Los frutos del mal

Nos preocupamos porque el paro aumenta, y es lógico que así sea. Pero no nos preocupamos por el hecho de que, en el 2007, en España 107.000 niños hayan sido asesinados en el vientre de su madre.

Según un estudio que se acaba de hacer y publicar en Estados Unidos, sólo el 6 por 100 de los norteamericanos están preocupados, en primer lugar, por cuestiones éticas de índole diversa, que van desde la corrupción al aborto. La inmensa mayoría da la primacía a la situación económica. Por muy comprensivo que sea acerca de la crisis financiera, me da la impresión de que los norteamericanos, como los españoles, nos preocupamos más de lo que se ve que de lo que no se ve, más de los frutos que de las raíces, más de las consecuencias que de las causas. El resultado es que, o no logramos evitar las consecuencias o, si lo hacemos, lo conseguimos sólo de manera transitoria. Porque lo que parece que nadie quiere ver y pocos se atreven a decir es que la situación actual es la consecuencia de un pecado, de un incumplimiento grave de los principios éticos acerca del recto uso del dinero, de la avaricia, de la corrupción y, en definitiva, de una manera de entender la vida en la cual no importa cómo consigas lo que quieres con tal de que lo consigas. Cuando el fin justifica los medios, más pronto o más tarde los medios terminan por acabar con el fin.

Nos preocupamos porque el paro aumenta, y es lógico que así sea. Pero no nos preocupamos por el hecho de que, en el 2007, en España 107.000 niños hayan sido asesinados en el vientre de su madre. Nos preocupamos, y es natural, de que los bancos no tengan dinero para dar créditos, pero no nos importa que millones de personas mueran de hambre con tal de que estén lejos de nuestra mirada. Seguro que saldremos de esta crisis coyuntural, pero me temo que no habremos aprendido la lección: sin respeto a la vida, sin justicia y sin caridad, lo único que conseguiremos es retrasar la fecha de la catástrofe. La Razón

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