Pregunta:
“Hola, Dante. El filósofo Garrett Thomson en su libro Introducción a la Práctica de la Filosofía formula el argumento del sufrimiento innecesario de la siguiente manera:
1. Si Dios existe, entonces es omnipotente, omnisciente y omnibenevolente (todo bondadoso).
2. Si existiera un ser omnipotente, omnisciente y omnibenevolente, no habría ningún sufrimiento malo ni innecesario.
3. Hay sufrimiento malo o innecesario.
4. Por lo tanto, Dios no existe.
Él dice: “El sufrimiento es malo cuando hay una razón concluyente para evitarlo, y es innecesario cuando no es requisito para alcanzar un propósito de importancia definitiva”. Después responde algunas objeciones a su argumento, empezando por la premisa 2, en la que explica que el argumento no usa el término maldad para evitar la carga teológica siendo que con un solo sufrimiento innecesario el Dios omnipotente, omnisciente y omnibenevolente desaparecería. Frente a la respuesta del libre albedrío, esta no sería pertinente porque el argumento no invoca a las causas del mal, simplemente depende de si hay un sufrimiento innecesario. De tal manera que mostrar que hay muchos sufrimientos necesarios no nos llevará a demoler la premisa 3, como tampoco presuponer la existencia de Dios y sus propósitos, porque ese es el asunto en debate. Se debe demostrar que el mundo está libre de sufrimiento malo o innecesario. Pone como ejemplo a un bebe ardiendo en llamas, para el cual sería muy pobre afirmar que a lo mejor si el bebé creciera le causaría más daño a otras personas. Mil gracias”.
CEA – Colombia
Respuesta de Dante A. Urbina:
Interesante cuestión. Efectivamente, el filósofo Garrett Thomson plantea dicho argumento en el capítulo 2 de su libro Introducción a la Práctica de la Filosofía (1). Al respecto, tengo varias observaciones:
1) Que es muy importante distinguir el problema racional del mal del problema emocional del mal. Así, dado que estamos en un contexto filosófico (el argumento al menos pretende presentarse a ese nivel), lo que es relevante es si existe una respuesta racionalmente convincente, no que esta sea emocionalmente tranquilizante. Varios ateos confunden esto en la práctica. Frente a una experiencia fuerte de sufrimiento en sus vidas tienen la reacción emocional de negar a Dios y luego ya no se abren a respuestas racionales pues están emocionalmente comprometidos con que Dios no existe. Lo que yo buscaré en este espacio es dar una respuesta racional al argumento, ya es cuestión de cada uno lidiar con sus emociones (aunque también creo ello puede hacerse de mejor modo cuando se tiene una respuesta racional a la mano). Si lo que buscan los ateos es meramente exacerbar las emociones (como cuando varios de ellos cuelgan fotos en Internet de niños pobres de África para decir que Dios no existe a la vez que no mueven ni moverán un solo dedo en su vida para ayudarlos) no les voy a seguir el juego. El ejemplo del bebé cae en esa categoría y, por tanto, sería distractivo ocuparse del mismo en términos específicos. Aquí se abordará el tema en general.
2) Ahora, yendo al silogismo de Thomson, todo el sofisma radica en su premisa 3. Y es que él pretende contrabandear como un hecho lo que es una interpretación. En efecto, es un hecho que existe el sufrimiento pero decir que este es “necesario” o “innecesario” es una cuestión de interpretación. Pues bien, ¿resulta razonable hablar de sufrimiento del todo malo o innecesario si existe Dios (precisamente lo que el argumento asume hipotéticamente en su premisa 1)? Creo que no. Es perfectamente factible que Dios, en su Providencia, organice los diversos sufrimientos para que de modo directo o indirecto contribuyan a fines buenos. ¿Qué razones habría para ello? Varias en realidad. En mi libro ¿Dios existe?: El libro que todo creyente deberá (y todo ateo temerá) leer (2) detallo tres que me parecen especialmente relevantes: i) porque el sufrimiento puede servir para perfeccionar moralmente a la criatura de tal modo que alcance su fin último; ii) porque el sufrimiento puede servir para persuadir a ciertas criaturas de que se están alejando de su fin último; iii) porque solo si existe el sufrimiento son posibles ciertas acciones morales. Aquí me limito a listarlas dado que en el libro explico detalladamente cada una. Pero en todo caso queda establecido un marco filosófico en el que se puede compatibilizar el conjunto del sufrimiento con la existencia de Dios en base a unas, valga la redundancia, “razones razonables” por lo que no habría sufrimiento que sea del todo malo o innecesario. Y recuérdese aquí que calificar al sufrimiento como “innecesario” no corresponde a un hecho sino a una interpretación. Así que Thomson no está enfrentando a Dios contra un hecho irrefutable, sino a Dios contra su interpretación discutible de ciertos hechos y allí creo que lo que está mal no es Dios sino la interpretación de Thomson. Y es justamente al momento de la interpretación que debemos evitar caer en el reduccionismo pues si bien pueden haber sufrimientos que parezcan “malos” o “innecesarios” a nivel humano y material, es perfectamente factible que ello no sea así a un nivel trascendente y espiritual, siendo esto último lo más importante para el ser humano, sea que lo reconozca o no.
3) Para ahondar, realicemos un análisis crítico de la definición que da Thomson de sufrimiento malo o innecesario conforme a la cual “el sufrimiento es malo cuando hay una razón concluyente para evitarlo, y es innecesario cuando no es requisito para alcanzar un propósito de importancia definitiva”. Aquí toda la trampa de Thomson radica en los términos “razón concluyente” (para el sufrimiento “malo”) e “importancia definitiva” (para el sufrimiento “innecesario”). Y es que en base a ello se permite al ateo escudarse eternamente en un escepticismo irracional. En efecto, no importa cuán razonables o coherentes puedan ser las razones que uno le presente a un ateo para explicar el sufrimiento, con una definición como la de Thomson siempre podrá escudarse diciendo: “Oh, es que tu razón no es absolutamente concluyente ni definitiva”. Pero ese es un estándar irracional. La certeza absoluta o definitiva no es propia de las cuestiones filosóficas y ni siquiera de las científicas. Basta con que una proposición sea coherente y más plausible que su contraria para que pueda considerársele racionalmente aceptable y el teísta sí puede ofrecer tal tipo de explicaciones a un nivel general. Pero si lo que Thomson pretende es que tengamos que dar una explicación particular de absolutamente cada sufrimiento que pueda presentarnos, ello es absurdo pues equivale a pedir ¡que seamos omniscientes! Por el contrario, existen muy buenas razones para mostrar que las limitaciones de nuestro conocimiento nos impiden determinar con certeza absoluta la razón de cada sufrimiento particular. En su famoso paper “El Argumento Inductivo del Mal y la Condición Cognitiva Humana” el filósofo William Alston lista seis de estas razones: falta de datos, complejidad más grande de la que podemos manejar, dificultad en determinar lo que es metafísicamente posible o necesario, ignorancia de todo el rango de posibilidades, ignorancia de todo el rango de valores y límites en nuestra capacidad de hacer juicios de valor bien ponderados (3). Ahora, si lo que Thomson pretende es inferir que tal o cual sufrimiento es del todo “malo” o “innecesario” porque no le hemos dado una explicación absolutamente certera del mismo, con ello estaría cayendo en una tremenda falacia ad ignorantiam. Del hecho de que alguien no pueda comprender la posibilidad de propósito de Dios para una cosa particular no se sigue que Dios no tenga ningún propósito (directo o indirecto). Los pensamientos y modos de acción de un sabio como Sócrates no fueron comprendidos en su tiempo pero de ello no inferimos que él haya estado loco o haya actuado sin propósito. ¡Cuántas veces más vale esto para Dios mismo que está infinitamente por encima de Sócrates y que existe en un plano distinto al nuestro! Así que lo que es razonable pedir es un marco general que dé explicación plausible del sufrimiento y eso sí lo proporciona el teísmo.
4) De otro lado, hay quienes apelan al sufrimiento físico como ejemplo de sufrimiento “malo” o “innecesario”. Aquí es importante hacer una distinción conceptual: el dolor sería la sensación física y el sufrimiento sería la conciencia mental de dicho dolor. Cuando decimos “¡Ay, cómo me duele!”, eso es sufrimiento y es propio del ser racional. Pues bien, imaginemos que el buen señor Thomson va caminando descalzo por su habitación y se golpea el dedo pequeño del pie contra un imponente armario. Entonces él dirá: “Deme ahora mismo una explicación concluyente y definitiva de mi dolor o inferiré que Dios no existe”. Bueno, a decir verdad, el solo hecho de que tenga tal tipo de conciencia que trasciende un nivel meramente sensitivo al punto que lo traslada a una pregunta metafísica da lugar (aunque le pese) a una buena demostración de la existencia de Dios que yo he llamado argumento antropológico (4). Por otra parte, ya hemos mostrado que es irracional y tonto que se pida una explicación directa de cada cosa particular, siendo que lo racional es ver si podemos establecer un marco de referencia explicativo general. ¿Se puede ofrecer tal marco de referencia respecto del sufrimiento físico? Parece que sí. Si Dios crea entes biológicos que interactúan en un espacio físico más amplio y complejo, es razonable que tenga que haber dolor. Y es que si no lo hubiera podría darse el caso de que nos atraviesen un cuchillo y nos muramos desangrados por no darnos cuenta. El dolor es necesario para que los diferentes seres biológicos actúen conforme a su naturaleza y límites. ¿O qué pretende el señor Thomson?, ¿que Dios haga mágicamente desaparecer los armarios cada vez que alguien va a golpearse el dedo pequeño del pie?, ¿o que convierta el piso en esponja cada vez que nos tropezamos?, ¿o que haga que el fuego no queme cada vez que caemos en él? Pareciera que Thomson solo pudiera creer en un Dios que haga tales tonterías con tal de que nadie sufra ni lo más mínimo como si esa fuera la cuestión crucial del universo. Por el contrario, resulta más razonable creer en un Dios que establece un marco general de leyes físicas y restricciones biológicas y lo deja funcionar, interviniendo con milagros solo en ocasiones muy especiales. Pero alguien podría objetar: ¿y por qué Dios no nos pone algo así como una lucecita en la cabeza que comience a parpadear cada vez que estamos en peligro físico en lugar de incorporar el mecanismo del dolor? Suena bien, pero el punto es que es altamente probable que no funcione porque bien podemos acostumbrarnos a ignorarlo. Un hombre obeso puede tener una esposa que todo el día le esté insistiendo en que no coma grasa, pero este puede habituarse a ignorarla. Es más, hay un muy interesante estudio al respecto realizado por el médico misionero Paul Brand en su libro El Regalo del Dolor (5). Sucede que él atendía a enfermos de lepra en Asia. Uno de los efectos de esta enfermedad es que quienes la padecían dejaban de sentir dolor en sus extremidades. Como resultado, constantemente se herían o cortaban ignorando la herida o incluso eran mordisqueados por ratas en las manos y en los pies sin que se dieran cuenta. Brand trató de solucionar el problema creando guantes y zapatos sensibles a la presión y mecanismos que encendieran una luz o hicieran un sonido frente a un peligro corporal. Pero lo único que le funcionó bien fue un dispositivo que generaba una fuerte sacudida en la axila. Sin embargo, ¡varios pacientes lo desconectaban para que no les incomode! Así que parece que el dolor físico sí podría ser necesario para seres sensibles en un marco de leyes físicas.
5) Finalmente, paso a analizar la interacción que tiene Thomson con las posibles objeciones a su argumento conforme al resumen que has hecho de ello (cito primero tus palabras y luego introduzco mis observaciones):
i) “Él explica que el argumento no usa el término maldad para evitar la carga teológica siendo que con un solo sufrimiento innecesario el Dios omnipotente, omnisciente y omnibenevolente desaparecería”: Eso no es exacto. Si bien Thomson no utiliza la palabra “maldad” en ese argumento, sí habla explícitamente del sufrimiento malo (ver página 48 de su citado libro), lo cual ya implica una carga valorativa. Y el solo hecho de que pueda hacer tal valoración que trasciende lo puramente natural nuevamente da pie a introducir el argumento antropológico el cual demuestra la existencia de Dios. Pero, en todo caso, no caigo en la falacia de confundir el “mal moral” (pecado) con el “mal existencial” (sufrimiento), sino que distingo claramente esas dos categorías en mi libro sobre la existencia de Dios. Así que Thomson no se libra de mí en este punto. De otro lado, con respecto a que “basta un solo sufrimiento innecesario” remarco que ello se trata de una interpretación y no de un hecho, así que Thomson no tiene nada sólido allí.
ii) “Frente a la respuesta del libre albedrío, esta no sería pertinente porque el argumento no invoca a las causas del mal, simplemente depende de si hay un sufrimiento innecesario”: Eso es sofístico. La discusión sobre si un sufrimiento (hecho) es “necesario” o “innecesario” (interpretación) inevitablemente tiene que abordar la cuestión de las posibles causas del mismo ya que es perfectamente posible que ciertos sufrimientos sean necesarios para la operación de ciertas causas y entes. Así, todos aquellos sufrimientos que estén directa o indirectamente relacionados con el ejercicio del libre albedrío no pueden postularse como “innecesarios” sin más pues al menos serían necesarios para la operación del libre albedrío. Por ejemplo, si yo por libre albedrío decido ir a la derecha en vez de a la izquierda y por ello choco con alguien haciéndolo “sufrir innecesariamente” ¿tendría que exigir a Dios que mágicamente me convierta en esponja o aire en ese momento para que la otra persona no sienta el golpe? ¿O debería pedirle que elimine mi libre albedrío para no dejarme decidir ir a la derecha? Absurdo. Pero, en todo caso, en ninguna parte de mis respuestas en los puntos anteriores he mencionado la palabra “libre albedrío” (estoy consciente de que no todo sufrimiento se debe al libre albedrío), así que tampoco en esta ocasión Thomson lograría escapar de mi refutación.
iii) “Mostrar que hay muchos sufrimientos necesarios no nos llevará a demoler la premisa 3”: En mi respuesta a Thomson no he cometido la falacia de generalización apresurada de tomar dos o tres ejemplos de sufrimientos necesarios y luego inferir que todos los sufrimientos son necesarios. Yo no he aplicado la inducción sino la deducción. Si Dios existe (y para creer ello hay muy buenas razones establecidas independientemente de este argumento) es perfectamente factible que, en su Providencia, organice todos los diversos sufrimientos para un bien mayor. Como nosotros estamos en el plano humano y material gran parte de los sufrimientos que vemos nos pueden parecer “malos” o “innecesarios” pero en realidad tienen su razón de ser desde un plano trascedente y espiritual. Por tanto, Thomson tiene que dejar de jugar al doble estándar y reconocer que él tiene la carga de la prueba: la validez de la premisa 3 no se deriva de que el creyente no pueda demostrar que no hay “sufrimiento innecesario” (pensarlo sería cometer la falacia ad ignorantiam) sino que es el ateo quien tiene que demostrar que hay sufrimiento innecesario. Y debe hacerlo de modo “concluyente” y “definitivo” para cumplir con los estándares del propio Thomson (que él solo aplica al lado creyente cometiendo la falacia del embudo). Pero ello es prácticamente imposible pues, como ya señalamos reiteradas veces, ese es un asunto de interpretación y siempre estará sujeto a discusión.
iv) “Tampoco se puede presuponer la existencia de Dios y sus propósitos, porque ese es el asunto en debate”: Si se plantea eso ¡es que ni siquiera se está entendiendo la estructura del propio argumento! Cualquiera que conozca un poco de lógica sabe que un argumento de la forma en que lo presenta Thomson busca aplicar el método de reducción al absurdo respecto de la existencia de Dios. En tal tipo de argumentos la primera premisa siempre consiste en presuponer la proposición que se quiere refutar para mostrar que luego, con pasos lógicos adicionales, se refuta a sí misma. En efecto, el argumento de Thomson comienza claramente diciendo “Si Dios existe…”. ¡Así que es su propio argumento el que comienza suponiendo la existencia de Dios (para luego refutarla)! Por tanto, no es de ningún modo deshonesto, sino más bien coherente, ganarle a Thomson “en su propio juego”: suponer la existencia de Dios y demostrar que su argumento no procede como refutación interna del teísmo.
Referencias:
1. Garrett Thomson, Introducción a la Práctica de la Filosofía, Ed. Panamericana, Bogotá, 2002.
2. Dante A. Urbina, ¿Dios existe?: El Libro que Todo Creyente Deberá (y Todo Ateo Temerá) Leer, Ed. CreateSpace, Charleston, 2016, Part. III, cap. II. (http://danteaurbina.com/dios-existe-el-libro-que-todo-creyente-debera-y-todo-ateo-temera-leer/)
3. William Alston, “The Inductive Argument from Evil and the Human Cognitive Condition”, en: Daniel Howard-Snyder ed., The Evidential Argument from Evil, Indiana University Press, Indianapolis, 1996, pp. 97-125.
4. Al respecto, ver: Dante A. Urbina, “Dios, ¿existe o no existe?”, debate contra Luis Arbaiza, Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima-Perú), 10 de mayo del 2013, discurso de apertura.
5. Paul Brand and Philip Yancey, The Gift of Pain, Ed. Zondervan, Grand Rapids, 1997.