Si sobre la exhortación apostólica Amoris Laetitia cuatro cardenales han expresado cinco «Dubia» (dudas), es decir, preguntas de clarificación que van al corazón de la fe católica, quien no tiene absolutamente ninguna duda es el CEI, la Conferencia Episcopal Italiana. El pasado fin de semana ha reunido en Asís a más de 500 líderes de pastoral familiar para reflexionar sobre Amoris Laetitia y delinear las líneas pastorales en la materia. Aunque realmente había poco para reflexionar, sino que se trataba de tomar nota de lo que los responsables de la CEI ya habían decidido. Y detrás de muchos discursos ahumados -al menos como aparece en la reseña de los tres días, publicada ayer en el periódico Avvenire- es evidente que los objetivos son dos, los de siempre: comunión de divorciados y vueltos a casar y promoción de la homosexualidad.
Para entender de qué se trata, bastan pocas citas referidas por Avvenire. Es necesario pasar de la Familiaris Consortio a la Amoris Laetitia, dice por ejemplo un poético Paolo Gentili, director de la oficina de familia de la CEI: «con las mismas notas se ha compuesto una música completamente nueva.» Traducido significa: olvídense de San Juan Pablo II. Monseñor Vicenzo Paglia, nuevo Presidente de la Academia Pontificia para la vida y Gran Canciller del Instituto Juan Pablo II sobre la familia cae en cambio en un humorismo involuntario cuando dice –él, que todavía tiene ciertos problemas con los fiscales-, que «nosotros ya no somos más esclavos de la ley sino hijos de la libertad de la Gracia.»
Y luego está el teólogo moralista Basilio Petrà, según el cual la «posición católica tradicional» no consiste en «cumplir siempre la norma como se da objetivamente», sino en «hacer en cada momento el bien que aparece como posible y necesario en conciencia»; por lo cual «se permanece en gracia de Dios, aunque objetivamente no haya ninguna coincidencia con la norma». Traducimos gráficamente: el mandamiento dice «no cometerás adulterio», pero si en un momento dado me permito una aventura u otra relación igualmente permanezco en gracia de Dios si creo que esto es lo máximo que puedo hacer. Y lo mismo debe aplicarse para el robo, el homicidio y así sucesivamente. Una concepción así expresada podría crear algunos problemas incluso a los protestantes, y que seguramente escandalizaría definitivamente a cualquier buen católico de haya estudiado apenas un poco del catecismo; pero para el profesor Petrà, esta es la posición católica tradicional. Felicidades.
Pero el tema más candente se relaciona con la homosexualidad, o la presentación de testimonios y directrices pastorales de acogida que van en la exclusiva dirección de aceptación no ya de individuos, sino de la homosexualidad como tal, vivida en realidad de «pareja». Y pasa al rol protagónico junto a otros «testimonios» – a los que mejor se refiere el diario República: «En el congreso de los obispos las historias de los jóvenes gay y de padres con hijos homosexuales» – el que era aún el padre Pino Piva, ex jesuita, ya protagonista de una transmisión de hace meses en Tv2000 que había escandalizado a muchas personas por su descaradas declaraciones pro-LGBT y a favor de las relaciones homosexuales. Alguien, benévolo o ingenuo, había dicho que ese programa basado en que «lo importante es el amor» fue probablemente un accidente, un error de algún editor poco advertido… Lo cierto es que el congreso de la CEI de Asís muestra que el camino que se pretende recorrer es legitimar las relaciones homosexuales como tales, como si fuesen una simple variante de la naturaleza humana. ¿Y además, no es el mismo Avvenire el que durante meses – debatiendo la ley Cirinnà – exigió el reconocimiento de las uniones homosexuales poniéndolas en paridad de condiciones con la familia fundada sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer?
Que quede bien claro: aquí no se cuestiona la acogida de la persona con tendencias homosexuales, que en la Iglesia – aunque lo niegue Avvenire y algunos miembros de la CEI – siempre ha existido (pregunten a los sacerdotes que dedican horas y horas al confesionario). Lo que antes no fue aceptado como normal y aceptable es la homosexualidad en cuanto tal. Y hoy en día es precisamente lo que está planteando la CEI, y en muchas diócesis hay un enfoque pastoral que consiste en fomentar asociaciones cristianas de LGBT, que llaman acompañamiento. Pero de esta manera se pretende hacer activismo gay, y no el bien de las personas con tendencias homosexuales. Tanto es así que la CEI se cuida muy bien de invitar a encuentros como el de Asís a testigos de aquellas experiencias de acompañamiento -como Coraje o la Asociación Lot de Luca de Tolve – que proponen recorridos a partir del reconocimiento del sufrimiento inherente a la condición de la homosexualidad, en sintonía con lo que se halla en el Catecismo.
Pero figúrense si en estos tiempos puede proponerse el Catecismo: Mons. Paglia diría que ' ya no somos esclavos de la ley. '
Riccardo Casioli
Publicado originalmente en La Nuova Bussola Quotidiana
Traducido por Mª.Virginia Olivera de Gristelli