El camino judicial está marcado para Paolo Gabriele, el mayordomo infiel de Benedicto XVI. En el próximo otoño será sometido a juicio por hurto agravado de documentos reservados, copiados y sustraídos por él de la residencia pontificia.
En el último día laboral, antes de la clausura estival de los tribunales vaticanos, el juez instructor Piero Antonio Bonnet ha reunido las investigaciones del promotor de justicia Nicola Picardi y ha emitido la sentencia de envío a juicio. Esto golpea también a un segundo imputado, Claudio Sciarpelletti, técnico informático de la Secretaría de Estado, pero éste último por el delito menor de complicidad, al obstaculizar en la práctica las investigaciones respecto a sus relaciones con el principal imputado.
Los textos íntegros de la requisitoria y de la sentencia, una y otra de quince páginas cada una, fueron difundidas por la sala de prensa vaticana:
En los documentos, los nombres de los testigos interrogados en el curso de las investigaciones han sido protegidos por razones de confidencialidad y sustituidos con letras del alfabeto, con excepción de monseñor Georg Gänswein, secretario particular de Benedicto XVI, siempre citado en forma íntegra.
Pero es fácil adivinar, por ejemplo, que los testigos H, M, N y O corresponden a las cuatro religiosas Memores Domini que asisten al Papa.
Tanto la requisitoria como la sentencia de envío a juicio tienen pasajes de notable interés, tanto sobre el desarrollo del acontecimiento como sobre sus proyecciones futuras.
El culpable en casa
Particularmente dramático ha resultado ser el descubrimiento del culpable. Estaba a la venta en Italia desde dos días antes el libro con los documentos hurtados cuando, el 21 de mayo, la “familia pontificia” se reunió en su totalidad, con monseñor Gänswein, con Alfred Xuereb, el segundo secretario del Papa, con las cuatro Memores Domini, con la otra asistente del Papa, Birgit Wansing, y con el mayordomo Gabriele.
Cada uno de los presentes negó haber entregado las cartas al autor del libro. Monseñor Gänswein arrinconó al mayordomo, mostrándole los documentos que habían terminado en el libro, y que habían pasado precisamente por sus manos. Y el mayordomo lo siguió negando.
Pero entre tanto, los investigadores del servicio de seguridad del Vaticano habían acumulado fuertes indicios contra Gabriel. El 23 de mayo se reúne de nuevo la “familia pontificia” y monseñor Gänswein comunica a Gabriele la suspensión cautelar del servicio.
Una vez más, él se declara inocente. Es más, culpa a los presentes por querer hacer de él, injustamente, un “chivo expiatorio”. Dice que tiene el consuelo de su director espiritual.
Pero ese mismo día, es requisada la casa que él habita en el interior de los muros vaticanos y se encuentran allí una masa notable de documentos hurtados, parte de los cuales es coincidente con los publicados en el libro.
Gabriele es arrestado la tarde del 23 de mayo.
Infiltrado por el Espíritu Santo
A juicio de monseñor Gänswein y de las Memores Domini, Gabriele era una persona muy piadosa. Asistía todas las mañanas a la Misa celebrada por el Papa. Pero su trabajo no brillaba: “tenía necesidad de ser continuamente encaminado y guiado”. Pero era considerado honesto y leal, y precisamente por ello se le permitía “seguir el torrente de documentos” que pasaban “por el escritorio de monseñor Gänswein o que se depositaban en la repisa que se encontraba al frente”.
Y desde allí –lo admitió después durante los interrogatorios– él retiraba, fotocopiaba y llevaba a su casa las copias y por último los entregaba al autor del libro.
¿Por qué motivo? “Yo veía malicia y corrupción por todas partes en la Iglesia... yo consideraba que también el sumo pontífice no estaba correctamente informado… Yo consideraba que un shock, inclusive mediático, podría ser saludable para volver a llevar a la Iglesia a la buena senda... Yo pensaba que éste era precisamente el rol del Espíritu Santo en la Iglesia, Espíritu del cual me sentía en cierta manera infiltrado”.
Director espiritual
El director espiritual de Gabriele, indicado como testigo B, es otro de los personajes desconcertantes de este acontecimiento. Gabriele le entregó a él también una serie de documentos, juntados en una caja con el escudo pontificio. Interrogado por los jueces, el director espiritual dijo que los había recibido, que sabía de su procedencia deshonesta, y que por eso los había quemado sin haberlos leído.
Pero Gabriele también se ha referido – en un interrogatorio del 21 de julio – que había sido este mismo director espiritual quien le aconsejó que negara toda culpa, en la dramática discusión cara a cara del 21 de mayo con monseñor Gänswein: “mi padre espiritual me dijo que negara mi responsabilidad, salvo que estuviera el Santo Padre y me lo preguntara personalmente”.
Un cheque, una pepita de oro y Las Enéidas
Otro elemento desconcertante surgido de las investigaciones son estos tres “objetos” encontrados en la casa de Gabriele:
- un cheque bancario de 100 mil euros pagadero a “Santidad Papa Benedicto XVI”, fechado el 26 de marzo del 2012, emitido por la Universidad Católica San Antonio de Guadalupe (Murcia)
(n.de R. El Presidente de la UCAM y de la Fundación Universitaria San Antonio, así como consultor del Consejo Pontificio para la Familia, D. José Luis Mendoza, declaró a la prensa que el cheque era nominativo Para Su Su Santidad el Papa Benedicto XVI-Óbolo de San Pedro y que se lo hizo llegar a través de la Nunciatura durante el viaje a Cuba el pasado mes de marzo; en Cuba la UCAM imparte distintas enseñanzas desde hace dos años.
- una presunta pepita de oro ofrecida al Santo Padre por el director del ARU de Lima (Perú), Guido del Castillo;
- un incunable de las Enéidas de Virgilio, traducida por Annibal Caro, impresa en Venecia en el año 1581, donada al Papa por las “Familias de Pomezia”.
Se sabe que son innumerables los regalos que le llegan al Papa. Pero que alguno termine en la casa de su mayordomo deja desconcertado. Las justificaciones dadas por Gabriele en los interrogatorios dejan abiertos grandes puntos oscuros.
Pero el mayordomo no es el único culpable
Pero lo que es todavía más oscuro es el hecho, reconocido por el juez instructor, que entre las cartas encontradas en posesión de Gabriele hay también documentos “que es razonable suponer que podrían tener una procedencia distinta de las provenientes de la secretaría particular del Sumo Pontífice”.
En efecto, han seguido saliendo del Vaticano otros documentos reservados también luego del arresto del mayordomo del Papa, evidentemente de otras oficinas y por obra de otras personas.
Cuatro de estos documentos, que llegaron al dominio público a fines de mayo, se referían al caso del Instituto para las Obras de Religión, IOR, el “banco” vaticano:
Pero antes de estos cuatro documentos, el 24 de mayo, pocas horas después del arresto de Gabriele, salió a la luz otro todavía más explosivo.
No terminó en los diarios porque hubiera sido hurtado a escondidas, sino en cuanto se enorgullecía en presentarlo su mismo firmante, el estadounidense Carl Anderson, presidente de los Caballeros de Colón y miembro de la junta del IOR que ese mismo 24 de mayo había expulsado a Ettore Gotti Tedeschi de la presidencia del IOR.
Era el documento, reservadísimo por su misma naturaleza, que ponía negro sobre blanco el desarrollo de la reunión y detallaba las acusaciones lanzadas contra Gotti Tedeschi:
Su publicación gozaba del evidente consenso del secretario de Estado vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone.
En la sentencia de envío a juicio de Gabriele y del otro imputado, el juez Bonnet afirma que esa sentencia cierra sólo una parte de una investigación que tiene un alcance más grande y “en varias direcciones”, que ya está en curso y continuará, por otros delitos y contra otros eventuales culpables.
También los tres cardenales –Julián Herranz, Joseph Tomko y Salvatore De Giorgi– a quienes Benedicto XVI ha encargado llevar a cabo una investigación a conciencia sobre la fuga permanente del Vaticano de noticias reservadas han arribado a conclusiones, por ahora secretas, que van mucho más allá de la sola traición del mayordomo.
Pero que de la Santa Sede haya salido un documento como el del 24 de mayo que puso públicamente en la picota al ex presidente del IOR, es una acción que contradice la voluntad de reconstruir un pacto de lealtad dentro de los muros del Vaticano, de lo cual el proceso a Gabriele es un paso importante y significativo.
Publicado originalmente por Sandro Magister, en su blog
Traducción al español de José Arturo Quarracino, Buenos Aires, Argentina.
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