El ser amigo íntimo de alguien del mismo sexo permite al adolescente reforzar su personalidad con un vínculo afectivo. A partir de los dieciséis o diecisiete años la amistad se hace más estable. Las pandillas se van disolviendo y se selecciona más y mejor a los amigos. Los compañeros de infancia se transforman en auténticos amigos, con amistades que se apoyan en la mutua simpatía y comprensión y llegan en ocasiones a perdurar toda la vida. Podemos considerar como signos de esta buena amistad el que no obstaculicen el trabajo y demás deberes, sino más bien ayuden a querer a los otros sabiendo abrirse a ellos, dejándose ayudar pero también sabiendo ayudar, sin que por ello se engendren envidias entre ellos. Aunque el trato es muy importante para el nacimiento y crecimiento de la amistad, una vez que está cuajada, puede suceder en jóvenes y adultos que, por motivos de estudio o trabajo, no se vean en mucho tiempo, pero si saben mantener un cierto contacto mutuo, aunque sea pequeño, la amistad perdura.
La amistad puede darse en forma singular o de grupo. La amistad singular entre dos o más de ellos es relativamente frecuente, y se distingue del simple compañerismo, en cuanto exige una gran intimidad de mente y corazón, así como una gran confianza mutua, lo que exige una relación muy profunda y una gran entrega, a los que permitimos conocer muchas de nuestras interioridades y secretos, por lo que está claro que sólo se puede ser amigo íntimo de muy poca gente: casi siempre uno o dos. La única manera de tener un amigo íntimo es serlo tú a tu vez. Con el amigo íntimo hay que sacar a la luz lo mejor de nosotros mismos, especialmente nuestro afecto y generosidad, pero al mismo tiempo se caracteriza por su no exclusividad y porque se mantiene la autonomía afectiva, que se hará patente cuando surja la pareja. Esta amistad hay que trabajarla día a día, si no se marchita. Esta amistad excluye la mentira, la sensualidad y el egoísmo, supone un corazón limpio, plena donación y abnegación, lo que es un primer paso muy importante en el camino hacia la madurez espiritual y la apertura generosa hacia los demás. Pero si exige mucho, da todavía más y es de gran valor. Generalmente, a lo largo de la vida nunca se tienen mejores y más desinteresados amigos que los surgidos en la infancia o adolescencia
La amistad es una gran aventura en la que los amigos se van descubriendo mutua y progresivamente, a medida que van revelando nuevos y más profundos estratos de sí mismos. La amistad abre la mente, ensancha horizontes y relaciones, permite avanzar en madurez, llena de nueva sensibilidad, ahonda en los sentimientos y da sentido a la vida. El deporte y las aficiones deportivas juegan un papel importante, generalmente positivo, en las relaciones entre adolescentes.
La amistad colectiva en pequeños grupos de cinco a seis amigos es también óptima, si el grupo es bueno. La amistad entre compañeros facilita al muchacho o muchacha la transición entre el mundo familiar, del que por supuesto sigue necesitando, y el mundo adulto. Los amigos le proporcionan varios bienes:
a) les da protección, solidaridad y seguridad, calmando las angustias y depresiones que proceden de la soledad;
b) les proporciona afecto en condiciones de igualdad y reciprocidad y les da ocasión de entregarse y sacrificarse por otros, ayudándoles a superar el narcisismo y a apreciar su propia dignidad personal y la de los demás;
c) les forma socialmente, permitiéndoles superar el quedarse en su propia intimidad, pues pueden encontrar actividades y responsabilidades en común, en las que se afirman a sí mismos y pueden expresar libremente sus ideas;
d) es el campo natural para el ejercicio de la responsabilidad, compañerismo, lealtad, sociabilidad y encuentro personal;
e) ayuda a las voluntades rebeldes e independientes a someterse a la voluntad común y les prepara para la vida social.
Se encuentra no raras veces en asociaciones de tipo cristiano, pudiendo ser entonces de una gran ayuda para el mantenimiento de la fe y para el mutuo perfeccionamiento y enriquecimiento personal, así como de auxilio en tus momentos de tristeza y depresión. El tener un buen o buenos amigos facilita indudablemente la apertura hacia los otros y la maduración personal. A los amigos se les cuentan muchas cosas que no se cuentan a los padres o adultos, no porque sean en sí malas, sino porque el adolescente piensa que el adulto no le va a entender, mientras el amigo o amiga sí.
Está claro que estas ventajas sólo se encuentran en grupos naturales o con intereses comunes sanos, por lo que hay que ser conscientes de que la amistad puede revestir formas muy negativas, como sucede con las pandillas de delincuentes.
Pero como el avance hacia la heterosexualidad ocurre de modo natural, sí han de tener en cuenta que estas amistades entre personas del propio sexo, por ley de vida, son menos importantes y han de pasar a segundo plano cuando surja el complemento de la pareja. Ello a veces es duro y difícil, porque el otro era tu íntimo confidente, un primer plato y pasar a segundo plano, a ser postre, no es fácil, pero así estamos hechos. El tener amigos, el creer y experimentar la amistad, nos hace más fácil el encuentro con Jesús amigo, y, a su vez, el encuentro con Jesús, nos hace más fácil el querer más y mejor a nuestros amigos y a los demás.
Pedro Trevijano