Hoy, día de San Juan Pablo II, recordamos los cuarenta años de la inauguración de su pontificado, un 22 de octubre de 1978.Este Papa es especialmente querido porque con su infatigable espíritu apostólico anunciando a Cristo se hizo entrañablemente cercano y uno de nosotros en sus innumerables viajes. Somos cientos de millones quienes podemos decir que estuvimos con él, lo vimos y lo oímos en persona.
San Juan Pablo II fue uno de los más grandes apóstoles de Jesucristo no solo durante sus casi 27 años de Papa, sino de los últimos siglos. Es tan así que nunca antes un solo hombre como él había anunciado el Evangelio a tantas personas. ¡Sólo Dios puede saber todo el bien prodigado por San Juan Pablo II como instrumento de la divina misericordia a favor de la humanidad!
Es demasiado extensa la enseñanza del San Juan Pablo II para intentar hacer una síntesis de ella o para seleccionar un texto que refleje su personalidad y su pensamiento. Pero me atrevo a decir que fue el mismo Papa quien intentó esta síntesis al elegir el lema «totus tuus» («todo tuyo, María») y al esbozar su programa pastoral con ocasión de la inauguración de su pontificado.
Así explica el mismo San Juan Pablo II el sentido de su lema: «Gracias a San Luis Grignion de Montfort comprendí que la verdadera devoción a la Madre de Dios es, sin embargo, cristocéntrica, más aún, que está profundamente radicada en el Misterio trinitario de Dios, y en los misterios de la Encarnación y la Redención. Así pues, redescubrí con conocimiento de causa la nueva piedad mariana, y esta forma madura de devoción a la Madre de Dios me ha seguido a través de los años (…). Respecto a la devoción mariana, cada uno de nosotros debe tener claro que no se trata sólo de una necesidad del corazón, de una inclinación sentimental, sino que corresponde también a la verdad objetiva sobre la Madre de Dios. María es la nueva Eva, que Dios pone ante el nuevo Adán-Cristo, comenzando por la Anunciación, a través de la noche del Nacimiento en Belén, el Banquete de bodas en Caná de Galilea, la Cruz sobre el Gólgota, hasta el cenáculo de Pentecostés: la Madre de Cristo Redentor es Madre de la Iglesia».
Y al ser elegido Papa dijo: «El nuevo Sucesor de Pedro en la Sede de Roma eleva hoy una oración fervorosa, humilde y confiada: ¡Oh Cristo! ¡Haz que yo me convierta en servidor, y lo sea, de tu única potestad! ¡Servidor de tu dulce potestad! ¡Servidor de tu potestad que no conoce ocaso! ¡Haz que yo sea un siervo! Más aún, siervo de tus siervos. ¡Hermanos y hermanas! ¡No tengáis miedo de acoger a Cristo y de aceptar su potestad!».
+ Francisco Javier