Lo leí por casualidad hace unos meses. Guardé el testimonio en mi carpeta de escritos pendientes porque quería volver sobre ello. Fue un acierto del portal internauta Religión en Libertad y allí me topé con este impresionante testimonio de una actriz de películas con alto contenido erótico que de pronto decidió cambiar de vida. ¿La razón? Una doble: el vacío de su vida y el modo con el que ella se encontró con Cristo. Me acordé de aquel periodista francés, Andrè Frossard. Le pasó lo mismo aunque él no venía del cine sino del periodismo. Años más tarde escribió un libro cuyo título es más que significativo: “Dios existe: yo me lo he encontrado”.
Vayamos al testimonio directo de Claudia Koll, una bella actriz italiana que ha descubierto la belleza interior, la que no engaña ni con la que somos engañados. Dejo hablar a su protagonista. Vale la pena: "Lo más extraordinario para mí ha sido descubrir que el Señor venía en mi ayuda, no obstante mi condición de gran pecadora. Después de cometer muchos pecados, después de haber herido el corazón de Dios, he sentido que Él, en el momento en el que más lo necesitaba, venía a socorrerme. Nada me bastaba, no estaba contenta de verdad con nada, siempre estaba buscando algo más. Nadie me había enseñado la fidelidad y ni siquiera era capaz de expresar gestos de amor, no sabía amar". Y no sólo era su propio mundo trucado y con trampa, sino el uso abusado que de ella hicieron: "El mundo del espectáculo me ha utilizado; el mundo en general utiliza nuestra debilidad y nos golpea allí donde somos más frágiles, cuando tenemos un gran deseo de amor. Debido a esta sed de amor, yo me vi envuelta en historias equivocadas. Quería probar emociones fuertes. Nadie realmente me había enseñado a vivir".
Pero he aquí que viene esa especie de milagro. Así lo describe el relato: Hace unos años Claudia entró “por casualidad” en una iglesia de Roma, ciudad donde habita. Esta pequeña iglesia, Santa Anastasia, es la única que tiene exposición perpetua del Santísimo. Un grupo de la Renovación estaba rezando justo en ese momento. Ella decidió quedarse. Humanamente hablando daba la impresión de haber sido sacada de otro pozo, con su aspecto archi mundano, junto a ese grupo tan sencillo. De repente, Claudia comenzó a llorar copiosamente: Jesús estaba realmente allí; ella lo comprendía desde lo profundo de su corazón, describirá luego esta revelación como “fulgurante”, Jesús le señalaba todo su pecado y al mismo tiempo le manifestaba el amor que El le profesaba! Cuando Claudia salió de la iglesia era otra, no era por cierto la misma que cuando entró.
A la luz de la infinita misericordia de Cristo, que se convirtió en su gran Amigo, realizó una revisión de su vida punto por punto. Canceló de inmediato sus contratos de filmación de películas que antes no la inquietaban en absoluto, pero que ahora veía eran perversas y dañaban a los hijos de Dios. Claudia se impuso como regla filmar sólo obras que edifiquen los corazones y los acerquen a Dios. Su extremada belleza hizo que continuara filmando y su fama le sigue abriendo aún muchas puertas. Esto le permite dar testimonio. Lo que le interesa ahora es comunicar la belleza interior, la belleza del alma. Acaba de lanzar su última película: la vida de san Pedro.
Renunció a poseer millones y su dinero lo destina íntegramente a una congregación religiosa instalada en África, a favor de los enfermos de SIDA y de los niños abandonados a quienes apadrina. Finalmente nos da la clave de su felicidad: "La alegría es saber que Jesús existe. La alegría nace de sentirse amado por Dios y por los hombres, e intercambiar este amor". Lo decía el Papa Francisco: no hay santo que no tenga pasado, ni pecador que no tenga futuro.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo