El martirio en la vida de todos los cristianos (III)
¿Qué es el martirio?
El mártir, con su muerte, en la firmeza de su testimonio, a pesar de la debilidad de su carne, hace visible lo invisible, como si lo tocara con las manos, muestra de manera casi palpable la soberanía de Dios y la inminencia de la vida eterna, de este modo consuma su fe, alcanza la plenitud de su libertad y de su amor, trasciende lo terreno, consuma su esperanza y entra directamente en la posesión de las promesas. El martirio es la denuncia de todas las idolatrías y la victoria sobre todos los totalitarismos.
Conviene subrayar que la naturaleza del martirio no consiste simplemente en el hecho de la muerte ni del sufrimiento. El martirio es el mantenimiento de la fe, la firmeza del amor y la consumación de la esperanza, por encima del amor a esta vida, la superación de toda reserva y la consumación del amor precisamente con ocasión de la muerte irremediable. La muerte hace crecer hasta el límite la adhesión y el amor del testigo al Dios vivo. En eso radica la fuerza invencible de su testimonio.
Una vieja cuestión teológica, que parece no tener relación con lo que estamos tratando, como es la discusión acerca de los motivos de la Encarnación del Verbo -Utrum si homo non peccasset Deus incarnatus fuisset nos ayuda a descubrir el verdadero significado del martirio y a encuadrarlo en el conjunto de los planes divinos.
Desde hace muchos años el estudio y la meditación de la Escritura me llevaron a pensar que la Encarnación del Verbo era la razón y la consumación de toda la Creación, obra del amor y de la magnificencia de Dios. “Todos las cosas fueron creadas en El y para El, para que se manifieste la gracia y la grandeza de Dios”.
Sin la ignorancia y la malicia de los hombres, sin las asechanzas del Maligno, la vida de Jesús en el mundo tendría que haber sido pacífica y gloriosa, como le correspondía al Hijo de Dios. Fue el pecado, el oscurecimiento de la mente de los hombres, el recelo contra Dios y el confinamiento del hombre en un mundo cerrado a la gloria de Dios, lo que provocó el rechazo de Jesús por los dirigentes de su pueblo, como instrumentos del Maligno, e hizo inevitable los horrores de su pasión y de su muerte.
Jesús no vino a este mundo para morir, sino para manifestar la gloria del amor de Dios, para hacernos hijos en El y con El y conducirnos así hasta la vida eterna de la Trinidad. Pero en un mundo dominado por el pecado, este objetivo, que era la razón y el centro de su vida, no pudo alcanzarlo sino soportando y superando los dolores de su pasión y las tinieblas de su muerte. De este modo, a pesar del poder del pecado, consumó su piedad y su amor y fue constituido Señor de la vida y de la muerte, Principio y Causa de salvación para todos los que creen en El. La capitalidad de Jesús, la unificación de todas las creaturas, no fue solo salvación, sino también redención. Para llegar a ser Cabeza de la creación entera tuvo que pasar por la prueba de la Cruz, de esta manera se engrandeció su obra y la gloria del amor de Dios.
De la misma manera, nuestra filiación divina no lleva necesariamente aparejada la angustia de la muerte, es una vocación de vida, pero el pecado hace que tengamos que pasar por la renuncia a esta vida cerrada a la gloria de Dios para poder renacer a la comunión con el Padre y a la vida santa de los hijos de Dios. Es el pecado del mundo el que se resiste contra la luz de Dios, son los dominados por el poder del Maligno los que no quieren venir a la luz, ni soportan la luz “porque sus obras son malas”; “todo el que obra mal detesta la luz y la rehúye porque teme que su conducta quede al descubierto” (Jn 3, 20).
La vida del cristiano, como la vida de Jesús, provoca el rechazo y el odio de los que ven amenazado su proyecto de vida, sus pretensiones de libertad superior a toda norma, la afirmación orgullosa de su dominio absoluto sobre el mundo. La luz es odiosa para los que aman sus tinieblas. El amor es irritante para el que vive encerrado en su egoísmo. La violencia de los perseguidores es el reconocimiento de la sinrazón de la vida sin Dios. El hombre sin Dios necesita extinguir la luz para vivir feliz en sus tinieblas.
27 comentarios
Creo que hubo una controversia –corríjame si me equivoco- entre Santo Tomás de Aquino y Duns Scoto, precisamente acerca de los motivos de la Encarnación. Si se acepta la “teoría de la satisfacción” de Anselmo de Canterbury, parece deducirse que la Encarnación tiene lugar por la necesidad de la Redención. Creo que era la tesis sostenida por Santo Tomas. La otra, la de Duns Scoto, parece estar más cercana a la que usted nos muestra en su magnífico artículo cuando dice que " la Encarnación del Verbo era la razón y la consumación de toda la Creación, obra del amor y de la magnificencia de Dios” y añade “Jesús no vino a este mundo para morir, sino para manifestar la gloria del amor de Dios, para hacernos hijos en El y con El y conducirnos así hasta la vida eterna de la Trinidad.”
Le confieso que me ha producido una gran alegría leer sus palabras. No se puede explicar mejor. Me gustaría añadir que Ireneo y Tertuliano ven a Dios creando al hombre como anticipo de Cristo, esbozo, cuya realidad, Cristo lleva a su plenitud en la Encarnación. El es el hombre perfecto, es la meta a la que todos estamos llamados, a ser “otros Cristos”, “el mismo Cristo”. ¡Qué grandeza la del hombre creado en referencia y ordenación a Cristo! El Vaticano II recoge este texto de Tertuliano: “lo que Dios expresaba en ese barro de la tierra al formar a Adán, era la idea de Cristo, el hombre por venir, el Verbo hecho carne” (G.S. 22). También aparece en el Catecismo de la Iglesia Católica.
Mons Sebastian, le llevo leyendo desde que empezó aqui, en este pequeño lugar que nos ha dado Dios.
Bueno todo el mundo me dice que soy muy quisquillosa, y que a veces hago preguntas un poco "raras. Mi mayor deseo en esta vida es agradar a Dios y por eso a veces pregunto cosas que para los demás son obvias, pero para mí no. Entonces suelo callarme y meditarlas en mi corazón.
En fin allá va mi pregunta y que sea lo que Dios quiera: ¿Cree usted que se puede ser martir en vida?. ¿Que muchas veces tenemos aguijones en la carne, de los que no podemos separarnos?. ¿y que Dios en su magnifica gracia nos condece el don de maravillarnos de su benevolencia cada dia de nuestras vidas, y ser testigos vivos de El, aun a pesar de tenerlos?
Muchas gracias de antemano
A veces pienso que, a lo largo de la historia universal y personal de los hombres, cuando el hombre quiere vivir "como si Dios no existiera" acaba con la muerte del hombre. Es decir, que la muerte de Dios termina, incluso en el discurrir de las ideas en la historia, en la muerte del hombre. Me gustaría poner algún ejemplo de esto, pero quiero ser breve. ¿Estarí usted de acuerdo cn esta afirmación? ¿Se puede proponer a los hombres, con base en la historia, que es mejor vivir "como si Dios existiera"?
Lleva la Iglesia dos mil años predicando la salvación del hombre gracias al martirio de Cristo y es hoy el día en que tú ofreces la alternativa. Pides a la Humanidad que eche cuentas, recapacite y viva como si Dios existiera. Así la fe sobra. Todo es pantomima, una hipocresía supersticiosa. Cuando, transcurridos varios siglos, les preguntasen a nuestros descendientes que qué hacen, responderían que viven como si Dios existiera porque el 5 de mayo de 2008, un tal Alberto hizo sus deducciones y lo propuso para la buena marcha de la historia universal o personal de los hombres. Muchos saludos a todos.
Cuca, la discusión no fue entre personas sino entre "escuelas", pues Escoto no fue contemporáneo de Sto. Tomas. Mi postura es integradora, descriptiva, realista, creo sinceramente que se ajusta a las Escrituras, a muchas afirmaciones de los Padres, incluso a mi me parece que es la verdadera postura de Sto. Tomás (no así de muchos tomistas). El Verbo se encarnó "para alabanza de la gloria de Dios y a la vez para alabar a Dios rescatándonos del poder del pecado por medio de su sangre". No se puede pensar en una Encarnación ideal en un mundo sin pecado. El mundo al cual vino el Hijo de Dios, era un mundo pecador, y por eso su vida en el mundo implicaba asumir y vivir la muerte para consumar la fidelidad y obediencia al Padre, quebrando y superando en su propia carne (=vida mortal) el poder del Demonio y la esclavitud a los bienes de este mundo. Entre paréntesis, la descripción platónica del Justo rechazado y perseguido está en el tratado De la República).
Entendiendo el martirio en un sentido genérico, es evidente que podemos y debemos ser testigos de la verdad y de la bondad de Dios con nuestra vida, a pesar de nuestras debilidades. Cómo? sacrificándonos por el bien de los demás, como sea, como podamos, en nuestra vida concreta. El testimonio es convincente cuando sacrificamos un bien posible por vivir de acuerdo con nuestra fe. Por eso no es aceptable ese cristianismo "blando" que algunos proponen, que quiere estar bien con todos y no renunciar a nada.
Vivir "como si Dios no existiera" siempre comporta una mutilación y una deformación del ser espiritual y moral del hombre, hechos para ser interlocutores de Dios, hijos de Dios. La condición para ser persona es, al menos, buscar la verdad y el bien hasta donde podamos. Quien vive sinceramente en esta actitud está cerca de Dios. Si uno pretende vivir negando la existencia de Dios o la obediencia a El, en eso mismo se sitúa contra la verdad, contra la verdad del mundo y contra nuestra verdad interior. Y no creo que sea cuestión de hipótesis intercambiables sino de actitudes fundamentales de la vida, actitudes que configuran globalmente nuestra persona, nuestra manera de estar ante el mundo, ante los demás, ante la realidad entera. Para ver resultados basta comparar vidas de personas representativas, que han hecho profesión pública de una cosa o de otra. Claro, se puede decir, tenemos que tratar de mostrar con nuestra vida que vivir ante la verdad de Dios es más humanizador que lo contrario. Lo que pasa es que luego cada uno es dueño de su libertad y hay muchos condicionantes oscuros que influyen y enturbian las decisiones de las personas. De nuevo el misterio de la libertad. La humildad y la honestidad son indispensables para encontrar la verdad y llegar a vivir a gusto en la presencia de Dios. Siempre con la ayuda de su gracia prometiuda a todos. Saludos, amigos. Que la luz de Dios ilumine siempre nuestras mentes.
Conocí a un sabio profesor de Teología Fundamental que -respecto al tema de la creencia en Dios- planteaba que el hombre puede tomar una de estas tres posturas:
1) No hacerse preguntas. Cuando el hombre se interroga sobre el origen y el destino del cosmos y la humanidad. Sobre la vida y la muerte, el sufrimiento, la enfermedad y el sentido... Se cuestiona sobre cosas que le sobrepasan. Así que mejor no hacerse preguntas. Esto equivale a renunciar a vivir humanamente.
2) Otro planteamiento es el de aquel que llega a plantearse las preguntas fundamentales que todo hombre se hace desde que tiene conciencia de sí mismo. Es decir, que no renuncia a ser hombre. A usar la razón para llegar a encontrar algo de luz en su vida, para encontrar la verdad que anhela, pero llega a la conclusión que no hay respuestas a tales preguntas y que la ciencia empírica no puede -al menos por ahora- darlas. Ideología positivista.
3) El tercero, es el del que busca, se interroga, se deja interpelar por la realidad y encuentra razones para creer pues la fe no es algo irracional sino muy razonable y tenemos buenas y sólidas razones para creer.
Las dos primeras posturas llevan a vivir como si Dios no existiera. No niegan ni afirman su existencia, simplemente renuncian a encontrarlo.
La tercera apuesta por la fe razonable, razonada. Esto es, la razón iluminada por la fe hace que el hombre dé lo mejor de sí mismo. Y vive como si Dios existiera porque verdaderamente desde la fe, ha llegado a la certeza de que existe.
Como dice el Papa Benedicto XVI: "Es urgente redescubrir de manera nueva la racionalidad humana abierta a la luz del Logos divino y a su perfecta revelación que es Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre", porque “la relación entre fe y razón, constituye un serio desafío para la cultura actualmente dominante en el mundo occidental".
Buenas noches a todos
Yo suscribo parte de lo que dices, Pilar, en este párrafo :La tercera apuesta por la fe razonable, razonada. Esto es, la razón iluminada por la fe hace que el hombre dé lo mejor de sí mismo. Y vive como si Dios existiera porque verdaderamente desde la fe, ha llegado a la certeza de que existe. Pero es ese “como si Dios existiera” lo que no me gusta. Yo prefiero plantearlo así: Y vive con la certeza de que existe a la que verdaderamente ha llegado desde la fe. Y es “apuesta”. Porque se apuesta dinero con la esperanza de ganar y la vida del hombre no es un dinero que se deja en una ruleta. También se apuesta cuando se deposita la confianza en una idea o iniciativa que entraña cierto riesgo. No creo que un hombre con fe afronte un riesgo. Pero con esta palabra no soy tan drástico.
Pilar, supongamos que yo siento la necesidad de creer que hay una chica que me ama con pasión. Y decido vivir como si existiera una chica llamada María que me escribe unas bellísimas cartas. Decido vivir como si existieran las cartas que María me dirige. Puedo hacerlo así porque tengo una enfermedad que me hace ver alucinaciones. Veo y leo las cartas de María porque me engaña mi enfermedad. En esos momentos de mi vida aunque vivo engañado, soy feliz.
Pero existe otra posibilidad: que exista otra persona que me proponga vivir como si existieran las cartas de María. Y yo decido vivir con este fingimiento. Pero no las veo. Yo sé que no existen las cartas de María, ni su amor apasionado hacia mí. Sé que todo es falso. Muy pronto me invade la tristeza.
No puede hablarse de felicidad en un matrimonio si uno de los cónyuges o los dos hacen como si se amaran. Con la diferencia de que a la mujer o al marido se los podría engañar siendo un gran actor o una gran actriz. En nuestra relación con Dios, Él ve en lo más profundo de nuestra alma y sabría que no creemos en Él, que somos unos ateos vergonzantes, acomplejados.
La fe no puede apoyarse ni en el autoengaño enfermizo ni en un fingimiento voluntarista. No puede ser ni un caso clínico ni una peluca. Sería mucho más honrado un agnosticismo que busca y espera el soplo del Espíritu. La fe debe ser algo sano y vivo, aunque nos lleve a hacer locuras por los demás y por Dios. Se cree en Dios porque nos alcanza esta gracia divina y enciende nuestra alma y nos renueva. La fe no es el cálculo pascaliano del que nos hablaba un comentarista el otro día, es una entrega sincera porque siente uno que recibe tanto amor que la duda es ridícula, que sabe uno más que todos los sabios del mundo. La fe se adquiere con los sacramentos, con la lectura de la Biblia, con la oración, en la familia, en la parroquia, con el estudio. No se compra ni se alquila. Muchos saludos.
Felicito a Pilar por la síntesis de las posturas ante la fe en Dios. Toda vida es una búsqueda de la verdad. Si es sincera, y transcurre por los caminos que su recta razón le indica, al final encontrará a Dios. El Espíritu no dejará de soplar, si hay humildad y rectitud en nuestro caminar.
Por otra parte, ningún miedo debe darle al creyente el animar a los demás, a vivir como si Dios existiera, si es que esto se pudiera realmente llevar a cabo: tal vez la prueba les enseñe muchas cosas.
Intentaré hacerlo ahora con un poco de más tiempo. No me refiero a que haya que vivir en un sueño, y promover y ofrecer un sueño que sabemos irreal a los hombres, eso, más bien, es lo que has hecho que parezca lo que digo.
De lo que hablo es de ofrecer a los hombres lo que, sabemos, es real. Hubo un tiempo en Europa en que la duda sbre la existencia de Dios no existía de manera que, obviamente, la sociedad vivía etsi Deus daretur (como si Dios existiera). Pocos dudaban y la sociedad vivía "públicamente" como si Dios existiera.
Con el paso de los siglos, se fue introduciendo una idea en Europa, por ejemplo, a partir de la Revolución Francesa. Es mejor, para la convivencia de los ciudadanos, vivir "etsi Deus non daretur" (como si Dios no existiera), puesto que el hombre ha llegado a la mayoría de edad y la religión crea problemas de convivencia. Así, es mejor que las creencias queden en la intimidad, que los hombres vivan su religión en privado.
Con el paso de los años se pasó del convivir "etsi Deus non daretur" a afirmar su no existencia y de afirmar que "es mejor" vivir la fe en el ámbito privado a decir que "la fe es algo privado, no público" (¿os suena esto?).
En el fondo, con este debate, estamos ante las razones de que no aparezca el cristianismo en la Constitución Europea e, incluso, de que se opte por incluir dentro de la "idea europea" a Turquía. De aquí, el tema ya no es algo que se le ocurre a Alberto un 5 de mayo, ¿verdad?
Tras los atentados del 11-S se volvió a hablar de la misma idea, puesto que se demostraba que la religión sólo trae las luchas entre los hombres y la muerte. Para ser ciudadanos, hay que convivir etsi Deus non daretur.
Pues bien, alguien ha propuesto lo contrario disertando sobre el tema europeo. Este hombre propone, desde las raíces mismas de Europa, vivir etsi Deus daretur, con la fe pública, no relegándola al ámbito privado. Según este hombre, el vivir como si Dios no existiera no ha servido para la convivencia, más bien al contrario. Por eso, propone para Europa lo siguiente: " «Como si Dios existiera», es el consejo que damos también hoy a los amigos que no creen. Así ninguno queda limitado en su libertad, y así todas nuestras cosas encuentran un sostén y un criterio del cual tenemos urgente necesidad (Benedicto XVI)"
Gracias Mons. Sebastián por su respuesta, y permítame perdirle perdón por la largueza de la mía y porque, quizá, no me expliqué bien en la anterior, y he producido algunos equívocos. Un fuerte abrazo, Alberto.
Yo sólo pretendía hacer un "juego de palabras" con la frase de Alberto.
La fe, para mí no es una apuesta, no forma parte de un calculo de probabilidades, por eso el sentido de la frase "vivir como si Dios existiera" va por ahí. Ese "como" no significa para mí por si acaso.
La fe es una certeza, un convencimiento al que llego no exclusiva ni principalmente por mí misma, sino por un don de Dios que yo decido responsablemente acoger con el corazón y empleando también la razón.
Lo que yo quiero decir va en línea con lo que Alberto aporta en su segundo comentario: la fe no es cosa de fanáticos ni de ignorantes e incultos que se dejan embaucar por unos iluminados. No es por tanto algo irracional. Y las razones que millones de personas tenemos para creer son, al menos, tan fundamentadas y consistentes como las contrarias.
Por tanto los creyentes merecemos al menos, el mismo respeto que los no creyentes y tenemos derecho a exponer y expresar públicamente nuestra fe sin ser menospreciados ni ridiculizados por ello.
Termino con una cita de J. Ratzinger:
"Hemos visto que en la religión existen patologías sumamente peligrosas, que hacen necesario contar con la luz divina de la razón como una especie de órgano de control encargado de depurar y ordenar una y otra vez la religión, algo que, por cierto, ya preveían los padres de la Iglesia. Pero, a lo largo de nuestras reflexiones, hemos visto igualmente que también existen patologías de la razón, de las que la humanidad, por lo general, hoy no es consciente. Existe una desmesurada arrogancia de la razón que resulta incluso más peligrosa debido a su potencial eficiencia: la bomba atómica, el ser humano entendido como producto. Por eso también la razón debe, inversamente, ser consciente de sus límites y aprender a prestar oído a las grandes tradiciones religiosas de la humanidad. Cuando se emancipa por completo y pierde esa disposición al aprendizaje y esa relación correlativa, se vuelve destructiva."
El diálogo entre fe-razón es un tema verdaderamente apasionante en el que además nos jugamos mucho si seguimos optando por la senda de la incomunicación o diálogo de besugos.
Saludos a todos
"El loco no ha perdido la razón: el loco es aquel que lo ha perdido todo menos la razón".
Saludos
Si en la película esa aparece la jerarquía eclesiástica tal y como usted dice, no estoy muy seguro de que merezca la pena gastarse 6 o 7 euros en verla. No dejan de chocarme las continuas apelaciones a que la jerarquía haga algo, como si se dedicara a la papiroflexia y al buen yantar todo el santo día. Supongo que habrá obispos que hagan más y otros que hagan menos, pero ese juicio generalizado sobre la pasividad y el señoritismo de los obispos me parece que hay que probarlo antes de afirmarlo sin más. Por otro lado, creo que la jerarquía no deja de ser un reflejo de lo que, en plan progre, algunos llaman base. Hay quien demoniza a una estructura beatificando ingenuamente a una base que por lo común está, ni más ni menos, al mismo nivel que la estructura esa. Los laicos somos a veces muy dados a exigir que los obispos hagan algo sin pensar ni por un momento que tal vez sea precisamente a nosotros a quienes nos corresponde hacer algo.
A mí también me duele el alma cuando veo la ligereza con la que se juzga a los sucesores de los apóstoles en Europa.
Tampoco a mi me gusta mucho la fórmula "etsi deus non daretur" (como si Dios no existiese), o la contraria. Yo aludía a ella porque había salido en alguno de vuestros comentarios. No vale la pena discutir de palabras. Es verdad que esa fórmula nace más para expresar un sistema de vida colectivo que para describir la fe o la incredulidad como acto personal. Evidente que la fe no es una hipótesis, un "como si". Una cualidad esencial de la fe es que sea adhesión firme y segura a la verdad de Dios. Hoy habéis sacado un tema muy importante, el itinerario personal de la fe, las relaciones entre una razón razonable y la decisión de la fe. La Iglesia enseña que la razón, cuando discurre honestamente, dejándose llevar de la fuerza de la verdad, conduce hacia Dios e invita a decidirse libremente por la afirmación de la verdad de la revelación y de la obra salvadora de Dios. Es verdad que la fe es una decisión libre, pero una decisión tomada razonablemente, con la razón a favor, no en contra de ella. De tal manera que los que "deciden" no creer, en eso mismo rompen la lógica de la razón y dejan herida su relación esencial a la verdad de lo existente. Por eso decía yo que los que pretenden vivir como si Dios no existiera mutilan su humanidad, actúan en contra de su razón y se pierden las maravillas de los dones de Dios para los que creen en El. Eso no quiere decir que la fe sea la hipótesis contraria. Creer en Dios, ante todo, es un don del mismo Dios, y a la vez, como fruto de ese don, es un paso normal y necesario en nuestra vida para llegar a ser todo lo que podemos llegar a ser, y Dios quiere que seamos.
NMP, no creo que me anime a ver la película. No me gusta mucho el cine y no le he dedicado mucho tiempo. En cuanto al tema de cómo somos los obispos, o cómo nos ven, en realidad es un tema secundario, porque el fundamento de la fe siempre es el testimonio de Jesucristo, pero habría bastante que hablar. La verdad es que los obispos, en nuestra pobreza y debilidad, porque somos del mismo barro que los demás, tratamos de llenar lo mejor que sabemos y podemos nuestra misión y nuestra tarea. Hablan mucho de nosotros, pero hay que tener la precaución de ver qué valor tienen esos comentarios, nos conocen? nos han visto vivir y actuar de cerca? Los que no quieren que la palabra de Dios sea anunciada y aceptada en nuestro mundo, tratan de desprestigiar a los obispos y debilitar nuestra credibilidad ante los propios católicos. Llevamos muchos años sufriendo duras campañas de prensa... Sabemos lo que ocurre, sabemos que no tenemos la confianza de muchas personas. A mi lo que más me duele y me parece más lamentable es que algunos católicos (muchos? pocos? bastantes?) acepten esa versión sin haberla comprobado. Mis hermanos obispos son buena gente y trabajan mucho para servir al Señor y a su Iglesia lo mejor que pueden. Es evidente que esto de ser sucesor de los Apóstoles y vicarios de Jesucristo es una tarea que nos sobrepasa y nunca la hacemos del todo bien. También es verdad que la labor de la Iglesia no puede salir bien si no es obra de todos los cristianos, allí donde estamos, con los medios y las cualidades que Dios nos ha dado a cada uno. Si nos pusiéramos todos a la obra se notarían menos las deficiencias de los obispos. Bueno amigos, aqui lo dejo. Dios con todos.
"La búsqueda de una certeza tranquilizadora, que pudiese mantenerse incontestada más allá de todas las diferencias, es algo fallido. Ni siquiera el esfuerzo, verdaderamente grandioso, de Kant ha podido crear la necesaria certeza compartida. Kant había negado que Dios pudiese ser conocido en el ámbito de la sola razón; pero, al mismo tiempo, había situado a Dios, la libertad y la inmortalidad como postulados de la razón práctica, sin los cuales, según él, no era posible la actuación moral. ¿La situación al día de hoy no nos podría hacer pensar que puede tener razón? Lo diré con otras palabras: la tentativa, llevada hasta el extremo, de plasmar las cosas humanas dejando completamente de lado a Dios nos conduce siempre a lo más hondo del abismo, al desamparo total del hombre. Deberíamos, entonces, dar la vuelta al argumento de los ilustrados y decir: también quien no ha encontrado la vía de Dios debería buscar vivir y dirigir su vida si Deus da - retur, como si Dios existiese. Éste es el consejo que ya daba Pascal a los amigos no creyentes; es el consejo que damos también hoy a los amigos que no creen. Así ninguno queda limitado en su libertad, y así todas nuestras cosas encuentran un sostén y un criterio del cual tenemos urgente necesidad".
Benedicto XVI
Yo me retracto si hace falta. No he dicho nada. Muchos saludos del humilde Pedro. Hoy más que nunca.
¿Los obispos parecen solos? Pues tendremos que secundar sus iniciativas, colaborar con ellos en lo que podamos y acompañarles. Si los obispos están solos la explicación es elemental: los laicos también nos tocamos las narices, nos miramos el ombligo y, cuando pasa lo que pasa, culpamos a los obispos y a los clérigos exigiéndoles que hagan algo, o sea, dejándoles solos.
En todo caso, no creo que la presunta soledad de los obispos responda en exclusiva a lo que hagan, digan o dejen de decir. Una manera muy efectiva de incrementar el aislamiento de los obispos consiste en andar todo el día metiéndoles el dedo en el ojo cuestionando todo lo que dicen o hacen. Y encima acusándoles de anticuados, distantes, formulistas y esnifadores de incienso.
Si el modelo de proximidad es Zapatero o cualquier otro político, en mi modesta opinión, los obispos tienen en él a un perfecto ejemplo de lo que no deben hacer para acercarse a la gente.
En cuanto al arado, los trabajos manuales, las fábricas, los bailes y las danzas, las discotecas, etc., los obispos, y los clérigos en general, tienen una vocación de servicio que les hará implicarse en los asuntos sociales de una determinada forma, desde luego distinta a la que tenemos nosotros. Además, ¿cuántos estudiantes invitan a el capellán de la facultad a comer en nuestras universidades? ¿Cuántos acuden a él? ¿Es que acaso un capellán de una facultad es poca cosa y nuestros muy egregios estudiantes necesitan como mínimo un obispo para considerar la posibilidad de dedicarle su precioso tiempo? Cuando haya muchos estudiantes que acudan al capellán, que para eso está, no me cabe la menor duda de que los obispos irán con más frecuencia a la universidad.
Y, en general, cuando los laicos contemos de verdad más con los obispos y con los sacerdotes, tendremos derecho a quejarnos de su hipotética lejanía.
Yo no tengo, ni mucho menos, una visión idealizada ni de la «jerarquía» ni del clero, pero creo que, antes de quejarnos de quienes lo han dejado todo por Cristo para servirnos, tendríamos que ver con cierto detenimiento qué hacemos nosotros realmente.
“La búsqueda de una certeza tranquilizadora, que nadie pueda contestar independientemente de de todas las diferencias, ha fallado. Ni siquiera el esfuerzo, realmente grandioso, de Kant ha sido capaz de crear la necesaria certeza compartida. Kant había negado que se pudiera conocer a Dios en el ámbito de la razón pura, pero al mismo tiempo había representado a Dios, a la libertad y a la inmortalidad como postulados de la razón práctica, sin la cual, coherentemente, para él no era posible la acción moral.
La situación actual del mundo, ¿no nos hace pensar quizás que podría tener razón de nuevo? Lo digo con otras palabras: el intento, llevado hasta el extremo, de plasmar las cosas humanas menospreciando completamente a Dios nos lleva cada vez más a los límites del abismo, al encerramiento total del hombre. Deberíamos, entonces, dar la vuelta al axioma de los ilustrados y decir: incluso quien no logra encontrar el camino de la aceptación de Dios debería de todas formas buscar vivir y dirigir su vida veluti si Deus daretur, como si Dios existiese. Este es el consejo que daba Pascal a sus amigos no creyentes; es el consejo que quisiéramos dar también hoy a nuestros amigos que no creen. De este modo nadie queda limitado en su libertad, y nuestra vida encuentra un sostén y un criterio del que tiene necesidad urgente.”
Me parece que es un consejo que da el Papa a los que no creen para que respeten los valores morales cristianos que están en la base de la cultura europea. Y me parece muy bien porque el respeto por la vida y al prójimo del cristianismo, la ayuda a los pobres y enfermos y otros muchos aspectos morales y culturales de nuestra sociedad desaparecerían o no serían entendidos y asumidos por los que no creen. Saludos.
Pero Pedro ha sacado una cita de Ratzinger sobre Kant con la que no puedo estar menos de acuerdo.
Para mi, y que el Cielo me perdone por discrepar de Ratzinger, que Nietzsche tenía toda la razón en señalar a Kant como a uno de los asesinos de Dios. Fue Kant, precisamente, Pedro, quien dijo que Dios no se podía conocer, de ninguna manera, que Dios era un "postulado", esto es, un "como si", del que tanto se ha estado hablando en los últimos posts.
Por otra parte, el Papa cita a Kant, el último gran filósofo alemán, lo cual es muy natural en un alemán frente a alemanes, pero lo hace como si no hubiera habido nada mejor desde entonces, y en eso no se puede estar de acuerdo en absoluto. Eso, dando por supuesto que esas distinciones entre razón pura teórica y razón pura práctica signifiquen realmente algo más allá de los límites de su propio sistema.
Kant mató a Dios y lo escondió por la puerta de atrás de la moral, de eso que él llamaba la "razón pura práctica" y que a mi me parece que no es más que pura ideología.
En Kant, me parece a mi, que está una de las razones fundamentales para entender esa constricción de la fe al "ámbito privado" y que tanto mal nos ha traído. Era él, el pietista, quien quiso sujetar "la religión a los límites de la razón" (titulo expreso de una de sus obras).
Si Dios es la verdad, lo inunda todo. La fe es una cuestión privada y pública a la fe, ¿cómo se puede amar privadamente a tu prójimo?
Sinceramente, creo que nos iría mejor si reclamáramos a los grandes filósofos de nuestra tradición como San Agustín o Santo Tomás, o a otros más pequeños como al gran apologeta español, el presbítero Balmes, antes que a cristianos vergonzantes.
Saludos
El amigo NMP insiste con el tema de los Obispos. Yo, que no soy ningún modelo, he comido y he cenado muchas veces con universitarios y con los catequistas de las parroquias y con quien se tercie. Insisto, ¿conoceis de cerca la vida de los Obispos? Y no olvides que esa cercanía de los políticos (cuando se da) también puede ser una "pose". Pero qué cercanía, ¿pues no van siempre con un séquito de aquí te espero? Yo he ido siempre solo por la calle y he saludado a todos los que me saludaban. En fin, que no vale la pena seguir. Aparte de los obispos, en la Iglesia, gracias a Dios, tenemos miles de personas, de todas clases, que viven el evangelio y dan la vida por hacer el bien al prójimo más necesitado. Sin poses y sin propaganda de ninguna clase. Pero eso no lo dicen los periódiccos ni las teles. Bueno, amigos, un saludo cordial.
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