Las exequias del Papa Francisco. Una escuela de recta oración litúrgica
Misa exequial del Papa Francisco, abril 2025 | © VaticanMedia

Las exequias del Papa Francisco. Una escuela de recta oración litúrgica

Una breve reflexión sobre algunos aspectos de la Liturgia celebrada.

Los oficios que siguieron a la muerte del Papa Francisco, celebrados directamente por tantos e indirectamente en el mundo entero, son también un signo que merece ser atendido.

Por cierto, su primera verdad fue vivir la defunción de un hermano, que era el signo visible de la unidad de toda la Iglesia en la Trinidad, encomendarlo a la misericordia de Dios, pidiendo por el perdón de sus pecados y celebrar la victoria de Cristo sobre la muerte y la esperanza de la vida eterna. Esto brilló más al acontecer en la Octava de Pascua.

Yo simplemente quiero invitar a una breve reflexión sobre algunos aspectos de la Liturgia celebrada.

En primer lugar, lo obvio: se siguió el rito establecido. Sí, lo obvio hay que señalarlo, cuando van muchos años en que, a lo ancho del mundo vemos que en general es un más o menos, incluso cuando presiden obispos y cardenales. Sin detenernos en las aberraciones y profanaciones.

No es posible aquí desarrollar el sentido antropológico y católico del rito. Simplemente recordemos que humanamente no hay celebración comunitaria, mucho menos religiosa, sin rito, que une alma y cuerpo, individuos y comunidad, presente y pasado con el futuro. Mucho más cuanto se trata de la Iglesia católica: católica en el espacio y el tiempo, sostenida y expresada en una Tradición viva y con autoridad; católica para confesar y vivir la totalidad del misterio de la encarnación del Verbo de Dios. Esto puede acontecer necesariamente en forma ritual.

Señalemos algunos aspectos del rito celebrado. En primer lugar, los textos rezados, tomados de las Sagradas Escrituras, en particular de los salmos, y de las oraciones rituales de la Iglesia. Destaco las letanías de los santos y los textos de la Misa de réquiem. Sí esos textos y no otros de veleidosa creatividad.

En segundo término, la música.

Escribo impropiamente «segundo término», porque en realidad palabra y expresión musical no se suman, no van sueltas como con frecuencia se cree, de modo que se enfunda un salmo en una música folklórica, pop o de una vaporosidad religiosa. En el culto, en la liturgia, toda expresión es ritual, sacramental, en que forman uno alma y cuerpo, palabra y música. Es lo que enseña el Concilio: «El canto sagrado unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de la liturgia solemne» (SC 112). Esta misma enseñanza se continúa en la Instrucción Musicam sacram, en la Instrucción General del Misal Romano (p.e. n.38-41).

Por eso, simplemente, la palabra rezada fue rezada con la música apropiada, suya, verdaderamente ritual y cultual: el canto gregoriano.

Con ello, no se hizo sino realizar lo que está escrito en todos los documentos, es decir, los que expresan la verdad eclesial. Sin embargo, dada la esquizofrenia que embarga al cuerpo eclesial, se escribe una cosa y luego se razona sesudamente como los locos: sí está bien lo que dice la Iglesia, pero hagamos algo diferente, que estará mejor, será más pastoral, cercano, moderno, juvenil, etc.

Concretemos. Se realizó lo que enseña el Concilio y todos los documentos anteriores y posteriores. «La Iglesia reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana» (SC 116). Y si es propio, «hay que darle el primer lugar en las acciones litúrgicas» (ibid..).

Claro, siempre se encuentra una escapatoria: es en paridad de circunstancias y, por ejemplo, esta paridad no se da, porque no se sabe cantarlo. Pues, simplemente, enséñense, apréndase. Si la mayoría de la Iglesia, incluidos seminaristas, clérigos y cardenales, no lo saben, eso muestra una falta enorme que lacera el alma de la Iglesia: no se puede rezar – con palabra y canto ritual – según lo propio de la liturgia romana (de otros ritos, no hablo). Repito, si no se sabe, enséñese y dedíquese tiempo a aprenderlo. Es justo y necesario. Con respecto a la formación sacerdotal y religiosa, ya está señalado en los documentos (cf. SC 115 y la Instrucción sobre la formación litúrgica en los seminarios, 1979).

Si la dificultad consiste en que no se sabe latín, pues dense cursos acelerados a los que ya deberían saberlo y, sobre todo, enséñense en los seminarios y casas de formación, desde que ponen un pie en ellos. De esta forma, desde el principio les moldeará el alma el corazón de la Iglesia: su canto orante.

Recuérdese también que, según el Concilio, todo el Santo Pueblo de Dios ha poder cantar en gregoriano las partes que le son propias, al menos los diálogos y respuestas y el Ordinario de la Misa (SC 54).

Tanto en la traslación del cuerpo del difunto Papa a la Basílica de San Pedro, como en la Misa exequial, cantando los cantos rituales en gregoriano, se mostraron muchas cosas. Señalemos algunas.

La unidad de la celebración, que, manteniendo un estilo, no producía sobresaltos y mantenía en el silencio y la solemnidad del misterio. Un rito complejo, armónico, calmo, unido, que introducía en el misterio, que «corría» con facilidad.

Vale la pena notar lo popular y fácil que es el canto gregoriano. En principio la forma antifonal para los salmos en las procesiones, así como las respuestas a las letanías, están hechas para no tener un librito en la mano; por su sencillez y unción cualquiera podía seguir o dejarse conducir por ellas.

El ordinario de la Misa que corresponde a la Misa de réquiem es también de una simplicidad maravillosa, que cualquiera podía cantar y escuchar.

El proprium de la Misa de réquiem es profundo, de una súplica temerosa de Dios y confiada, que da el sentido cristiano de la muerte. Corresponde ejecutarlo a la schola cantorum. El pueblo participa orando con la escucha exterior e interior. Aún si alguien no entendía la letra (si un católico medio no entendía réquiem aeternam dona eis, Domine, preguntémonos sobre la formación del pueblo), todos podían experimentar lo que enseña Santo Tomás: «aunque a veces no entiendan lo que se canta, entienden el objeto porque se canta, esto es, con el fin de alabar a Dios; y esto es suficiente para moverlos a devoción» (S Th 2-2ª q 51, a2,ad 5).

Los cantos de los ritos de difuntos, que seguimos en las exequias del Papa Francisco, mostraron in actu lo que enseña el Concilio Vaticano II, que «la acción litúrgica reviste una forma más noble cuando los oficios divinos se celebran solemnemente con canto y en ellos intervienen ministros sagrados y el pueblo participa activamente» (SC 113).

Claro, entiéndase bien, no cualquier canto forma parte de la liturgia solemne, sino el que está unido a las palabras propias, como citamos más arriba (SC 112), de forma que no es un adorno, sino parte integral del rito. A su vez, la melodía forma uno con la palabra pronunciada. Este canto propio es el gregoriano.

Por cierto, puede haber otra música para esas palabras propias, pero siempre tendrán al gregoriano como su inspiración. Deberán tener las notas que tiene el gregoriano y ya señalaba San Pío X: la santidad, la bondad de las formas, la universalidad, que es fruto de las anteriores.

Ciertamente en las celebraciones según el rito y el canto ritual gregoriano brilló la santidad y la bondad de las formas, y fue universal el percibir, el experimentar que se estaba en un misterio santo y temible, tremendo y bello.

Todo un llamado a la conversión a capite et in membris, convirtiéndonos al culto y en el culto de la Iglesia. Ese camino, lo indicó el Papa Benedicto, pero, seamos sinceros, la Iglesia en su conjunto no lo quiso seguir, ni siquiera la mayoría de los que lo aman y lo defienden. Sigue siendo un llamado a la conversión de mente, de corazón y de hechos. Como él mismo enseñó: «La existencia de la Iglesia depende de la correcta celebración de la liturgia», por eso la celebración de la sagrada liturgia es el centro de cualquier renovación de la Iglesia».

 

Mons. Alberto Sanguinetti Montero

 

1 comentario

P. Juan J. Saliva
Acertadísima esta reflexión. Me quedo con la oración del Papa Benedicto: «La existencia de la Iglesia depende de la correcta celebración de la liturgia». El canto gregoriano nunca fue derogado y añade a la Liturgia ese misterio que se busca en la Iglesia.
30/04/25 7:12 AM

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