Casi podemos decir que el P. Johntin es un resucitado… un accidente en la misión
Queridos familiares y amigos todos:
¡Felices Pascuas! Perdón por mi retraso en mandarles este saludo, pero los he tenido muy presentes a todos para la gran solemnidad de la Resurrección del Señor. Han habido muchas circunstancias que me han impedido ponerme a escribir tranquilo, como hubiera deseado.
Luego de la anterior crónica que les mandé desde Musoma, hablando del curso de swahili y otras cosas, sé que había quedado en escribir algo mas específico sobre el estudio de esta lengua tan extraña y diferente a la nuestra. Pero eso quedará para otra ocasión, y me van a dar la razón de que no viene al caso escribirles ahora sobre eso.
Siempre hay que estar dispuestos a que Dios cambie nuestros planes, porque siempre los suyos son mejores. Y hay que estar dispuestos a que los destroce, si hace falta, porque muchas veces nosotros no vemos los grandes bienes que en su Divina Providencia determina darnos, muchas veces ocultos en medio de cruces y dificultades.
Yo me encontraba en mi cuarta semana del curso de swahili, casi terminando. El domingo anterior les había escrito a ustedes contándoles detalles de mi vida de estudiante. Y el miércoles 9, veo en mi teléfono, después de la cena, una cantidad de llamadas perdidas, sobre todo de las hermanas. Les llamo, y me dan una muy mala noticia, de que el P. Johntin, mi compañero de misión había sufrido un accidente grande, y que lo estaban trasladando en la camioneta de ellas a la ciudad de Kahama.
¿Qué fue lo que pasó? El P. Johntin estaba visitando la aldea de Kangeme, a la que había ido a celebrar la misa, como es costumbre. Al regreso, manejando la moto, en una curva cerrada del camino se encuentra con un colectivo de frente, que venía muy rápido y no le da tiempo a nada. Lo atropella, y el padre, con moto y todo pasa por entre medio de las dos ruedas delanteras. El colectivero logra detener el bus, y milagrosamente el padre estaba vivo, pero con el saldo de una pierna quebrada. De todos modos es milagroso, ya que no tenía otras lesiones, ni en la cabeza, ya que llevaba casco, ni en otras partes del cuerpo.
El lugar del accidente está a una hora de viaje de la parroquia. Yo me encontraba en Musoma, en el curso de swahili, a 12 hs de viaje de la misión. Así que el padre comenzó a pedir ayuda de las hermanas, que acudieron inmediatamente y se hicieron cargo de la situación. Lo asistieron una hermana que es médico y otra que es enfermera, además de la superiora que acompañó todo el tiempo.
Lo llevaron a Ushetu y en el dispensario hicieron los primeros auxilios, sin embargo por ser una fractura expuesta de tibia, se veía la necesidad de trasladarlo a otro lado, ya que iba a necesitar una operación. Lo suben de nuevo al vehículo y deben recorrer con mucho cuidado las dos horas de viaje de camino de tierra hacia la ciudad de Kahama… ya que cada pozo era renovar los dolores. Al llegar al hospital ya estaba esperando un sacerdote de la diócesis, pero de todos modos se encontraron con lo precario de la medicina del lugar. Se veía que ciertamente necesitaría una operación que no se la podían hacer en ése hospital.
A todo esto yo ya estaba viajando el jueves a la mañana para ir a Kahama. Pero al llegar a Mwanza me dicen que espere allí, ya que las hermanas lo trasladaban en la camioneta de ellas a esa ciudad. No había ambulancia, porque la única del hospital estaba ocupada con otro traslado. Las hermanas hicieron de su vehículo una ambulancia, para un viaje de seis horas.
En todas las idas y venidas, se veía que lo mejor era trasladarlo a la capital de Tanzania, para lograr una mejor atención, en algún hospital privado. Pero, ¿cómo trasladarlo? No había que demorarse, con el riesgo de que perdiera la pierna. Ya era de noche y había pasado un día del accidente.
Al otro día tomaríamos un avión, pero un vuelo comercial, no una ambulancia aérea. Eso significaba que no sabíamos si lo dejarían subir. Gracias a Dios, y a un empleado católico de la línea aérea, nos permiten viajar. Lo suben al avión entre grandes dolores del P. Johntin, que tenía una fractura expuesta apenas atendida. Lo mismo puedo decir del arribo a Dar es Salaam.
Los empleados de la aerolínea hicieron el trabajo… con gran preocupación. Ya de viaje hacia el hospital, el taxi pincha una rueda… no lo podíamos creer. Hubo que cambiar de taxi (otra vez bajar y subir al padre… cosa que era terrible). En ése taxi llegamos a un hospital privado, pero el médico traumatólogo no estaba y regresaba en tres días. Fue un bajón enorme. Hubo que llamar a otro taxi y volver a subir al padre.
En fin, gracias a Dios, éste fue el último taxi que tomamos. Llegamos a un Hospital catalogado como el mejor de Tanzania. Creo que de todos modos la providencia permitió que en el otro no estuviera el médico. Aquí llegó, lo ingresaron, vieron la gravedad, y ya se dispuso la operación para el día sábado a la mañana (el accidente había sido el miércoles por la tarde).
En fin que la operación ha sido muy exitosa, y el padre ya está en plena recuperación. Le colocaron los hierros fijadores, con los cuales deberá estar seis meses.
Y por eso les cuento que no les había escrito, hasta no tener el “final feliz” y por lo tanto no dejarlos preocupados. A los dos días le dieron de alta, y estamos alojados en una casa de unas religiosas en un lugar muy cercano al hospital, y a 20 minutos caminando del centro de Dar es Salaam.
Y qué pensar de todo esto… que el ángel de la guarda del P. Johntin será elegido “El ángel de la guarda de año”, y hasta merece un ascenso. El P. Johntin está súper agradecido, primero con Dios, por supuesto, pero mil veces nos ha dicho del agradecimiento a la Congregación, a nuestros superiores (que siempre estuvieron muy cerca, preocupados, y procurando todo lo necesario) y a las Hermanas de una manera muy especial. Es increíble el buen ánimo del padre, siempre alegre, aún en medio de los dolores mas grandes, y en los momentos más difíciles. No ha perdido nunca su característica sonrisa. Un ejemplo realmente.
Pensar que mucha gente le ha llamado al padre desde Ushetu y le preguntaba “si le habían cortado el pie” (algo que es muy frecuente por estos lados, dado que la medicina es tan precaria). No pueden creer que esté vivo, y entero.
Me decía el padre que en el lugar del accidente habían unos paganos que no caían de su asombro al ver que el padre salía vivo de abajo del colectivo… y le decían que si se salvaba, ellos se hacían católicos… que Dios estaba con el padre. Y así ha sido. Ahora esperemos que cumplan su palabra.
Y en mis planes estaba ir a Ushetu para el Triduo Pascual, y luego regresar a terminar el curso, Dios dispuso algo impensado para nosotros. Quiso que estemos en Dar es Salaam. Y en nuestra parroquia han asistido otros sacerdotes, que el obispo buscó para cubrir la necesidad de la gente. El mismo obispo celebró la misa del Jueves Santo, y lavó los pies a nuestros feligreses. También ayer, lunes de la octava, Monseñor Minde fue a celebrar en un Kigango, en Nyanmilangano. En la Vigilia Pascual recibieron el bautismo 27 personas e hicieron su primera comunión 23 de ellos. ¡Qué mas pedir! Los sacrificios del P. Johntin han dado abundantes frutos. Y el no poder estar allí ha sido algo para ofrecerle a Dios por todos ellos.
Nuestra celebración del día del sacerdocio, el Jueves Santo, ha sido del todo especial. Concelebramos en la habitación del padre Johntin, con la participación de una de las hermanas Servidoras que es médica y nos está acompañando. Creo que hemos tenido una oportunidad especial de celebrar de una manera impensada este día: el P. Johntin participando visiblemente de los sufrimientos de Cristo, uniéndose a la pasión en sus dolores; y la gracia de poder vivir entre nosotros la enseñanza tan recomendada de Cristo en la Ultima Cena, de “lavarse los pies unos a otros”. Celebramos el domingo la misa de Pascua en su habitación también, y sin cantos, incienso, solemnidades, cirio, de todos modos hemos vivido interiormente la alegría del Resucitado.
Casi podemos decir que el P. Johntin es un resucitado… y hemos llamado a nuestra comunidad provisional aquí en Dar es Salaam: “Comunidad San Lázaro”.
También, no podemos dejar de agradecer inmensamente a las hermanas. Las Servidoras, en la personas de la superiora, la Madre Aylesford, como en todas las hermanas de la comunidad, especialmente la Hna Inmaculada, la doctora que nos sigue acompañando, y haciendo las curaciones cada día, y sirviéndonos en todo, como una verdadera “Servidora”. Todo lo han puesto a disposición las hermanas, rescataron al padre, lo salvaron, y nos han ayudado con todo lo que han podido. Puedo decir que he experimentado el gran valor de la Familia Religiosa del Verbo Encarnado.
Se vienen meses difíciles para nuestra misión, en el sentido de la recuperación del padre Johntin, que tendrá por lo menos seis meses con las guías de hierro en su pierna. Y para mí significa perder el compañero de misión por éste tiempo, alguien que sobre todo es un gran amigo y compañero, pero además es el párroco, es quien habla swahili con soltura, y conoce la parroquia en todos sus rincones (47 aldeas). A la vez que en mi tan ansiado curso de swahili, que dura cuatro meses, yo estaba realizando sólo dos, y de esos dos meses, pude cumplir un mes, y salir de urgencia… dejando no sólo el curso, sino sobre todo la posibilidad de poder comunicarme mejor en esta lengua. Dios me sigue pidiendo éste sacrificio. Y les puedo decir que casi desde que he llegado a la misión, hace ya casi un año y medio Dios ha querido que así sea.
Pero por otro lado pienso en que ha sido providencial haber vivido todo esto en Semana Santa, en que miramos los sufrimientos de Cristo, y los dolores de su Santísima Madre. No tienen comparación nuestros sufrimientos. Ante la Cruz encontramos la explicación a todo. Y como dice la Carta a los Hebreos: “Todavía no habéis resistido hasta la sangre” (12,4). Es decir, nos falta tanto para llegar a lo que ha sufrido Cristo por las almas. San Daniel Comboni, el gran apóstol de África, y que tuvo tantas dificultades para iniciar su gran obra en estas tierras, en una de sus últimas cartas escribió: “Estoy esperando otras caricias de las amorosas manos de Jesús, que ha empleado más talento y esfuerzo en fabricar la cruz que en hacer el cielo”.
Nos seguimos encomendando a sus valiosísimas oraciones. Muchas veces pienso en la cantidad de personas que rezan por nosotros, en las capellanas que tenemos en los monasterios contemplativos, en la cantidad de amigos que rezan por nosotros. Muchos deben pensar a veces, si sus oraciones tienen frutos… y yo los aliento, y les digo que sí, que ustedes no ven los frutos… pero nosotros ¡si los vemos!, ¡y son palpables! Sino, no hay modo de explicar lo que hemos vivido en estos días.
Dios nos colma de su misericordia. Y por eso mismo estamos muy contentos de poder celebrar juntos esta Pascua. La alegría y el agradecimiento a Dios es muy grande.
Les mando un gran abrazo… y demos gracias a Dios.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE
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