En mi último artículo, un bloguero me decía: «Rece por mí, Padre. Soy director de un colegio católico en Andalucía».
El 22 de Junio del 2010 el cardenal Bergoglio escribía lo siguiente a las Carmelitas Descalzas de su diócesis de Buenos Aires, pidiéndoles oraciones para que no se aprobase el matrimonio homosexual: «No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento), sino de una movida del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios». Por su parte el cardenal Ratzinger también había escrito: «La ideología de género es la última rebelión de la criatura contra su condición de criatura», y ambos, ya Papas, tienen numerosos textos en los que condenan a la ideología de género.
Sin embargo casi todas las Comunidades Autónomas tienen su Ley de Ideología de Género. Muy recientemente el Parlamento andaluz ha aprobado por unanimidad la Ley 8/2017, de 28 de diciembre, para garantizar, según ellos, los derechos, la igualdad de trato y no discriminación de las personas LGTBI y sus familiares en Andalucía, que en muchas cosas supone una vuelta de tuerca más en la violación de los Derechos Humanos. Personalmente esa unanimidad no me ha llamado demasiado la atención, puesto que hay precedentes, y como dijo Jesucristo: «no se puede servir a Dios y al dinero» (Lc 16,13), siendo para muchos más importante el Partido, que es el que permite mi carrera política y me da el dinero, que Dios y su Iglesia.
Para un creyente está claroque todas las personas, sea cual sea su orientación sexual, merecen respeto y es justo evitar discriminaciones; pero esto no puede dar lugar a la promoción e imposición de ideas defendidas por la ideología de género. Para que quede claro: un médico abortista, en cuanto persona posee una dignidad y merece respeto, pero su acción no deja de ser un crimen horrible (GS nº 51).
Es indudable que la Ideología de Género es profundamente anticristiana. Por ello los Obispos andaluces han tenido que publicar un Comunicado denunciando que «cuando un Estado quiere imponer una ideología cae en la injusticia y promueve el totalitarismo del pensamiento único» (nº 3). Es cierto además que «esta ley obliga a personas e instituciones a asumir y colaborar con la ideología de género en los diversos ámbitos de lo social, en la sanidad, en la educación, en el ocio, en el deporte y en la familia, sin posibilidad de discrepar ni de plantear la objeción de conciencia» (nº 7). (Un inciso, pienso que la ideología de género se hundirá por el deporte, porque no me creo que las mujeres sean idiotas y se dejen robar las medallas).
Ahora bien, ¿qué dice sobre el tema la doctrina de la Iglesia?: El libro de Hechos de los Apóstoles afirma que «hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (4,19 y 5,29), y Benedicto XVI nos dice: «Así pues, los políticos y los legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundamentales de la naturaleza humana» (Exhortación Apostólica «Sacramentum Caritatis» nº 83).
Y es que la conciencia es el lugar privilegiado de encuentro entre Dios y el hombre. Es en ella donde resuena la voz de Dios, pero por otra parte representa también al hombre, que puede hacer buen o mal uso de ella y de su luz. Por ello el seguimiento de la propia conciencia es un deber moral y religioso y así actuar contra la propia conciencia está mal. Tenemos una responsabilidad moral que nos obliga a seguir fielmente lo que pensamos es justo y bueno. Mediante el dictamen de su conciencia el hombre percibe y reconoce lo que es el Bien y lo que está mal. Las palabras de Jesús son tajantes: «No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo» (Mt 10,28).
Ahora bien, si peca un simple diputado que obedece a las directrices inmorales de su Partido, ¿qué decir de los dirigentes que imponen estas exigencias a sus diputados, sin respetar la conciencia de éstos? El Catecismo Joven de la Iglesia Católica, en sus números 295-298, nos dice: «Quien pasa por alto la conciencia de un hombre, la ignora y la presiona, atenta contra su dignidad»; «Por fidelidad a su conciencia muchas personas han ido a la cárcel y han sido ejecutadas»; «Hacer violencia a la conciencia de una persona es herirla gravemente, dar el golpe más doloroso a su dignidad. En cierto sentido es más grave que matarla (San Juan XXIII)».
Dentro de poco, se va a aprobar también en el Parlamento español la aberración de la Ley de Ideología de Género. Confiemos que, así como los Papas Benedicto y Francisco, han hablado repetidas veces, los Obispos y sacerdotes, como han hecho ya algunos Obispos y ahora los Obispos andaluces, tampoco nos quedemos callados, y sepamos iluminar a nuestros fieles para que todos juntos hagamos frente a la catástrofe moral que nos viene encima.
Pedro Trevijano, sacerdote