La pregunta a la que intenta responder el artículo encuentra su respuesta en un texto de Benedicto XVI que va directamente al fondo del problema. Este texto es la Exhortación Apostólica “Sacramentum Caritatis” de Febrero del 2007 de Benedicto XVI, y dice así: “Es importante notar lo que los Padres sinodales han denominado coherencia eucarística, a la cual está llamada objetivamente nuestra vida. En efecto, el culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables. Así pues, los políticos y los legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse particularmente interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana. Esto tiene además una relación objetiva con la Eucaristía (cf. 1 Corintios 11,27-29)”. Los Obispos han de llamar constantemente la atención sobre estos valores. Ello es parte de su responsabilidad para con la grey que se les ha confiado” (nº 83). Este texto de San Pablo citado por el Papa dice así: “Así, pues, quien come el pan y bebe del cáliz del Señor indignamente será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, el hombre a sí mismo, y entonces coma del pan y beba del cáliz; pues el que sin discernir come y bebe el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación”.
El Concilio Vaticano II, nos describe así la conciencia: "En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer, y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita aquello (GS 16)”. Y el mismo Concilio en en su “Decreto sobre el ministerio y vida de los presbíteros” nº 4: “La predicación sacerdotal no debe exponer la palabra de Dios sólo de modo general y abstracto, sino aplicar a las circunstancias concretas de la vida la verdad perenne del Evangelio”. Tras estos textos creo queda clara la obligación de Obispos y sacerdotes de no eludir los problemas, sino afrontarlos, cogiendo el toro por los cuernos.
Sobre la ideología de género voy a preguntar y preguntarme dos cosas: ¿Es uno de los problemas más importantes de nuestra época o no tiene mayor importancia? ¿Es una legislación conforme o contraria a lo que enseñas la Iglesia, y si es contraria, incluso se le podría llamar diabólica?
Sobre su importancia simplemente unos pocos datos. Muchos países occidentales tienen leyes a favor de la ideología de género. En España casi todas las Comunidades Autónomas la tienen y está bastante avanzada una Ley a nivel nacional.
La ideología de género es una aberración tanto científica, como moral. Científicamente, la futura ley española afirma que cada persona “tiene derecho al libre desarrollo y reconocimiento de la personalidad, que incluye el derecho de cada persona a construir su propia autodefinición con respecto a su cuerpo, sexo, género y su orientación sexual” (art. 7, 1 b). Lo siento, pero aunque tal vez me gustaría ser mujer, soy varón y no hay que darle vueltas. Tampoco es de recibo ni científica ni moralmente que a un homosexual se le prohiba intentar llegar a la heterosexualidad, cuando cada día hay más casos de personas que lo consiguen.
La ideología de género tiene una Moral que, salvo el caso de violación, es la Moral Católica vuelta del revés, es decir la Moral del Diablo. No sólo defiende la promiscuidad sexual y la lujuria, sino que pretende destruir el matrimonio, la familia y la religión. Por ello ha sido condenada por los tres últimos Papas. Por el actual, en múltiples ocasiones. Sólo en la “Amoris Laetitia” hay referencia a ella de rechazo en siete números.
En las leyes de ideología de género el parlamentario se enfrenta con el dilema de obedecer a su conciencia o al Partido, pues en virtud de la disciplina de Partido se le exige que vote según las instrucciones del Partido, aun cuando se vea afectada su conciencia personal, que le hace ver la inmoralidad de lo que va a hacer. La pregunta, por tanto, es ésta: ¿un diputado puede votar, cuando así se lo demanda su Partido, contra su propia conciencia? La respuesta es muy sencilla: No. Tras lo que hemos dicho creo que queda claro que un parlamentario que vote a favor de esta ideología diabólica pienso que no se le puede llamar católico, tanto más si es católico que debe conocer su obligación de no pecar, porque el Partido no debe prevalecer contra mi Fe y mi conciencia. En todo caso es un pésimo católico y es que no se puede servir a Dios y al Diablo.
El libro de Hechos de los Apóstoles afirma claramente: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,29 y 4,19).
Pedro Trevijano