Ushetu, Tanzania, 6 de octubre de 2015.
Hoy en la santa Misa le pedía a Cristo, en el momento de elevar el cáliz, que encienda mi corazón en amor por las almas. Uno ve cuántas almas necesitan de su gracia, y necesitan de los misioneros, que siempre nos sentimos humillados y limitados. El límite de la lengua, de nuestros defectos, de nuestras propias carencias… y a la par de todo eso, los maravillosos frutos de los que vemos coronados nuestros pobres esfuerzos. Eso más nos humilla, en el buen sentido, al ver la mano de Dios en todo eso, el saber quién es el que lleva todo adelante en la misión.
El primero de esos beneficios, que quiero contarles hoy, es la gracia inmensa de la primera profesión religiosa de la primera vocación de Tanzania de las Servidoras del Señor y la Virgen de Matará (SSVM), las hermanas de nuestra Familia Religiosa del Verbo Encarnado.
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