Un gran problema en el matrimonio con musulmanes es el de la poligamia, que el Islam acepta. La poligamia ataca la igualdad y paridad que deben existir entre los cónyuges, porque pone a la mujer, en condiciones de inferioridad. Prueba de ello es que en aquellas regiones donde prevalece la poligamia, está más arraigada la condición servil de la mujer. La poligamia es una figura moralmente deficiente, que no responde a la esencia de las relaciones hombre-mujer y que refleja un estadio de evolución social superado por el Evangelio. Tampoco es nada buena la situación de los hijos, y muy especialmente de las hijas de estas familias polígamas, que van a tener graves dificultades para tener una visión positiva del hombre.
La insistencia de la Iglesia sobre el matrimonio monogámico es la fidelidad a la palabra del Señor. El matrimonio y la familia cristiana se basan en el amor verdadero entre un hombre y una mujer, en el recíproco respeto, en el tratar de conseguir un proyecto de vida en común y en condiciones de igualdad.
La situación de la mujer víctima de la poligamia es tremenda. Una mujer italiana, cristiana, nos cuenta en el libro de Magdi Cristiano Allam, “Grazie Gesú”, su experiencia: “Me casé por amor, con un egipcio musulmán que, sin saberlo yo, se volvió a casar con una compatriota de la que tuvo una hija. Saber esta noticia cuando estábamos todavía casados me rompió el corazón y me ocasionó una herida profunda en el alma, porque no me sentí respetada ni siquiera como ser humano. Sólo ahora entiendo que para él, musulmán, la mujer cuenta menos que un varón. Además, el no haberme convertido al Islam fue un motivo agravante en el deterioro de nuestra relación. La mujer, en cuanto tal, es un ser débil que no razona objetivamente, por tanto no puede expresar sus propias ideas y pensamientos”… “Ser la mujer de un polígamo me hizo sentir confundida, abandonada, sin identidad, como si estuviese en un rebaño de animales donde hay un macho dominante y loas hembras sirven sólo para la reproducción. Eres alguien anónimo sin rostro. El hombre egoísta, prepotente y fundamentalmente inseguro se esconde detrás de los preceptos del Corán, cometiendo así esta infamia, sin preocuparle lo que una mujer pueda sentir dentro de sí misma”… “Todavía más grave es que el gobierno italiano no se preocupe de este fenómeno ya bastante difundido, no protegiendo a sus ciudadanos. Denuncié a las autoridades competentes la bigamia de mi marido intentando obstaculizar los derechos que él adquirió gracias a su matrimonio conmigo, pero continúa viviendo tranquilamente en Italia con la otra mujer, casada por el rito islámico, y su hija. Además ha obtenido el permiso permanente de residencia y la ciudadanía, porque está casado con una italiana.”… “La ausencia de defensa por parte del Estado hace que me sienta abandonada, y que comprenda que, a pesar que hay personas de buena voluntad que denuncian estos hechos, las instituciones son totalmente incapaces de obrar activamente por el bien del pueblo italiano”(pág. 103-104).
El matrimonio polígamo es, por supuesto, inválido y supone discriminación y violencia con respecto a la mujer, así como un quebrantamiento de los derechos fundamentales de la persona. Por tanto, se contrapone a nuestra concepción de lo que debe ser la sociedad moderna. Nuestra sociedad, si queremos que sea una sociedad democrática, debe proteger los derechos humanos, cosa que, ciertamente no se realiza con el matrimonio poligámico. Por si fuera poco, el hijo de un musulmán debe forzosamente ser musulmán, y en el caso de fallecimiento del marido, la mujer cristiana no tiene ningún derecho sobre sus hijos, de los que se encargaría la familia musulmana del marido.
Pero no nos olvidemos que el gran peligro que corre nuestra sociedad occidental y cristiana, es el dejar vía libre al triunfo del relativismo y positivismo, con lo que nos quedamos sin valores morales, como expresó demasiado bien Rodríguez Zapatero cuando en la revista italiana Micromega del 2 de Marzo de 2006 declaró: “La idea de una ley natural por encima de las leyes que se dan los hombres es una reliquia ideológica frente a la realidad social y a lo que ha sido su evolución. Una idea respetable, pero no deja ser un vestigio del pasado”. Sólo una sociedad que proteja y respete los valores religiosos, morales, sociales y políticos podrá sobrevivir e impedir por medios legítimos el avance del Islam. Andemos con cuidado para que no suceda en España lo que Magdi denuncia en el caso de Italia, o, todavía mucho peor, en el caso de Gran Bretaña, donde la poligamia desde el 2008 para los musulmanes prácticamente no es delito, pues el polígamo tiene incluso derecho a tener una pensión familiar por cada mujer añadida (pág. 104). No podemos permitir en nuestro país, la violación de los derechos humanos, en especial los de la mujer, aunque las feministas miren para otro lado, y la libertad religiosa, y a quien no esté de acuerdo con esto, como dijo hace unos años el primer ministro australiano en una célebre intervención, debe marcharse a su tierra, voluntaria o forzosamente.
Pedro Trevijano, sacerdote