Queridos hermanos y amigos: paz y bien.
Una oración atribuida a San Francisco de Asís, pero que refleja perfectamente el carisma de este santo universal, dice así: “hazme, Señor, un instrumento de tu paz; donde haya odio, ponga yo amor; donde haya ofensa, ponga yo perdón; donde haya discordia, ponga yo unión; donde haya error, ponga yo verdad; donde haya desesperación, ponga yo esperanza; donde haya tristeza, ponga yo alegría”. Es todo un programa de vida cristiana que no sólo encaja en la espiritualidad franciscana sino que traduce orando el espíritu evangélico de las bienaventuranzas.
Hace 25 años, el Beato Juan Pablo II, quiso acudir a Asís para orar por la paz. Nada tendría de especial semejante iniciativa para rezar al Señor pidiéndole el inmenso don de la paz a la vera de San Francisco. Lo inaudito es que el Papa invitó entonces a unirse a su oración a todas las religiones del mundo. Es emblemática esa foto junto a la pequeña iglesia de la Porziúncula dedicada a Santa María de los Ángeles, donde el Papa en el centro estaba rodeado de los representantes de las principales religiones del mundo.
En aquella ermita Francisco encontró en el Evangelio la respuesta a sus preguntas. Aquel día se leía el Evangelio del envío de los discípulos: ligeros de equipaje, sin armas ni poderío, con un anuncio de buena nueva en los labios, y el mensaje de la paz a quien quisiera escucharlo.
Aquel encuentro que propuso en Asís Juan Pablo II, no fue un encuentro sincretista para confundir a los creyentes como luego algunos dijeron desde la incomprensión hacia el gesto del Papa. Es verdad que no son iguales todas las religiones, pero sí que son iguales todos los hombres en su fondo religioso como búsqueda de Dios. Y buscar a Dios es buscar también lo que Él no ha dejado de proponer a sus hijos: la paz. Nuestro corazón lleva inscrito en su entraña ese deseo de paz, cuando el corazón palpita con los latidos de la verdad, de la bondad y la belleza para las que fuimos creados.
Al presentar la jornada del 27 de octubre, cuando hemos hecho la memoria de aquel primer encuentro en Asís que tuvo lugar hace 25 años, el Cardenal Turkson citaba a Benedicto XVI en su reciente viaje apostólico a Alemania, recordando que el objetivo de este nuevo encuentro es mostrar con sencillez, que hombres religiosos y de buena voluntad desean ofrecer su especial contribución a la construcción de un mundo mejor, reconociendo al mismo tiempo la necesidad de crecer en el diálogo y en la estima recíproca, para que nuestro compromiso por la paz sea eficaz y duradero.
Después de estos años, Asís vuelve a ser lugar de encuentro para orar por la paz, porque como ha recordado este Cardenal, seguimos teniendo los mismos desafíos ante una paz inconclusa, los cuales se encuentran en la crisis financiera y económica que dura más de lo previsto, en la crisis de las instituciones democráticas y sociales, en la crisis alimentaria y ambiental, en formas más sutiles de colonialismo, en los continuos flagelos de la pobreza y del hambre, en el indómito terrorismo internacional, en las crecientes desigualdades y en las discriminaciones religiosas. Sí, cuántos rostros tiene lo que atenta contra la paz.
Es interesante que seamos los creyentes quienes nos unamos en la humilde petición a Dios orando por la paz, porque la religión se puede instrumentalizar incluso para legitimar la violencia, como a veces ha sucedido y puede seguir sucediendo como hemos comprobado en los recientes acontecimientos de Egipto y de otras regiones del mundo. Destacó Turkson que la violencia entre religiones es un escándalo que desnaturaliza la verdadera identidad de la religión, vela el rostro de Dios y aleja de la fe.
Ser instrumentos de la paz, la que Dios nos da y la que nuestro corazón no deja de desear. Dios se hizo hombre y se nos anunció su venida como príncipe de la Paz. Y así se despidió cuando volvió al Padre, dándonos una paz distinta a la que el mundo nos puede dar, diferente a la que nuestros intereses económicos y políticos pueden consensuar. Es una paz que llena de alegría el corazón, hace pura la mirada y nos permite vivir agradecidos ante Dios construyendo un mundo como Él quiso darnos, dejando en nuestras manos el hacerlo junto a los hermanos.
En el Asís de San Francisco hemos estado con Benedicto XVI, con otros creyentes y con personas que de buena voluntad buscan el bien y la paz. También el Beato Juan Pablo II nos seguirá bendiciendo desde la ventana del cielo para que este noble y necesario deseo, pueda disolver cuanto llena de sangre, de terror, de exclusión la convivencia de los hombres. Haznos, Señor, instrumentos de tu paz.
Recibid mi afecto y mi bendición.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, Arzobispo de Oviedo