Sugerencias saludables para sacerdotes... y para todos (I)
¿Qué tenemos que hacer?
Una revisión personal que empieza por nuestra mentalidad
En primer lugar, tendremos que reconocer que nuestros sacerdotes, nuestros seminaristas, nuestros cristianos, todos nosotros vivimos en este mundo y con frecuencia asimilamos sin darnos cuenta juicios, actitudes, dudas, exigencias, que provienen de este mundo y corresponden más a los principios de una cultura atea que a una verdadera mentalidad cristiana.
Somos capaces de defender en nombre de Dios y del cristianismo ideas y razonamientos que corresponden más al tronco de la cultura atea que a la verdadera tradición cristiana. Esgrimimos derechos o pedimos acomodaciones que no proviene del espíritu cristiano sino del espíritu de la rebeldía y del antropocentrismo. Poco a poco, también nosotros sentimos la necesidad de instalarnos cómodamente, de tener de todo, de asumir los horarios y los calendarios de la “gente normal", sin darnos cuenta que estamos pactando con el mundo del materialismo, de la idolatría y de la irreligión.
Un sacerdote puede muy fácilmente llegar a sentirse incómodo en la Iglesia porque le estorba la obediencia, la abnegación, el inmovilismo, la falta de eficacia, etc. En algunas disidencias habituales y en algunos malestares crónicos, ¿acaso no puede haber una inadvertida inadecuación cultural?
El Papa Benedicto XVI ha pronunciado hace poco tiempo unas palabras muy severas:
“Esta secularización no es tan solo una amenaza exterior para los creyentes, sino que hace tiempo que se manifiesta también en el propio seno de la Iglesia, desnaturalizando desde dentro y en profundidad la fe cristiana, y por lo tanto el estilo de vida y la conducta diaria de los creyentes. Estos viven en el mundo y se ven con frecuencia marcados –cuando no condicionados- por la cultura de la imagen, que impone modelos e impulsos contradictorios, en una negación práctica de Dios: ya no hay necesidad de Dios, de pensar en El y de volver a El.
Además, la mentalidad hedonista y consumista dominante, favorece, tanto en los fieles, como en los pastores, una deriva hacia la superficialidad y un egocentrismo nocivo para la vida eclesial. La muerte de Dios” que tantos intelectuales anunciaron hace unos decenios da paso a un culto estéril del individuo. En este contexto cultural, existe el peligro de caer en una atrofia espiritual y en una vacuidad del corazón caracterizada en ocasiones por formas sucedáneas de pertenencia religiosa y de espiritualismo difuso. Se impone con más urgencia que nunca reaccionar contra semejante deriva tomando como referencia los más elevados valores de la existencia que dan sentido a la vida y pueden satisfacer la inquietud del corazón humano que va en pos de la felicidad: la dignidad del ser humano y su libertad, la igualdad entre todos los hombres, el sentido de la vida y de la muerte y de lo que nos aguarda una vez concluida nuestra existencia terrenal” (Discurso a la Plenaria del Consejo de la Cultura, 8/3/08).
Por eso, la primera cautela que debemos tener ante este peligro de colonización cultural, antes de pensar en los demás, es tratar de mantener y vivir claramente de manera unitaria y coherente la mentalidad cristiana y religiosa, en estricta comunión con la Iglesia, cultivándola en la oración, en la lectura asidua de la Escritura, en la lectura de vidas de los santos que son nuestros verdaderos conciudadanos, conviviendo y compartiendo nuestras ideas y nuestros sentimientos en ambientes estrictamente cristianos. En la actualidad el hecho de estar ordenado sacerdote no garantiza el tener una mentalidad verdaderamente cristiana. Quien vive entre fumadores siempre huele a tabaco. El Papa acaba de decir que hoy, en nuestro mundo, los
cristianos, para serlo de verdad, no solamente necesitamos una “conversión moral, sino que necesitamos previamente lo que él llama una conversión intelectual", es decir el esfuerzo explícito para tener y mantener una mentalidad verdaderamente católica, una visión del mundo y de la vida realmente adecuada al mundo de la revelación y de la fe. Es decir, hoy el cristiano tiene que ser capaz de vivir espiritualmente exiliado del mundo, para vivir espiritualmente en tradición apostólica y en la Iglesia de los santos.
Es cierto que en tiempos de agresión cultural pueden aparecer posturas fundamentalistas. Siempre hay quien cree el remedio para los males de la Iglesia y de la sociedad es la imposición de una disciplina severa. Yo más bien creo que la verdadera respuesta es una formación personal paciente, bien asimilada, un clima de confianza y de acogida interior que facilite una vida de comunión y de comunidad de manera que la Iglesia y la comunidad concreta donde vivimos sean el verdadero hogar de nuestro pensamiento y de nuestros afectos.
En un mundo tan polarizado y tan agresivo como el nuestro es preciso que los sacerdotes, y por tanto también los actuales candidatos asuman muy claramente y muy profundamente su identidad cristiana y eclesial, con claridad, con convencimiento, con entera confianza y fidelidad, aceptando de antemano las diferencias y las tensiones con el mundo no cristiano que nos rodea. Las reservas interiores, los distanciamientos, los conflictos habituales pueden fácilmente degenerar en un alejamiento interior que favorece el contagio cultural y el creciente distanciamiento espiritual.
Tenemos que tener el valor y la humildad de examinarnos a nosotros mismos y reconocer en qué y cómo nos hemos dejado contagiar por la cultura circundante hija del materialismo y del ateísmo. He aquí unos cuantos puntos dignos de consideración.
1. Podemos preguntarnos, p.e., si nuestras preocupaciones pastorales, los objetivos prioritarios de nuestra predicación están suficientemente centradas en el testimonio sobre Cristo y sobre Dios, si nos preocupamos ante todo de fortalecer la fe en Dios de nuestros cristianos o nos enredamos excesivamente en cuestiones secundarias.
2. Tendremos que examinar si nuestra visión y presentación del cristianismo no es excesivamente antropocéntrica, excesivamente de este mundo y para este mundo, sin tener suficientemente en cuenta la primacía de Dios, la gratuidad y la necesidad de la salvación, el reconocimiento de Jesucristo como centro de gravedad y punto de partida de nuestra vida.
3. En la misma línea conviene que pensemos si damos la suficiente importancia a la dimensión escatológica de la vida cristiana, no sólo en los funerales, sino en la presentación de la vida cristiana en general, la primacía del juicio de Dios en nuestra vida, la importancia de la oración, la necesidad del desprendimiento, la justificación de la moral cristiana, la necesaria renuncia a los bienes de este mundo, el deseo y la esperanza de los bienes futuros como realidad definitiva de nuestra vida.
Si tenemos en cuenta estas cuestiones, veremos que con frecuencia hablamos demasiado de la Iglesia y de cuestiones eclesiales o clericales, valorando más los aspectos sociológicos y organizativos que el misterio interior de la Iglesia que nos hace contemporáneos de Jesús por su palabra y por los sacramentos, hijos de Dios por el don de su Espíritu. La misión de la Iglesia no es hablar de sí misma sino acercar a las personas al conocimiento de Jesús, a la adoración de Dios y a la recepción humilde y agradecida de sus dones. Todo lo demás nos vendrá por añadidura.
Nuestra misión, como la de Jesús, es salvar a los hombres, ayudarles a descubrir y a aceptar a Dios como principio y plenitud de nuestra vida. Para eso tenemos que estar convencidos de ello sin dudas ni fisuras posibles. Y tenemos que estar convencidos de que una cultura sin Dios es objetivamente una cultura contra el bien del hombre, una cultura que comienza ensalzando al hombre, prometiéndole todas las felicidades del mundo, pero que degenera sin remedio en una cultura del egoísmo, de la insolidaridad, de la crueldad y de la muerte.
24 comentarios
Pero que quiere? Una pureza total?
Es que nunca van a conseguir su sociedad "perfecta". Se dan cuenta de eso?
Porque sólo los veo quejarse y quejarse, de lo mal que va la sociedad, cuando yo creo que cada vez está mejor. Con altibajos, pero cada vez mejor.
Mi experiencia personal es que cuando me dejo llevar por el Señor, me lleno de paz, todo es más sencillo y transparente, aun los mismos problemas que me siguen preocupando; pero también mi experiencia es que desgraciadamente tengo una tendencia muy fuerte de alejarme de Él, y con este movimiento vuelve la sensación de desolación, soledad y tristeza. El mundo, y más en esta época hostil que nos ha tocado vivir, nos golpea duramente, pero también nosotros nos dejamos golpear. Esto es un hecho que constato allí donde voy, en todo tipo de personas, con alzacuello o sin él. Es un misterio por qué, una vez que hemos gustado siquiera levemente , pero gustado, la presencia del Señor en nuestra vida, nos obstinamos en alejarnos de él. ¿Fragilidad de nuestra fe?; ¿tendencia al pecado? No lo dudo, pero qué difícil se nos hace permanecer con Aquél que nos ama, aun habiendo sentido su amor.
Es cierto que el ser humano siempre se queja, si no lo hicieramos perderíamos ese gran componente que nos hace humanos. Los cristianos debemos vivir la fe independientemente de nuestra situación personal o del "paisaje" que nos rodea y pensando que por muy dificiles que se pongan las cosas, otros lo tuvieron mucho más difícil y no se perdieron.
Algunos ven esta pérdida de valores, que son los valores que fundamentan nuestra civilización, la decadencia que antecede a la caida... solo Dios lo sabe.
Eduardo Jariod... ante eso que comentas, Jesús te dice "levántate y anda", por muchas veces que caigas...
En primer lugar, creo que explica usted la situación e la Iglesia en este tiempo con mucha claridad. En el fondo, una negación de Dios implícita en toda vida, y que va creciendo en ella, hasta hacernos sólo "en apariencia creyentes". Estoy con usted en estas ideas, e incluso creo que me describe a mí mismo, que no soy sacerdote, en todo lo que dice.
Creo, no sé que pensará, que el problema de fondo es una crisis del principio de identidad, y que esto no sólo ocurre en la Iglesia, sino que está ocurriendo en algunas otras organizaciones muy distintas. Quizá todo nazca de un buen deseo, como es que más y más hombres se acerquen a Cristo. A la vez que la sociedad cambia, "para que no se escape", comenzamos a compartir modos de vida que nos apartan del Señor, sin tener en cuenta que "lo que es, es; y lo que no es, no es". Es decir, que no por "parecer" (que con el paso del tiemppo se convierte en "ser") menos cristiano, acerca uno más a la gente a Dios.
Un abrazo y gracias, Alberto.
Con honradez, sinceridad y disposición busquemos la verdad. Porque necesariamente (que quiere decir, que no puede ser de otra forma) nos encontraremos con Dios.
¡Cooperadores de la verdad!
En el Principio y Fundamento de los Ejercicios Ignacianos está la solución. Nos dice el porqué y para qué de nuestra vida.-Lo que sucede es que pensamos poco en ello.-Gracias por haber elegido este medio, así seremos muchos los que podamos leerle, y luego meditar sobre lo leído( no sólo hay que leer, hay que interiorizar lo leído.-
D: Fernando creo que las homilias se debían de cuidar a veces son un tostó: vaguedades, opiniones personales etc y también se debían cuidar las clases de religión y las catequesis que son clave.
Por cierto hace unos cuatro años en la Catedral de PAmplona había unas oraciones para rezar según el lugar: ante el Sagrario, ante el Cristo, ante la Virgen.Me pareció una idea excelente.
estoy encantada de que entre un ateo en el blog , que seaa bienvenido
Gracias y unidos en la Presencia del Señor en toda nuestra vida. Gracias de Verdad Gracias.
Y seguimos unidos en la adoración, la acción de gracias y la intercesión para la Santificación de todos los fieles de la Iglesia Santa y por la Salvación del Mundo.
Vivir en Dios. Alegre y con la sonrisa y la ambilidad siempre por delante.Y el plan de vida de San Pablo, llevado a la práctica:" Hermanos, vivir en religión, apartados de los deseos mundados, con sobriedad y con honradez".
Todo es más sencillo de lo que parece.
2. Don Fernando:
a. ¿Realmente cree que la aparición de "posturas fundamentalistas" en la Iglesia en España es un peligro a tener en cuenta? La equidistancia puede ser una necesidad real o retórica. Pero si sólo fuera retórica, quizá pudiera llegar a inducir una cierta confusión en algunos fieles poco avisados.
b. Por otra parte, es evidente la confusión doctrinal del clero español. ¿Cuántos serían capaces de leer el Catecismo Romano sin retorcerse en sus asientos? Si fueran capaces de encontrarlo, claro. Sólo sé de un sitio de internet donde está disponible. Y no es la página de la Santa Sede:
(N. de M. Lo tiene en el enlace del siguiente comentario)
Aquí tienes el enlace al Catecismo de la Iglesia Católica en la página de la Santa Sede
http://www.vatican.va/archive/ESL0022/_INDEX.HTM
De nada
Bendito sea Dios.
Que Dios nos engria a todos en este día.
Fernando (Católico practicante)
Los comentarios están cerrados para esta publicación.