El Credo, nuestra profesión de fe, se inicia con la frase: “Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra”, expresión tomada del inicio de la Biblia: “Al principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1,1). Es decir, en ambos sitios se da por supuesta la existencia de Dios y se nos dice de Él que es Creador, que es lo que vamos a ver ahora.
Las primeras páginas de la Biblia, que contienen loa llamados relatos de la Creación (Gén 1-2), atestiguan la fe en el Dios que es origen y meta de todo. Dios en la Biblia lo que pretende es revelarnos su mensaje de salvación, no darnos enseñanzas científicas. Más que tratar de defender la Biblia de un conflicto con las ciencias, el cristiano ha de entender cuál es el mensaje divino en ella contenido, con la convicción que es imposible una contradicción esencial entre este mensaje, y en consecuencia la fe religiosa auténtica, y la ciencia, pues se fundamentan en el mismo Dios Creador y Salvador. En cuanto ‘relatos de la creación’ no informan sobre cómo ha comenzado el mundo y el hombre, sino que hablan del Creador y de su relación con la creación y la criatura., por lo que no hay que establecer una oposición entre sus asertos y los actuales conocimientos de las ciencias naturales. Lo que la Biblia pretende es mostrarnos el mundo como una obra creada por Dios. La frase Dios ha creado el mundo es una afirmación teológica sobre el origen divino de las cosas. En esta narración, el fondo del mensaje en ella contenido nos habla del poder creador de Dios, de la bondad de la Creación y de la dignidad humana, pues estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, y ahí está la verdad revelada, mientras el ropaje con el que se adorna, los seis días de la Creación, no son un hecho histórico y verdadero o una narración científica, sino una adecuación a la cultura de aquella época, un poema litúrgico para el inicio del año. Como decía san Juan XXIII: “Hay que saber distinguir la verdad revelada del ropaje que la contiene”.
Hay una realidad evidente: el mundo existe, y dos hipótesis: el universo ha existido siempre o ha tenido comienzo. Aunque sea una cuestión puramente científica y la existencia de Dios puede compaginarse con ambas, e incluso a principios del siglo XX la mayoría de los científicos asumía que el universo no tenía principio ni fin, está claro que la hipótesis que el universo tiene un inicio hace más fácil la aceptación de su creación. Los avances de las ciencias y las mediciones experimentales realizadas por físicos y cosmólogos han llevado actualmente a la conclusión por la inmensa mayoría de los científicos que el universo empezó en un solo momento, ahora comúnmente referido como el Big Bang, y que sucedió hará unos catorce mil millones de años (comprenderán Vds. que, como les decía a mis alumnos, por mil millones de años más o menos no voy a discutir con nadie).
Ahora bien, lo que resulta bastante claro por el Orden admirable del Universo, que éste no es fruto de la casualidad, sino de una causalidad que tiene su origen en que detrás de la Creación, está un Ser inteligente y no el mero azar. Dios ha creado el universo motivado por su Sabiduría y Amor y pretender que el mundo es fruto de una serie de factores que actúan sin sentido es sencillamente disparatado. Como decía san Juan Pablo II. “Hablar de azar delante de un universo en el que existe tal complejidad en la organización de sus elementos y una intencionalidad tan maravillosa en su vida, sería igual a abandonar la búsqueda de una explicación del mundo como él se nos muestra. De hecho, sería equivalente a aceptar efectos sin causa. Supondría la abdicación de la razón humana, que renunciaría de este modo a pensar y a buscar una solución a los problemas” (Catecismo YouCat nº 43).
En pocas palabras, el aspecto religioso de la Creación trata de resolver el interrogante de quién y para qué ha creado el Universo. Al primer interrogante respondemos que Dios es el Creador del Universo, porque creer que Dios es creador del cielo y de la tierra, aunque nos lo enseñe también nuestra fe, me parece mucho más lógico, convincente y razonable que un universo no creado por Dios. Y a la segunda pregunta, para qué, hemos de contestar para su gloria, pero que no hemos de entender en sentido egoísta, sino que como Dios es la Generosidad Pura, nos ha creado para nuestro Bien, para que participemos en el amor de las Personas divinas.
Pedro Trevijano, sacerdote