Escribo este artículo el día veintiuno de Noviembre, en el que la Iglesia conmemora la Presentación de la Virgen María, también llamado Día de la Niña María. María tuvo unos padres que se preocuparon de darle una buena educación religiosa. Y en este día, no puedo por menos de pensar en tantas familias que también intentan lo mismo con sus hijos, y no sólo les bautizan, sino que hacen todo lo posible por educarlos cristianamente.
Pero junto a ese grupo de padres, hay otros muchos que se despreocupan totalmente de la educación de sus hijos, lo cual es todavía más grave, al haber sectores muy importantes, influyentes y poderosos, entre otros la propia ONU que emplea mucho dinero al servicio de esta ideología de género, que trata simple y sencillamente de corromper a nuestros niños y adolescentes enseñándoles que pueden escoger a su gusto si quieren ser varones o mujeres, que tienen los órganos sexuales para usarlos en la masturbación o incluso yéndose a la cama con su compañeritos o compañeritas, porque la promiscuidad sexual es algo bueno, ya que el objetivo de la sexualidad es el placer, y si se produce algún embarazo, para eso está el derecho al aborto.
Ante una situación así, es indudable que la Iglesia no puede permanecer indiferente o callada. Pero resulta curioso que, mientras lo lógico hubiese sido que fuésemos los sacerdotes los que diésemos la voz de alarma, seguidos de los Obispos y finalmente de los Papas, aquí se puede decir que la cosa ha sido prácticamente al revés, que fueron Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco los que han denunciado esta ideología al servicio del diablo. Por ello el discurso del Nuncio a la Asamblea Plenaria este 20 de Noviembre me ha llenado de alegría, porque ha sido una muy seria advertencia para que no sigamos en la Luna. Copio algunos extractos de este discurso: «El segundo punto importante a tratar es el de la «ideología de género» y su implantación en el curso de las leyes, con efectos que, de forma obvia e indudable, afectan al bien común y al bien objetivo de la familia. La Iglesia, ni en su doctrina ni en su actuación, puede ser identificada con posturas contrarias a la dignidad de la persona humana. El Papa mismo, en sintonía con la compasión de Cristo Buen Pastor, no ha dado de lado a las oportunidades de acoger a todas las personas sin mirar su condición u orientación sexual. Pero, salvando siempre a las personas, el Papa Francisco es muy claro y firme al abordar el problema de forma reiterada. El señala el concepto de «ideología de género» en la Exhortación Amoris Laetitia diciendo: «la ideología, genéricamente llamada «gender», niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia» (n. 251)».
«El Papa, ante los esfuerzos para que esta ideología se introduzca en disposiciones de ley que afectan a las personas, a las familias, sus derechos y la convivencia, lamenta la presión sobre las Iglesia locales e instituciones: «Es inaceptable que las Iglesias locales sufran presiones en esta materia» (Amoris Laetitia, 251). Asimismo lamenta su imposición a los niños en su proyecto educativo, reafirmando la postura permanente de la Iglesia. A los delegados de las treinta y tres Conferencias Episcopales de Europa, el pasado 2014, les señalaba: «Los padres son los primeros y principales educadores de sus hijos», Son ellos los que «tienen el derecho de educarlos conforme a sus convicciones morales y religiosas»… Citando a su antecesor, Benedicto XVI, el Papa Francisco sintetiza esta cuestión con estas palabras: «Es la época del pecado contra Dios creador».
En este punto no puedo por menos de recordar a cierta persona que me dijo. «Como los padres no saben educar a sus hijos, es el Estado quien debe hacerlo». Que la Constitución y la Declaración de Derechos Humanos diga otra cosa, ¿qué más da? A mí lo que me importa es mi ideología.
Confío que este discurso y la insistencia del Papa Francisco sobre este tema, sirva para despertar a sacerdotes y obispos y nos demos cuenta que uno de los grandes enemigos, sino el principal de la Iglesia, es la ideología de género. ¿Llegaremos a tiempo? En todo caso más vale tarde que nunca.
Pedro Trevijano, sacerdote