En esta ocasión llamará un poco la atención el estilo de la publicación, y es natural, la gente prontamente se acostumbra a un estilo literario, pero es necesario, aunque sea por un momento romper los esquemas y hacer algo que todo sacerdote debe hacer tarde o temprano.
Siempre en los post de este blog se cuentan andanzas y hazañas de la vida misionera en Tanzania, lo cual es algo óptimo. Pero creo que en esta ocasión vale la pena rendir un homenaje a todos los misioneros y misioneras que a lo largo y ancho del mundo dejan su vida por la predicación del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.
A los que vivimos lejos de misiones como Taiwán, Papúa, Guyana, Siria, Irak o similares nos llama poderosamente la atención las obras que allí realizan los misioneros. Sin embargo, en cada País, sea cercano, lejano o el nuestro cada misionero deja la sangre por Cristo.
En cada misión, aunque sea en uno de los países del primer mundo, el que es misionero debe tomar su cruz y afrontar los retos que el lugar, la gente, sus propias limitaciones o el mismo demonio le presentan.
En cada misión Cristo es predicado con valentía, con entrega, con fe, con caridad y con amor sobrenatural.
En cada misión hay por lo menos un misionero que deshoja los días y años de su vida en la fascinante labor evangelizadora.
En cada misión se manifiesta la vitalidad de la Santa Madre Iglesia Católica, la solidez de su doctrina, la jerarquía de su estructura, la asistencia del Santo Espíritu Divino.
Y hasta ahora mi referencia fue bastante abierta, pero deseo restringirme a un grupo de misioneros que merecen una profunda venia, me estoy refiriendo a los hijos misioneros de mi querido Instituto del Verbo Encarnado.
Ellos, cada día, con su sacrificio generoso, esparcen el buen olor de Cristo por el mundo. Plantan con la mayor profundidad que el terreno les permite la Santa Cruz de Nuestro Señor. Luchan para que la cultura se vea permeada por la luz del Evangelio, a fin de que el Evangelio se haga cultura y la cultura Evangelio. Ellos, viviendo las virtudes de la Encarnación del Verbo, humildad, generosidad, magnanimidad, anonadamiento van a los lugares a los que otros no quieren ir, porque allí hay almas, y eso basta.
Tal vez algunos puedan pensar que llevo agua para mi molino, y tengo que decirles que tienen razón, pues, parafraseando al Padre San Alberto Hurtado, si yo que soy del Instituto del Verbo Encarnado no procuro vocaciones para mi congregación, ¿quién lo hará?
La mies es mucha, y los obreros escasos, por eso recemos, sí, pero también trabajemos efectivamente por las vocaciones.
Querido joven que sientes arder un fuego en tu pecho, pero que posiblemente también tengas miedo, anímate a ser feliz, pues, como decía San Juan de la Cruz, cuando uno se despoja de todo por Cristo encuentra que ya nada le falta.
Dios ha querido necesitar de ti para extender su obra salvadora, las puertas están abiertas, no te alejes triste como el joven rico del Evangelio, anímate, porque si tu pecho arde es porque el Señor puso allí fuego, y cuánto desea que esté ardiendo.
Te dejo el link de nuestra página de vocaciones, y desde ya quiero que sepas que rezo por ti:
Vocaciones al IVE
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