¿Estaba Dios en Haití?
Estos días estamos todos conmovidos por la catástrofe de Haití. Una vez más la naturaleza parece que se ensaña contra la vida de los hombres. Nos hablan de más de 200.000 muertos y tres millones de afectados. Uno de cada cuatro habitantes del país. Las televisiones nos han mostrado imágenes terribles. Hemos visto personas semienterradas pidiendo auxilio, madres afligidas llorando sobre sus hijos muertos, cadáveres amontonados en las calles.
Ante el sufrimiento de tanta gente inocente, no puede faltar quien plantea la pregunta de la audacia humana: ¿Cómo Dios puede permitir esto? Si es verdad que el mundo fue creado y está regido por un Dios bueno, ¿cómo es posible que ocurran estas calamidades? Algunos, con apariencia de una radical honestidad, dan un paso más: Ante estos hechos, vale más pensar que no hay ningún Dios en el Cielo. Si lo hubiera sería un ser muy cruel y muy injusto. El sufrimiento de los inocentes ha sido y está siendo argumento, aparentemente insuperable, para muchos ateos. Recordemos las novelas y el teatro de Albert Camus. Estos cuestionamientos parecen intelectualmente honestos y humanamente solidarios. En el fondo, por lo menos objetivamente, son bastante hipócritas, tirando a impíos, pues culpan a Dios de nuestros males sin preguntarnos por nuestra propia culpabilidad. ¿Podemos culpar a Dios de estas desgracias?”.

El aborto es un tema pendiente porque, haga el Gobierno lo que haga, los católicos y otros muchos españoles honestos seguiremos hablando del tema. Nuestro objetivo no es luchar contra el gobierno, eso será un efecto secundario. Nuestro objetivo central tiene que ser convencer a los españoles, y sobre todo a los jóvenes de que el aborto, es una barbaridad, un homicidio y un daño moral muy grande para quien lo comete. Pase lo que pase con la ley, el debate social sobre el aborto tiene que continuar. Y tenemos que esforzarnos para centrarlo en los puntos centrales. Perdemos fuerza si nos dejamos enredar en las cuestiones secundarias.
Por más que digan, la Navidad no empieza en el Corte Inglés. La osadía de los publicitarios es ilimitada. La Navidad comienza en el corazón de Dios, en el amor de la santa Trinidad. El texto del evangelio de san Juan que leemos hoy en la Misa es, sin duda, uno de los textos más solemnes y más grandiosos de la literatura universal. Vale la pena que todos los cristianos lo leamos despacio en casa hasta que se levante en nuestro corazón una oleada de gratitud y de alegría.
Me doy cuenta de que la Navidad está ya llamando a la puerta y me siento obligado a ofrecer a mis amigos del blog algunas reflexiones que les ayuden a vivir intensamente las celebraciones de estos días.
Quieren quitar los crucifijos de las escuelas, de todos los centros concertados, aunque sean católicos. El gobierno necesita los votos de la extrema izquierda y éstos le ponen su precio. El PSOE pasa por todo con tal de seguir mandando. El gran argumento es: el Estado español es laico y en donde se paga con dinero público no tiene que haber ningún signo religioso. Muy contundente, pero falso. El Estado paga para que los ciudadanos puedan vivir de acuerdo con sus conciencias. Eso es lo que dice la Constitución.





