Querido Ceferino:
Espero que estés muy bien. Muchas gracias por escribir, y lamento que haya pasado tanto tiempo, pero al fin en medio de tantos trabajo me he podido sentar tranquilo a responderte.
Me preguntabas cómo hago para estudiar el idioma de aquí… la verdad que es una pregunta que lleva mucho tiempo en responder. Voy a tratar de explicarte un poco. Acá en Tanzania se habla el swahili, como lengua oficial. Pero después cada tribu tiene su lengua, y hay más de 120 tribus distintas. Sin embargo, si se habla el swahili, ya te puedes comunicar con cualquier persona. En nuestra parroquia la mayoría de las personas son de dos tribus: Sukuma y Nyemwezi. Los niños hablan el sukuma o nyemwezi en la casa, y cuando empiezan a ir a la escuela aprenden el swahili. Eso quiere decir que si hay gente que no va a la escuela, acá en el campo, no hablan el swahili, o hablan muy poco. Por eso cuando voy a dar misa a las aldeas más lejanas hay mucha gente que no habla el swahili y el catequista debe traducirles.
El swahili tiene mucho del árabe, pero se escribe con las letras como nosotros, no con los caracteres árabes… o garabatos. Y las letras se pronuncian igual que nosotros en castellano. No hay muchos sonidos raros, sino que la “j”, por ejemplo, se pronuncia como la “y” griega nuestra… y otras diferencias pequeñas.
Luego lo mas complicado son los verbos, o al menos en mi caso es así, ya que te puedes encontrar con verbos como: unavyojidhihirisha, anayewashughulikia, anapojikabidhi, o alijinyenyekeza. ¿Ves que es complicado hasta pronunciarlos? Y ellos los usan con mucha naturalidad. Tampoco es que se usen con frecuencia en el lenguaje coloquial, pero a veces sí los escuchas… o algo que suena parecido.
¿Qué cómo hago para estudiar el idioma? Primero, cuando llegué comencé a estudiar con unos libros que usaron los otros sacerdotes cuando hicieron un curso en una escuela de idiomas. Otro compañero de misión me explicaba por la mañana usando los libros, y por la tarde estudiaba yo solo. Así estudié los primeros meses, cerca de tres meses. Luego seguí estudiando sólo, y con algo de práctica, porque algún sermón podía dar, celebrar la misa, leer… y hablar con los chicos sobre todo. Finalmente pude ir a hacer la mitad del curso de swahili en una ciudad que se llama Musoma, pero justo a la mitad de los dos meses, un poco antes, fue el accidente del P. Johntin, y tuve que dejar el curso y salir corriendo para atenderlo. Cuando el P. viajó a Egipto, el curso ya había terminado. Resumiendo, hice la mitad de la mitad del curso, es decir un cuarto, equivalente a tres semanas y unos días.
Realmente tenía muchas ganas y necesidad de hacer el curso, pero uno sabe que todo lo que ha pasado es voluntad de Dios y por eso estoy contento, sabiendo que Él me ayuda para aprender, aunque sea de a poco, y aunque hable mal. De todos modos se puede dar mucho fruto y Dios hace milagros en las almas, a pesar de que nosotros no sepamos hablar bien o no comprendamos todo. Un santo decía que el lenguaje del misionero es la “caridad” en primer lugar.
Por eso, antes de terminar de escribirte ésta carta, te recomiendo dos cosas en el seminario menor, para prepararte a ser un buen misionero, y poder aprender lenguas más difíciles que el swahili. Primero: rezar mucho, y pedir a Dios que te haga crecer en caridad, amor a Dios, y amor al prójimo. El prójimo son tus compañeros del menor. Y si no tienes caridad y amor a tus compañeros, nunca vas a poder llegar a ser un buen misionero. Por eso, hay que esforzarse, y morir a uno mismo, y tratar bien a todos, especialmente a los que más nos cuestan, los que nos molestan, los difíciles. Segundo: esforzáte en estudiar bien las materias del colegio. Y con respecto al idioma, son importantísimos los idiomas, y bien estudiados. Todos sin excepción, pero con jerarquía: latín, griego, en primer lugar, y luego todos los otros.
No significa que hayan otras cosas importantísimas en el seminario menor, en orden a la formación completa como misioneros. Así podemos nombrar la Santa Misa, el amor a la Virgen, la vida comunitaria, el trabajo, las virtudes de la humildad, paciencia, sacrificio, etc. Yo en esta ocasión sólo te recomiendo dos cosas, para que te acuerdes, y que van en relación directa con el idioma… en sentido amplio, es decir, poder hablar una lengua extraña, y poder hablar el lenguaje de todo misionero: la caridad.
Querido Ceferino, ves que te he respondido bien largo. Ahora yo espero que me escribas, y te esfuerces en contarme un poco de cómo vives la vida del seminario menor, qué cosas son las que más te gustan, y qué cosas las que más te cuestan. O me cuentas un poco del colegio, y de cómo haces apostolado allá en el colegio entre tus compañeros. Algo me debes contar, ya que me interesa, y siempre me acuerdo de los menores.
Rezo por tu perseverancia y para que llegues a ser un gran sacerdote y misionero.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego.
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Quiero terminar explicando de qué se trata esta carta y quién es Ceferino. Ceferino es un seminarista menor, pero es un nombre ficticio. Y lo hago plagiando la idea del P. Llorente, de quien conocemos una carta dirigida a un tal Ceferino, respondiendo sus preguntas acerca de la misión en Alaska. Todos creyeron que se trataba de un sujeto en particular, y así comenzaron en los distintos seminarios a tratar de identificar a “Ceferino”. Hace un par de meses pude leer larevelación de la identidad de este personaje que hace el mismo P. Segundo, y me hizo gozar mucho, como con tantos otros pasajes memorables.
Aprovecho yo entonces a hacer lo mismo, ya que recibí varias preguntas de los seminaristas menores, y de otros por ahí. Que vaya esta carta al tan conocido “Ceferino”, respondiendo a su curiosidad sobre el swahili. Y que no se impacienten los Ceferinos, que trataré de que todas sus dudas queden resueltas, así se disponen a ser misioneros, en estas tierras, o donde Dios los quiera enviar.
Pero qué les parece si los dejo con el relato del mismo P. Llorente, en el libro“En las desembocaduras del Yukon”:
¿Quién es el verdadero Ceferino? Y ya que estamos revelando secretos, vayan más revelaciones. ¿Quién es el verdadero Ceferino de carne y hueso que me escribió aquella carta de envergadura?
Me han llegado cartas angustiosas rogándome que no les tenga más en suspenso y que se lo diga sin ambages; pues es lo cierto que algunos jovencitos muy entusiastas de las Misiones y que me han escrito repetidas veces son acusados de ser ellos el Ceferino famoso. Se me cae la cara de vergüenza al tener que confesar en público mi pecado y pecado gravísimo. Pero como las cartas no tienen vergüenza, allá va.
Es lo cierto que muchos jóvenes, seminaristas, bachilleres, apostólicos y hasta comerciantes me han venido repitiendo por activa y por pasiva que sueñan con venir y que no descansarán hasta que lo consigan. Se me ocurrió que podía yo matar todos esos pájaros de un tiro si con las ideas principales de sus cartas tejía yo una y luego la asesinaba con una respuesta larga y al grano.
Como se ve, la carta en realidad no era mía. Las ideas no eran mías. Lo único mío fue la composición, que procuré se acercase lo más posible al estilo de las cartas en cuestión. ¿Estamos?
Ahora que confesé mi delito podéis levantar orgullosos vuestras cabezas, ¡oh Ceferinos invictos!; y mirar cara a cara a vuestros adversarios, que de hoy para siempre se verán constreñidos a morder el polvo de la derrota y retirarse a la desbandada. Al pan, pan; y al vino, vino; y a quien Dios se la dé San Pedro se la bendiga. (P. Segundo Llorente, En las desembocaduras del Yukon, página 135).
P. Diego Cano, IVE.