InfoCatólica / El blog de Monseñor Sebastián / Categoría: General

8.05.08

El martirio en la vida de todos los cristianos (IV)

Pensando en nuestro presente

Los mártires son nuestros maestros de vida. Ellos nos descubren lo que todos llevamos dentro. En ellos queda patente la realidad profunda de nuestra vida, el valor absoluto de Dios, la primacía de la vida eterna, la seguridad de la fe, la firmeza del amor y la fuerza del Espíritu Santo para vencer todas las dificultades que podamos encontrar en este mundo.

La memoria de los mártires nos muestra que vivimos en un mundo difícil, en el que operan los poderes del Mal y al que no nos podemos entregar ni someter. No es posible un cristianismo concordista. El deseo de evitar los conflictos no puede ser un deseo primario ni una norma general. La primacía del amor, la fidelidad a la misión recibida pueden ponernos en situación de conflicto aunque nosotros no lo queramos. La naturaleza testimonial de la vida cristiana, la novedad y la radicalidad de la doctrina de Jesús y del mandamiento del amor universal nos expone a los conflictos contra los poderes de este mundo, cuando estos pretenden organizar la vida a favor del bien de algunos contra el bien, los derechos y hasta la vida de los más débiles.

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4.05.08

El martirio en la vida de todos los cristianos (III)

¿Qué es el martirio?

El mártir, con su muerte, en la firmeza de su testimonio, a pesar de la debilidad de su carne, hace visible lo invisible, como si lo tocara con las manos, muestra de manera casi palpable la soberanía de Dios y la inminencia de la vida eterna, de este modo consuma su fe, alcanza la plenitud de su libertad y de su amor, trasciende lo terreno, consuma su esperanza y entra directamente en la posesión de las promesas. El martirio es la denuncia de todas las idolatrías y la victoria sobre todos los totalitarismos.

Conviene subrayar que la naturaleza del martirio no consiste simplemente en el hecho de la muerte ni del sufrimiento. El martirio es el mantenimiento de la fe, la firmeza del amor y la consumación de la esperanza, por encima del amor a esta vida, la superación de toda reserva y la consumación del amor precisamente con ocasión de la muerte irremediable. La muerte hace crecer hasta el límite la adhesión y el amor del testigo al Dios vivo. En eso radica la fuerza invencible de su testimonio.

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1.05.08

El martirio en la vida de todos los cristianos (II)

El martirio en la historia de la Iglesia

Los discípulos

En las vísperas de su muerte se manifiesta vivamente la preocupación del Maestro por la suerte de sus discípulos. Sabe que a ellos les va a ocurrir algo parecido a lo que le está ocurriendo a Él. Desde los primeros momentos les dice que van a ser perseguidos por su causa y les anima a no tener miedo a los que solamente pueden matar el cuerpo. Les llevarán ante los tribunales, les azotarán, les perseguirán, pero no tienen que asustarse porque el Espíritu estará con ellos y les dirá lo que tienen que decir en cada momento. Al fin y al cabo a él también le están persiguiendo y el discípulo no puede ser más que el Maestro. Desde el principio queda claro que el destino martirial de Jesús va a ser también el destino de sus discípulos. Y es que la fe es seguimiento, participación en la vida y en la muerte del Maestro. Tanto él como los discípulos tienen que confiar en la providencia del Padre que cuida de las flores y de los pajarillos del campo. El Padre del Cielo cuidará de todos en este mundo hostil donde tienen que anunciar su nombre y manifestar su amor y su misericordia en medio de apreturas y persecuciones (Mt 5, 11; 10, 20ss).

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29.04.08

El martirio en la vida de todos los cristianos (I)

El martirio de Jesús

Cualquier consideración que queramos hacer sobre la realidad del martirio en la vida de la Iglesia, en la vida de los cristianos, debe comenzar por recordar que Jesús es el mártir por excelencia. Toda la vida cristiana, el rescate de la humanidad, y la nueva humanidad nacen del martirio de Jesús.

Jesús es nuestro primer mártir. Y a partir de El la vida de los discípulos, la vida de la Iglesia, la vida de los cristianos es una vida esencialmente martirial. Hoy como siempre, el martirio, real o potencial, es la forma perfecta del seguimiento de Jesús, del amor y de la perfección cristiana.

En el lenguaje cristiano, mártir es el testigo de la fe en Dios, más radicalmente el testigo de la verdad y de la bondad del Dios en quien creemos. El martirio es la palabra más verdadera sin posibilidad de engaño. El mártir mantiene su fe en Dios por encima de la muerte porque está convencido de la verdad de lo que cree y porque está seguro de que ese Dios en quien cree es fuente de vida y vencedor de la muerte.

Ya en el Antiguo Testamento la realidad del martirio aparece como un momento cumbre de la fe. Jesús sabe que el martirio ha sido frecuentemente el fin de los profetas. Bien cerca de él, Juan el Bautista fue martirizado por denunciar los pecados de Herodes. El evangelista nos dice que Herodes “quería quitarle la vida” para acabar con sus denuncias (Mt 14,3).

El autor del IVº evangelio nos lo dice desde el principio como una de las claves para comprender no sólo su relato sino la misma vida de Jesús: “a los suyos vino, y los suyos no le recibieron”. La obra de Jesús podía haberse realizado pacíficamente, pero el pecado y la impenitencia de los dirigentes de Israel hicieron imprescindible su muerte y su martirio. Fueron los intereses de los judíos, que ellos veían amenazados por la predicación de Jesús, lo que determinó su muerte: si este hombre sigue predicando “todos creerán en él, vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar santo y el país entero” (Jn 11, 43). Después de la resurrección de Lázaro los grandes jefes sentenciaron definitivamente a Jesús, “conviene que muera uno solo por todo el pueblo”. Profetizaron sin saberlo.

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24.04.08

Cómo descubrir a Dios

A Dios nadie lo ha visto jamás. Pero nos ha dejado pistas suficientes como para que podamos estar seguros de su presencia, de su providencia y de su benevolencia con nosotros.

Es vocación inevitable del hombre hacerse cargo de la realidad que le rodea y vivir en relación con ella. Esta realidad son los demás, somos nosotros mismos, es el mundo y todo lo que el mundo supone antes o después, delante o detrás de El. Por eso la pregunta sobre Dios es parte de nuestra vida consciente. Esa pregunta tan simple es la que nos hace hombres y nos separa radicalmente del mundo animal.

Por eso puede ser interesante dedicar unas líneas a esta cuestión. ¿Podemos saber con certeza si existe un Ser infinito, anterior al mundo, creador y providente? Y si existe ¿podemos saber algo de El? Una respuesta esquemática puede servirnos para repasar los caminos de nuestra fe y si hace falta fortalecerla. Puede servirle a quien esté pasando un tiempo de dudas y de inseguridad. Y nos puede servir si es que alguna vez podemos y queremos hablar de esta cuestión con algún amigo o familiar no creyente.

Una advertencia preliminar es indispensable. Para hablar de Dios, como para hablar íntimamente con otra persona, hace falta un clima. Un clima de sinceridad, de autenticidad, de querer conocer la verdad, sin prevenciones, sin posturitas, un clima de confidencialidad, de respeto, de hablar, como se dice, con el corazón en la mano. Y hace falta tener un deseo sincero de querer encontrar la verdad y acomodarse a ella. Conocer la verdad es cuestión de inteligencia, pero más profundamente es cuestión del corazón. Hay actitudes profundas del corazón que nos hacen no querer ver lo que no nos conviene. Jesús se lo decía a algunos de sus oyentes que no le creían. No me creéis porque buscáis vuestra gloria por encima de la verdad. Por eso para hablar de Dios hay que comenzar por crear la disposición interior de querer escuchar, de querer saber, de querer acertar en la propia vida.

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