Hijos de la Resurrección
Comenzamos a ser cristianos por nuestra fe en Cristo, reconocido como Hijo de Dios encarnado, muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra salvación. Una fe, por supuesto, profesada con la Iglesia, sellada y confirmada por los sacramentos. Esta fe es una estrecha relación personal con el Cristo real que, ahora, es el Cristo resucitado, sentado a la derecha del Padre y constituido Señor de vivos y muertos.
Creer en Cristo resucitado es unirse espiritualmente con El, aceptar que esté presente y actuante en nosotros, dejarnos llevar por su Espíritu, participar de su vida de Hijo de Dios resucitado. Por eso, en virtud de esta unión con El, somos ya ciudadanos del Cielo, vivimos anticipadamente la verdad de la resurrección, estamos espiritualmente con El junto a Dios. Lo dice así San Pablo bendito: nuestra vida, lo que realmente vivimos los cristianos, está con Cristo junto a Dios. Esto ahora no se ve, pero un día se verá.
Y ¿cómo es esta vida que compartimos con Cristo resucitado? En primer lugar vida de hijos de Dios, hijos pequeños, hijos adoptivos, pero hijos verdaderos, que estamos ya en regazo de Dios, nuestro Padre, recibimos su vida, disfrutamos de su amor y deseamos vivir del todo en su presencia. No olvidemos que la esperanza es un deseo, un deseo fuerte y eficaz. Esperar la vida eterna es desearla, orientarnos hacia ella, ir acercándonos cada día a ella por la escalera del amor y de las buenas obras.
Los cristianos vivimos unidos a Cristo resucitado por la fe y el amor, junto a Dios, compartimos su vida de resucitado. La vida de Jesús resucitado, que compartimos con El, la podemos resumir en dos actividades fundamentales: la alabanza y el amor. Alabar a Dios, disfrutar de su bondad y de su belleza y ayudar a los demás, quererles, ayudarles a vivir en la verdad, en esta verdad definitiva que es la vida con Cristo en Dios. Todo lo demás es secundario, relativo, pasajero.
Mientras estamos en este mundo, la suprema sabiduría, la vida verdadera consiste en ver y vivir la verdad de las cosas desde esta hondura de la vida con Dios en Cristo. Ver desde ahí cada momento, cada circunstancia, cada actuación o relación, alegría o sufrimiento que nos toca vivir. Verlo todo y valorarlo todo desde esta perspectiva que es la perspectiva última y definitiva de nuestra vida, de modo que la esperanza de la vida eterna vaya de verdad guiando y configurando nuestra vida, nuestros hechos, nuestras preferencias, el empleo de nuestro tiempo, el destino de nuestros bienes, el ejercicio de nuestras facultades. El amor a Jesús, la devoción a la Virgen María y a los santos nos ayudan a vivir en esta perspectiva de resurrección.
Esto es lo que quiere decir San Pablo cuando dice que somos criaturas nuevas, que hemos nacido a una vida nueva, que hemos pasado de la muerte a la vida. Esta es la “vida nueva” a la que hemos nacido por fe y el bautismo. Y esto es lo que quería decir Jesús cuando decía que “hay que nacer de nuevo”. Creer en Cristo, bautizarse en el nombre de la Santa Trinidad, es esto, comenzar a vivir teniendo el corazón en el Cielo, con Cristo, en Dios, y, como consecuencia, vivir las cosas de este mundo en continuidad con esta comunión espiritual con Dios que es la verdad de su Reino que nos ha llegado con Cristo.
Nuestra tendencia natural, en la cual continuamos viviendo aun después del bautismo, mientras no nos convirtamos de verdad, es muy diferente. Vivimos en este mundo como si fuera nuestra morada definitiva, nos dejamos envolver y dominar por las cosas y los acontecimientos de este mundo como si fueran definitivos. Y luego, si somos creyentes, dejamos una puerta abierta por si acaso. No es así. Creer en Jesucristo supone y requiere dar el salto por encima de esta vida y de este mundo, dejarlo atrás, es decir, morir a esta forma de vida, y situarse de corazón en la vida celestial, junto a Dios, con Cristo, para luego vivir desde allí, en oración y caridad, toda las oportunidades de este mundo.
Os dejo unos textos para meditar: Jesús, en la hora de la despedida, nos dice que nos va a enviar el Espíritu Santo, y que cuando llegue ese momento “comprenderéis que yo estoy en el Padre, vosotros en mi y yo en vosotros” (Jn 14, 20); “Te pido que todos sean uno. Padre, lo mismo que tú estás en mi y yo en ti, que también ellos estén unidos a nosotros… Padre, yo deseo que todos estos que me has dado puedan estar donde esté yo… para que el amor con que me amaste esté en ellos y yo mismo esté también en ellos” (Jn 17, 24-26). “Si habéis resucitado con Cristo vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Pensad en las cosas de arriba, no en las de la tierra… revestíos del hombre nuevo… revestíos del amor que es el vínculo de la perfección” (San Pablo en Carta a los colosenses, 3, 1-3. 10.14). “Así el mundo podrá creer que tú me enviaste” (Jn 17, 21).
Esta experiencia tiene que ser el punto central de nuestra fe y de nuestra vida, ésta es la mística del cristianismo, lo que le da fuerza, de donde tiene que nacer todo lo demás. Hay que vivir esta intimidad para luego poder ser testigos de la verdad de Dios ante los demás. Quien no ha sentido la fuerza expansiva y creadora de esta experiencia fundante no podrá ser nunca verdadero testigo ni verdadero apóstol.
15 comentarios
No morir a esta vida ( cosa imposible si no es muerte verdadera ) sino ordenarla hacía Dios y el prójimo, para poder conseguir una VIDA mejor en el mundo futuro.
Saludo cristiano.
¡¡¡ Feliz Pascua !!!.Muchas gracias por lo que nos dice para que reflexionemos.
me ha llamado la atención una de sus frases :
"...disfrutar de su bondad y de su belleza "
Hubo un tiempo en el que pensaba que los de ser "místico" era cosa de ciertos elegidos, de una minoría de privilegiados . Hoy sé que todos PODEMOS ser "místicos" y "disfrutar de su bondad y belleza".
Disfrutar de Dios...
La resurrección de Cristo, promesa de resurrección para todo hombre que viene a este mundo, es capital porque significa que Cristo entra en su gloria a la cabeza de la humanidad entera.
Del mismo modo que en Adán mueren todos, así todos vivirán en Cristo. (1Cor.15:22,23).
Para mi lo importante no es que Cristo haya resucitado sino que está vivo.
En la resurrección de Cristo, no solo ha saltado la losa del sepulcro, sino que ha hecho saltar todas las barreras que nos encerraban en nuestras prisiones terrenas: clases, razas, lenguas.”Ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. (Gal. 3:28).
Como cristiano y como creyente tengo la esperanza y la certeza de que nuestro cuerpo habrá de semejarse al de Cristo, haciéndose participe de ese maravilloso poder de hacerse presente a todos aquellos a quienes amamos.
Si nuestra esperanza en Cristo se limitara a los límites de esta vida seriamos los más desgraciados de todos los hombres.
Le pido al Señor saber atisbar lo que es vivir con el corazón en el Cielo...como Hija de la Resurrección.
El misticismo de vivir mirando al cielo, ese entramado de palabras de comunión espiritual con Dios, nos lleva a no ver al vecino que las está pasando mal, al mundo que se consume de miseria. 4000 años de comunión celestial, no nos has llevado a un mundo mejor.
Descendamos de los cielos y sintamos empatía por lo que nos rodea.
No se sientan ofendidos, en el mundo hay otras formas de pensar, que desean el bien al prójimo.
Paz
¡Que esta pascua sea para nosotros el aporte espiritual en nuestras vidas y lo vivamos como evidencia de nuestro amor por Cristo!.
Feliz pascua, aleluya, aleluya.
Saludos: Ferran (Barcelona)
Cristo ha resucitado. Si alguien conoce el trasfondo de los estudios sobre la Sábana Santa y, sobre todo, la repercusión de este acontecimiento sobre la historia de la Humanidad no podrá quedar impasible.
Dios se nos hace presente. Cristo vive hoy. Los cristianos, unidos como los apóstoles, podremos comprobar cómo Jesús sale a nuestro encuentro.
Dios lo haga posible, a través de nosotros.
Estoy de acuerdo contigo, pero tampoco te confundas ni confundas lo que es el verdadero misticismo. Y sobre ayudar a los demás, totalmente de acuerdo, PERO recuerda esto que dijo Jesús: " Sin Mí, nada podéis hacer "(Jn 15, 5 ). " El que no está conmigo, está contra Mí; y el que no recoge conmigo, desparrama." (Lc 11, 23 ). Y estar totalmente unido a Jesús es el verdadero misticismo que producirá frutos abundantes.
Creo que debemos mostrar que ha resucitado y no solo con palabras sino con nuestra forma de vivir. Flavia estoy de acuerdo contigo:Teresa de Calcuta que vivía para los más pobres de los pobres era un alma de oración, no sólo persona que rezaba y lo mismo todas las asociaciacione, misioneros y fundaciones de la Iglesia que se dedican a estas cosas
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