En otoño de 2014 por fin se cumplió el compromiso adquirido por el Congreso de Estados Unidos en 1783 de honrar al militar español Bernardo de Gálvez, que, en obediencia de las órdenes de Carlos III, contribuyó a la independencia de los rebeldes contra Inglaterra. Sin embargo, los círculos laicistas han comenzado una campaña contra otro español presente en el Capitolio de EEUU: el sacerdote y misionero franciscano Junípero Serra, que llevó la civilización a California y cuyo decreto de canonización acaba de firmar el Papa.
La campaña la comenzó el miembro del Senado estatal de California Ricardo Lara, del Partido Demócrata y activista gay. Su propuesta consiste en sustituir en la Galería de Hombres Ilustres la estatua de quien fue beatificado en persona por Juan Pablo II en Los Ángeles en 1988 por otra que represente a Sally Ride, fallecida en 2012. Como explicó El País, se honraría así a dos minorías (sic): «Las mujeres en la ciencia y la comunidad LGTB», ya que los méritos de Ride consisten en haber sido primera mujer astronauta de la NASA y lesbiana, según declaraciones de su compañera, ya que murió sin revelar nada sobre sus preferencias sexuales.
Rubén Mendoza, profesor de Arqueología en la California State University, califica así esta campaña:
Siempre hemos tenido estos ataques, estas consideraciones muy negativas contra nuestra herencia hispana, católica e indígena mexicana. Desde niño vi todo eso. El ataque contra Serra lo veo como un ataque sobre nuestra cultura. A mí por ser arqueólogo me han atacado siempre, por trabajar en las misiones y tener un interés en los documentos de la historia hispana, latina.
Al remover la estatua de Serra del Capitolio, van a quitar el único representante de la cultura hispanoamericana en Washington DC y para mí es parecido a lo que están haciendo en Irak [los terroristas del Estado Islámico], que destruyen los monumentos de los antepasados. No hay diferencia, es una práctica de quitar los héroes de nuestra cultura. Lo más negativo es que fue un latino el que comenzó esta discusión.
La respuesta católica ha sido otra campaña dirigida a los legisladores californianos para que no voten a favor de la retirada de la estatua.
Una cojera enviada por Dios
Junípero Serra nació en Petra, en una familia de labradores mallorquines, el 24 de noviembre de 1713. Recibió el nombre de Miguel José. Pese a ser analfabetos, sus padres procuraron darle educación en la escuela que regentaban los franciscanos en su pueblo. En 1729 se trasladó con sus padres a Palma para proseguir sus estudios. En 1730 tomó el hábito franciscano y en 1731 emitió su profesión religiosa. Los años siguientes siguió sus estudios hasta ser ordenado sacerdote.
A la vista de su inteligencia, que acompañaba con la pequeñez de su cuerpo, sus superiores le destinaron a la enseñanza de sus hermanos. En 1737 ganó por oposición una cátedra de filosofía en el convento de San Francisco de Palma.
Por fin, en 1748, con 35 años de edad, pudo cumplir su sueño de viajar a las Indias para convertir a los indios, en unión de quien sería su inseparable compañero, fray Francisco Palou. Los dos franciscanos desembarcaron en el puerto de Veracruz, junto con otros franciscanos y dominicos.
Aunque la Corona pagaba a los misioneros la comida y las monturas, hicieron el viaje a pie y de limosna hasta México. En ese viaje, y probablemente por la picadura de los insectos, fray Junípero contrajo una llaga en un pie que le causó una cojera durante el resto de su vida. ¡Qué paradoja que Dios permitiera que el franciscano quedase cojo justo al iniciar su vida misionera!
Los superiores de su orden se resistían a enviar a las peligrosas misiones a un hombre de su formación y prestigio, y además en ese estado. En junio de 1750 Serra y Palou marcharon a las misiones franciscanas de Sierra Gorda, fundadas en 1744. Aparte de catequizar y bautizar, allí se dedicó a aprender la lengua de los nativos y a formarles en el trabajo (ganadería, agricultura). También encontró personas, sobre todo de origen europeo, que se dedicaban a la hechicería y la «adoración de los demonios», lo que denunció como comisario de la Inquisición al tribunal son sede en México.
En 1758 se le llamó a la capital del virreinato con la finalidad de enviarle como presidente de las misiones franciscanas de Texas, que los apaches habían destruido. Pero las autoridades civiles paralizaron el proyecto y fray Junípero quedó como profesor en el Colegio de San Fernando, de su orden, hasta 1767.
Las misiones de los jesuitas
La expulsión de los jesuitas de los dominios de la Corona española en ese año dejó vacías las quince misiones que ellos habían fundado en California. Aparte de la evangelización de los indios, las autoridades querían controlar el territorio, sobre todo al norte, donde ya habían aparecido los rusos.
Con 54 años de edad, fray Junípero encabezó una expedición de unos 45 franciscanos. Al final, el virrey les destinó al norte, a la Alta California, hoy bajo soberanía de EEUU, mientras que las misiones de la Baja California se asignaron a los dominicos. De acuerdo con el gobernador Gaspar de Portolá, fray Junípero decidió levantar las primeras misiones californianas en las bahías de San Diego y Monterrey. Para ello se enviaron expediciones por tierra y mar compuestas de frailes y soldados.
El franciscano mallorquín fue andando y llegó a San Diego el 1 de julio de 1769. Les aguardaban los dos navíos, pero en uno había muerto toda la tripulación, salvo dos marineros, de escorbuto.
En los años siguientes, Serra dirigió o participó en la fundación de nueve misiones: San Diego (1769), San Carlos Borromeo (1770), San Antonio de Padua (1771), San Gabriel Arcángel (1771), San Luis Obispo (1772), San Francisco de Asís (1776), San Juan de Capistrano (1776), Santa Clara de Asís (1777) y San Buenaventura (1782). También tuvo enfrentamientos con las autoridades civiles y militares.
Sobre su trato a los indios, se puede citar el siguiente hecho. Después de un ataque de los kumiai a la misión de San Diego, en el que murieron tres españoles, fray Junípero Serra se opuso a la ejecución de los prisioneros con el siguiente argumento: «La salvación de los indios es el propósito de nuestra presencia aquí y su única justificación».
El 28 de agosto 1784, a los 70 años y nueve meses de edad, fallecióen San Carlos de Monterrey, que fue capital de la Alta California entre 1777 y 1849, hasta la conquista por Estados Unidos. Aparte de los españoles, asistieron a sus funerales unos 600 indios. Está enterrado en la Basílica de la Misión de San Carlos Borromeo, en Monterrey.
Fray Junípero Serra había recorrido casi 10.000 kilómetros. Palou le atribuyó la conversión de 4.646 indios y la administración de 6.736 bautismos y de 4.723 confirmaciones.
En 1948 se abrió su proceso de beatificación en Monterrey; se le declaró venerable en 1958; y Juan Pablo II le beatificó en 1988. Cuando el papa polaco ofició la ceremonia, nadie se habría atrevido a sospechar que 25 años después la mayoría de los políticos del llamado Estado Dorado, demócratas y también muchos republicanos, estarían a favor de retirar la estatua del misionero católico y español colocada en 1931.
Pedro Fernández Barbadillo
Publicado originalmente en Libertad Digital