1. Nuevos libros litúrgicos van a entrar en uso en la Iglesia en España, poco a poco: nuevos leccionarios y un nuevo Misal romano, es decir, la tercera edición latina aprobada su traducción en castellano. Quien busque grandes novedades, o cambios en la estructura de la Misa, etc., quedará desilusionado y decepcionado. Estas nuevas ediciones buscan ante todo, y ese es su objetivo, una mayor fidelidad y exactitud en la traducción al original en latín, tanto en el caso del Misal castellano como los leccionarios respecto a la Neo-Vulgata, a tenor de la instrucción «Liturgiam authenticam» de 2001. En el caso del Misal romano en castellano, en su tercera edición, se revisó y amplió la Ordenación General, numeración, nuevas rúbricas y algunos ajustes más. Aún está en composición antes de llevarlo a la imprenta.
2. Si lo fundamental no son «novedades», cambios en el rito de la Misa, ¿dónde hemos de poner el acento? ¿Cuál es el reto? En las Jornadas Nacionales de Liturgia (Zaragoza, 2015), acertadamente, por parte diversos ponentes, se insistía en lo siguiente: preparar la recepción en las diócesis de lo que significa esta nueva edición del Misal y de los nuevos leccionarios.
Esta nueva recepción ha de significar acogida dócil y una renovada fidelidad a las normas y rúbricas del Misal romano superando la salvaje creatividad –donde cada cual hace y deshace a su antojo-, los cambios en los textos o en los ritos, el estilo informal, coloquial, en ocasiones vulgar, en detrimento del sentido sagrado y espiritual de la liturgia… ¡con lo que todo esto influye en la vida cristiana de los fieles, en su vida espiritual, en la educación de la fe! Por eso, por el bien del pueblo cristiano, la nueva recepción del Misal romano se debe traducir por fidelidad al Misal.
El Misal es un instrumento de la fe, expresa en todos sus textos la fe que la Iglesia profesa. De ahí que sea tan importante que la traducción española se ajustase lo más posible al original en latín.
Ahora toca, y es necesario, conocer bien el Misal para usarlo mejor. No pensar que ya se conoce de sobra, sino tener la humildad y paciencia de leer despacio y estudiar la Ordenación General del Misal romano, y después las rúbricas del Ordinario de la Misa. ¿Quiénes? Primero los ministros ordenados (obispos, sacerdotes y diáconos), pero también lectores, cantores, salmistas, equipos de liturgia… Enseñar todo esto, paso a paso, en retiros, pláticas y catequesis de adultos, será una importante y renovada educación litúrgica de todos los fieles.
¡Fidelidad!, a los textos del Misal, pero fidelidad igualmente a las rúbricas porque son el cauce de la celebración y muchas de ellas son una manifestación de un contenido teológico, son expresión de la lex credendi.
3. En orden a recibir bien el Misal y renovar con fidelidad el estilo y la forma de celebrar la Santa Eucaristía, las Jornadas Nacionales de Liturgia recordaron numerosos principios teológicos así como detalles distintos de tipo ritual-celebrativo:
- evitar tantas moniciones que realmente no dicen nada sino que añaden verbalismo; sobran y estorban tantas moniciones como han invadido la liturgia;
- recuperar el domingo como verdadera fiesta primordial y día del Señor. Se trata de celebrar a Cristo, no de «buscar un mensaje» en las lecturas, o Jornadas temáticas;
- celebrar bien y equilibradamente, y no dedicar un excesivo tiempo en la Liturgia de la Palabra (con una homilía extensa y repetitiva) para luego tener que acelerar en el rito eucarístico y usar siempre la plegaria eucarística II por ser la más breve;
- las ofrendas de la Misa deben ser sólo y exclusivamente el pan y el vino que se van a consagrar y donde cada uno está ya implicado existencialmente; las ofrendas «simbólicas», tan extendidas, distorsionan este momento;
- en la medida de lo posible, potenciar el canto del sacerdote en los saludos y diálogos con el pueblo, que crea solemnidad y favorece la participación… así como las oraciones y, sobre todo, el prefacio de la Misa;
- el rito de la paz, sin canto alguno por supuesto, ha de recobrar el sentido religioso y la sobriedad, evitando la dispersión y el ruido: sólo a los más cercanos;
- etc…
4. Finalmente, nuevos leccionarios en castellano que comenzarán a usarse en el próximo Adviento.
La nueva traducción buscó la mayor exactitud posible. Se han impreso con una encuadernación que, sin lugar a dudas, resulta dignísima para realzar la Palabra de Dios en la acción litúrgica por parte de «Libros litúrgicos» de la CEE.
Cada volumen tiene su estuche, y tres cintas anchas en color oro viejo; pastas rojas imitando piel con un pantocrátor grabado como si fuera oro, y son mayor tamaño que los actuales, y de tal forma encuadernados, que no se cierran ni se pasan las páginas solas, sino que permanece abierto.
Letra del texto bíblico de mayor tamaño, además de la letra inicial del Evangelio resaltada como en los antiguos códices; las páginas enmarcadas bellamente en la esquina de la parte superior con el alfa (página par) y la omega (página impar) unidas con un dibujo en rojo.
La recepción de estos nuevos Leccionarios requiere cuidar algunos elementos:
- El realce del ambón y el uso exclusivo para las lecturas bíblicas (y la homilía si no se hace en la sede), pero no usarlo para todo (moniciones, devociones, rosario, etc.)
- Usar exclusivamente el Leccionario y desterrar el mal uso de llevar fotocopias o papeles sueltos (o incluso el móvil) para las lecturas; éstas se deben leer del Leccionario;
- Ser más selectivos en los lectores, porque participar no es intervenir, y a veces los lectores que se buscan, o salen espontáneos, no saben leer bien en público o vocalizar, destrozando la Palabra que deben transmitir. Es un ministerio muy importante que debe ser mucho más cuidado;
- Igualmente se sugirió, en orden a esta recepción, que en las diócesis se pusiesen en marcha «Escuelas de lectores» que capaciten para este ministerio.
Repitamos entonces la idea clave y fundamental que marca un reto y una apuesta de futuro: una nueva recepción del Misal y de los Leccionarios será ahondar en ellos y crecer en fidelidad al Misal.
Javier Sánchez Martínez, sacerdote