Comienzan las catequesis, en este mes en que los obispos de todo el mundo están reunidos en Roma en el Sínodo que está tratando la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia. Tenemos el Catecismo de la Iglesia Católica, el Compendio del Catecismo y el nuevo Catecismo Jesús es el Señor, aprobado por la Conferencia Episcopal Española como herramientas para la catequesis y para los catequistas
Según como se considere, la Catequesis es una de las actividades más antiguas y constantes en la Iglesia católica, y sigue siendo una referencia indispensable en la formación de los cristianos y en el anuncio de la fe. Pero desde hace ya unos cuantos años, la entendemos y queremos vivirla de otra manera, con características diferentes.
Una de estas características es su carácter catecumenal y bautismal. Las dos cosas vienen a significar lo mismo. Catequesis catecumenal quiere decir catequesis que prepara para recibir consciente y adecuadamente el bautismo, o, en el caso de los ya bautizados, para descubrir, aceptar, renovar y vivir el propio bautismo de manera consciente y efectiva.
Esta catequesis catecumenal es un proceso, un camino, una verdadera transformación personal, desde la ignorancia hasta el conocimiento de Jesucristo y de Dios, desde la indiferencia a la conversión y al amor, desde el pecado a la justicia interior, desde la idolatría hasta la verdadera piedad, desde la apatía hasta las buenas obras. En pocas palabras, desde la existencia perdida hasta la existencia rescatada y santificada de los que están y viven en Cristo.
Por eso mismo, queremos que sea una catequesis continuada. Es decir, no una catequesis esporádica, que se hace un poco precipitada e interesadamente para ponerse en condiciones de recibir a plazo fijo un determinado sacramento ("catequesis de comunión", “catequesis de confirmación"), sino un proceso continuado que conduce al catecúmeno o bien a prepararse interiormente para recibir el bautismo e ingresar en la Iglesia por la puerta de la fe y de la conversión a Jesucristo, o, en el caso de los ya bautizados, les lleva a descubrir la realidad de su propio bautismo y de su condición de cristianos, miembros de la Iglesia y de Cristo, hijos de Dios y templos del Espíritu Santo. En definitiva, el catecumenado es, para todos los bautizados, antes o después del bautismo, el camino indispensable hacia la verdadera existencia cristiana.
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