¿Es posible quitar de un plumazo la religión de la escuela? Esta es la estrategia electoralista del actual secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, que, escuchando a los sindicatos de profesores CCOO, UGT, y STES, los estudiantes de Faest y la patronal UECOE (principales impulsores desde el año 2002 de la campaña Por una sociedad laica: la religión fuera de la escuela y de la ruptura de los Acuerdos con el Vaticano) se ha comprometido a “quitar la Religión del aula y a recuperar la asignatura de Educación para la Ciudadanía”.
La llegada de Rodríguez Zapatero a la secretaría general del PSOE reactivó un laicismo inerte en los gobiernos presididos por Felipe González, con el discurso de una España más laica (“más gimnasia y menos religión”) y el apoyo explícito a las demandas de colectivos de gays y lesbianas. Pero Zapatero lo hizo con la maniobra de vencer a José Bono, más taimado y menos querido por ciertos sectores dentro del PSOE. El laicismo que propugna Sánchez es un laicismo liberal, asociado al pensamiento de que el programa laico está resuelto con reducir la religión a un asunto privado, un agnosticismo ignorante y de profunda amnesia sobre la importancia del hecho religioso en la vida de las personas y de los pueblos.
La campaña “La religión fuera de la escuela”, lanzada en enero de 2004 como una de las formas de oposición a la política escolar del PP, y que ha contribuido a crear el imaginario colectivo de identificar sociedad laica con la voluntad de expulsar la religión de la escuela, desarrolló diversas Declaraciones donde se explicitaba la necesidad de arrumbar las creencias religiosas al ámbito de lo privado, sacar la enseñanza de la religión de la enseñanza obligatoria y fuera del currículo escolar, abogando asimismo por una educación sin dogmas, en la que se sientan cómodos tanto los creyentes como los no creyentes.
Las organizaciones impulsoras de la campaña se organizaron como grupos de presión dentro del Consejo Escolar del Estado para que la enseñanza de la religión no fuera evaluable, no tuviera alternativa y saliera del horario escolar. Además, consiguieron introducir una enmienda que solicitaba la ruptura del Acuerdo entre el Estado y el Vaticano. Los resultados finales reflejaron una absoluta división del Consejo, aprobando el rechazo a implantar en el sistema escolar la asignatura de Educación para la Ciudadanía.
Pero el gobierno socialista no asumió ninguna de estas recomendaciones, las demandas de la campaña y del Consejo Escolar del Estado sobre la derogación de los Acuerdos con el Vaticano, la enseñanza confesional de la religión y la Educación para la Ciudadanía, incluyendo en la LOE la asignatura de Educación para la Ciudadanía y manteniendo para la enseñanza religiosa lo establecido por los Acuerdos entre el Estado y el Vaticano.
Por su parte, el actual ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, cedía recientemente al objetivo laicista al reducir las horas lectivas de Religión y abandonarla a la categoría de lo puramente testimonial, contribuyendo a la difusión de la increencia en el ámbito educativo, propugnada desde posiciones ideológicas de un evidente ateísmo militante, y al triste recordatorio de que la asignatura de la religión está sometida de manera invariable al yugo del poder político.
La campaña “La religión fuera de la escuela” y la ruptura de los Acuerdos que agita el socialismo de modo cíclico en los tiempos electorales significan un despropósito sólo arraigado en la ignorancia, la indiferencia y el desprecio sobre la verdad del hombre. Dicha campaña no cuenta con el apoyo de la inmensa mayoría de los españoles, ajenos a la tesis de la religión fuera de la escuela. El laicismo organizado representa a un sector de la población que no llega al 10%. Se trata, por lo demás, de una asignatura consolidada en el sistema escolar en la práctica totalidad de los países de Europa y de una necesidad crucial en la formación integral de la persona. El voto católico indeciso parece perderse con esta actuación programática de Pedro Sánchez, a no ser que pensemos que también los católicos practicantes son partidarios de la expulsión de la religión de la escuela pública, algo no descartable y que ya sucedió con la presidenta del Consejo Marta Mata i Garriga.
Se podría pensar que Pedro Sánchez está mal asesorado con la reivindicación laicista de expulsar la religión del ámbito académico, asumiendo las posiciones más beligerantes contra la Iglesia católica y la religión fuera de la escuela. A los profesores ateos y agnósticos, y su rechazo de la Iglesia católica, se suma ahora el secretario general del PSOE, que tendrá que cambiar primero, como es su deseo, la Constitución para impedir que se imparta voluntariamente la enseñanza confesional de la religión.
Sin embargo, el socialismo advierte un catolicismo desfigurado, sin demasiada convicción entre sus fieles, una Iglesia desorientada que abandona con frecuencia su propio pensamiento. La creciente importancia de la política permite por desgracia impregnarlo todo del modo de pensamiento estatal, hasta hacer del hombre lo que Desmond Morris llamaba un mono desnudo, o Foucault designaba como un mero recurso humano. Abolir la religión es el principal objetivo del laicismo radical, de una izquierda reaccionaria que presume el desgaste de la fe religiosa, el tono débil de un católico indolente y conformista. En realidad, lo que postula Pedro Sánchez es algo tan viejo como que la política decida la moralidad del hombre, sustituir la religión por la política, una forma de religión de la política donde el progresismo lo invada todo, “informar” la naturaleza humana para neutralizarla desde el pensamiento ideológico, dispuesto a la tabula rasa, a la transformación o mutación antropológica desde la educación, a un nuevo Adán donde el mismo gobierno y el poder político se convierta en el mayor de los reproches posibles a la naturaleza humana.
Roberto Esteban Duque, sacerdote