estos autores nadie nace con una orientación homosexual, ni existen datos científicos que indiquen una base genética para las atracciones hacia personas del mismo sexo, sino que esta atracción es el resultado de traumas sin resolver que conducen a una confusión de género. La orientación sexual es el resultado de un proceso histórico y no de un hecho que se impone desde el nacimiento. Personalmente lo tengo muy claro, como me confirmó un médico de mi ciudad en una conversación privada, cuando me dijo que había conseguido que dos a los que había tratado llegasen a la heterosexualidad.
Intentar negar esto, como cada día habrá más personas en el mundo que lo consigan, me parece que es intentar poner puertas al campo. Pero para los correctos políticamente la realidad es la que tiene que acomodarse con lo políticamente correcto y no al revés. Estos libros y muchos psiquiatras nos hablan de personas que sí han llegado a la heterosexualidad, y como decían los escolásticos: «contra los hechos no valen los argumentos».
Pedro Trevijano, sacerdote