El Partido Socialista ha presentado recientemente una proposición de ley, que ya ha iniciado su camino parlamentario con éxito en el Congreso de los Diputados, con el apoyo de Podemos y los separatistas, para facilitar que la eutanasia se convierta en un derecho «reconocido, individual y financiado» por el Sistema Nacional de Salud. Según la propuesta, la eutanasia podrá practicarse a las personas con enfermedad o discapacidad grave que no tengan más opciones de tratamiento y que quieran voluntariamente, y con informes médicos, acabar con su vida. En la iniciativa se incluye que los médicos puedan apelar a la objeción de conciencia para no practicarla. El proyecto regula el derecho a solicitar y recibir ayuda para morir en casos de enfermedad o discapacidad grave e incurable.
El problema que nos presenta esta Proposición de Ley es que hemos visto demasiadas veces esta película para que no nos sepamos el final. La hemos visto con el aborto, donde se empezó despenalizándolo para unos, en teoría, pocos casos, para transformarlo pronto en una práctica masiva y actualmente en un derecho, en el que ni se respeta el derecho a la objeción de conciencia de buena parte del personal sanitario y, con frecuencia no se puede ni informar de las posibilidades de no abortar. Algo parecido sucede con el matrimonio, uno de los contratos más inestables por el divorcio exprés y con respecto a la eutanasia, lo sucedido en los países donde ya es legal, nos enseña lo que va a suceder. En efecto, en los países donde es legal, como Holanda y Bélgica, permitir la eutanasia trae como consecuencia, muertes sin consentimiento del paciente e incluso con su rechazo y como consecuencia desconfianza en las instituciones sanitarias, aparte de la paradoja que supone que para respetar la dignidad de un ser humano se le mate.
Si la eutanasia tiene soporte legal, es indiscutible que los legisladores que contribuyen a aprobarla, son también responsables de los homicidios que se cometen. Por supuesto estoy en contra de la eutanasia, que es un acto criminal y homicida, pero si se hace además en contra de la voluntad del paciente, se trata de algo todavía peor. El crimen es crimen, se haga físicamente o desde un sillón parlamentario. Se está matando a ancianos u otras personas que no están en enfermedad terminal, sino que simplemente desean morir, y también a pacientes que ni siquiera lo han pedido y sin su consentimiento, hasta el punto que, aunque oficialmente el porcentaje sea del cuatro por ciento en el 2016, se sabe que la cifra real es mucho más alta. Una encuesta llevada a cabo por el fiscal general del Estado holandés, garantizando anonimato, confidencialidad e impunidad jurídica dice que prácticamente en la mitad de los casos se ha hecho sin consentimiento del paciente. En la mayor parte de los casos los médicos holandeses alegaron que el paciente tenía dificultad para comunicarse. Para un 51% de ellos la eutanasia es una opción digna.
No es extraño por ello que bastantes ancianos con apego a la vida no quieran ni oír hablar de ir a un hospital holandés y que muchos lleven en su cartera una tarjeta que dice: «si caigo enfermo, que no me lleven a un hospital». Es un motivo más para que yo y muchos ancianos no votemos a los socialistas, ni a Podemos, que quieren introducirla en España, ya que con mi vida no se juega.
En cuanto a la Iglesia, su postura es muy clara. Además de constituir una grave violación del quinto mandamiento, el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice: «La eutanasia voluntaria, cualesquiera que sean sus formas y sus motivos, constituye un homicidio. Es gravemente contrario a la dignidad de la persona humana y al respeto del Dios vivo, su Creador» (nº 2324). En España para el Secretario de la Conferencia Episcopal, D. José María Gil Tamayo, «La proposición de ley del PSOE sobre la eutanasia es todo un monumento a la insolidaridad y al descarte humano, que promueve un falso derecho y un corredor de la muerte voluntario». Recordemos lo que decíamos hace pocas semanas cuando hablábamos sobre el Testamento vital de la Iglesia sobre el no a la eutanasia, el no al encarnizamiento terapéutico y el sí a los cuidados paliativos.
Pedro Trevijano