Siempre es Pentecostés (IV)
El Espíritu Santo y los católicos hoy: conocimiento, coherencia, unidad, misión
Estas consideraciones sobre el Espíritu Santo pueden transformar nuestra vida. Muchas veces nos preguntamos qué tenemos que hacer los católicos españoles en estos momentos para ser fieles a la llamada de Dios y de la Iglesia, para responder seriamente a las exigencias de los tiempos. Después de estas reflexiones sobre el Espíritu Santo en nuestra vida, algo podemos responder.
En primer lugar, conocer algo mejor lo que somos, lo que es Dios y lo que son sus dones para nosotros. Hace pocos días las agencias distribuían la noticia de que los católicos españoles somos los que menos leemos la Biblia. Leamos asiduamente por lo menos el Nuevo Testamento. Una manera de ser católico al día consiste en tomarse más en serio la propia formación. No se trata de ser doctor (que también es posible), sino de conocer de forma un poco madura la verdad de nuestra condición cristiana.
Y con el conocimiento, la coherencia. La fe en Jesucristo, nuestra relación personal con El, relación de adoración, de convivencia, de entrega, tiene que transformar nuestra vida, configurarla en su totalidad. El tiene que ser el marco y el molde de nuestra vida, entendimiento, afectos, proyectos de vida, relaciones, objetivos, aspiraciones, normas de comportamiento, todo en nosotros tiene que estar pasado por el filtro de la humanidad de Jesús, de sus enseñanzas, sus ejemplos, nuestra comunión espiritual con El en la oración y en los sacramentos. Eso es vivir cristianamente. Unas veces lo hacemos mejor y otras peor, pero ese ha de ser el ideal y el eje central y real de nuestra vida. Esta es la vida nueva que el Espíritu Santo crea y desarrolla en nosotros. No es cuestión de esfuerzo nuestro. Es cuestión de humildad, de disponibilidad, de obediencia, para recibir la visita de la Trinidad en nuestro corazón y vivir en su gracia.
Con la coherencia, la unidad. Un solo Señor, un solo bautismo, un solo Espíritu. Es decir, si todos vivimos de verdad unidos al Señor, si todos recibimos ese mismo Espíritu, tiene que surgir entre nosotros una unidad profunda de convicciones, de sentimientos, de criterios, que es la misteriosa y profunda unidad de la Iglesia. Esa unidad que se recrea en la Eucaristía y que se manifiesta en el amor y en la concordia. Una unidad que debilitamos más de una vez con nuestros personalismos, que oscurecemos a veces con nuestras omisiones, nuestros disentimientos, nuestras intemperancias.
Y a partir de esa unidad, arraigada en el único Señor y alimentada por su Espíritu, la misión, el anuncio de la fe, la profesión pública de nuestra fe, la militancia efectiva, en obras de caridad fraterna, de apostolado, de acción social o política a favor de la justicia, de la defensa de los derechos humanos, del servicio honesto y sincero al bien común. Los católicos españoles tenemos todavía los hábitos y las costumbres de los tiempos fáciles del proteccionismo, nos asusta tener que sostener con nuestro esfuerzo no sólo las necesidades materiales de la Iglesia, sino el peso y las exigencias de la presencia pública del evangelio. Y sin embargo Dios nos está llamando a ser la luz de la trascendencia en un mundo que se empeña en cerrarse cada vez más sobre sí mismo, levadura y sal de la tierra en una sociedad que se pudre de egoísmo y de hastío, alegría y esperanza en un mundo triste y dolorido que ha perdido las razones para la alegría.
Todo se puede resumir en unas cuantas convicciones básicas que nunca deberían faltar en nuestra mochila de peregrinos. Dios es amor, todo lo que soy, todo lo que existe, es un don de Dios. Si yo quiero, nunca me faltará el amor de mi Padre Dios. Jesús es el revelador del Amor de Dios, con su palabra, con su vida, con su muerte y resurrección. La humanidad glorificada de Jesús, inundada de Espíritu Santo, comunica el Espíritu Santo a los que se acercan a El por la fe y el amor, en la Iglesia, en los sacramentos. La Iglesia es la humanidad renovada por el Espíritu que viene a nosotros como abrazo del Dios que nos da su Amor y nos hace vivir en comunión espiritual con El. Con este corazón nuevo somos personas nuevas y podemos hacer familias nuevas, comunidades nuevas, un mundo nuevo a la medida del amor de Dios y de la nostalgia de nuestros corazones. En un mundo que se enreda y se complica cada vez más, que se hace más agrio y más indigente, como consecuencia de esta cultura del egoísmo relativista y nihilista en la que nos encerramos, tratemos de hacer, poco a poco, con la fuerza y la generosidad del Espíritu de Dios, un mundo diferente, en el que la sabiduría y la bondad de Dios, tal como se nos han aparecido en Jesucristo sean luz y modelo para todos. Digamos sí a la libertad y al progreso, pero no a la libertad de la rebeldía y del egoísmo, sino a la libertad del amor y del servicio. Sí al progreso, pero no al progreso de los derechos y el bienestar de los fuertes, sino al progreso en humanidad, en atención a los más débiles, en reconocimiento al Dios que pone a nuestro alcance un mundo cada vez más maravilloso y más rico en oportunidades para nuestro crecimiento y nuestra vida.
Con el Espíritu de Dios, que es Espíritu de verdad, de amor y de vida, hagamos un mundo a la medida de los dones de Dios que nos acerque a la vida eterna y verdadera. Que no quede en palabras. Cada uno debería buscar el modo de hacer que esto fuera verdad en su vida. Con fechas, con medios, con lugares y objetivos concretos.
+Fernando Sebastián Aguilar
6 comentarios
Dice usted:
"Dios es amor, todo lo que soy, todo lo que existe, es un don de Dios. Si yo quiero, nunca me faltará el amor de mi Padre Dios. Jesús es el revelador del Amor de Dios, con su palabra, con su vida, con su muerte y resurrección."
Hacer realidad el amor del Padre en nosotros para, como Jesús, revelar también en nuestra pequeña medida, el amor de Dios con nuestra vida y nuestras obras.
Esta es la misión que nos espera. Un programa maravilloso que nos parece difícil y duro aunque tenemos la certeza que nos basta la gracia de Dios.
Saludos cordiales.
VIRTUAL.Dios le bendiga siempre, pués consigue hacernos mucho mejores.Muchas Gracias.
Gracias Monseñor, por no predicarse a Vd. (como otros) sino predicar el autentico mensaje de Jesucristo.
"Con la coherencia, la unidad. Un solo Señor, un solo bautismo, un solo Espíritu. Es decir, si todos vivimos de verdad unidos al Señor, si todos recibimos ese mismo Espíritu, tiene que surgir entre nosotros una unidad profunda de convicciones, de sentimientos, de criterios, que es la misteriosa y profunda unidad de la IGLESIA. Esa unidad que se recrea en la Eucaristía y que se manifiesta en el amor y en la concordia. Una unidad que debilitamos más de una vez con nuestros personalismos, que oscurecemos a veces con nuestras omisiones, nuestros disentimientos, nuestras intemperancias.
Y a partir de esa unidad, arraigada en el único Señor y alimentada por su Espíritu, la misión..."
Clarito, clarito...
Saludos a todos
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