Karl Rahner fue uno de los peritos del Concilio Vaticano II, uno de los teólogos consultores designados oficialmente sobre quienes los cardinales se apoyaban para escribir sus discursos y elaborar los borradores de los documentos conciliares. Cuando se inauguró el Concilio en 1962 algunos funcionarios del Vaticano pensaban que podrían conseguir que los obispos allí reunidos votasen unos borradores ya preparados. El primero que se presentó ante el Concilio fue un esquema sobre la Revelación, un tema crucial. Pero los padres conciliares se mostraron críticos y lo rechazaron. El Papa Juan XXIII bendijo la rebelión y las discusiones tomaron caminos que nadie había anticipado. Una parte esencial del trabajo del Concilio tenía que reformularse y fue Rahner, trabajando junto a Joseph Ratzinger, quien preparó el borrador De revelatione Dei et hominis in Jesu Christo, la semilla de lo que luego fue Dei Verbum, la Constitución sobre la Divina Revelación.
Su trabajo en el Vaticano II dio prestigio a la reputación de Rahner. Rahner, un académico reconocido, combinaba una sensibilidad revisionista con un remarcable dominio de la tradición dogmática. Escribía artículos sobre teología y filosofía y era editor de varias ediciones del prestigioso compendio de doctrina, el Enchiridion Symbolorum, conocido como «Denzinger» en honor a su primer editor. Su denso estilo filosófico impresionaba a sus contemporáneos, su exhaustivo conocimiento de los detalles dogmáticos intimidaba a los cardenales y su habilidad para dar un aire progresista a las afirmaciones católicas tradicionales le convirtieron en una celebridad entre los estudiantes de teología.
En el culmen de su influencia escribió Strukturwandel der Kirche als Aufgabe und Chance (El cambio estructural de la Iglesia como tarea y oportunidad, publicado en inglés bajo el título La forma de la Iglesia del Porvenir), publicado en 1972. Algunas de sus formulaciones puden sonarnos familiares. Lo pastoral debería tener prioridad sobre lo dogmático. Cristo nos pide una decisión interna, existencial, en lo más profundo de nuestro ser, no nuestro asentimiento a proposiciones dogmáticas. La Iglesia necesita abrir sus puertas y llegar a los de fuera, encontrándose con ellos en sus propios términos, no dirigiéndose a ellos de modo moralizante y legalístico. De hecho, la Iglesia necesita repensar el modo en que la moralidad es enseñada. La crítica social es el verdadero propósito del magisterio de la Iglesia, que debe comprometerse con el mundo moderno en vez de construir muros que la preserven de influencias externas.
Todo esto nos resulta muy familiar, especialmente cuando Rahner trata de ciertos asuntos particulares. «No está absolutamente claro donde se encuentran las fronteras para abrir la comunión… No está claro que las personas divorciadas que vuelven a casarse después de un primer matrimonio sacramental no puedan, en ninguna circunstancia, ser admitidas a los sacramentos mientras permanezcan en ese segundo matrimonio» (Quizás el cardenal Walter Kasper subrayó este pasaje en su ejemplar de La forma de la Iglesia del Porvenir). «Tampoco está tan claro como algunos piensan a veces, cuáles son las posibilidades para una conciencia cristiana en relación a las leyes estatales penales contra el fin de un embarazo».
Cuando abordamos la cuestión de la unidad de los cristianos, Rahner aconseja un enfoque centrado en el avanzar, sin perder el tiempo en cuestiones dogmáticas. Imagina el final del celibato sacerdotal y el principio de comunidades cristianas lideradas por laicos en las que, bajo ciertas circunstancias, esos laicos podrían celebrar misa. (Rahner siempre recubría su revisionismo con elaboradas restricciones). Afirma la posibilidad de mujeres-sacerdote y la introducción del voto de los laicos y de otras estructuras democráticas en el gobierno de la Iglesia. En todo momento la misión de la Iglesia es presentada como sociopolítica. La justicia es la nueva salvación.
Ese libro, presentando un programa para una transformación radical de la Iglesia católica, fue traducido al español en 1974.
R. R. Reno, First Things, Marzo 2017.
Traducido por Jorge Soley