La educación cristiana: el papel de la familia (2)
Volviendo a nuestra reflexión sobre la misión evangelizadora de la familia tendremos que preguntarnos ¿qué tenemos que hacer para volver a contar con unos padres cristianos capaces de educar cristianamente a sus hijos? ¿cómo promover en la práctica el nacimiento y crecimiento de familias cristianas?
La respuesta de Perogrullo es decir que necesitamos contar con familias verdaderamente cristianas, cuya visión del matrimonio y cuyo proyecto familiar sea verdaderamente cristiano. Pero el problema está precisamente en esto
La gravedad de la situación.
Una cosa es cierta. La primera condición para la transmisión o la difusión de la fe en la sociedad actual es la existencia de una comunidad cristiana renovada, espiritualmente vigorosa, unida y consciente del tesoro que posee y de la misión que le incumbe. Una Iglesia misionera tiene que ser una Iglesia de santos. Esta es la conclusión evidente de un razonamiento serio y responsable. Por eso, a la hora de pensar en la transmisión de la fe y la cristianización de las nuevas generaciones, la primera condición requerida es la conversión de la Iglesia, la conversión de los cristianos, nuestra propia conversión. Y para llegar a la conversión, necesitamos la gracia de reconocer nuestra debilidad, nuestro error, nuestro pecado.
Pienso que en las naciones de occidente el problema es tan grave, tan agudo, que no basta con buscar recetas de índole pastoral o pedagógica. Hay que descubrir las raíces de la situación que estamos viviendo y recurrir a soluciones fundamentales. En nuestra Iglesia hay situaciones gravemente anormales. Un número muy alto de los bautizados vive habitualmente alejado de la Iglesia. Bastantes de quienes frecuentan la vida sacramental, aunque sea con cierta irregularidad, no aceptan algunas enseñanzas de la Iglesia en materia dogmática o moral, la vida espiritual, el vigor religioso de nuestros cristianos deja mucho que desear. Sin acusar a nadie concretamente, tenemos que reconocer que nuestras comunidades cristianas no son comunidades muy fervorosas ni tienen tampoco una fuerte conciencia apostólica. La vida de los cristianos está debilitada por las dudas de fe, por faltas de unidad, por debilidad frente a los contagios de la vida materialista y de la cultura anticristiana.
Por la fuerza de estos factores, con la complicidad de nuestros propios errores, la secularización ha entrado dentro de la misma Iglesia, con las apariencias y falsos prestigios de querer ser cristianos modernos y dialogantes, que saben situarse y moverse en el mundo actual. Pero esto, muchas veces, termina en aquello de “poner una vela a Dios y otra al diablo”. Con frecuencia hemos aplicado tácticas pastorales equivocadas que debilitan el testimonio de los cristianos y su poder convincente (diálogo en igualdad, métodos concesionistas, lecturas seculares del evangelio y de la vida cristiana, recortes doctrinales y morales). No hemos sabido resistir la seducción de un aparente progresismo que lleva en el fondo la añoranza de las antiguas concordancias entre sociedad e Iglesia y valora más el beneplácito del mundo que la fidelidad al evangelio.
Estas tentaciones se ven con frecuencia apoyadas por los medios de comunicación social y otras fuerzas difícilmente identificables que quieren una Iglesia no disidente, una Iglesia “bien adaptada”, es decir una Iglesia espiritualmente sometida, mundanizada, que deje de ser fermento, sal, fuerza crítica, liberadora transformadora. Nos critican cuando disentimos, nos alaban cuando coincidimos. Pero la regla de la autenticidad cristiana no es el gusto de los poderosos, sino la cruz y el amor de Cristo.
Paganos, agnósticos, ¿apóstatas?
Tratándose de países que han sido intensamente cristianos, como es el caso de España, tenemos que tener en cuenta que nos movemos en una situación sumamente confusa. Nuestra sociedad no es ingenuamente pagana. En el origen de la paganía actual puede haber una explicable reacción contra un pasado excesivamente controlado por la Iglesia, aunque la verdad es que esa situación queda ya bastante lejana. A estas alturas de la historia, lo que algunos rechazan es más creación literaria que realidad conocida y vivida. El agnosticismo comienza siendo una rebeldía, pero se ha conviertido en una moda y casi en una rutina. Ahora, lo más frecuente, no es el rechazo explícito y razonado, sino el descuido, la dejadez, la aceptación pasiva de las tendencias dominantes, de lo más fácil y placentero.
No se trata tanto de negaciones formales como de abandonos prácticos, encubiertos, más por la vía de la omisión que de la acción. Valoramos tanto las cosas de este mundo, nos vemos tan absorbidos por las ocupaciones o las aspiraciones inmediatas, que terminamos por ver las cosas de la fe, la Iglesia, la vida cristiana y el mismo Dios, como realidades inoperantes, sin ningún interés, realidades de otros tiempos que se van alejando de nosotros, o nosotros de ellas, y terminan siendo irreales para nosotros. A la fe débil sucede la indiferencia. Asusta pensar lo que será nuestra sociedad dentro de 20 ó 30 años, cuando una segunda generación surja y madure sin las conexiones que todavía tienen los jóvenes actuales con muchas ideas y muchos valores cristianos.
Nuestra situación es parecida a la situación de los cristianos del siglo II y III. Vivimos inmersos en una sociedad no cristiana, que trata de asimilarnos culturalmente. La tendencia es la contraria a la que era en tiempos de los Padres. Entonces la cultura pagana se desmoronaba ante la pujanza de la Iglesia. La Iglesia fue fermento de nuevas instituciones y nueva cultura. Ahora es la sociedad cristiana la que se desmorona y las instituciones cristianas las que desaparecen frente al crecimiento y la pujanza del laicismo. Si queremos cambias las cosas y ser capaces de modificar la sociedad circundante en vez de ser digeridos por ella, tendremos que ser más fuertes, más vigorosos espiritualmente, más efectivos en la configuración de la vida.
Contra la pretensión de implantar una cultura secular, laica y laicista, que haga vivir a los mismos cristianos en una sociedad sin Dios, tenemos que afirmar que la evangelización no es completa hasta que los cristianos, una vez convertidos, no lleguemos a crear y hacer vigente una visión alternativa de la vida y de la cultura, en la que Dios ocupe su lugar, en la que la fe en el Dios vivo y la esperanza de la vida eterna influyan en el conjunto de los valores, criterios morales y modelos de vida que configuran la existencia humana por dentro y por fuera. Algo de esto irá siendo verdad a medida que haya familias cristianas que se reúnan, que creen ambientes, actividades, modelos e instituciones sociales donde la presencia de Dios por Cristo y la vigencia del evangelio sean un hecho real y práctico.
¿Un programa nuevo? Fe, santidad, el programa de siempre.
Con frecuencia, hablando de evangelización, complicamos demasiado las cosas, buscamos demasiados requisitos previos, revisiones, programaciones, formulaciones. Tengo la impresión de que a veces la abundancia de lo accidental nos oculta la necesidad de lo que es verdaderamente decisivo. Cuando sus discípulos le preguntaron al Señor qué tenían que hacer para participar en las obras de Dios, su respuesta fue directamente a lo fundamental. “La obra de Dios es que vosotros creáis en Aquel que El ha enviado” (Jn 6, 28-29). El programa no hay que inventarlo. El camino de la regeneración y de la salvación está trazado por Dios. El programa es Cristo. Todo se centra en la presentación concreta, realista, vigorosa de Cristo. A Jesús no se llega verdaderamente más que por la fe. Y no por cualquier fe, sino por la fe de Pedro, en comunión con la Iglesia mediadora, esa es la única fe que nos permite llegar al corazón del misterio.
La primera condición para la transmisión o la difusión de la fe en la sociedad actual es la existencia de una Iglesia renovada, espiritualmente vigorosa, unida y consciente del tesoro que posee y de la misión que le incumbe. Una Iglesia de santos y de testigos. Necesitamos recuperar el vigor espiritual de la Iglesia mediante la conversión. Necesitamos poner en pie unas comunidades cristianas, unas familias cristianas verdaderamente entusiasmadas con Cristo, conscientes de su significación como Hijo de Dios encarnado para salvar la humanidad entera, felices por haber conocido a cristo, verdaderamente arraigadas y centradas en El, conscientes de su responsabilidad y de sus posibilidades como testigos de cristo y portadores de una palabra de salvación que se mantiene joven y eficaz.
Se impone lo que yo llamaría pastoral de la autenticidad. Anunciemos el evangelio en su integridad, busquemos ante todo la conversión a Jesucristo por medio de la fe, fomentemos la aspiración sincera y realista a la santidad y a la perfección cristiana, seamos capaces de presentar ante el mundo con fuerza la llamada de una alternativa real de vida de los cristianos. Este tiene que ser el punto de partida para una verdadera acción evangelizadora capaz de producir una verdadera replantatio Ecclesiae.
La unidad entre nosotros
Mirando nuestra situación concreta es indispensable llamar la atención sobre la necesidad de la unidad. No puede haber vigor espiritual, personal ni comunitario, sino en la unidad. Tenemos que superar la tentación del fraccionamiento y del aislamiento. La tentación del clericalismo y de los personalismos. Si las divisiones históricas entre cristianos han sido y siguen siendo un gran inconveniente para la misión es evidente que la actual división entre católicos, el disentimiento habitual, el olvido y menosprecio del magisterio del Papa y de los Obispos, las faltas graves de disciplina en las celebraciones litúrgicas, la desafección diocesana que se manifiesta en muchos detalles, son un inconveniente muy fuerte para desarrollar una acción pastoral eficaz, con verdadero vigor apostólico y misionero. Entre nosotros hay demasiados grupos, demasiada incomunicación, demasiadas críticas, demasiada facilidad para despreciar lo que “viene de arriba”, fiándonos más de las iniciativas personales, grupales, parroquiales, incluso aunque discrepen seriamente, en objetivos, prioridades, materiales y espirituales, de lo que “los de arriba” han dispuesto, en comunión con el Obispo, con el Papa, con la Iglesia, en definitiva con Cristo. Falta conciencia de esa imprescindible unidad en lo sustancial, con Cristo, cabeza de la Iglesia, para lograr esa conciencia de conjunto, valoración de los demás, mística de la unidad y la comunión.
Las Asociaciones y Movimientos tienen que sentirse llamados a colaborar en esta renovación espiritual, comunitaria y apostólica de las Parroquias. Más aún, hay que tener en cuenta que la comunidad eclesial no es propiamente la Parroquia, sino la Iglesia particular. Promover grupos de cristianos que caminen hacia la perfección cristiana, con los medios de santificación que tiene la Iglesia, sacramentos, oración personal, penitencia, obras de misericordia y apostolado, discernimiento y dirección espiritual. Contar con ellos, apoyarnos en ellos. En las parroquias tiene que abrirse camino una aceptación sincera y agradecida de la realidad de los movimientos como un don del Espíritu a la Iglesia, pero al mismo tiempo los movimientos tienen que sentirse y vivir de verdad su condición eclesial, metidos en la carne real de nuestras Iglesias y parroquias, superando la tentación de cerrarse sobre sí mismos, a la vez que las comunidades parroquiales reciben dentro de ellas a los miembros de grupos, asociaciones y movimientos, asiilando como patrimonio común lo que el Espíritu despierta y suscita como inicial vivencia de unos pocos.
Una consideración más: creo que no se puede entender la necesidad de la comunidad demasiado geográficamente. Siempre es necesaria la comunidad, pero no necesariamente donde se realiza la evangelización. Cuando un grupo de misioneros llegan a un país para anunciar la fe no cuentan con la presencia de una comunidad precedente. Sí cuentan con su comunidad de origen, pero en el nuevo país, la comunidad será el fruto de sus desvelos y su trabajo misionero. Este recuerdo nos puede valer. Para comenzar a desarrollar una pastoral de evangelización no hace falta tener por delante una parroquia renovada, basta que un grupo pequeño se decida a vivir en actitud de evangelización, en tensión espiritual y acción misionera. Una parroquia es un catecumenado, una pila bautismal, un altar y un confesionario.
Centrarnos en lo central
En toda esta labor no podemos olvidar la necesidad de centrarnos en aquellas cuestiones que fundamentan y favorecen el surgimiento de la fe, que consolidan la fe de los cristianos dubitantes, que avivan el dinamismo espiritual y apostólico de los cristianos. Así señalo por ejemplo:
- ayudar a descubrir la finitud, la condición de creatura, la importancia y necesidad de Dios para una existencia personal, libre, verdaderamente humana.
- fundamentar en la realidad histórica de Cristo, muerto y resucitado por Dios, el fundamento de la fe personal de cada uno: si Jesús es parte de nuestra historia, qué hacemos con El, como lo incorporamos a nuestra experiencia humana.
- recuperar la primacía de los aspectos estrictamente religiosos de la vida, adoración, confianza, obediencia, esperanza teologal. No quedarnos en las utilidades mundanas de la religión. Crees es un modo de ser, antes que raíz de un modo determinado de obras y camino para conseguir algunos bienes concretos.
- presentar con claridad el momento definitivo del juicio de Dios, la necesidad y primacía de su salvación, prevista, aceptada, vivida como punto de apoyo, criterio y fuerza decisiva para la vida presente.
Reencontrar a quienes se apartaron
Teniendo en cuenta la condición de muchos de nuestros fieles, alejados y fríos, pero no enteramente desvinculados de la Iglesia es muy importante aprovechar los encuentros ocasionales que tenemos con ellos en verdaderos acontecimientos de evangelización. En concreto deberíamos estudiar el modo de convertir los encuentros de “conveniencias sacramentales” en verdaderas ocasiones de anuncio, de invitación, de renovación de fe y de vida de nuestras familias. Hay que intentar que estos encuentros no sean esporádicos y pasajeros, sino que se conviertan en el inicio de una relación nueva, el arranque de un proceso nuevo de maduración espiritual.
Necesitamos también buscar y promover oportunidades para establecer contactos con las personas que no vienen a la Iglesia, con las que no creen, por medio de encuentros, acercamientos, convocatorias, visitantes de enfermos, diferentes obras de misericordia, presencia habitual en los medios de comunicación, en los foros de diálogo y debate, que nos permitan llegar a descubrir y anunciar el significado actual del evangelio, de la persona de Cristo, publicaciones y otros medios de comunicación mediante los cuales se superen las fronteras habituales y se produzcan nuevos acercamientos, se creen encuentros personales con personas nuevas, que permitan anunciarles la revelación de Dios en sus contenidos básicos y fundamentales.
Hay que evitar ciertas actitudes muy frecuentes entre nosotros que resultan incompatibles con una actividades verdaderamente evangelizadora. Evitar las condenas, las actitudes impositivas. Y evitar también las condescendencias que suponen indiferencia y falta de confianza en nosotros mismos. El testigo tiene que irradiar seguridad, paz, afecto, solicitud, respeto, ofrecimiento de algo importante. Todo esto con humildad, con realismo, con paciencia, con perseverancia y con unidad.
16 comentarios
Monseñor, lo ha escrito todo tan bien que no me atrevo a añadir nada. Me siento tentado a comentar mi visión en algunos matices, pero me parece que no llegaría al nivel de su exposición, por lo que sería algo torpe de mi parte intentarlo. Además Vd. ya sabe de sobra mi opinión.
En mi experiencia como catequista si he constatado - viendo el nivel de confusión y doctrina existente - que es muy positivo afianzar e insistir en muy pocos puntos básicos, al menos al principio, y transmitir la responsabilidad personal de cada uno en ganarse el cielo - aunque sean unos niños de 9 años los oyentes -.
Respecto al punto de reencontrar a quienes se apartaron, habría que insistir mucho a los sacerdotes que se encuentran ante un entierro, una boda, etc.; que están ante una oportunidad irrepetible de evangelizar. ¿Cómo se encontrarán si no, un auditorio lleno, con sentimiento, que ha ido a la Iglesia por x motivos, pero en el fondo, llevados allí por Cristo mismo? Él es quién invita y nosotros lo sabemos, aunque una persona esté en la Iglesia y no sepa que ha sido invitada por Cristo. ¡Cuántas oportunidades de evangelizaci´n perdidas en tantos momentos! Hay que aprovechar los "números" que aún nos ofrece un país de tradición cristiana.
Respecto a la centralidad del mensaje, aunque parezca obvio, lo olvidamos demasiadas veces en la Iglesia. Ójala y nos demos cuenta de que esto es tan sencillo y a la vez tan complicado como anunciar a Cristo e intentar el Encuentro de cada hombre con Él.
Saludos, rezaré por que sus post lleguen a los corazones de los cristianos.
Lo mismo digo a Alberto.
Perdona Juvenal, pero no entiendo mucho la pregunta. En mi párrafo final quiero decir que nosotros siempre tenemos que actuar con un acento de amor y de ayuda y de buena voluntad, sin condenar a nadie, porque eso es atributo de Dios. Pero eso no quiere decir que ocultemos la verdad, o que condescendamos admitiendo lo que no nos parece bueno, o criticando las enseñanzas del Papa para caer bien a los que están a la contra. Tenemos que decir lo que nos parece que es la verdad, lo realmente justo, de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia, pero sin mal humor, sin superioridad, sin condenar, invitando a reflexionar, a repensar, a buscar sinceramente lo que es bueno y lo que es lo mejor. La experiencia me dice que nos cuesta mucho trabajo combinar verdad y caridad, decir la verdad con humildad y amor, con anas de ayudar, sin enfadarnos y sin humillar o molestar a nadie. Pero no sé si es éste el asunto que te preocupa.
Y lo mismo digo a Antonio M. , yo no me meto a juzgar a los demás. Cada uno hace y dice lo que el Señor le inspira y entre todos lo hacemos todo.
Carmen, para convencer hay que hacer como cuando se quiere construir una casa, hay que buscar terreno firme donde aoyarse, y el gterreno firme de las personas son sus convicciones reales y profundas. Con los que niegan la existencia historica de Jesús, hay que llegar a ese nivel confidencial en el que dos personas se dicen cual es su verdad, lo que de verdad buscan, aquello en lo que de verdad creen y por lo que luchan, lo que les sostiene en la vida y es el fundamento de su estima y de su honestidad personal. Quieren buscar la verdad? quieren ser justos? quieren buscar un apoyo verdadero para su autoestima? Luego llevarlos al interés por la verdad y el testimonio de Jesús. Como no le va a interesar el testimonio de un "hombre" que ha transformado el mundo, que ha producido tantos hombres y mujeres admirables? Leer su historia, valorar su mensaje, aceptar su interpelación, su invitación a la fe, a la vida verdadera. En fin, hay que acompañar amigablemente a cada uno en el itinerario de su proceso personal. La pastoral de conversión se parece mucho al tratamiento de un enfermo, no se puede hacer en masa, ni con un esquema fijo. Puede haber modelos, pero luego hay que acompañar a cada uno y tener en cuenta los sintomas personales, las dificultades, las reacciones, etc.
Buenas noches amigos, desde Roma. Hoy he rezado ante la tumba de San Pablo. Qué modelo de discípulos!
Es verdad lo de la caridad y verdad. Curiosamente es algo que no se enseña ni se menciona en exceso, y es básico en cualquier diálogo. Su paciencia me ha enseñado mucho.
Un abrazo.
Yo le escribo como laico, no soy catolico, ni practicante ni creyente. Dejando al margen que practico un camino oriental, puedo considerarme mas o menos como un agnostico, o un ateo. Pero la mayoria de las personas con las que yo trato, son antiteas, cinicas, anticatolicas, renegadas. Solo desean ver el final de la Iglesia Catolica. Ocurre en todos los centros de enseñanza media de España. todos sin escepcion. Son lugares donde se pone a los alumnos y sus familias contra la Religion catolica, se les lava el cerebro de un modo "cientifico". Yo contribuyo a ello, siendo mi deseo lo contrario, pero todo lo que se enseña va contra la idea de Dios. Yo no soy antiteo, soy ateo, porque soy budista, pero el antieismo español es alarmante.
Yo puedo haber encontrado mi propio camino en el budismo, pero ese camino es un camino de minorias, no puedo ni imaginar que haya un diez por ciento de budistas en España. Los españoles eran catolicos, hoy son antiteos, presonas cinicas, falsas, hipocritas, mentirosas. Esto es una pena de pais. Se acabo la honestidad, la bondad. Los buenos sentimientos son considerados como idioteces, la gente está atrapada en la estupidez y la maldad.
Ustedes no tienen ya fuerza ninguna, es mas, todo lo que proponen solo causa mas reaccion en contra. Yo lo veo a mi alrededor, en el Instituto, nadie se atreve a defender la Iglesia, yo soy problablemente el unico que dice que no tengo nada en contra de la clase de religion, y eso ya es mucho decir. ¿Que está pasando aqui? Esto se hunde como el Titanic.
El sentimiento de desmoronamiento del que habla Miguel A. yo también lo siento. Y es palpable en cualquier ámbito. Pero no hay que dejarse atrapar por este ambiente. Hay que transformarlo y debe ser motivo para levantarse diariamente con la intención de hacerlo. Es una exigencia (al menos para los católicos) el no venirnos abajo aunque todo pinte tan feo. Lograremos más o menos, pero los talentos recibidos hay que gestionarlos adecuadamente.
Abrir la boca y pronunciar ciertas frases es motivo suficiente para lograr una dilapidación verbal ipso facto. Es verdad que muchas veces las réplicas responden más bien a reflejos condicionados tipo Pavlov, pero personalmente no detecto ánimo sincero de oponer debate y querer llegar al fondo de los problemas.
En mi Instituto hay dos o tres personas que se declaran catolicos y (curiosamente) tres que nos declaramos budistas. Hay empate, direis. No, no hay empate, uno de los llamados budistas, es un budista de boquilla, anticatolico y atrapado por la corriente de apostasia, que es increiblemente numerosa. Yo le digo, ¿pero para que vas a apostatar si ya has apostatado, subnormal (bueno esto no se lo digo, jeje)? Y el dice, es que yo quiero un papel que lo diga. ¿Que diga que? No hay ningun papel, eres tu y punto. ¿Y porque te metes con los catolicos, si son nuestros hermanos? Y es que lo son, porque el profesor de religion catolica está asustado, y viene a hablar conmigo, como diciendo, oye tu no eres como estos ¿verdad? Por supuesto que no, yo estoy por la Verdad como tu, no por la mentira y el cinismo.
Lo unico que se puede hacer es guardar silencio, como buda cuando le pregunto un filosofo sobre si Dios existia o no. Porque, como dice Jaime, si abres la boca eres hombre muerto.
Jesús iba delante y no se quejó por lo que le hicieron, perdonó y ello logró transformar a Simón y a sus hijos, como leemos en la Biblia. ¿Qué tenemos que temer si el que va delante de nosotros ha sufrido como ninguno de nosotros sufrirá jamás y se ha entregado como ninguno de nosotros lo hará jamás?
El ateísmo práctico es desgarrador. El indiferentismo y el paganismo, también. Pero la falta de voluntad para dialogar, para mantenernos en un respeto mutuo como base de la convivencia y el fanatismo anticatólico socavan la base social, las instituciones seculares, etc. A mí me gusta hablar con no católicos. No busco convencer, pero sí pido poder mostrar mi orientación vital. No quiero imponer nada. Me enriquezco escuchando opiniones tan contrarias a las mías, tratando de buscar palabras que ayuden a los demás y haciendo lo que está en mi mano por todos.
La apostasía buena es la de aquellos que se han dado cuenta de la verdad del socialismo y han decidido dejar de ser de izquierdas. La reacción a tanto desatino o parte de la sociedad o no esperemos que surja de la apoltronada casta política.
Juvenal, también a mí me parece que las exageraciones debilitan la fuerza de la verdad.
Miguel A. es verdad que he dicho eso y es verdad lo que tú dices, estamos viviendo un derrumbamiento cultural. A los españoles nos han metido en la cabeza como la vergüenza de nosotros mismos, nos avergonzamos de nuestro pasado, de nuestra cultura, de nuestra historia, y en vez de mejorarla y superarla, sin renegar de ella, nos llevan a la negación de nosotros mismos. Así una sociedad se disgrega y pierde su vigor. Estamos como desarbolados, desconfiando de nosotros mismos. A la deriva. Y dentro de esta ruptura espiritual entra también la ruptura con la fe, con la religión, con la moral. Vivimos algo tan absurdo como el privilegio de la transgresión. Pura adolescencia. Pura inmadurez. Respeto su itinerario, pero yo creo ver por debajo de sus expresiones la fe (llámele de otra maenra si quiere) en alguna realidad misteriosa e inasequible que sin embargo es el norte de nuestra vida. No me parece que sea tan relativista como a veces dice. Y perdón por la intromisión. Lo que hablais Jaime y Miguel A. es muy verdadero y muy importante. Quien busca la Verdad, aunque sea por caminos diferentes que nosotros es respetable, y será bendecido por Dios, pero lo malo es que muchos de nuestra gente no buscan nada, disfrutan negando, destruyendo, porque les han hecho creer que así son más modernos, más no sé qué... También estos son dignos de respeto y de mucha compasión, también tendrán su hora de iluminación y entonces podrán acoger una palabra de ayuda dicha con honestidad y con afecto. Hay que estar a su lado. Ser persona es vivir buscando la Verdad, una Verdad que consiste en el amor universal, buscando esa justicia profunda que nos viene de Dios, de El que es Amor y nos hace capaces de amar de verdad.
Que sepáis que en Roma he rezado por todos los que buscan conmigo la verdad y la bondad de Dios. El os bendiga.
Yo estoy muy convencido de que todas las exageraciones son malas, no convencen, no ayudan. A no ser que sea como táctica dialéctica para llamar la atención.
Es verdad, Miguel A. lo digo y lo mantengo. Es verdad que estamos viviendo un hundimiento cultural, a nuestra gente le han metido en la cabeza que hay que negar nuestro pasado cultural, porquen está todo contaminado de religión, de catolicismo, igual a oscurantismo. La poca cultura y la mucha visceralidad, y el prurito de estar a la última, en definitiva la poca reflexión y la poca profundidad personal, hace que mucha gente se lance por ese camino sin discurrir, sin ponderar las cosas. Ahora lo W"in" es negar todo nuestro pasado, emigrar a un mundo espiritual nuevo, sin raíces, sin hondura, sin calidad. Y en esa apostasía general entra también la Iglesia, la religión, la moral. Yo gtambien lo veo así, pero hago dos obdservaciones. Esto no es normal, tenemos que tocar fondo, tiene que haber reacción, y quizás está apareciendo ya en pequeños círculos. Segunda, para mí no se hunde la Iglesia, se hunden muchas cfreaciones humanas de la Iglesia, se pierden personas e instituciones. Pero la Iglesia es Cristo presente y actuante, ese manantial silencioso de Dios que se hace presente como pregunta, como iluminación en nuestros corazones.
En ese sondeo obtengo respuestas tan diversas que me aflijo pensando cómo hacer llegar un mensaje único a niños que viven realidades de fe tan dispares.
Soy consciente de que la mayoría se perderán, en pocos años, en el marasmo de la vida y las ideas "modernas".
Me consuelo pensando en que yo también me perdí y he regresado. Dios nos busca a lo largo de toda nuestra vida. Relativizo un poco la necesidad de impartirles conocimientos, acaso solo vuelvan a su casa: la Iglesia, recordando que cuando niños un catequista les habló de cosas que no consiguieron entender bien pero lo hacía lleno de respeto, de afecto.
Acaso mis niños solo necesiten que yo sea bueno, que yo sea un buen cristiano ¡vaya marrón! ¡Espíritu socórreme!
"hay que hacer Comunidades cristianas como la Sagrada Familia de Nazareth que vivan en humildad, sencillez y alabanza donde el otro es Cristo"
Yo soy de Venezuela / Zulia / Maracaibo
La paz con ustedes! Chao!
http://www.congresodeapostoladoseglar.org/congreso/FernandoSebastian.htm
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