Un reciente estudio que analiza los partos de unas 300.000 mujeres en Finlandia encuentra una relación estadísticamente significativa entre los abortos provocados previos y problemas de abortos y prematuridad en embarazos posteriores. Más allá de los conocidos traumas psíquicos que genera satisfacer la decisión de eliminar un hijo antes de su parto, este estudio, publicado en la revista Human Reproduction , alerta sobre la repercusión negativa para el futuro reproductor de la mujer.
Según explica a El Mundo la primera autora del estudio, la especialista en Salud Pública del Instituto Nacional de la Salud y el Bienestar (THL), Reija Klemetti, estudios anteriores ya habían establecido que el riesgo de dar a luz niños con bajo peso (menos de 1.500 gramos al nacer) se incrementaba según aumentaba el número de abortos provocados. «Nuestro trabajo confirma este hallazgo anterior y añade que también aumenta el riesgo de tener hijos muy prematuros (nacidos antes de las 28 semanas) y prematuros en general (antes de la semana 37), siempre después de tres o más abortos».
Tener un hijo prematuro implica importantes riesgos para su salud y es causa de muerte precoz y de graves enfermedades (infecciosas, respiratorias, oftalmológicas, metabólicas) que pueden generar secuelas a largo plazo. Es conocida también la relación entre la prematuridad y el desarrollo psicomotor habiendo estudios que han relacionado prematuridad y mal rendimiento escolar.
En efecto, desde hace tiempo es conocida la relación entre abortos provocados, la incompetencia cervical y la prematuridad; uno de los problemas del recién nacido que mayor morbilidad y coste social genera tanto a corto como a largo plazo, a pesar de los avances de la Medicina que consigue sacar adelante a cada vez más niños prematuros. Forzar el cérvix uterino para practicar un aborto intencionado puede suponer un debilitamiento progresivo de su resistencia natural para que el embarazo pueda llegar a término y, cuando son repetidos, puede terminar por hacerlo incompetente para realizar su función dando lugar a un aborto o a un parto pretermino. En marzo de 2010 en la revista Central European Journal of Public Health el Dr F. Banhidy y sus colaboradores ya publicaban un estudio hecho en Hungría, titulado «Asociación entre la elevada tasa de partos prematuros y la incompetencia cervical en embarazadas» en que estudiaban a 38.000 nacidos en un estudio de casos y controles y cuya conclusión era: « La incompetencia cervical es muy frecuente en Hungría debido probablemente al número extremadamente alto de abortos provocados previos mediante el método de dilatación y legrado».
El diario La Razón, que también se hacía eco de la noticia, me preguntaba: ¿Tienen los abortos naturales los mismos efectos que los abortos voluntarios? a lo que les respondía: «El cuerpo de la mujer no sufre de la misma manera cuando se le provoca un aborto por petición suya y de manera violenta, que cuando la naturaleza, por la razón que sea, expulsa al feto». Esto, que es de suyo lógico, es lo que a algunos no les interesa entender o carecen de libertad para ver y por eso la periodista de El Mundo se esforzaba en recalcar que se trataba de un estudio observacional (no experimental), y «que no quedan establecidas las causas del fenómeno observado por los investigadores».Aunque no exista una prueba formal sobre la causalidad hay que ser, o hacerse, el tonto,para no reconocer la evidencia.
El Mundo preguntaba a la doctora finlandesa sobre la posibilidad de que su estudio fuera utilizado por los grupos provida y defensores de la ética médica y de la salud de la mujer (aunque la periodista los calificaba de prohibicionistas) como argumento contra el aborto, a lo que respondía: »Claro que puede ocurrir, pero si los resultados y el debate se estudian de forma adecuada no se puede concluir que hay que prohibir el aborto provocado. Lo que me gustaría es que este trabajo no sirviera para eso, sino para mejorar la seguridad de los abortos que se practican, la educación sexual y el debate abierto sobre los pros y los contras de los abortos provocados.
En realidad no es la ciencia, sino la ideología, la que a menudo se utiliza como base para el establecimiento de leyes que autorizan la destrucción de la vida humana. Esta doctora en sus declaraciones se muestra pro decisión abortiva, por tanto tampoco está siendo neutral sino abortista y va más allá haciendo una declaración en el terreno de lo político llegando a considerar que abortar forma parte de la normal sexualidad humana. Como dice Nicolas Jouve, la ideología comienza donde termina la verdad.
Pero lo que este estudio deja claro, incluso aunque no determine una relación de causalidad de manera experimental debido a que se trata de un estudio observacional, es que el aborto provocado no solo implica la muerte de un ser humano- para el que nunca ese procedimiento podrá ser seguro- y genera secuelas en la salud psíquica de la mujer, sino que daña su salud reproductiva y afectará a su futuro reproductor con secuelas para sus siguientes hijos.
Uno de los principios éticos de la medicina es el non nocere (no causar daño) o principio de no maleficencia. Luego desde un punto de vista médico sí que existen evidencias científicas suficientes para erradicar el aborto intencionado como medida que mejoraría la salud sexual y reproductiva de la mujer y de sus futuros hijos.
Estas evidencias científicas nos deberían llevar a entender que cuando en España se aprobó una ley denominada «de salud sexual y reproductiva y de interrupción voluntaria del embarazo», dejando al margen la naturaleza criminal de una ley que autoriza la matanza de seres humanos, lo que se aprobó fue una ley que atenta contra la salud pública.
La cuestión final es que los abortistas pro decisión, casi siempre laicistas y siempre promotores de una doble moral sentimentaloide e irracional, tienen demasiadas «taras» intelectuales para creer también en lo que la ciencia pone de manifiesto y actuar en consecuencia. Se trata de la tiranía del mendaz relativismo ético racionalista que oprime al hombre y le impide ser libre porque en su ceguera carece de luz para reconocer el resplandor de la verdad que brilla por sí misma. Y esto no lo soluciona ni la ciencia ni la política; en palabras de Blais Pascal: el último paso de la razón es reconocer que hay en ella un Misterio que la supera.
Esteban Rodríguez Martin, Presidente de la Comisión Deontológica de Ginecólogos DAV.