Aportación de la Iglesia Católica a la democracia en España (III)

III. LOS TEXTOS, LAS DECISIONES, LOS HECHOS.

No podemos dejarnos convencer por la propaganda. Las cosas que se dicen no son más verdaderas por muy potentes que sean los altavoces. Hay que atenerse a los hechos. Apenas terminado el Concilio, en 1966, después de algunos titubeos, la Conferencia Episcopal publica un documento, titulado La Iglesia y el orden temporal a la luz del Concilio, en el que se exponen las enseñanzas del Concilio sobre la materia y se indican ya algunas modificaciones que habría que introducir en el ordenamiento español para adecuarlo a las enseñanzas de la Iglesia. La Iglesia tiene una misión religiosa y moral, en orden a la salvación eterna, pero su doctrina tiene influencia real en la vida temporal. Aunque haya que reconocer la justa autonomía del orden temporal, por razón de los sujetos que lo viven, hay que situarlo en relación con los planes de Dios. Los ciudadanos cristianos están llamados a “impregnar y perfeccionar el orden temporal con el espíritu del evangelio”. El ordenamiento de las realidades temporales según los planes de Dios exige el pleno respeto a la libertad religiosa de todos los ciudadanos, católicos y no católicos. A los pastores les corresponde enunciar los principios. Los fieles seglares tienen que buscar la manera de aplicarlos, bajo su propia responsabilidad, con libertad, sin temor a la posible variedad de opiniones y puntos de vista.

El 22 de enero de 1968 los obispos dan un paso más y publican un documento dedicado expresamente a exponer la doctrina de la Iglesia sobre la libertad religiosa y su necesario reconocimiento en el ordenamiento civil. Explican el verdadero sentido de este concepto, el derecho a la libertad religiosa es un derecho civil, que el Estado tiene que tutelar, sin intervenir en las decisiones religiosas de los ciudadanos, considerando su vida religiosa, libremente ejercida, como una parte importante del bien común.

Estos años están llenos de tensiones, impaciencias, conflictos. Muchos grupos de sacerdotes y de cristianos quieren que los cambios sean más rápidos y profundos. Presionan a los Obispos y se manifiestan en contra de las resistencias de las autoridades políticas. Podemos recordar la llamada Operación Moisés, la ocupación de la Nunciatura, ocupación también del Obispado de Barcelona, centenares de homilías multadas, publicación de manifiestos y declaraciones. La falta de experiencia y la escasa preparación intelectual de muchos activistas favorecía la confusión entre los asuntos de naturaleza política y las cuestiones doctrinales o disciplinares de índole eclesial. La situación se vio agravada por algunas tendencias como la lectura secular del Evangelio, el movimiento de “Cristianos por el socialismo” y enseguida la explosión de la teología de la liberación.

En este clima tenso y complicado, para favorecer el diálogo y rebajar las tensiones dentro de la Iglesia, los Obispos convocaron una Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes. Esta Asamblea se celebró en septiembre de 1971. Como resultado de cada una de las ponencias se redactaban unas proposiciones que luego se sometían a votación de toda la asamblea. Para ser reconocidas como aprobadas por la Asamblea estas proposiciones tenían que recibir al menos dos tercios de votos afirmativos.

Aunque no tuviera naturaleza jurídica, esta Asamblea resultó un acontecimiento de gran importancia. Se puede decir que marca la inflexión pública en el tono y la actitud de la Iglesia española en relación con el ordenamiento jurídico y político de la sociedad española. Una Iglesia que mayoritariamente había quedado sorprendida y desconcertada por las innovaciones del Concilio Vaticano II, de golpe aparece como profundamente sintonizada con él, y no sólo dispuesta, sino deseosa de renovarse a fondo siguiendo las enseñanzas y recomendaciones de aquel gran acontecimiento eclesial. Por debajo de unas apariencias fuertemente condicionadas por los acontecimientos de la guerra civil y por el consiguiente aislamiento de España, que habían ido quedando anticuadas, aparecía una Iglesia joven y renovada, muy concorde con las enseñanzas conciliares, dispuesta a conseguir su plena libertad con independencia del poder político para poder contribuir a la reconciliación y pacificación de los españoles, y a la normalización política del país, en cumplimiento de su misión religiosa y cristiana. Las conclusiones de la primera ponencia reclaman el respeto a la libertad religiosa y al pluralismo religioso de la sociedad, el pleno respeto a los derechos civiles de los ciudadanos. La proposición 34 decía así:

Si decimos que no hemos pecado hacemos a Dios mentiroso y su palabra ya no está en nosotros (IJn 1, 10). Así, pues, reconocemos humildemente y pedimos perdón porque no siempre supimos ser instrumentos de reconciliación en el seno de nuestro pueblo, dividido por una guerra entre hermanos.” Es la primera vez que en la Iglesia española se habla de reconciliación, forma pública y colectiva. La proposición no alcanzó los dos tercios de votos favorables. Pero este breve texto quedó como una referencia a la que ya nunca renunció la Iglesia española. Había comenzado públicamente el camino de la reconciliación.

Un paso decisivo en la toma de posiciones de los Obispos fue la promulgación del documento La Iglesia y la comunidad política, publicado el 23 de enero de 1973, por tanto en vida de Franco. Los obispos comienzan diciendo que para ser fieles al Concilio en el ejercicio de su ministerio tienen que iluminar la situación española con la doctrina de la Iglesia. A la vez con este documento quieren responder a las recomendaciones recibidas del Papa Pablo en su discurso del 28 junio en el que les animaba a “estar activos en medio de vuestro pueblo”, con el fin de “consolidar el Reino de Dios en todas sus dimensiones”, atendiendo a las “aspiraciones de los sacerdotes, especialmente de los más jóvenes.

En este documento los Obispos reconocen la dificultad de aplicar la doctrina del Concilio en nuestro país, dado que Iglesia y Estado han vivido en una situación de confusa unidad desde el s.VI. Afirman la necesidad de marcar las diferencias entre ambas instituciones y exhortan a los cristianos a asumir la defensa de la doctrina cristiana en el campo de las realizaciones políticas, bajo su personal responsabilidad, contando con los necesarios espacios de libertad y pluralidad. Sin pretender ningún poder en los asuntos temporales, la Iglesia reivindica su plena libertad y su derecho a pronunciarse desde el punto de vista moral en las situaciones y actuaciones de la vida temporal. Para acomodarse a las exigencias de una sociedad justa, la Iglesia ofrece la renuncia a sus privilegios jurídicos, pide la revisión del Concordato de 1953 y manifiesta sus dudas acerca de la compatibilidad de la confesionalidad del Estado con el pleno reconocimiento de la libertad de los ciudadanos en materia religiosa. Consideran insuficiente la Ley de libertad religiosa promulgada el 28 de junio de 1967. Les parece esencial el reconocimiento efectivo y sincero de la plena libertad de las demás confesiones y religiones sin hacer ninguna discriminación por parte del Estado por razones religiosas.

A partir de este momento, la Iglesia española se orienta decididamente a favor de la democratización de la sociedad española. Para facilitar este proceso, los Obispos renuncian a los privilegios de la Iglesia reconocidos en el Concordato de 1953, el privilegio del fuero, la exención de los clérigos del servicio militar, la presencia de obispos y sacerdotes en las instituciones sociales y políticas y piden al Gobierno que renuncie al privilegio del derecho de presentación, es decir, el privilegio de intervenir en el nombramiento de los Obispos, reiterando la petición presentada ya en 1966 y en abril del 1968. A esta petición el General Franco respondió repetidamente que este asunto era revisable sólo en una revisión global del Concordato. El Rey Juan Carlos I renunció al privilegio de presentación en 1976. Junto a los privilegios, los Obispos consideran que hay otros puntos que son verdaderos derechos de la Iglesia y de los ciudadanos católicos en una democracia como el derecho de los padres católicos a la enseñanza y educación católica de sus hijos, las subvenciones a la Iglesia para el desarrollo de sus fines que no son por tanto renunciables.

Como consecuencia de estas actuaciones de la Iglesia, los Obispos tienen que soportar frecuentes tensiones y conflictos con los gobiernos del Régimen. Una historia sumaria de los hechos puede verse en la Introducción escrita por D. Jesús Iribarren para la publicación de los Documentos de la CEE. Editado por la B.A.C. en 1984.

Esta actuación de los Obispos en favor de la democratización del régimen y de la renuncia de los privilegios de la Iglesia para hacer posible la reconciliación de los españoles y la transición hacia una sociedad democrática que reconociera los derechos de todos, se intensifica con la publicación del documento colectivo sobre la reconciliación, publicado el 17 de abril de 1975, “La reconciliación en la Iglesia y en la sociedad”. En él los Obispos expresan con claridad sus puntos de vista.

en nuestra Patria el esfuerzo progresivo por la creación de estructuras e instituciones políticas adecuadas ha de estar sostenido por la voluntad de superar los efectos de la contienda civil, que dividió entonces a los ciudadanos en vencedores y vencidos, y que constituyen todavía un obstáculo serio para una plena reconciliación entre hermanos”… “Las nuevas generaciones, que no vivieron aquel conflicto, nos piden, y con razón, la generosidad suficiente para construir, unidos en la esperanza, un futuro más justo y más fraterno” (n.27)

Para ello hay que reconocer ampliamente los derechos de las personas, hay que garantizar los derechos de reunión, expresión, asociación, se deben respetar los derechos de las minorías dentro del bien común. Estamos ya en los umbrales de la transición política. En la Iglesia, muchos viven con impaciencia la necesidad de contribuir a una verdadera reconciliación entre españoles que borre espiritualmente las heridas de la guerra civil. En el orden moral es imprescindible el perdón mutuo y la reconciliación. En el orden político el reconocimiento de los derechos civiles sin discriminaciones ni restricciones arbitrarias.

Todo ello quedó solemnemente proclamado en la homilía pronunciada por el Cardenal Tarancón en la Misa celebrada en la Iglesia de los Jerónimos, el 27 de noviembre de 1975, con la el Rey Juan Carlos I quiso acompañar su entronización como Rey de España. El Cardenal Arzobispo de Madrid y Presidente de la Conferencia Episcopal le pidió solemnemente que fuera el Rey de todos los españoles, “sin privilegios ni discriminaciones”, tratando de superar los enfrentamientos de otras épocas, sanando las heridas de los conflictos pasados, reconociendo los derechos de todos, iniciando un período de paz y de convivencia por los caminos de la reconciliación, la justicia y la generosa convivencia. En este breve texto quedó expresada de manera solemne y definitiva la actitud mayoritaria de la Iglesia ante la nueva época que se abría ante la nación española.

Pocos meses después D. Angel Suquía, en aquel momento Arzobispo de Santiago de Compostela, en julio de 1976, en la ofrenda al Apóstol Santiago, pide la amnistía para los presos políticos. Muchos grupos cristianos se manifiestan en favor de una amnistía total.

En 1977, en pleno debate sobre cómo tenía que ser la transición política, los Obispos publican otro documento importante titulado Orientaciones sobre la participación política. (2 febrero 1977). La Iglesia no pretende mantener ni conseguir ningún poder político, no quiere identificarse con ningún partido, puesto que ningún partido es capaz de recoger su patrimonio espiritual ni puede representarla en el ámbito de la vida social y civil, pide en cambio plena libertad para enseñar su doctrina, libertad para que los cristianos puedan asumir sus compromisos políticos en favor del progreso, la libertad, la paz. Espera poder actuar para formar la conciencia cívica de los creyentes, favorecer el bien común, apoyar a los más débiles, y relativizar las ideologías.

En este tiempo, mientras se trabaja para la redacción de la Constitución, el Cardenal Tarancón, Presidente de la Conferencia Episcopal mantiene encuentros y conversaciones, directas o indirectas con los representantes de todas las fuerzas políticas. A todos ellos les transmite el mismo mensaje: la Iglesia quiere colaborar para conseguir la reconciliación entre todos los españoles, es preciso hacer todo lo posible para conseguir una Constitución que supere los pasados enfrentamientos y abra la posibilidad de una convivencia reconciliada y pacífica entre todos los españoles. La Iglesia está dispuesta y se siente preparada para colaborar efectivamente en facilitar las condiciones requeridas para inaugurar una nueva época de estabilidad y de paz. En frecuentes encuentros y reuniones de trabajo se buscan fórmulas aceptables para todos en los puntos más importantes como el paso de un régimen confesional a un Estado aconfesional, el reconocimiento del derecho de la Iglesia a enseñar y el derecho de los padres a educar cristianamente a sus hijos tanto en las escuelas de la Iglesia como en la enseñanza pública.

De esta misma época es el documento Nuevas orientaciones sobre el apostolado seglar , en el cual los obispos tratan de estimular la participación de los fieles cristianos en la vida pública, en servicio de la libertad, el reconocimiento de las libertades y derechos políticos de todos los ciudadanos, la variedad y pluralismo de diferentes opciones políticas al servicio del bien común.

En 1977 aparecen varios documentos de especial importancia. Los Obispos intentan orientar a los católicos para que tengan en cuenta los aspectos morales al votar en las elecciones. Su doctrina se puede resumir de este modo. No hay ningún partido que sea representativo de la Iglesia ni de la doctrina cristiana. Los cristianos deben votar con libertad y según la propia conciencia, teniendo en cuenta las posturas de los diferentes partidos en relación con los componentes morales del bien común, tal como son reconocidos en la doctrina católica. Los cristianos deben apoyar a los partidos que mejor garanticen y promuevan el respeto a la libertad de los ciudadanos, la justicia y la moralidad pública, el bien de la familia, la libertad de enseñanza y la convivencia pacífica entre todos los ciudadanos y los pueblos de España, el apoyo a los más débiles y necesitados, el respeto a la vida desde la concepción hasta la muerte natural, la libertad y pluralidad política. En todo ello deben actuar con responsabilidad y realismo, apoyando lo que les parezca mejor o menos malo, sin perderse en discusiones inútiles ni pretensiones imposibles.

De especial interés es el documento titulado Los valores morales y religiosos de la Constitución (26 sept. 1977), en el cual los Obispos exponen los valores morales que la nueva Constitución debería recoger y apoyar. La Constitución tiene que responder a nuestra cultura y a nuestra historia, reconociendo y amparando los derechos básicos de todos los ciudadanos, sin discriminaciones de ninguna clase, con un espíritu de amplitud, dinamismo, consenso y tolerancia. Desde su punto de vista, los Obispos afirman que la Constitución debe reflejar los criterios morales de convivencia que se desprenden de la experiencia y de la antropología cristiana, pues esa ha sido la matriz cultural de nuestro pueblo y nuestra historia. En esta perspectiva querrían ver enteramente recogidos y protegidos los derechos básicos y comunes de la persona, la defensa de la vida humana, la protección del matrimonio y de la familia, la tutela de la moralidad en la vida pública, la atención preferente a los más débiles, el reconocimiento de la diversidad y la solidaridad entre los diversos pueblos de España, el apoyo a los países del Tercer Mundo, y el pleno reconocimiento de la libertad religiosa de todos los españoles. En este apartado afirman que el reconocimiento de la libertad de las demás confesiones o religiones no tiene que ser obstáculo para dar un tratamiento adecuado a la Iglesia católica, teniendo en cuenta su especial implantación en la historia y en la vida presente de la nación española.

En esta misma línea está concebido el breve escrito de la Comisión Permanente de la Conferencia Orientaciones sobre el referéndum constitucional (28 sept. 1978), con el que los Obispos pretenden iluminar a los fieles cristianos al tener que apoyar o rechazar el proyecto de Constitución. Los Obispos no imponen a los cristianos un voto determinado por razones de conciencia, sino que se limitan a recomendarles que ejerzan sus derechos civiles consciente y responsablemente. Insisten en la obligación de votar, reconocen valores positivos en el proyecto constitucional, no encuentran razones para imponer el “Si” o el “No”. Apelan a la responsabilidad de los votantes y alaban el espíritu de concordia con el que el texto constitucional ha sido elaborado.

El 2 de enero de 1979 se firman los Acuerdos entre la Santa Sede y el Estado Español con los cuales se quiere sustituir el Concordato de 1953 y fijar un modelo nuevo de relaciones de colaboración entre las dos instituciones, de acuerdo con el espíritu y la letra tanto de los documentos conciliares como de la Constitución española. Todos ellos fueron aprobados por el Parlamento español.

Como expresión de la sinceridad y solidez de los compromisos asumidos por los Obispos, tiene mucha importancia el documento episcopal titulado La visita del Papa y el servicio a la fe de nuestro pueblo, publicado por la Conferencia el 25 de junio de 1983, después de la visita del Papa, varios meses después del acceso del Partido Socialista al gobierno. Se trata de un documento en el cual la Conferencia Episcopal, ante la victoria electoral del Partido Socialista manifiesta y confirma su voluntad de someterse lealmente a las leyes de la democracia, exhorta a los católicos a respetar la autoridad legítimamente establecida, se distancia de cualquier partido político y se muestra dispuesta a negociar y buscar fórmulas jurídicas de convivencia y colaboración con el gobierno de la nación y las instituciones democráticas.

Al leer ahora el texto se percibe la dificultad y la importancia del momento. Con realismo y lealtad se perciben y enuncian las diferencias existentes entre el programa del gobierno y las preferencias de la Iglesia en puntos tan importantes como el tratamiento político del matrimonio, la liberad de enseñanza o la financiación de la Iglesia y el sostenimiento de su patrimonio. Pero a la vez, y por encima de todas las diferencias, se manifiesta la voluntad de ajustarse a las instituciones democráticas, sin privilegios de ninguna clase, y colaborar sinceramente para el bien de todos los españoles: “La Iglesia católica vive hoy en España en el marco de unas instituciones democráticas legítimamente establecidas y firmemente aceptadas por el pueblo español. Es deber de la Iglesia que, por su parte, nada empañe el respeto debido a estas instituciones” (n. 23). Para ello intentaremos “buscar y consolidar fórmulas de convivencia y colaboración que compaginen los derechos de todos y respondan a la complejidad de la sociedad española” (nn. 10 y .12).

Pocos meses antes el Papa había animado a los católicos españoles a mantener estas mismas actitudes “en un clima de diálogo, dentro del contexto cada vez más pluralista de la sociedad española. Tratando de descubrir y fomentar en el actual momento histórico de vuestra Patria todo aquello que es común a los ciudadanos de los diversos sectores, regiones y tendencias de la nación y no lo que los divide o enfrenta” . Decididamente, la Iglesia española se mantenía en su voluntad de vivir “en un clima de respetuosa convivencia con las diferentes opciones legítimas, esperando el justo respeto de las propias” (Juan Pablo II, Discurso en Barajas, 31 de octubre de 1982).

Estas tomas de posición han dirigido la vida y las actuaciones de la Iglesia de España durante los años decisivos de la transición política. Durante este tiempo la Iglesia española trató de ser fiel al Señor y a la misión de El recibida, ateniéndose por un lado a su condición religiosa como comunidad de fe que vive y anuncia el Evangelio de Jesucristo. Por otro lado, esta misma fidelidad le impulsaba a servir con lealtad a la sociedad española en un momento en el que los ciudadanos estaban llamados a tomar su destino en propia mano. Durante aquellos años, la mayoría de los miembros significativos en la Iglesia, eran muy conscientes de la importancia del momento. Sentían la necesidad y la urgencia de que la Iglesia de Jesús fuera instrumento de conciliación y de encuentro, no agitadora de viejas rivalidades. La Iglesia no dudó en renunciar a viejos privilegios, inaugurando una nueva forma de situarse y de vivir en la sociedad, haciendo cuanto estuvo en su mano para favorecer actitudes de reconciliación y tolerancia entre los españoles que permitieran la elaboración de un orden civil que fuese justo y aceptable para todos.

Continuará…..

25 comentarios

Todo lo que cuenta lo viví intensamente pero también viví con desconcierto lasecularización masiva de sacerdotes. Pensé que iban a ponerse a trabajar en los movimientos seglares, pero no ocurrió así. ¿Qué pasó? Yo tengo mi opinión, quizás errónea, por ello me gustaría saber lo que usted opina Don Fernando.
05/04/08 9:14 AM
  
Luis Fernando
Yo creo que la secularización masiva de sacerdotes fue un fenómeno que se dio en todo el mundo, especialmente en Europa. No sé si la situación en España fue esencialmente diferente de la que tuvo lugar en los países de nuestro entorno. De no ser así, no creo que el factor "político" propio de este país influyera gran cosa en esa secularización.
05/04/08 11:35 AM
  
Hermenegildo
Yo me pregunto si los obispos de la época no eran conscientes de que equiparando política y socialmente España al Occidente democrático, nuestro país acabaría sucumbiendo a la increencia y a la secularización tan profunda que caracteriza a esos países, como así ha sucedido efectivamente. Y lo peor es que aún no hemos tocado techo.
05/04/08 11:53 AM
  
VK
A mí me resulta difícil hacer un balance global del papel de la Iglesia en la transición. Especialmente cuando pienso en algunas actuaciones de algún cardenal. Y a Franco, aun con los defectos que tuvo, hay que agradecerle que la Iglesia católica no fuera exterminada en España. Puede que hoy día, con el triunfante antifranquismo retrospectivo del que habla Pío Moa, nos resulte incómodo reconocerlo, pero gracias a Franco muchos pudimos hacer la primera comunión y después celebrarla tranquilamente.
Con todo, creo que los principios que siguieron los obispos en la transición eran los acertados: la reconciliación entre los españoles y las enseñanzas del Concilio.
Ningún partido político puede arrogarse la representatividad de la doctrina católica. Para empezar porque hay cuestiones sobre las que la Iglesia no se pronuncia, entre otras cosas porque, como ocurre en la vida política, hay muchos asuntos que dependen de la coyuntura y las contingencias del momento y no puede haber una doctrina sobre ellos, digamos, segura. Por ejemplo, el tamaño del Estado. Puede ser legítimo desde una posición católica proponer que el Estado tenga más competencias en la cultura. Pero igualmente puede ser legítimo desde un punto de vista católico —al menos así lo espero, porque es mi caso— pensar que el Estado (y las autonomías, claro) debe tener unas competencias mínimas en la cultura y, para empezar, sería bueno que suprimiera de una vez el Ministerio de Cultura. Entiendo que a algunos católicos (y no católicos) les pueda chocar esta postura, pero creo que es perfectamente compatible con la ética, la ley natural y el principio de subsidiariedad.
05/04/08 11:55 AM
  
Luis Fernando
Hermenegildo, la increencia nace en el corazón del hombre. No creemos o dejamos de creer por la existencia de tal o cual sistema político.

La existencia de un estado confesional católico no garantiza que haya más creyentes verdaderos.
05/04/08 1:17 PM
  
Nicolás
Estoy de acuerdo con Luis Fernando. Creo que el debate debe centrarse en hasta qué punto cumple, o incumple, el Estado las exigencias de la ética y la ley natural. Que el Estado sea confesional no es seguro que ayude y es posible que perjudique. Lo que ayuda es que los cristianos nos impliquemos en la vida pública sin complejos, defendiendo la justicia para todos y dando testimonio de nuestra fe. Es más, habría que ver cuanto ha contribuido el Estado confesional a la pasividad de los cristianos en la vida pública, y a que continuamente estemos diciéndoles a los obispos que hagan algo.
05/04/08 1:43 PM
  
Hermenegildo
Sí, Luis Fernando, pero hay sistemas políticos que alientan la fe religiosa, y otros que la dificultan.
Y sí, la experiencia histórica demuestra que los sistemas confesionales, con sus limitaciones, garantizan que haya más creyentes, y al haber más creyentes, también hay más creyentes verdaderos.
05/04/08 2:05 PM
  
Luis Fernando
Una democracia en la que esté garantizada la libertad religiosa efectiva, es un sistema político que no tiene porqué afectar a la religiosidad del país.

Hoy hay estados confesionalmente protestantes en Europa (p.e, Dinamarca) y el número de creyentes practicantes no difiere de otros que no lo son.

Dicho eso, en España la libertad religiosa empieza a estar en peligro. Por ejemplo en Cataluña, con la ley de cultos. Por ejemplo a través de la EpC, que atenta contra el derecho de los padres a que sus hijos no reciban una moral contraria a la de la religión que profesan. Por ejemplo, con la actitud totalitaria de un gobierno que quiere que los obispos no abran la boca.
Si la cosa sigue así, estaremos ante una democracia virtual. Es más, lo de España es más una partitocracia que una democracia. Aunque la constitución pide que los partidos tengan un funcionamiento interno democrático, el dedazo está a la orden del día. Pero eso es otra historia.


05/04/08 3:44 PM
  
María
Nicolás cuando un católico participa en la vida política tiene que posicionarse en cuestiones como la confesionalidad o no del estado, monarquía o republica y otras muchas cosas en las que la doctrina de la iglesia no tiene una posición mas allá del respeto a la ley natural y el respeto a la libertad religiosa. Y por tanto tan licito es para un católico defender cualquiera de estos modelos de estado como otro.

Y cuando uno lleva escuchando durante años a votantes de los grandes partidos (totalmente descontentos con las políticas anti-vida de todos ellos), que no vota a los partidos minoritarios... (que no digo que sean perfectos, pero al menos cada uno desde su propuesta política esta dispuesto a respetar la ley natural y la libertad religiosa) hasta que no se pongan de acuerdo entre ellos. Se le cae a uno el alma a los pies, por que se da uno cuenta de que:

1- No son conscientes de que el catolicismo no da lugar a una posición política única e inequívoca. Por lo tanto lo que piden no tiene sentido ninguno.

2- No son conscientes de que lo que pide la iglesia a un estado es el respeto de la ley natural y la libertad religiosa, y no un determinado modelo político-económico.

3- En muchos casos son la gente mas piadosa e incluso los propios sacerdotes los que ponen todo tipo de pegas, impedimentos y hasta vetos en sus medios de comunicación, a los partidos que quieren defender la ley natural y dan todo tipo de facilidades a partidos que han demostrado no tener ningún respeto por ella.

Sin duda es un tema difícil y entiendo que a muchas personas les de “vértigo” un partido que diga abiertamente que PRETENDE seguir la doctrina de la iglesia. Incluso puede sonar pretencioso. Pero si les despreciamos, y les criticamos mas a ellos que a los que han demostrado que no respetan ni siquiera el derecho a la vida, casi es mejor que se nos diga claramente que los católicos cuanto mas lejos de la política mejor.
05/04/08 5:50 PM
  
JJ
¡Urra! Don Fernando. Ponga su brillante inteligencia al servicio de la fe. Felicidades

Pero, por favor, haga un poco más breves sus reflexiones.

¡Qué mania de nuestros prelados con hacer interminables sus discursos!

05/04/08 7:17 PM
  
terciario98
Mi querido Monseñor, que Dios le guarde y bendiga. Como católico, "cum fidem per Dominum nostrum Iesum Christum", tengo dudas. Hay príncipes de la Iglesia que dicen una cosa, y otros que icen otra. Y ambas conviven pero son contradictorias y la Iglesia no se ha pronunciado. ¿Qué hacer?. Teniendo en cuenta que el número de las opiniones no hace la verdad. Por un lado está el magisterio de Monseñor Guerra Campos con respecto a la libertad religiosa, y por otro el Cardenal Tarancón y sus seguidores y discípulos entre los que se encuentra Su Eminencia. Por un lado se deja libre elección religiosa pero se coarta la libertad política, ya que todo es válido excepto las posiciones del Tradicionalismo español. Prohombres como Elías de Tejada y Rafael Gambra, por un lado, y Alvaro D'Ors y Julián Marías por otro son tenidos por lunáticos. Mientras los que, por mudanza vital entre contarios (o cambio de chaqueta como se dice popularmente) como Calvo Serer, son utilizados y posteriormente tirados al cubo de la basura. Y esa situación sigue abierta, pues, si de una vez para siempre se dice que el Concilio Vaticano II fue dogmático y hay que tomarlo como palabra de Dios, y no bajo el adjetivo pastoral (en que cabe lo que interesa en cada momento y es, inherentemente relativo y temporal), aquí paz y después gloria que todo el que defienda la unidad católica de las Españas peca contra Dios, y yo el mayor pecador. Pero mientras eso no se diga, por el Sumo Pontífice, nuestro amado Papa, Su Eminencia debiera dejar bien claro que todo el magisterio de la Iglesia psotconciliar, que contradice por innovar la Tradición de la Iglesia, no es más que una opinión, y por tanto de menos valor que el Syllabus, Pascendi y Humani Generis. Opinión, que no magisterio, fue el discurso del Cardenal Tarancón; opinión, y no magisterio, su visión subjetiva de esos años, Su Eminencia.

Sin más, que tenga buen día en el Corazón Inmaculado de María y ruego su apostólica bendición con el beso filial de su anillo.
05/04/08 7:25 PM
  
Luis Fernando
Terciario, ya sé que para muchos esto es un círculo cerrado, pero es al Magisterio VIVO de la Iglesia, y no a nosotros, a quien corresponde dictaminar si él mismo contradice o no el magisterio anterior a él. Y no digamos nada si se trata de posible contradicción a la Tradición, que si va con mayúsculas es ni más ni menos que parte de la Revelación, cosa que no se puede aplicar a aspectos tan concretos como la confesionalidad o no de un estado.
05/04/08 8:32 PM
  
Nicolás
Desde luego, María. La cosa es compleja pero ¿lo que quiere decir usted es que no es propio de un católico votar al PP? Gracias. Es para aclararme un poco.
05/04/08 8:48 PM
  
Nicolás
Estimado Terciario, usted sabrá bien de lo que habla pero ¿no le resulta algo raro pensar que cuando los obispos hablan en concilio, en comunión con el sucesor de Pedro, están emitiendo una simple opinión?
05/04/08 8:56 PM
  
Francisco Rodríguez Barragán
La secularización masiva de sacerdotes fue un fenómeno de toda Europa, sin duda. Aquí en España se solapó con la transición y muchos secularizados se metieron en política. Pero mi pregunta es ¿por qué abandonaron? Después del Concilio se esperaba una primavera para la Iglesia y nos quedamos sin curas. ¿Qué lectura tiene esto desde la fe?
05/04/08 9:04 PM
  
Hermenegildo
Luis Fernando: los Estados actuales influyen muchísimo en sus respectivas sociedades. Si el Estado no toma partido por ninguna religión, la gente termina por pensar que todas las religiones son iguales, e, incluso que lo mismo da tener religión como que no tenerla.
Dinamarca es un ejemplo perfecto de país occidental, democrático, próspero y tremendamente secularizado. Todo lo contrario de un país musulmán, por ejemplo, sin que por eso yo bendiga sin más el confesionalismo de los países musulmanes, que no es tal confesionalismo, sino teocracia.
05/04/08 9:33 PM
  
Luis Fernando
Quien está para decirle a la gente que no todas las religiones NO son iguales es la Iglesia, no el estado.
Dinamarca es un país de religión de estado: el luteranismo. Y como bien dices, está secularizado.

En los países musulmanes hay teocracias, estados confesionales y estados laicos. Lo que apenas hay es democracias.
05/04/08 9:57 PM
  
VK
Si el Estado no toma partido por ninguna religión, la gente termina por pensar que todas las religiones son iguales
.......................

Hombre, don Hermenegildo, si hay gente que necesita que el Estado tome partido por una religión para creer en ella, ¿cree usted que la fe de esa gente significa algo?
05/04/08 10:04 PM
  
Francisco José Delgado
De acuerdo plenamente con los comentarios de Luis Fernando. Aparte de esto, siento discrepar con Mons. Sebastián en eso que dice de la asamblea conjunta. Como sacerdote joven he leido los documentos que ha publicado la BAC para tratar de entender la situación actual del sacerdocio en España. He hallado muchas luces y recomiendo a todos aquellos que se preocupen por este problema su lectura atento. Ahora bien, en esa asamblea, del Concilio que a mí me han explicado en el seminario no hay prácticamente nada, quizá hay algo precisamente en los puntos que nadie aprobó. Si expresara aquí mi juicio sería demasiado cruel y ya me voy haciendo más prudente. Sobre la secularización de sacerdotes hay que considerar muchos factores y difícilmente se haría un juicio justo, pero lo que sí quiero decir es que no creo que el Concilio fuera precisamente bien asimilado en la España de los 70.
05/04/08 10:31 PM
  
Hermenegildo
Luis Fernando: ya sabemos que no es al Estado a quien compete determinar que todas las religiones son iguales, pero, nos guste o no, el Estado influye mucho más que la Iglesia en la masa amorfa, la cual, por cierto, tiene una irremediable tendencia a confundir lo legal con lo lícito.
Y, en fin, es cierto que Dinamarca es un Estado oficialmente confesional, pero se trata de un confesionalismo muy diluido. No me sirve de ejemplo.
05/04/08 10:39 PM
  
Luis Fernando
Quien está para decirle a la gente que no todas las religiones NO son iguales es la Iglesia, no el estado.
Dinamarca es un país de religión de estado: el luteranismo. Y como bien dices, está secularizado.

En los países musulmanes hay teocracias, estados confesionales y estados laicos. Lo que apenas hay es democracias.
05/04/08 11:08 PM
  
María
(Nota de moderador: Luis Fernando ¿puedes reiterar lo de los comentarios extensos? No es preciso agotar todos los argumentos de una vez. ¡Gracias!)

Nicolas. No es eso lo que quiero decir.

Lo que quiero decir es que en muchas ocasiones no se dejan claros los siguientes puntos.

1- Que tan licito es desde un punto de vista doctrinal un estado confesional como aconfesional puesto que la iglesia da libertad en cuanto a preferencias políticas.
2- Que ni la función ni el objetivo del estado, ya sea confesional o aconfesional, debe ser que existan más o menos católicos. Esa es tarea de la Iglesia.
3- Que no existe motivo doctrinal ninguno para que todos los católicos sean partidarios de la misma opción política.
4- Que la Iglesia quiere un estado que respete el derecho natural.

Y teniendo en cuenta eran premisas. Considero absolutamente fuera de lugar

1- Que un obispo diga cosas como “La Iglesia quiere un estado aconfesional”.
2- Que determinados sacerdotes le digan a las personas que voten al PP (o a cualquier otro partidos), cuando esas personas tiene un conflicto de conciencia con ese partido.
3- Que en los medios de comunicación de la iglesia se vete a partidos políticos que intentan ser fieles a la doctrina mientras que se da publicidad a otros totalmente contrarios, por no se sabe que motivos (y no hablo tanto del PP como de UPD y Ciudadanos).
4- Que seamos los propios católicos los que destrocemos cualquier iniciativa política que pretenda respetar la ley natural (para ver esto solo tienes que pasarte por los foros de hazte oír y decir que vas a votar a un partido que no es el PP)
5- Que se utilice la condición de católico de uno mismo, para arremeter contra esos partidos, aun cuando no defienden nada contrario a la doctrina. Simplemente por que defienden un modelo político económico distinto al que nosotros preferiríamos.

En resumen, que la cosas esta difícil por que por lo general el criterio de los católicos es votar al partido que defienda el modelo político-económico que nos gusta (liberalismo, socialismo o lo que sea) y no al que respete el derecho natural. Es mas, me atrevería a decir que la religión en la mayoría de los casos es una excusa que se usa según convenga para atacar al adversario político más próximo.

En cuanto a si considero propio o impropio que un católico vote al PP… Yo le puedo decir que no he considerado propio de mi votarles. Pero no me parece impropio, que un católico, con criterios católicos, y guiado por su conciencia llegue a la conclusión de que lo mejor es votar al PP. Lo que me parece impropio es que un católico vote al PP sin ni siquiera plantearse cuales son los criterios católicos para elegir un partido. O que un católico, le diga a otro católico, que el PP es el mal menor. Sin tener en cuenta que según la doctrina católica, el mal menor se debe determinar según la conciencia de cada uno.

06/04/08 12:33 AM
  
terciario98
Un par de aclaraciones.
Luis Fernando: Sí, los círculos suelen ser cerrados, y una cosa es dictaminar y otra bien distinta es no saber a qué atenerse. Una cosa es vivo y otra evolutivo, así esta opinión está formalmente condenada: "La verdad no es más inmutable de cuanto lo es el propio hombre, como que evoluciona en él, con él y por él" (Decreto Lamentabili del Santo Oficio). Y la cohabitación de contarios es imposible, así el estado de gracia no se puede dar con el de pecado, lo mismo que no se puede tener luz y estar en tinieblas. Y una cosa palmaria es que el Syllabus y Dignitatis Humanae dicen cosas distintas y contarias (El entonces Cardenal Ratzinger dijo que Dignitatis Humanae era un contrasyllabus). Y ahora relee, por favor, mi comentario.
Para Nicolás: Por definición un Concilio Ecuménico convocado por y bajo la autoridad del Papa es un Concilio dogmático y los documentos del mismo tienen carácter dogmático y solemne porque es palabra de Dios. Excepto que expresamente se niegue ese carácter dogmático como así lo hizo S.S. Pablo VI cuando dijo que el CVII "evitó dar definiciones dogmáticas solemnes, que empeñasen la infalibilidad del magisterio eclesiástico" (Audiencia general 12 de enero de 1966). Y esto es como la gracia que Dios nos da, podemos, en uso de nuestra verdadera y profunda libertad coopeerar con ella, o rechazarla.
06/04/08 7:23 AM
  
Mons. Sebastián
Amigos, contesto a varios de vosotros en el anterior artículo-post. Realmente el tema da para mucho. Yo os recomiendo no mezclar la doctrina con los hechos y mirar más al futuro que al pasado.
06/04/08 8:30 AM
  
Mons. Sebastián
Me parece que entre todos, poco a poco, hemos centrado el problema y hemos perfilado lo fundamental de la doctrina católica.
El anuncio, la difusión de la fe y el gobierno de la Iglesia es cuestión de la Iglesia y no del Estado. Esto está claro.
Si se entiende bien la función del Estado, sus obligaciones y competencias, tiene poco sentido preguntarse si es confesional o no confesional. En cualquier caso tiene que servir al bien común según la moral natural accesible a la razón, y en este servir el bien común entra el favorecer positivamente la libertad religiosa de los ciudadanos, según la recta conciencia de cada uno.
Es verdad que la Iglesia no impone una opinión política, no admite que ningún partido se arrogue la representación de la Iglesia ni de su doctrina, porque en el pensamiento y en las actuaciones políticas hay muchos elementos contingentes, opinables que no se pueden sacralizar en nombre de ninguna religión.
También es verdad que los católicos tenemos que plantearnos qué partido es más favorable para el bien común y moral de la gente y para el pacífico ejercicio de la vida cristiana. No todos son iguales.
El tema de las secularizaciones es muy complejo. En el cambio de comprensión y valoración de algunas cosas que se produjo en el posconcilio, unas veces con razón y otras sin ella, algunos sacerdotes se quedaron sin motivación, sin poder justificarse a sí mismos como sacerdotes. A algunos les falló la madurez personal, a otros su misma formación teológico o espiritual. Cambió mucho el significado social del cura, hubo maneras de entender o de malentender el Concilio que dejaron a los sacerdotes sin vigor espiritual. Y luego que la biogracía de cada uno es diferente y digna de respeto.
Es difícil comprender ni valorar ahora la Asamblea Conjunta. Nadie dice que tenga un valor doctrinal. Su valor fue de tipo práctico, circunstancial, y estuvo en favorecer el acercamiento entre Obispos y sacerdotes en un momento de muchas tensiones y muchos problemas. Mejoró el ambiente, abrió paso a otras cosas que se fueron haciendo en cada Diócesis sin hacer ruido.
Muchos saludos, mis amigos.
11/04/08 10:50 PM

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