Confesionalidad o laicidad del Estado. Algunas reflexiones
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Confesionalidad o laicidad del Estado. Algunas reflexiones

La historia demuestra que en aquellas sociedades que oficializaron el catolicismo, o en el caso de los países escandinavos e Inglaterra con variantes escindidas desde 1517, ello no las preservó en nada del tsunami de la postmodernidad agnóstica en la que hoy están sumidas. Por el contrario, la Iglesia goza de mayor vitalidad en aquellos lugares en los que jamás contó con auspicio estatal (EEUU, Corea del Sur) o directamente sufrió persecuciones durante décadas (Europa oriental).

El pasado 4 de diciembre el Arzobispado de la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz (capital de la provincia homónima, República Argentina) publicó un documento titulado «Reconocer a la Iglesia dentro de la pluralidad, sin privilegios», con reflexiones sobre la futura reforma de la Constitución provincial (N. de R.: al ser Argentina un estado federal, cada provincia es autónoma y puede sancionar su propia constitución, distinta de la carta magna nacional), a concretarse en 2025.

El documento refiere casi exclusivamente a la eventual modificación o derogación del artículo 3° de la actual constitución (sancionada en 1962), que establece: «La religión de la Provincia es la Católica, Apostólica y Romana, a la que le prestará su protección más decidida, sin perjuicio de la libertad religiosa que gozan sus habitantes

A ese aspecto nos ceñiremos en estas líneas, sin perjuicio de algunos señalamientos sobre otros puntos que se harán al finalizar el análisis.

La cuestión de la confesionalidad o no del Estado, es decir, que éste en cuanto estructura burocrática que materializa el soporte del poder temporal adopte una religión como oficial o, en cambio, que no lo haga y por tanto asuma una pretendida neutralidad de cara a todos los cultos, es un tema sobre el cual los católicos de todas las épocas y culturas deberíamos reflexionar seriamente.

A ese espacio de reflexión, seria y aguda pero también serena y fraternal, pretende contribuir este trabajo.

El documento que lleva la firma del Arzobispo Monseñor Sergio Fenoy dice al respecto:

«La Constitución vigente declara que «la religión de la Provincia es la Católica, Apostólica y Romana, a la que le prestará su protección más decidida, sin perjuicio de la libertad religiosa que gozan sus habitantes». Es prácticamente una profesión de fe. Sin pretender entrar en las motivaciones que impulsaron a aquellos constituyentes, o en la coyuntura histórica que los habrá conducido, lo cierto es que hoy semejante párrafo es inadmisible desde todo punto de vista. Desde mediados del siglo pasado la Iglesia viene afirmando la justa autonomía y la cooperación del orden temporal con respecto al religioso. Por lo tanto, hay que concluir que la Provincia no es, ni puede ser, de ninguna manera «católica». La confusión del orden civil con el religioso es no sólo anacrónica, sino también errónea, porque la condición propia de lo temporal, por definición, implica la no perdurabilidad, la siempre mutabilidad, la continua perfectibilidad; en ese sentido, la religión nos enseña que ningún gobierno representa «lo definitivo», y juega un papel saneador, profético diríamos nosotros, frente a toda instancia de poder.»

Estos conceptos han generado críticas desde diversos sectores, fundamentalmente católicos, que le endilgan desde errores conceptuales hasta la lisa y llana apostasía. Creo que hay exageraciones en algunas críticas. Hay que reconocer también -como dato revelador- que lo han festejado conocidos referentes de la política provincial de Santa Fe pertenecientes a partidos políticos abiertamente anticatólicos.

Ahora bien, conviene ir por partes y evitar caer en antagonismos o acusaciones que además de carecer de un básico sentido de caridad fraterna, pueden también incurrir en errores, no tanto de aspectos doctrinarios, sino de lectura de la realidad y de las opciones políticas que para un bautizado plantean nuestras sociedades ya secularizadas o en proceso de serlo.

Una primera aproximación debe poner en contexto histórico la importancia que se le asigna a las constituciones escritas. Cierto es que en todas las épocas, las distintas civilizaciones se han asentado sobre el pilar, entre otros, de una norma que regule su vida política. Sin embargo, la idea de que tal norma fundamental debe materializarse en un texto escrito, llamado constitución, corresponde a un momento específico de la historia de Occidente signado por el triunfo del liberalismo político (siglo XIX).

No se trata aquí de reducir el valor simbólico, o incluso pedagógico, que poseen las leyes positivas (es decir, las emanadas de la autoridad legítima), pero sí de cuidarnos de atribuirles poderes mágicos o sobrenaturales que claramente no poseen. Llama la atención que algunas críticas a la renuncia arzobispal al artículo 3 de la constitución provincial procedan de sectores que impugnan el actual sistema político de matriz demoliberal in totum por considerarlo absolutamente incompatible con la intervención, bajo sus reglas, de un católico bautizado que aspire a ser coherente con su fe. Bueno, si ese es el punto de partida del análisis, entonces lo que un texto constitucional (fruto excelso por antonomasia de ese sistema demoliberal) diga o deje de decir, debería tenernos absolutamente sin cuidado, tanto a pastores como a ovejas de la grey.

Soy de la opinión de que los católicos debemos participar activamente en la vida política en general -no sólo partidaria- ello pese a que las «reglas de juego» no las hicimos nosotros, y no obstante todo lo incompatible que el régimen sea con la fe.

La cuestión de la religión oficial que pueda o no adoptar un determinado estado, admite muchas lecturas y varios matices. En primer lugar, en el caso de la Argentina, digamos que su Constitución federal (1853) no adopta religión oficial alguna. Sólo expresa, utilizando una terminología no del todo clara, que «El gobierno federal sostiene el culto católico, apostólico y romano», frase a la que la generalidad de los constitucionalistas le han asignado un fin centrado en la colaboración económica del estado respecto del culto católico.

La idea que subyace a la adopción del catolicismo como religión oficial se supone que apunta a que las estructuras estatales se impregnen, en sus orientaciones y políticas por ejemplo, de preceptos procedentes de dicha religión. Pues bien, si miramos la realidad, santafesina, argentina y a riesgo de generalizar injustamente, occidental, los hechos hablan a las claras del colapso de la fe católica en las últimas décadas y de una secularización agresiva que campea a sus anchas.

Por tanto, cabe preguntarnos si no corremos el riesgo de pretender una defensa nostálgica, divorciada de la realidad, de mantener una cláusula que pudo haber tenido vigencia décadas atrás, pero que ya no dice nada de la sociedad actual. En otras palabras, que el estado sea católico tendría sentido como coronación o corolario de una sociedad que lo fuera y lo exteriorizara en sus costumbres cotidianas.

La historia demuestra que en aquellas sociedades que oficializaron el catolicismo, o en el caso de los países escandinavos e Inglaterra con variantes escindidas desde 1517, ello no las preservó en nada del tsunami de la postmodernidad agnóstica en la que hoy están sumidas. Por el contrario, la Iglesia goza de mayor vitalidad en aquellos lugares en los que jamás contó con auspicio estatal (EEUU, Corea del Sur) o directamente sufrió persecuciones durante décadas (Europa oriental).

Cuando el documento refiere a que «…la Provincia no es, ni puede ser, de ninguna manera ‘católica’» entiendo que alude al estado provincial y no a la provincia entendida como realidad sociocultural.

El texto arzobispal es pasible de ciertas críticas, desde ya. Como cuando señala como temas a incorporar en las sesiones de la convención constituyente la «perspectiva de género» o el «respeto por la diversidad cultural o racial», categorías sumamente ambiguas que suelen utilizarse luego con fines en abierta oposición a al magisterio de la Iglesia.

Dejamos para otra ocasión un análisis sobre el énfasis utilizado en torno a la distinción de los ámbitos religioso y civil, aspecto por demás de interesante y sobre el cual la Iglesia puede sacar provechosas lecciones de su historia milenaria y su trato con los más variados regímenes políticos. Ello en orden a no repetir errores del pasado, pero también a evitar caer con candidez en otros nuevos.

Cabe aclarar que otra cuestión distinta a la de la confesionalidad del estado es la de la presencia de lo religioso en el ámbito público de la sociedad, concretamente, de la simbología católica (desde el nombre de ciudades y provincias, hasta crucifijos e imágenes de la Santísima Virgen en sus distintas advocaciones, etc.) y en la que por supuesto que resulta no ya pertinente sino también urgente su defensa en orden a preservar la fe fundante que implica el matriz religioso que nos forjó como pueblos.

Para concluir, entiendo que la Iglesia tiene por delante, en nuestras sociedades de raigambre occidental, sometidas a una brutal embestida posmoderna que aborrece toda idea de trascendencia y en particular del cristianismo, el enorme desafío de recuperar en auténtico celo apostólico el cual vendrá, acaso, si se asume con radicalidad la vivencia de la fe, sin alarde pero sin claudicaciones para agradar al mundo.

 

15 comentarios

Trieste
Discrepo. En el caso de España que conozco bien, tras el Concilio Vaticano II, enemigo de la confesionalidad católica, comenzó un derrimbe imparable.
15/12/24 2:46 PM
Nova
El artículo dice lo siguiente: "Soy de la opinión de que los católicos debemos participar activamente en la vida política en general -no sólo partidaria- ello pese a que las «reglas de juego» no las hicimos nosotros, y no obstante todo lo incompatible que el régimen sea con la fe".

Je... Las democracias liberales no permiten tal participación de los católicos, a no ser que se intente hacer en el seno de partidos ateos (algo que, lógicamente, es totalmente inútil, como ha quedado demostrado en España). La Jerarquía de la Iglesia en España, para más inri, es la primera que se opone, sin tener derecho alguno a ello, a que haya partidos políticos de corte católico. Lo cual imposibilita cualquier participación de los católicos, en cuanto tales, en la vida política.

Un régimen anticristiano jamás permitirá que haya leyes cristianas, ni una sociedad y cultura cristianas. Jamás. A ver si nos entra a todos en la cabeza. Y no es posible que haya un Estado "neutral", porque el Estado lo rigen hombres y Cristo ya dejó clara la situación: "El que no está conmigo, está contra Mí y el que no recoge conmigo, desparrama". Si un Estado no confiesa a Cristo, lo negará y combatirá; y se pondrá a ello enseguida, además.
15/12/24 7:20 PM
Juan Carlos
Excelente. Muy claro y doctrinalmente impecable.
15/12/24 9:17 PM
Juan Mariner
Triste, España es un Estado criptoconfesional católico. Los funerales "de Estado", la asistencia de politicastros a procesiones y Misas de fiestas mayores, cenas y reuniones entre politicastros y jerarcas, convenios inmobiliarios con ayuntamientos, apuntalamiento de Caritas a los gobernantes, crucecita IRPF, pago de nóminas a los curas y religiosas, colegios concertados, silencio de temas pactados en los sermones, 10 años de silencio con la entrada de España en las CCEE, asignatura de Religión...
15/12/24 9:32 PM
Antonio
Entre Quas Primas de Pío XI y la apóstata declaración del indigno arzobispo Fenoy hay un mundo (y una eternidad) de diferencia. No es difícil distinguir cuál de las dos es conforme a la fe católica.

Bien se ha escrito que el laicismo "neutral" es imposible. Apartar a Dios de su vida, de cualquier forma que se haga, es perdición para el hombre.

Pío XI en "Ubi Arcano Dei Consilio" (1923) escribió: "47. De estas consideraciones se deduce que la verdadera paz, la paz de Cristo, es imposible si no estamos dispuestos a aceptar los principios fundamentales del cristianismo, si no estamos dispuestos a observar las enseñanzas y a obedecer la ley de Cristo, tanto en la vida pública como en la privada. Si esto se hiciera, entonces la sociedad sería colocada por fin sobre un fundamento sólido, la Iglesia podría, en el ejercicio de su ministerio divinamente dado y por medio de la autoridad magisterial que de él resulta, proteger todos los derechos de Dios sobre los hombres y las naciones.
48. Es posible resumir todo lo que hemos dicho en una palabra: "el Reino de Cristo"...
15/12/24 10:56 PM
carlos saez Argentina
Buen día totalmente de acuerdo con el hermano NOVA en su comentario, en la Política, por lo menos en mi Patria; hay una agresión permanente desde el presidente hasta el ultimo concejal. Gracias a Dios salimos de una Pandemia y los que estamos vivo deberíamos ser mas agradecidos y reflexivos al dirigirnos a la comunidad. Contamos con una maravillosa herramienta, el idioma mas lindo del planeta Recemos a la Virgen para que en la compulsa se descarte la agresion
16/12/24 11:27 AM
Masivo
Desde que se acabó con las leyes penales y con la prohibición de los católicos de participar en funciones públicas en el Reino Unido, a principios del siglo XIX, no han dejado de hacerlo.

En la República Italiana a partir de la conquista de Roma a fines del XIX, los Papas ordenaron a los católicos la abstención. No sirvió de nada y hace mucho que dejaron de ordenarlo.
16/12/24 3:00 PM
luis
Silogismo para Yurman
Al margen de la cuestión prudencial y en el orden de los principios,
¿Es cierto o no que todas las creaturas están subordinadas a Cristo y deben reconocer su realeza?
¿La sociedad, es decir los hombres organizados en un Estado, es una creatura?
Ergo, ¿Se puede admitir que el Estado sea neutro y no reconozca a Cristo?
16/12/24 4:35 PM
Francisco (de Buenos Aires, no de Roma)
Algunas reflexiones para aportar a esta interesante discusión:
El adjetivo “católico” le cabe a la Iglesia y a los fieles, no al estado. El estado debe ser “legítimo”. Para que sea legítimo, su forma de gobierno y sus leyes deben ser respetuosas de la Ley de Dios y del Orden Natural.
El estado legítimo no se confunde con la Iglesia, pero coopera armónicamente con ella por el bien integral del hombre. El estado en lo temporal, la Iglesia en lo espiritual, sin avances indebidos de uno en el ámbito propio del otro.
La declaración formal de confesionalidad del estado en su constitución es irrelevante si no se traduce en la inspiración cristiana de todo el orden jurídico. El estado legítimo debe sostener (en lo económico), promover (en lo político y educativo) y defender (en lo jurídico, policial y militar) a la Iglesia Católica Apostólica Romana.
La existencia de infieles, herejes o apóstatas en el seno de la sociedad no cambia los deberes del estado respecto de la Iglesia. El error no tiene derechos.
El estado legítimo debe garantizar los derechos civiles de todas las personas en asuntos temporales, independientemente de su religión. Los cultos falsos y las manifestaciones públicas de sus creyentes deben ser tolerados en la medida que convenga al bien común; de ninguna manera estos cultos pueden ser promovidos o convalidados por el estado. Lo que se tolera es el mal o el error; el bien, la verdad y la belleza se promueven.
Es gravemente inicuo, pecaminoso y les
16/12/24 6:16 PM
otro Pepe
Querer que una forma de gobierno tenga de referencia a la Verdad en lugar de que este a expensas de un relativismo moral que llegará, no es instrumentalizar a la religión, es ponerse al servicio de la Verdad. Vivir en el error no beneficia a las personas y el bien común. Lo hemos experimentado en España, en los últimos años ha llegado la banalización del aborto, unos cien mil al año y ya apenas nacen niños con alguna discapacidad. La eutanasia, la caída brusca de la natalidad y tener que traer inmigrantes para compensarlo, hay padres que temen los enseñen a sus hijos en la escuela, etc. En Europa ya hay quien promueve incluir el derecho al aborto en las Constituciones (lo que significará que oponerse a esa práctica será ir contra la ley) y en países como Reino Unido y España se prohíbe rezar ó manifestarse cerca de los centros de abortos y quien lo hace si quiera mentalmente se expone a ser detenido..., si alguien dice estar en contra del aborto los medios lo tratan de ir contra los derechos humanos. Se ha invertido y el error tiene derechos y la Verdad, por evidente que sea a veces, está perseguida.

Otra cosa es que dependiendo de las circunstancias sociales, políticas, etc, haya que adaptarse para no provocar un enfrentamiento, pero eso no significa que que haya que renunciar a que la sociedad pueda vivir en la Verdad. Decir que un una forma de estado no puede ser católico, en mi opinión, no tiene sentido.
17/12/24 12:43 PM
Edgardo
La Fe puede arraigar y expandirse con la ayuda o sin la ayuda de un estado confesional. En la historia podemos ver diversos casos. En los primeros años del cristianismo la Fe se expandió a pesar de que el Estado pagano persiguiera a la Iglesia. En la Edad Media la union del Trono y el Altar dio frutos maravillosos y salvo a la cristiandad de amenazas terribles para la Fe. En América la colaboración de la monarquía católica española fue fundamental para evangelizar el continente. En países como la India el catolicismo no pudo expandirse por falta de un Estado que apoyará la empresa. Es decir, la Fe puede subsistir sin un Estado que la proteja, los católicos pueden mantenerse como tales aún en una sociedad anticristiana. Pero un orden social cristiano ayuda mucho a ello. Esa es una de las razones por la que el Magisterio de la Iglesia instó a "instaurar todo en Cristo". Si las sociedades confesionales no resistieron "el tsunami de la post -modernidad agnóstica"; no implica que el Estado no tenga la obligación de reconocer a Cristo como su Rey. Ni significa que un ambiente social católico no le sea útil a los cristianos para vivir cristianamente. La post modernidad agnóstica se impuso porque desde hace más de cinco siglos la Revolución anticristiana trabajo para destruir justamente el orden social cristiano y a los Estados confesionales. Y trabajo tan bien que logró que la misma Jerarquía de la Iglesia colaborará en ello.
18/12/24 10:56 AM
luis
Es un tema que ya resolvió León XIII. Los principios indican que Cristo tiene derecho sobre todas las creaturas, sobre todo lo humano y sobre todo lo social y político. Las circunstancias, en la actual hipótesis, puede ser contraria a esos derechos. La confusión entre tesis e hipótesis es una constante en los autores, quizás por culpa del Vaticano II, que desdibujó ambos planos.
18/12/24 4:38 PM
Chico
Discrete con el Obispo Argentino. Porque por 300 Amos La HISPANIDAD fue catolica y las Leyes earn catolica y hubo prosper Idad en todos los Órdenes. Con la separation de Iglesia y Estados vinieron todos los desastres
20/12/24 7:27 PM
P. Thomas Henniigan
Yo soy irlandés y he vivido 12 años en EEUU y 24 en países hispanos. En 1938, se formuló una constitución muy de acuerdo con la Doctrina Social de la Iglesia, No se consideraba un país confesional, aunque leyendo la constitución era obvio se trataba de una constitución basada en principios de la ley natural y la Doctrinal Social Católica, Luego vino el Vaticano II y el hecho de que Irlanda, como España se sometió a a la nefasta Unión Europea, que en la época era menos dictatorial que hoy en día. Poco a poco se fue introduciendo cambios a la constitución favoreciendo los anticonceptivos, el aborto, la eutanasia etc, Los referendos que apoyaron tales cambios venían con el apoyo de gente como Soros y otros de EEUU.
En realidad la Doctrina Social Católica se basa en buena medida en la Ley Natural. La Iglesia no recibe ningún apoyos fiscal del Estado. No estoy de acuerdo con lo que dice el artículo sobre EEUU, Es un país protestante aunque los inmigrantes católicos, como los irlandeses, italianos, alemanes y otros pudieron sobrevivir en una ambiente anti-católico, si ellos querían enviar a sus hijos a colegios católicos, tenían que pagar los impuestos para los colegios estatales además que pagar al colegio o universidad católica.
22/12/24 2:00 PM
AJ
Algunas reflexiones:

Cuando un estado deja de ser confesional, se vuelve en la práctica agnóstico. La fe se perdió con mucha mayor facilidad en el momento en el que se fomento esa aconfesionalidad del estado. Es el paso previo hacia el relativismo religioso y, de ahí, a la perdida de fe, el relativismo moral y la anarquía existe solo un paso. No en vano, todas las constituciones liberales son ateas en la práctica.

Yendo más allá, las propias constituciones son ateas. La última medida de todas ellas es la "soberanía nacional". Es decir, que crea un consejo político sobre el bien y el mal, por encima de la ley natural y por encima de Dios. Cualquier estado confesional reconocería a Dios como si único soberano. En las sociedades liberales actuales, el único soberano es el individuo y la suma de voluntades, todo ello bien controlado por el Estado y por los medios de control social. Es directamente cambiar a Dios por la idolatría del estado y la propia libertad como capricho. Por eso, un estado aconfesional irá poco a poco e irremediablemente, en contra de Dios y hacia la anarquía.
22/12/24 3:34 PM

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