Los años 60 y 70 fueron una época extraordinariamente difícil para la Iglesia en todo el mundo. Concretamente en España fue una época muy complicada y, por qué no decirlo, muy triste. El fenómeno de la penetración marxista en la Iglesia estaba a la orden del día, a todos los niveles. Un historiador habitualmente riguroso y muy bien informado sobre esta cuestión como Ricardo de la Cierva publicó diversos y documentados libros al respecto, con datos que no han podido ser desmentidos y que resultan estremecedores.
En su libro «Oscura rebelión en la Iglesia» publicado en 1987, aporta documentos e información que literalmente pone los pelos de punta. Habla, por ejemplo, del «martirio» sufrido por el obispo de Bilbao, Monseñor Pedro Gúrpide en los 60 a manos de su propio clero de Vizcaya, buena parte del cual era ya separatista y revolucionario.
Citando a autores vascos como Paul Iztueta, explica como «la presencia de militantes de Juventud Rural de Acción Católica (ya entregados al marxismo separatista) es irrefutable en la radicalización del clero vasco y en la aparición de ETA». Así pues, para De la Cierva, «las JARC serán durante los 60 el caldo de cultivo para la transformación del carlismo rural en separatismo marxista revolucionario a través de un auténtico proceso de conversión de la juventud vasca rural».
De esta forma, en apenas 10 años una región como la constituida por las Provincias Vascongadas pareció renunciar a la que había sido su alma tradicional, católica y españolísima desde hacía cientos de años, tirando así por la borda su propia historia y tradición de siglos para acabar transformándose en el escenario de un infierno terrorista, separatista y revolucionario que causaría casi 1.000 muertos en las décadas posteriores y enormes daños humanos y económicos de todo tipo.
El fenómeno de la infiltración marxista en la Iglesia en España en esa época es tan amplio que pudiera dar para muchos artículos, ya que por supuesto trascendió a una sola región como sería la vasca y desde luego alcanzó todo el país. El libro de Ricardo de la Cierva recoge un interesantísimo documento que redactaron un grupo de jóvenes estudiantes de Acción Católica, (en 1968, preocupados ante lo que veían habían empezado a redactar un primer documento) para denunciar el enorme daño moral que estaba causando la intensa penetración marxista en las organizaciones de la Iglesia, especialmente entre los jóvenes, así como que esta infiltración en absoluto era casual, sino que estaba perfectamente organizada y planeada. Vale la pena citar y resumir algunas partes de este informe cuya lectura resulta desoladora.
- Normalmente intentan captar a personas que tengan personalidad de líder y que puedan captar fácilmente a más gente para su ideología. También ponen mucho hincapié en captar ante todo personas de familias católicas ejemplares, que se han distinguido por su postura patriótica y antimarxista, incluyendo a sacerdotes y religiosos. Por eso no es de extrañar que muchos de los actuales dirigentes de extrema izquierda o nacionalistas provengan de familias muy católicas.
- El contacto se produce de forma espontánea, natural y amigable sin que el interesado sospeche que se ha preparado todo cuidadosamente y teniendo objetivos de captación muy concretos, estando todo minuciosamente estudiado.
- Una vez que ya se le conoce un poco (charlas, presentación de amigos…) se le prestan revistas y le empiezan a preguntar por temas políticos, sociales y religiosos, en general. De esta forma van conociéndole y empiezan a ver no solo cuáles son sus cualidades sino también sus defectos.
- La persona no sospecha al principio que estos nuevos amigos, chicos y chicas, aparentemente simpáticos y joviales son en realidad militantes de células marxistas organizadas.
Se le presentan como jóvenes idealistas, católicos comprometidos, preocupados por la justicia social. Poco a poco le van introduciendo en sus círculos y ambientes y aislando de sus amigos de toda la vida.
- Empiezan a hablarle claramente de política y le dan datos económicos y sociales manipulados que aparentemente dominan mucho y cuidadosamente empiezan a dejar caer los primeros conceptos marxistas de forma disimulada al principio.
- Fomentan la adulación personal con frases como: «Ya veía que eras inteligente», «Tú si quieres podrías llegar muy lejos» etc.
- A estas alturas los familiares o amigos de siempre empiezan a notar el cambio en la persona. Los nuevos amigos empiezan a ridiculizar como carcas o antiguos a los amigos de siempre de la persona.
- Le hablan ya habitualmente de las injusticias sociales como tema principal de conversación. Siempre acaban con frases pesimistas como «todo está igual de mal y nadie hace nada por evitarlo».
- Empiezan a dejar caer que en los países comunistas el sistema, aunque tiene fallos, es más justo socialmente.
- Conocen en cierta medida la Doctrina Social de la Iglesia y la presentan como muy atractiva y perfectamente compatible con los postulados marxistas.
- Insisten en que «algo hay que hacer», «los cristianos no podemos permanecer cruzados de brazos ante las injusticias de la sociedad».
- Le hablan de la colaboración entre católicos y comunistas como la gran solución «Puesto que vamos a lo mismo, luchemos juntos, luego ya se verá», le dicen. Además, insisten en que la Iglesia podría beneficiarse mucho del idealismo de los marxistas.
- A estas alturas lógicamente la persona ya ve que sus amigos son comunistas. Si se muestra en desacuerdo y les refuta con razones evidentes, por toda respuesta lanzan una mirada de desprecio o contestan con ironía. Si se permite hablar bien de un autor o intelectual que no sea comunista hacen una mueca de desprecio, no considerando posible que haya auténticos intelectuales que no sean comunistas. Si no se muestra proclive a ser captado se alejan de él.
- Chicos y chicas ya le dejan toda clase de literatura marxista. Además, dejan claro que no viven según las normas morales burguesas porque son rígidas imposiciones sin sentido. Por supuesto si el captado en algún momento les ha hablado del valor de la castidad y de la moral cristiana en la vida personal, contestan con desprecio y califican a los que quieren vivir, así como «invertidos» y «enfermos psíquicos».
Los autores anónimos del documento insistían con preocupación que mediante estas tácticas los comunistas habían logrado captar a muchos jóvenes que antes eran católicos sinceros, de buenas cualidades morales. Así de grave era el problema de la infiltración marxista en los grupos de Iglesia españoles. Solo a partir de los 80, empezaría a mejorar la situación, pero el daño ya era mucho. Ya la Santísima Virgen había advertido en Fátima en 1917 que «Rusia esparciría sus errores por el mundo»
Javier Navascués