El presentador de esRadio publicó en Libertad Digital una entrega más de su serie dedicada a vendernos un paradisíaco mundo protestante frente a un vil y corrupto mundo católico, un empeño más bien maniqueo que podrá ser aceptable para quien no tenga otro afán que el mero proselitismo de su religión, pero que no resulta válido para quien aspira a un estudio serio y riguroso de la historia. En este sentido y como en sus anteriores artículos, César Vidal calla algunas cosas y afirma otras muy discutibles.
Un ejemplo lo tenemos en la teoría del tiranicidio. Vidal habla de Teodoro de Beza y de su libro “El derecho de los magistrados” que, como señala el presentador de esRadio, “justificaba la resistencia armada contra los tiranos”. También habla del manifiesto hugonote “Vindiciae Contra Tyrannos” de 1579 y del “A Shorte Treatise of Politike Power” (1555) de John Ponet, ambos textos también justificadores de la resistencia a la tiranía. Vidal niega, además, que hubiera algo parecido en la teología católica: “El derecho de rebelión se legitimaba en los reformadores sobre la base de la defensa de las libertades y no –como pretendían los jesuitas– para acabar con un monarca que fuera, por ejemplo, hereje.”
San Agustín justificó la desobediencia civil 1.000 años antes de Lutero
El caso es que una de las más famosas expresiones de desobediencia a la tiranía es la latina “mihi lex esse non videtur, quae iusta non fuerit” (no me parece que sea ley la que no sea justa). No la pronunció ningún teólogo protestante, sino que la escribió en su tratado “De libero arbitrio” Agustín de Hipona, declarado santo y doctor por la Iglesia Católica. Tampoco se escribió en el siglo XVI, sino en el siglo IV, casi 1200 años antes de los tratados protestantes que cita Vidal, y más de un milenio antes de que naciese Martín Lutero.
Otro teólogo escribió lo siguiente: “si la ley escrita contiene algo contra el derecho natural, es injusta y no tiene fuerza para obligar”. Tampoco lo dijo un teólogo protestante: lo escribió Tomás de Aquino -igualmente declarado santo y doctor por la Iglesia Católica- en su “Suma teológica” en la segunda mitad del siglo XIII, es decir, unos 300 años antes de los tratados protestantes que cita Vidal. Santo Tomás de Aquino también afirmó en su tratado “Del gobierno de los príncipes” lo siguiente: “si de derecho pertenece al pueblo el elegir Rey, puede justamente deponer, el que habrá instituido, y refrenar su potestad, si usa mal y tiránicamente del poderío Real. Ni se puede decir que el tal pueblo procede contra la fidelidad debida, deponiendo al Tirano, aunque se le hubiera sujetado para siempre, porque él lo mereció, en el gobierno del pueblo no procediendo fielmente, como el oficio de Rey lo pide, para que los súbditos cumplan lo que prometieron.” De hecho, este último tratado de Santo Tomás de Aquino que acabo de mencionar contradice la preocupación por la libertad que César Vidal atribuye en exclusiva a los reformadores: “¿cuánto más debemos entender, que merecerá más graves castigos el Tirano, que por todas parte roba a todos, y a todos procura quitar la libertad, y da la muerte a cualquiera que se le antoja?”, afirmaba el Doctor Angélico.
Los alegatos del jesuita Juan de Mariana contra la tiranía
En el mismo siglo de los tratados protestantes que cita Vidal, el teólogo jesuita Juan de Mariana abundaba en la doctrina expuesta por San Agustín y Santo Tomás de Aquino. Dice con César que los jesuítas justificaban el derecho de rebelión “para acabar con un monarca que fuera, por ejemplo, hereje”; curiosamente, ése fue el argumento puesto por los protestantes para deponer en 1599 al católico rey Juan III de Suecia, hijo de Gustavo Vasa, el instaurador del protestantismo en ese país. A decir verdad, Juan de Mariana escribió en Toledo -sí, en esa España que le parecía tan detestable a don César- en 1598 su tratado “Del rey y de la institucion de la dignidad real”, en el que planteaba que “es lícito sacudir el yugo de la tiranía, por medio de la justicia, de las leyes y aun por el de las armas“. También exponía su definición del tirano: “Tirano es, pues, aquel que manda a súbditos que no le quieren; el que quita la libertad de la república con las armas; el que no mira por la utilidad del pueblo, sino que atiende sólo a su engrandecimiento y a entender el dominio usurpado”. ¿Lo habrá leído César Vidal?
Francia, Suecia e Inglaterra y tres tiranos protestantes
Precisamente a esos planteamientos tiranicidas de Juan de Mariana se atribuye, por ejemplo, las motivaciones que llevaron a François Ravaillac a asesinar al rey Enrique IV de Francia, un calvinista que se convirtió al catolicismo sólo para acceder al trono (es famosa su afirmación de “París bien vale una misa”, muestra de su falsa conversión e indicio, según algunos, de que siguió siendo un calvinista toda su vida). Dice César Vidal en su artículo de ayer: “Las naciones en las que triunfó la Reforma supieron siempre que el poder absoluto corrompe absolutamente.” Pues hablando de Enrique IV de Francia, que combatió en las filas de los hugonotes -los protestantes franceses- durante varias de las guerras de religión que asolaron su país en la segunda mitad del siglo XVI, fue él precisamente uno de los iniciadores del absolutismo francés, consolidado por su sucesor en el trono, Luis XIII. Fue Enrique quien aumentó el poder del Estado, dejó de convocar a los Estados Generales -lo más parecido que había en el país a un parlamento- y se afanó por controlar todos los resortes de la administración. En Suecia quien actuó como un déspota -aumentando sus poderes y los impuestos e imponiéndole al pueblo una religión protestante mal recibida en las zonas rurales del país- fue el ya citado Gustavo I, lo que le ocasionó una revuelta social en 1544. Y en Inglaterra el pionero del absolutismo, del desprecio al parlamento y de la concentración de poder fue Enrique VIII, justamente el creador de la Iglesia Anglicana. Por lo visto absolutistas malos-malísimos los había en todas partes, también en los países protestantes, contra la que afirma César Vidal.
Tocqueville, un liberal que no vio los EEUU tan idílicos como Vidal
Significativamente, y aunque llega con sus reflexiones hasta el siglo XIX, César Vidal no cita al pensador liberal francés Alexis de Tocqueville, que en su libro “Democracia en América” escribió lo siguiente entre 1835 y 1840: “Cuando veo que el derecho y los medios de mando absoluto han sido atribuidos a cualquiera que sea el poder, llámese un pueblo o un rey, una aristocracia o una democracia, una monarquía o una república, yo digo que es el germen de la tiranía“. De su paso por los Estados Unidos, Tocqueville observó:
“Lo que reprocho más al gobierno democrático, tal como ha sido organizado en los Estados Unidos, no es como muchas personas lo pretenden en Europa, su debilidad, sino al contrarío su fuerza irresistible. Y lo que me repugna más en Norteamérica, no es la extremada libertad que allí reina, es la poca garantía que se tiene contra la tiranía.”
Estados Unidos es uno de esos países en los que según César Vidal ha triunfado la Reforma (así lo expuso en su primer artículo de la citada serie para ensalzar el protestantismo), mientras que Alexis de Tocqueville era católico. Más abajo veremos algunas de las razones por las que Tocqueville pudo mostrarse tan crítico con lo que vio en EEUU.
La persecución anticatólica en la nada idílica Holanda calvinista
César Vidal, en su idílica visión de la Europa protestante, también hace otras afirmaciones muy cuestionables. Por ejemplo, dice: “En Holanda se optó directamente por una república con libertad de culto donde, por ejemplo, se otorgó asilo a los judíos que habían sido expulsados de España en 1492″. La afirmación tiene su gracia, teniendo en cuenta que la expresión más conocida de persecución calvinista contra los católicos es, precisamente, la Beeldenstorm holandesa, una ola de profanaciones, sacrilegios y destrucciones de lugares de culto católicos emprendida por los seguidores de Calvino en 1566. A modo de ejemplo, en la segunda mitad del mes de agosto de ese año, ya sólo en Amberes y Gante la Catedral, 8 iglesias, 25 monasterios y conventos, y 10 hospitales y 7 capillas fueron destruidos. En otros lugares las imágenes de los templos católicos fueron decapitadas o desfiguradas (podéis ver aquí una muestra que aún se conserva de los daños causados por los calvinistas en la Catedral de San Martín, en Utrecht). Numerosas obras de un enorme valor artístico fueron destruidas en una ola de odio y de violencia comparable a la desatada por los rojos durante la Segunda República y la Guerra Civil Española.
Vidal olvida citar la dictadura militar que instauró el puritano Cromwell
Vidal también habla del alzamiento del puritano Oliver Cromwell, sobre el que afirma: “Su intención no era una revolución que implantara la utopía sino que consagrara el respeto a derechos como el de libertad de culto, de expresión o de representación y de propiedad privada.” Lo que no dice Vidal es que Cromwell disolvió el Parlamento e instauró una dictadura militar. El dictador puritano también hizo una curiosa demostración de lo que entendía por libertad de culto y por respeto a la propiedad privada: en Irlanda prohibió la práctica pública del catolicismo, ordenó ejecutar a sus clérigos y mandó confiscar las propiedades de la amplia mayoría de los católicos (de ser propietarios del 60% de las tierras de Irlanda, los católicos pasaron a poseer sólo el 8% bajo el mandato de Cromwell). A los católicos se les prohibió residir en las ciudades, y finalmente envió a la muerte y a la esclavitud a 40.000 de ellos. En 1957 el anglicano Winston Churchill rememoraba la figura de Cromwell con las siguientes palabras: “Cromwell sigue siendo una figura odiada en Irlanda, su nombre está asociado con la matanza, la persecución religiosa, y la enajenación masiva de la comunidad católica en ese país“. Asegura César Vidal que los soldados de Cromwell tenían una Biblia que “comenzaba señalando la ilicitud de los saqueos y continuaba manifestando, bíblicamente, la justicia de la causa de la libertad”. No lo pongo en duda. Lo que me pregunto es si llevaron esas mismas Biblias en sus expediciones militares por Irlanda…
La libertad religiosa en los países protestantes
El presentador de esRadio también menciona la Constitución Española de 1812, criticando la ausencia de libertad religiosa en la misma. La crítica es justa. En muchos países -también en los de mayoría católica- la libertad religiosa brillaba por su ausencia y eso es criticable. Lo injusto y lo también criticable es presentar a las naciones donde triunfó la Reforma como la antítesis de esa falta de libertad religiosa. Ya he citado el caso holandés y el caso de Cromwell en Inglaterra e Irlanda, cuyas atrocidades omite César Vidal. Pero hay más que añadir.
En la Inglaterra anglicana y en sus dominios (incluyendo Irlanda) hasta 1829 los católicos y los miembros de otras confesiones distintas a la anglicana no sólo no tenían derecho a votar; tampoco podían ocupar cargos públicos, recibir títulos de nobleza o ser miembros del Parlamento, pues tenían que jurar obediencia a la Iglesia Anglicana para poder hacerlo. Al funcionariado se le exigía, para poder ejercer su cargo, que negase el dogma católico de la transubstanciación, y se le obligaba a recibir los sacramentos anglicanos para verificar la sinceridad de su juramento.
En la Alemania de la Kulturkampf del protestante Otto von Bismarck la situación de la libertad religiosa tampoco fue nada idílica. Se prohibió a los sacerdotes emitir toda crítica al Estado bajo pena de cárcel. Muchos clérigos católicos acabaron en prisión y en 1872 la Compañía de Jesús fue expulsada del país. Paradójicamente, en esta ofensiva liberticida Bismarck -conservador y antiliberal- contó con la ayuda de los liberales alemanes y de ciertos elementos anticlericales. Las medidas bismarckianas contra los católicos incluyeron la prohibición a la Iglesia Católica de supervisar la enseñanza su propia religión, pasando ésta a la inspección del Estado, igual que la formación de los sacerdotes católicos. La presión y las prohibiciones de Bismarck, convertido en un dictador de facto , acabaron con la expulsión o salida del país de otras órdenes católicas: Redentoristas, Lazaristas, Padres del Espíritu Santo, Damas del Sagrado Corazón… Al mismo tiempo, e igual que haría Hitler con los Deutsche Christen para dividir y dominar a los protestantes, Bismarck apoyó legal, política y económicamente a los llamados Veterocatólicos, críticos con el Papa y con Roma, con los que pretendió -sin éxito, debido a su escaso número- establecer una Iglesia estatal católica sometida a los dictados del Estado alemán. La Kulturkampf bismarckiana se valió, en su ofensiva anticatólica, de la propaganda, la difamación y la calumnia para culpar a la Iglesia de Roma de todo tipo de males, propaganda cuyos ecos aún resuenan en ciertos ambientes anticatólicos y que ha venido intoxicando gravemente las relaciones entre católicos, protestantes y liberales durante décadas, intoxicación a la que hay que atribuir la aparición del panfleto “El liberalismo es pecado” del padre Félix Sardá y Salvany, publicado en 1884 (en pleno auge de la Kulturkampf anticatólica de Bismarck y sus aliados liberales alemanes), del que ya hablé aquí en 2007 y que citaba ayer César Vidal, pero aislándolo de su contexto histórico.
Los Estados Unidos habían florecido como democracia a finales del siglo XVIII, y durante el siglo XIX se fueron desarrollando de una forma no tan idílica como parece creer César Vidal. Los llamados WASP (siglas en inglés de “blanco, anglosajón y protestante”) se convirtieron pronto en la élite social del país, hasta tal punto que pasó un siglo y medio para que un católico, el demócrata Al Smith, llegase a candidato para la presidencia, y casi dos siglos hasta que pudo llegar el primer presidente católico a la Casa Blanca, el también demócrata John F. Kennedy; en ambos casos, tuvieron que afrontar campañas en las que recibieron duros ataques por la confesión a la que pertenecían. Ya en la primera mitad del siglo XIX habían empezado los actos de violencia y las agresiones a la libertad religiosa de los católicos, especialmente contra los inmigrantes irlandeses, a los que los llamados nativistas protestantes veían como un peligro para la pureza cultural y racial de su país. La aparición del Ku Klux Klan -compuesto en buena medida por blancos protestantes- tras la Guerra de Secesión agravó aún más el problema. El Klan no sólo dedicó su actividad a agredir a negros y a atacar y quemar Iglesias Baptistas: sus ataques se dirigieron también contra los católicos, a los que profesaba igual odio que a los afroamericanos. A modo de ejemplo de hasta qué punto llegó la situación, en 1936 fue pasto de las llamas el único templo católico de la ciudad de Royal Oak, en Michigan, una zona de amplia mayoría protestante.
También hubo iniciativas legales para restringir la libertad religiosa y de conciencia. En 1922 Oregón aprobó una ley para prohibir las escuelas católicas, ley derogada por el Tribunal Supremo tres años más tarde por considerarla anticonstitucional. A su vez, diversos Estados incluyeron en sus constituciones cláusulas para impedir a los que negasen la existencia de Dios el acceso al funcionariado (Texas, Arkansas, Maryland, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Tennessee) e incluso a los jurados populares (Arkansas y Maryland), requisitos que fueron derogados posteriormente por el Tribunal Supremo.
Dinamarca y Noruega habían sido católicas hasta que el rey Cristián III de Dinamarca, soberano de ambos países, ordenó la conversión de sus súbtidos al protestantismo en 1536, algo por lo que el propio Martín Lutero felicitó al monarca. Los Obispos católicos que se negaron a convertirse y a casarse fueron encarcelados -alguno de ellos hasta morir en prisión- o tuvieron que partir al exilio. Los bienes de la Iglesia Católica fueron confiscados y sus monasterios, disueltos. Algunas pequeñas comunidades católicas sobrevivieron durante dos décadas en lugares remotos de Noruega, hasta que sus miembros se convirtieron al protestantismo o huyeron del país. La Constitución noruega de 1814 (dos años después de la Constitución de Cádiz que critica César Vidal) afirmaba en su Art.2: “La religión evangélica luterana permanece como religión oficial del Estado. Los habitantes que la profesan tienen la obligación de educar a sus hijos en la misma. Los jesuitas y los monjes no se deben tolerar. Los judíos siguen siendo excluidos del acceso al reino.” El Art.93, además, reservaba los puestos de funcionarios para “los ciudadanos noruegos que profesan la religión evangélica luterana”. La prohibición del judaísmo no se levantó hasta 1851, la de los monjes hasta 1898 y la de la Compañía de Jesús hasta 1956.
En Suecia entre 1593 y 1741 la libertad religiosa en el país fue prácticamente inexistente: todos los suecos estaban obligados a pertenecer a la Iglesia de Suecia. En 1741 se abrió un poco la mano para admitir a anglicanos y a los miembros de las Iglesias Reformadas. La libertad de religión para los católicos llegó en 1781 y la de los judíos en 1782, si bien con notables restricciones. Hasta 1951 ningún ciudadano sueco de religión protestante tenía derecho a abandonar la religión estatal, a menos que lo hiciese para unirse a alguna de las escasas comunidades religiosas previamente aprobadas por el gobierno.
Reyes y a la vez líderes de las iglesias protestantes
A los citados ejemplos de mezcla entre Iglesia y Estado -algo que también se daba en los países católicos- hay que añadir un detalle más: la simultánea condición de rey y de líder religioso en ciertos países protestantes. En Inglaterra y Gales la reina Isabel II es la Suprema Gobernadora de la Iglesia Anglicana, título que han venido heredando todos los monarcas del país desde Isabel I, hace 400 años. A su vez, The Kirk, la Iglesia nacional de Escocia, no tiene a la reina como soberana, pero como la propia iglesia escocesa señala en su web, la monarca británica hace un Juramento de Adhesión en el que se compromete a “mantener y preservar la religión protestante y el Gobierno de la Iglesia Presbiteriana”. En Dinamarca y Noruega sus respectivos monarcas también son las máximas autoridades de las iglesias nacionales de ambos países.
El confesionalismo estatal protestante en la actualidad
En cuanto al status de la religión en ciertos países en los que triunfó la Reforma, a modo de ejemplo, esto dice la Constitución de Dinamarca:
- “Artículo 4: La Iglesia evangélica luterana es la Iglesia nacional danesa y goza, como tal, del apoyo del Estado.”
- “Artículo 6: El Rey debe pertenecer a la Iglesia evangélica luterana.”
Se trata de un texto que entró en vigor en 1915 y aún se mantiene vigente. Igual que sigue vigente la siguiente afirmación en la Constitución de Noruega: “La religión evangélica luterana debe permanecer como la religión oficial del Estado. Los habitantes que la profesan están obligados a educar a sus hijos en la misma.” Y siguiendo con más casos de países en los que triunfó la Reforma, esto es lo que dice la Constitución de Islandia: “La Iglesia Evangélica Luterana debe ser la Iglesia del Estado en Islandia y, como tal, será apoyada y protegida por el Estado.” En Suiza, la cuna del calvinismo, la Constitución en su Art.72 asigna a los cantones la reglamentación de las relaciones entre Iglesia y Estado. En el país hay 26 iglesias protestantes distintas, 24 de las cuales forman parte de la Federación de Iglesias Protestantes de Suiza. El catolicismo es la religión mayoritaria, pero sus zonas de influencia son las más montañosas, siendo las ciudades y los valles las zonas de dominio protestante, con lo cual ésta es también la religión dominante socialmente hablando en la Confederación Helvética. Esto se ha notado en las leyes relativas a la libertad religiosa: hasta 1973 la Compañía de Jesús estuvo vetada en el país, así como los monasterios y conventos. De los 23 cantones suizos, 9 tienen como religión estatal el protestantismo: Aargau, Basilea-Campiña, Berna, Glarus, Graubünden, Schwyz, Thurgau, Uri y Zurich. Paradójicamente, tres de ellos (Argau, Basilea-Campiña y Berna) mantienen de forma simultánea al catolicismo como religión estatal.
En Suecia el luteranismo fue la religión oficial del Estado hasta una fecha tan avanzada como el 1 de enero de 2000. A pesar de ello, la Iglesia de Suecia sigue ocupando un lugar preeminente. La Ley de Sucesión de 1979 aún obliga al monarca a ser protestante conforme a las Confesiones de Augsburgo de 1530, y excluye de la sucesión al heredero que no sea luterano.
En el Reino Unido el monarca, al ser cabeza de la Iglesia Anglicana, ha de ser miembro de la misma. Recientemente se iniciaron los trámites para revocar la prohibición de casarse con una persona católica que todavía pesa sobre el monarca; prohibición curiosa, pues el rey o reina de Inglaterra puede contraer matrimonio con una persona de cualquier religión… menos con un miembro de la Iglesia Católica. No obstante, esta reforma no contempla eliminar el requisito de que el monarca siga siendo protestante. Por otra parte, y aunque no hay ninguna ley que lo prohíba, en el Reino Unido es impensable que un no anglicano sea Primer Ministro, pues es el titular de este cargo el que designa a los Obispos de la lglesia Anglicana. Aunque ya había asistido a servicios religiosos católicos, el laborista Tony Blair -casado con una católica y cuyos hijos asisten a escuelas católicas- tuvo que esperar a abandonar el cargo de Primer Ministro para poder convertirse al catolicismo (antes era anglicano) en diciembre de 2007. Además de eso, la Cámara Alta del Parlamento británico -la Cámara de los Lores- reserva 26 de sus 725 puestos para los llamados Lores Espirituales, todos ellos elegidos entre los Obispos de la Iglesia Anglicana.
Una lupa a la cruda realidad frente a las idílicas generalizaciones
En fin, ésta es la realidad histórica de los principales países en los que triunfó la Reforma. Eso es lo que se aprecia cuando se aplica una lupa al pasado. El problema de hacer generalizaciones tan gruesas como las que ha firmado César Vidal en torno a esta cuestión es que basta acercarse al terreno de los hechos para contrastar los idílicos paisajes del protestantismo que pinta el presentador de esRadio con la cruda realidad. Cruda realidad que, por supuesto, también es aplicable a los países de mayoría católica. Yo soy católico y no tengo la menor intención de disfrazar la realidad para crear paraísos ficticios con fines proselitistas. En los países católicos se han cometido y se siguen cometiendo muchos errores, igual que en los protestantes. Negarlo no es sólo negar los hechos históricos y la realidad, sino negarse también a reconocer la propia naturaleza humana. Como bien escribe César Vidal, “el ser humano tiene una naturaleza corrompida por el pecado”. Lo que no es consecuente es decir eso y a la vez atribuir virtudes beatíficas a países enteros por el hecho de que en ellos ha arraigado la religión que profesa el columnista de Libertad Digital.
Elentir
Publicado originalmente en "Contando estrellas"