La clase de religión, cuestión de vida o muerte
Clases de religión en tiempos de laicismo. Una charla a profesores de religión.
Ante todo quiero manifestaros mi admiración y agradecimiento. En estos momentos los profesores de religión estáis siendo la primera línea evangelizadora de la Iglesia. Y la más amplia. Tenéis en vuestras clases a muchos niños y jóvenes que no reciben apenas otra enseñanza religiosa que la que vosotros les podáis ofrecer. No la reciben en casa, porque muchas familias, aun de las que envían libremente sus hijos a clase de religión, no están en condiciones de educarlos cristianamente. No la reciben en la parroquia, pues muchos no van a catequesis. Sólo en vuestras clases oyen una palabra razonable sobre Dios, sobre Jesucristo, sobre la vida cristiana y el cristianismo.
Y esto lo tenéis que hacer a veces en condiciones difíciles, sin el apoyo de las familias que os los envían, en un clima de crítica y de incomprensión por parte de muchos de vuestros colegas docentes. Es sabido que en algunos casos los profesores de religión no son admitidos en los Claustros y son criticados y ridiculizados por algunos compañeros ante los alumnos.
Hemos dicho muchas veces que la clase de religión no es catequesis. Y no lo es. Pero es evidente que una buena formación intelectual acerca de los contenidos de nuestra fe cristiana, que los alumnos tengan una idea clara de lo que creen, del por qué y para qué creen es una parte muy importante de su formación cristiana, un soporte interior para la firmeza y la operatividad de su fe. En el cristianismo, fe y razón se purifican y se fortalecen mutuamente.
Especiales dificultades
Vuestra docencia en estos momentos es especialmente difícil. La enseñanza de los contenidos de la fe no es una enseñanza que deje a los oyentes indiferentes. Los contenidos de la fe son interpelantes, nos piden en el fondo del corazón pensar y sentir y obrar de una determinada manera. La fe es siempre una semilla, un verdadero programa de vida.
Cuando vuestros alumnos os oyen la explicación de la vida de Jesús, o sus consejos de vida sobre el amor al prójimo, el arrepentimiento de los pecados o la necesidad de la oración, en muchas ocasiones, sin poderlo remediar, reciben vuestras palabras a través de un filtro de prejuicios y malentendidos que hacen muy difícil el buen resultado de vuestra tarea docente.
Ellos no tienen la culpa. Vosotros sabéis perfectamente que están viviendo en un ambiente en el que, de manera implícita y a veces de forma muy explícita, otros pretendidos maestros les están enseñando otra manera de entender la vida y les están inculcando ideas y actitudes que les previenen en contra de lo que vosotros les podáis presentar.
Nuestros jóvenes oyen muchas críticas contra la Iglesia, contra la religión, contra la existencia de Dios y no digamos contra la esperanza de la vida eterna. Canciones, películas, programas de televisión les están presentando una visión del mundo y de la vida, una escala de valores, que les hace muy difícil aceptar sinceramente lo que vosotros les digáis en vuestras clases de religión.
No os extrañe que no acepten fácilmente lo que les decís. Antes de que pudieran pensar por ellos mismos, nuestra sociedad ya les ha ido mentalizando para que vivan como ateos prácticos. En nuestra sociedad hay una cultura atea que nos envuelve como un gas invisible. Un gas que adormece la sensibilidad y la conciencia religiosa y nos enseña a vivir sin contar con Dios para nada como si no existiera.
Los niños, que son como esponjas, asimilan del ambiente más de lo que nosotros pensamos, y en muchos casos asimilan con más credulidad lo que es destructivo y permisivo que lo que supone un esfuerzo y una responsabilidad.
Como no se trata de conseguir que los alumnos aprendan de memoria unas cuantas lecciones para aprobar, sino de ayudarles a comprender mejor lo que es su propia fe de cristianos, esa fe que tiene que regir y configurar su existencia, es preciso traspasar esa barrera de reticencias. En vuestras clases el objetivo no es simplemente enseñar sino convencer, llegar a configurar ese ramillete de convicciones profundas que nos acompañan y nos dirigen en la vida desde lo más profundo de nuestra libertad. No se trata de que adquieran unos conocimientos para saber hacer algo, sino de que adquieran unas convicciones que les ayuden a “ser” de una determinada manera, a ser cristianos, por dentro, desde lo más hondo de su corazón. La inteligencia no es lo decisivo en la vida del hombre, pero en un mundo de contrastes y de confusión es un fundamento indispensable de las convicciones fundamentales.
Conocer la cultura no cristiana
Decimos muchas veces que vivimos en un mundo no cristiano, pagano, pero no nos paramos a analizar y poner en claro las convicciones y los valores fundamentales de esta cultura atea que nos envuelve.
En lo que llamamos la cultura contemporánea, hay una inicial desconfianza respecto de lo que no se ve. Somos pragmatistas y desconfiados. El hombre quiere certidumbres y se atiene a lo que se ve y se toca, al mundo material. Más profundamente, se atiene a este mundo material porque se siente más seguro, se hace la ilusión de que en el terreno de las cosas materiales él es dueño y señor. Hay todavía rincones oscuros que no conocemos bien, se producen catástrofes imprevisibles que destrozan nuestros proyectos, pero tenemos la esperanza de poder llegar a comprender lo que no comprendemos todavía y a dominar lo que aún se escapa de nuestro control. En la cultura actual el hombre tiende a vivir como si fuera el dueño absoluto del mundo y de sí mismo. Prefiere que no exista nadie por encima de él. Sentimos la embriaguez del poder absoluto. Nuestro pragmatismo nos ha hecho materialistas y nos sentimos vanamente los reyes del mundo.
Si somos nosotros los dueños absolutos de nuestra vida y del mundo en el que vivimos, es lógico que nos consideremos absolutamente libres, del todo libres para hacer lo que mejor nos parezca con el fin de ser felices. Tenemos derecho a ser felices, y para eso contamos con una libertad omnímoda y con el dominio absoluto de la naturaleza “sin limitaciones de orden moral”. “En adelante será natural lo que nosotros digamos”, escribía recientemente una política de izquierdas sin saber muy bien lo que decía. De esta manera, el poder político, los gobernantes se convierten en semidioses, capaces de aumentar ilimitadamente nuestros derechos y libertades.
Poco a poco, ley tras ley, el gobierno trata no sólo de resolver los problemas de la convivencia, sino que pretende configurar la vida social y aun la vida personal y familiar de los ciudadanos según esta nueva manera de ver las cosas. No exagero. ¿Habéis leído aquel manifiesto socialista que se titulaba “Democracia, libertad, religión”? Era muy aleccionador. Venía a decir lo siguiente: Las religiones monoteístas producen intransigencias y fanatismos, provocan conflictos, no son buenas para la democracia ni para la convivencia. Es preciso inculcar otra manera de ver las cosas y otros principios morales más permisivos y más aptos para la vida en democracia. Hay que inculcar a las nuevas generaciones un nuevo sistema moral basado en el consenso. El crisol donde se elaboran estos consensos es el Parlamento y su promulgador es el gobierno. Y la conclusión era definitiva, el instrumento para esta reeducación de los ciudadanos es la nueva asignatura de “Educación para la Ciudadanía”. Sin comentarios.
Esta nueva, y ya vieja, cultura induce a la búsqueda de la propia felicidad mediante el ejercicio de la libertad en el uso ilimitado de las cosas de este mundo. Es permisiva y consumista. El propio cuerpo entra en el mercado del consumo. El cuerpo es mercancía para divertirse. Esto enseñan los partidarios del sexo sin hijos y sin amor. Esta manera de pensar centra a las personas en la preocupación por el propio bien, favorece el egoísmo, desarrolla el desamor más que el amor, y hace que las costumbres y las instituciones sociales fundadas en el amor resulten incomprensibles e imposibles. El respeto a la vida de los débiles, la fidelidad en el amor esponsal, la gratuidad y la benevolencia en las relaciones humanas, eso son conceptos y modos de vida de otra cultura. En esta cultura es imprescindible la permisividad y la indiferenciación sexual, el aborto, el divorcio, la eutanasia, son las nuevas instituciones acordes con la nueva cultura. Detrás de esta entronización del egoísmo hedonista y materialista está el relativismo y acechan la frustración y el nihilismo. Este es el recorrido y la creación de nuestra libertad cuando pierde su orientación hacia el Bien verdadero, o reniega de El como una amenaza de su señorío.
Pero ocurre que no somos creadores, ni el mundo es como nosotros digamos, ni siquiera nosotros podemos hacernos como nos parezca mejor. Somos hombres, hechos a imagen y semejanza de Dios. No podemos prescindir de El ni lo podemos negar sin negar la verdad de nuestra existencia. El que se empeña en ser otra cosa de lo que realmente es termina estrellándose contra su propia realidad. El mundo no es opcional. Las cosas son como son. No deja de haber sol porque yo diga que no lo hay. Puedo cerrar los ojos, puedo volverme de espaldas a la luz, pero el día seguirá brillando aunque yo quiera condenarme a la oscuridad.
Bien, en este mundo, que vuestros alumnos perciben y asimilan aunque no sean capaces de analizarlo ni describirlo, tenéis que actuar ayudándoles a descubrir el mundo de la fe, el mundo verdadero, creado y querido por Dios, el mundo al cual ellos pertenecen, en el cual están con Cristo y por Cristo, en virtud de su bautismo y de la fe que llevan infundida en su corazón. No tengáis miedo, ellos os van a entender, vuestras palabras van a encontrar eco en sus corazones porque son miembros de Cristo, porque son hijos de Dios, porque están espiritualmente situados en el mundo verdadero de la redención y de la gracia. Hablar de Dios y de Jesucristo y de la vida eterna, hoy, a nuestros jóvenes, no es fácil, pero si lo hacemos bien, nuestras palabras llevan una carga de autenticidad que derrumban todas las barreras y levantan clamores de alegría y de gratitud. La asfixia exterior es tal, que el cristianismo comienza a ser para nuestros jóvenes una novedad liberadora y exultante.
18 comentarios
Monseñor yo le doy las gracias por este precioso aplauso a todos los profesores de Enseñanza Religiosa. Yo espero, dentro de dos años, si Dios quiere, terminar esta Licenciatura. Y debo de decir que he aprendido más en un año que en 40 años de vida que tengo. No sólo aprender, sino comprender que lo que había dentro de mi corazón no estaba errado.
Me imagino que como yo habrá muchos, (al menos eso espero) a los que si se nos ha enseñando pero que lo hemos perdido.
Muchas gracias.
Gracias por los ánimos que da usted a los profesores de religión. Pero debemos tener bien claro que muchos de los profesores de religión son de todo menos de religión católica. No es sólo que den una moral y ética contraria a la católica, es que dan contenidos contrarios al Magisterio. Muchos ni siquiera creen en el CREDO católico, ni en los sagramentos, ni en cosas tan básicas como el cielo, el infierno, el pugatorio.
Muchos enseñan a un Jesucristo sólo hombre revolucionario social, salvador del materialismo que nos invade y lo enfundan en la Teología de la Liberación y lo cubren en la nueva Telogía de la Secularización al ritmo de la penetración de la Educación para la Ciudadanía (adaptación lo llaman muchos colegios católicos concertados que insisten en dar EpC)
Esta es la situación de la Iglesia en España (especialmente en Cataluña). Y es una situación a la que nadie quiere poner coto, ni mucho menos acabar con ella.
Sin embargo, quedan algunos valientes que no tienen miedo de hablar de Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre, de los sagramentos, del cielo, del infierno y del purgatorio.
Quedan algunos valientes que hablan del sublime valor de la Santa Misa, de la transustanciación, del poder de la oración, de la Sagrada Familia, y de tantas y tantas otras cosas.
Quedan algunos, muy pocos, profesores de Religión Católica en España que fieles al Magisterio lo ofrecen y lo enseñan a los niños y jóvenes, y les enseñan la moral católica en todos sus aspectos sin tabúes y sin coplejos.
Aún quedan algunos valientes que realizan toda esta labor con dignidad bajo el fuego enemigo externo y, el peor de todos, el interno; teniendo que soportar tanto miedo, estulticia, pusilanimidad e insultos y ataques y, lo que es peor de todo, enemigos que disfrutan de silencios muy sopechosos y de protecciones en Nuestra Propia Casa.
Monseñor Sebastián, créame que sé de lo que estoy hablando y ruego a Dios por que algún día nuestros obispos y pastores sean valientes, den la cara y salgan en defensa de la Religión Católica y denuncien a todos aquellos que en nombre de la Iglesia enseñan en contra de la Iglesia y del Magisterio y atacan al Papa. Ruego par que esos valientes obispos algún día apliquen de una vez por todas el Derecho Canónigo contra nuestros enemigos.
De todas formas, le agradezco la carta Monseñor Sebastián, y le aseguro que rezaré por usted, por el Papa y por nuestra Iglesia: Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana (cinco caracteristicas que muchos profesores de Religión niegan y combaten dentro y fuera de los seminarios, dentro y fuera de los colegios e institutos). También rezo por ellos porque la oración es el poder más grande que existe.
Dios le Bendiga Monseñor Sebastián.
Me alegro mucho de su artículo, puesto que comparto su idea de la importancia de una asignatura de religión bien impartida. Y me alegro sobre todo de que haya puesto el dedo en esta llaga: la del ambiente hostil en el que tienen que desenvolverse los profesores de religión.
Los alumnos, en efecto, además de hallarse inmersos en un ambiente de ateísmo práctico, escucharán sin duda las burlas de algunos profesores. Quizá del profesor de filosofía, o del física, o del biología: ¿Qué sentido puede tener una asignatura de religión, hoy día, cuando ya sabemos claramente que Dios no existe?
Ahora bien, precisamente aquí yace una buena oportunidad para tratar de abrir la mente de los alumnos hacia la perspectiva religiosa. Pues lo cierto es que los argumentos que los ateos suelen emplear contra la existencia de Dios no son fuertes, y sí que lo son los indicios de Dios que pueden extraerse de lo que la ciencia actual nos enseña sobre la racionalidad del universo, y la peculiar arquitectura del mundo.
En la adolescencia, los chicos poseen una capacidad de reorientación maravillosa. Y un buen argumento puede hacerles romper con muchas inercias mentales. Quizá porque aún no están tan arraigadas en su mente. O quizá porque la adolescencia es un periodo de búsqueda. En estas condiciones, si el profesor de religión tuviera una sólida base de teología natural (sobre todo por lo que toca a los indicios naturales de la existencia de Dios), podría ejercer una influencia muy positiva en sus alumnos: Les arrancaría los prejuicios cientifistas contra la religión, les mostraría que una persona religiosa no es alguien que ha dejado aparcada su razón, y les predispondría a escuchar el resto de la asignatura con más atención.
Desgraciadamente, mi experiencia me inclina a pensar que los profesores de religión de nuestro país no poseen una buena formación en teología natural. De manera que, ante cualquier crítica que les llega disfrazada de argumento científico, se salen por la tangente, y se quitan de enmedio como buenamente pueden. Una pena. Sobre todo porque los alumnos lo notan, y sacan conclusiones.
Un cordial saludo, y muchas gracias por su blog.
Conozco de primera mano el tema de los profesores de religión porque me toca muyde cerca. trabajo en un colegio y conozco la labor que realizan. Le puedo decir que, aunque habrá excepciones, como en todo, en general suelen ser personas muy preparadas que se dejan la piel en el empeño de transmitir el mensaje de Jesucristo y las enseñanzas de la Iglesia a sus alumnos. Es más, yo diría que incluso se esfuerzan más que los otros porque saben que tienen que ganarse su alumnado día tras día (la materia es optativa y la alternativa es "nada"). En Murcia, donde yo vivo se les pide formación permanente. No sé si sucederá algo similar en el resto de España. Le tengo que decir que en el instituto donde estudian mis hijas, una de las profesoras de religión está entre los profesores mejor valorados del centro por su valía profesional y humana, por supuesto, siempre en comunión con la Iglesia. Si los hay que enseñen cosas que no están en el Magisterio de la Iglesia, de seguro que deben ser la excepción. Mi mayor reconocimiento hacia ellos.
Me explico, yo misma obtuve el titulo de profesora de religión para Bachillerato(DEI se llamaba entonces ) aunque nunca he ejercido de tal.
En ese centro teologico habia muchas personas buenas y con mucha ilusión pero tambien, -aun dentro de mi ignorancia,- yo intuia deficiencias, errores y falta de claridad en temas, en particular en algunos profesores.
Me acuerdo que esto me suponia mucha pena pero me llevaba a rezar .
Uno hace lo que buenamente puede; lo primero, cada día, rezar por mis alumnos, por su conversión, y pedir al Señor que, por lo menos, yo no sea un obstáculo para su débil fe. Hacerles vislumbrar un poco la belleza de la fe cristiana no sería poca cosa; mostrarles la razonabilidad de lo que creemos es mi preocupación. Pero desde luego, como Ud. decía no hace mucho, no tenemos que tener ningún complejo. Lo que proponemos, la auténtica fe de la Iglesia, es superior a todo lo que hoy les proponen.
Saludos cordiales.
De verdad piensan que la moral no existe fuera de las religiones?
http://www.gees.org/cartas/
donde encontramos un apoyo claro a la clase de Religión.
Un saludo
El alma tiende a Dios, que es su Creador y Señor y entonces el estado de contradicción engendra neurosis y desequilibrio afectivo.La moral natural del hombre, es el único mecanismo de defensa y cuando surge la tentación verdadera, esta barrera desaparece pronto.
Hace falta educación religiosa desde los comienzos, para que el árbol crezca recto y no se tuerza.No hay que caer en el pesimismo, pués a pesar de todo creo que el bién sobreabunda al mal por puro instinto de conservación.Los profesores de religión están en vanguardia y en las trincheras defendiendo su posición. Ni un paso hacía atrás.Todos los laicos defendiendo a Dios y a la Santa Madre Iglesia- sin retroceder un solo paso- y pedir a Dios y al Espíritu Santo ayuda que la envía siempre a chorros de luz.La oración es muy importante.Juan Pablo II, rezando con fuerza a la Virgen María, hizo caer el telón de acero soviético y marxista.
Ánimo profesores valientes y hacer todo lo que dice Monseñor Sebastián, con la cruz alzada ( en nuestro pecho o en nuestros corazones) VAMOS A GANAR.
Fuerte abrazo cristiano a todos.
Y alabado sea Dios¡¡.
Sus escritos nos hacen un gran bien, sea cual sea el tema que plantea y los leo con mucho provecho. No obstante, lamento que su blog se encuentre alojado en una página que da cobertura a un grupo anónimo llamado Germinans que, seguramente usted desconoce, y que se ha dedicado y se dedica a difamar y calumniar al señor cardenal de Barcelona y a sus inmediatos colaboradores, en especial al rector del seminario.
Pienso que es suficiente con la información que le facilito para que usted decida qué es lo más conveniente hacer.
Suyo en Cristo.
Miraré el artículo indicado por Julia, gracias. Y gracias por el entusiasmo que nos transmite Fdo. María. En cuento a la cuestión que Albert me plantea, desconocía la existencia de ese grupo, no sé que vinculacion o que grado de colaboración pueda tener yo, pero me enterare y me lo pensaré. Gracias. Buenas tardes y Dios con todos.
En cuanto a lo que dice Albert, parece que no es éste el lugar; tiene la dirección del coordinador y del editor de Religión en Libertad. Acusar de calumnias a quienes escriben en Germinans es muy sencillo. Probar que es falso lo que Germinans denuncia es mucho más difícil. Si la perspectiva de Albert es la de Som Esglesia, Esglesia Plural, Forum Alsina y otros similares, allí tiene su lugar. O acaso pretende que Mons. Sebastián se junte con los del "volem bisbes catalans"...
Pienso que si no se está trabajando en este sentido, los resultados no serán los óptimos, y en este asunto las medianías y tibiezas son lo peor. Vendría muy bien que se pudiesen hacer Fernandos Sebastián Aguilar como el que hace churros.
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