Hace unos años me decía un sacerdote que uno de los problemas de nuestros adolescentes y jóvenes es que han perdido la capacidad de asombrarse y maravillarse. Esta afirmación, como todas las afirmaciones generales puede y debe matizarse. Los jóvenes que han estado en la JMJ de Cracovia, ya están de vuelta. Le pregunté a una de ellas qué era lo que más le había gustado. Me contestó que algo sucedido antes de la JMJ, porque su grupo, doscientas cincuenta personas, para preparar la JMJ había estado una semana en un pueblecito cerca de Cracovia, donde fueron tratados con enorme cariño, y les dijeron que llevaban dos años preparándose para recibirlas y tratarles como les trataron.
En el aspecto de la fe me dijo que para ella había sido muy impactante. Es fácil preguntarse si la fe tiene sentido, cosa que todos hemos hecho muchas veces, si tenerla es de chiflados, pero cuando te encuentras con cientos de miles de jóvenes que piensan lo mismo que tú, te das cuenta que no puede ser una reunión de chalados o de locos, sino que la fe es Verdad y por ahí va el sentido de la vida, porque además saca de ti lo mejor que hay en ti. Se trata de un revulsivo que hace pensar y que te lleva también a darte cuenta que debemos ayudar a los demás y dejarnos ayudar. Por eso la Iglesia es Iglesia, es decir asamblea, reunión de fieles que creen en Jesús y cuya fe se apoya no sólo en ti, sino también en los otros. Por otra parte de una reunión de éstas te lo has pasado en grande y vuelves feliz, eso sí agotada, pero para eso una es joven. Has conocido a gente de otros países con tus mismos ideales, has hecho amistades, has compartido muchas cosas con ellos, has intercambiado pulseritas y pymes, te has abierto a otras muchas ampliando horizontes y te das cuenta de la alegría que proporciona la fe. Especialmente mi grupo, me decía, ha tratado con chicas venezolanas que asisten a colegios de la misma congregación religiosa que nosotras. Chicas muy parecidas a nosotras, pero que dada la situación de su país, lo están pasando fatal. Ahí es donde me he dado cuenta que soy una privilegiada. El haber conocido a personas que lo están pasando mal, me ayudará a escuchar de otra forma los telediarios y a madurar como persona.
Estas chicas, pienso, no han perdido la capacidad de asombrarse y maravillarse y, mientras esa capacidad continúe, no sólo son una esperanza para el futuro, sino que son ya una brillante realidad. Por otra parte, te das cuenta de lo que Jesucristo representa y puede representar en tu vida y en la de los demás, especialmente en el rato de oración ante el Santísimo, donde una enorme multitud, especialmente jóvenes, está delante de Cristo en un silencio total y más o menos diciéndole lo mismo a Jesús: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Se me puede objetar, que aunque sean varios cientos de miles, incluso millones, son una pequeña minoría. Pero Jesucristo empezó la transformación del mundo con doce.
La madre de esta chica me comentaba luego: “Mi hija se ha puesto un buen chute de fe. Y yo, por supuesto, estoy encantada”. Pienso que las JMJ son una puerta a la esperanza y nos enseñan que, pese a todo, el ser humano es un ser maravilloso porque es simplemente un ser creado por un Dios que es Amor y nos ama.
Pedro Trevijano, sacerdote