Esta mañana he desayunado con dos amigos seglares profundamente católicos. La conversación ha girado en parte sobre el documento «La verdad del amor humano», recientemente publicado y los motivos de optimismo dentro de la Iglesia Católica.
Este documento, en su número 3 dice: «no son pocos los motivos para la esperanza. Junto a otros factores se advierte, cada vez más extendida en amplios sectores de la sociedad, la valoración positiva del bien de la vida y de la familia; abundan los testimonios de entrega y santidad de muchos matrimonios y se constata el papel fundamental que están suponiendo las familias para el sostenimiento de tantas personas, y de la sociedad misma, en estos tiempos de crisis. Además cabe destacar las multitudinarias manifestaciones de los últimos tiempos en favor de la vida, las Jornadas de la Familia, el incremento de los objeciones de conciencia por parte de los profesionales de la medicina que se niegan a practicar el aborto, la creación por ciudadanos de redes sociales en defensa del derecho a la maternidad, etc. Razones para la esperanza son también las reacciones de tantos padres ante la ley sobre «la educación para la ciudadanía». Con el recurso a los Tribunales han ejercido uno de los derechos que, como padres, les asiste en el campo de la educación de sus hijos. Hemos de reconocer que a la difusión de esta conciencia ha contribuido grandemente la multiplicación de movimientos y asociaciones a favor de la vida y de la familia».
Uno de mis amigos, que reside habitualmente en Madrid, me ha comentado que sus hijos, al menos de momento, son católicos a fondo. Me reconocía que vivían en una especie de burbuja, que iban a clase a un colegio en el que está encantado de la educación católica que están recibiendo, y que el mayor se había encontrado en la parroquia con una serie de chicos fenomenales en todos los aspectos. La impresión que teníamos los tres es que esos grupos son por supuesto muy minoritarios, pero en expansión. Yo pude añadir que cada vez en mi ejercicio pastoral me encuentro con más noviazgos cristianos y otro comentó que le había impresionado mucho un testimonio de una chica americana que había oído recientemente Esta chica, católica fue a la Universidad y allí se encontró con un ambiente totalmente ateo, tanto de profesores como de alumnos. Sexo libre, por supuesto, hasta que se quedó embarazada y abortó. Fue entonces cuando recapacitó y se dio cuenta que quienes le habían comido el coco no habían sido ni sus padres ni la parroquia, sino sus profesores y compañeros, con el resultado de destrozar su vida. Comentamos entonces el caso de un matrimonio que conocíamos, que conscientes de los disparates a los que lleva una educación moral atea, y como prevención a ella, y también para respetar la libertad religiosa de sus hijos, les iban a educar en los valores cristianos, objetivo que han conseguido no sólo para sus hijos, sino también para ellos mismos con el reencuentro de la fe.
Y volviendo al documento de los obispos, es evidente que las dos instituciones más combatidas en España, es decir la Iglesia y la familia, son las dos que más están haciendo por nuestra Sociedad en estos tiempos de crisis económica. Aunque algunos se empeñen en destruirlas son las dos que más están haciendo para que las consecuencias de la crisis no sean aún peores. Me da la impresión, con los obispos, que tras tantos años de idioteces y barbaridades, como la ideología de género, están encontrando cada vez más gente que se moviliza en defensa del sentido común, del que, aunque se diga de él, que es el menos común de los sentidos, hay cada vez más gente que está dispuesto a defenderlo y no dejarse llevar por lo políticamente correcto y realmente insensato. Basta ya de tomarnos por tontos a los españoles, como estas dos frases del Preámbulo de la Ley del aborto, auténtico insulto a la inteligencia, que copio a continuación: «La Ley parte de la convicción, avalada por el mejor conocimiento científico, de que una educación afectivo sexual y reproductiva adecuada, el acceso universal a prácticas clínicas efectivas de planificación de la reproducción, mediante la incorporación de anticonceptivos de última generación, (es decir abortivos. Nota del autor), cuya eficacia haya sido avalada por la evidencia científica, en la cartera de servicios comunes del Sistema Nacional de Salud y la disponibilidad de programas y servicios de salud sexual y reproductiva es el modo más efectivo de prevenir, especialmente en personas jóvenes, las infecciones de transmisión sexual, los embarazos no deseados y los abortos». Totalmente de acuerdo, si ya he hecho el aborto, es evidente que no podré volver a realizar ese mismo aborto.
La segunda frase es: «Establece, asimismo, una nueva regulación de la interrupción voluntaria del embarazo fuera del Código Penal que, siguiendo la pauta más extendida de nuestro entorno político y cultural, busca garantizar y proteger adecuadamente los derechos e intereses en presencia, de la mujer y de la vida prenatal». No se preocupen, la Ley que hace del aborto un derecho, por cinco veces nos habla de los derechos de la vida prenatal. Hay que tener caradura.
Pedro Trevijano, sacerdote