Un variado dia misionero

Desde el aeropuerto de Dar es Salaam, rumbo a El Cairo.

Miércoles 22 de junio de 2016.

Como les he contado en cónicas anteriores, a fines del año pasado y en los primeros meses de este, hemos celebrado las primeras comuniones de los distintos centros por primera vez. En todos lados hemos tenido muy buenos frutos y abundantes, y los niños junto con todos los fieles agradecieron mucho. Se ha visto gran alegría en cada uno de los siete centros, pero cada uno es distinto, con sus características propias, algunos más numerosos o más ruidosos, y otros más piadosos y también alegres. Pero en todos, fue una gran fiesta. El último de los centros a los que les tocó esta celebración, no se quedó atrás de los demás en esto. Fuimos a Ubawe, donde nos esperaron mucho, porque eran los niños que correspondían al año 2015, y pudieron recibir a Jesús por vez primera en mayo de este año. ¡Al fin llegó el día! Pesaba que estarían diciendo.

Este centro tiene la dificultad de que está muy lejos, es uno de los que menos atendemos por esta dificultad, especialmente en tiempo de lluvias. Otra dificultad es que al estar lejos y ser poco atendidos, los catequistas en su mayoría no están muy firmes, y no atienden muy bien sus aldeas. Algunas capillas hasta se han derrumbado, sin que nadie haga nada por impedirlo, ningún trabajo o arreglo, y al pasar por Ihata sólo hay un montón de escombros mezclados con la paja que constituía el techo, y el altar de adobes que todavía se deja ver. En otra aldea, Itobora, miro con tristeza los escombros de una capilla en la que celebré la misa un par de veces… recordarán aquella crónica que escribí “En el día de Santa Teresita, patrona de las misiones”. Por la distancia de este centro hasta la misión, muchas veces los líderes dejan de asistir a las reuniones, lo mismo que los catequistas. Y finalmente, y como si fuera poco, la gran cantidad de paganos y el paganismo tan arraigado en supersticiones y creencias.

Los preparativos comenzaban con las confesiones de los niños. Por gracia de Dios cuando llegamos al río que tanto nos había costado cruzar la semana anterior, sólo quedaba barro. Pasamos sin dificultad, pero usando la doble tracción. Luego dejamos atrás Itobora, y en el camino vemos a tres niñas que iban caminando, quienes al ver el vehículo, saludan muy sonrientes. “Son católicos”, dijimos con Filipo. Frenamos y les preguntamos si iban a Mazirayo para el examen y las confesiones de la primera comunión. Nos respondieron afirmativamente, así que se subieron al vehículo, con una sonrisa más grande todavía. Allí durante el viaje les fuimos haciendo preguntas de catecismo, y sabían. De seis de las ocho aldeas del centro, llegaron los niños y jóvenes, que hicieron su examen y confesión, para estar listos. Esto fue un viernes, el domingo, la gran fiesta.

Ahora bien, en los días previos me habían llamado porque había una señora que estaba enferma y pedía el bautismo. El catequista la bautizó, porque se veía grave. Cuando fui el viernes el plan era completar el bautismo y los demás sacramentos y auxilios cristianos. Pero cuando terminamos las actividades, ya casi en el límite de tiempo, casi de noche, pregunto y me dicen que la habían llevado a una aldea más lejos… y se complicaba mucho ir a verla allí mismo. Tenemos dos horas de viaje a la parroquia, y el camino muy malo, mas el paso por el barro del río y otras partes del camino con agua. Nos dijeron que no estaba tan mal ahora, así que quedamos hacerlo el domingo, luego de la fiesta de primeras comuniones.

El domingo fuimos con la Hna Protectrice de las Hnas Servidoras, más una religiosa de otro instituto, la Hna Livina, que estaba por esos días en la parroquia para visitar a su familia, y la postulante Adivela. La llegada a Mazirayo, donde fue la celebración fue emocionante. Pero lo digo propiamente. Me emocioné al ver tanta gente, tanta alegría, tantos niños, y sobre todo los de la primera comunión con sus vestimentas blancas. Todos cantando y esperando la llegada del padre. Será que ya me emociono de cualquier cosa, pero se me cortaban las palabras al saludar.

No cuento de lo que fue la ceremonia, todos afuera, bajo unos toldos, porque no entrábamos en la pequeña iglesia. Habían dos coros, de dos aldeas distintas, y gran bullicio de gente… incluso los curiosos, de toda confesión religiosa, y sin ella.

Luego de la Misa, vinieron las fotos, que era muy gracioso ver que casi ni dejaban lugar los niños que se apretujaban para ver eso de las fotos. Hubo música, baile, coros, comida, fiesta.

El detalle que encuentro interesante es que las hermanas llevaron una torta para festejar. Las tortas aquí no son como en nuestra tierra… es decir, se hace una pequeña torta, que entra en una bandeja. Esa torta se la corta en miles de pequeños pedazos, para que alcance para todos, o los mas posibles. Cada uno recibe un bocado. Nadie se queja, y todos esperan su turno. Se hace una ceremonia para cuando entra la torta, se paran, se aplaude, se baila. Luego el primer corte con solemnidad. Y seguidamente se van anunciando los distintos grupos que van pasando, a recibir su bocado. Quisimos llevar la torta afuera del saloncito, y se armó un tumulto… decenas y cientos de niños que empujaban. La mayoría de ellos era la primera vez que veía una torta.

No hubo caso para lograr el orden, así que volvimos al salón para hacer el corte y reparto con mas “seguridad”. Lo de compartir así la torta es una manera de compartir la fiesta. Me admira la sencillez de esa gente, de las aldeas más lejanas… de esos niños.

Al terminar todo, nos apuramos a comenzar el regreso, otra vez por la distancia, y sobre todo porque debíamos ir a ver a la señora enferma, y para eso debíamos ir más lejos, hasta Nonwe. Nos arrancamos en medio de saludos y agradecimientos y salimos. Fuimos con un líder que conocía la casa donde la habían llevado. Al llegar el panorama nos impactó. Es repetitivo que hable de la pobreza, casi está por entendido, pero les digo que si yo estoy acostumbrado a ver estas casas y lugares, esta vez me impactó también. Saludamos y entramos a ver a María, que había elegido ese nombre cinco días antes. Estaba su colchón de paja envuelto en una sábana, pero en el piso de tierra. El ancho de la habitación era el largo del colchón. No había ventanas, y como ya era el atardecer, estaba oscuro. Nos alumbramos con linternas. Habían puesto una tela mosquitera sobre la cama de la enferma, menos mal, para evitar los mosquitos, pero también pienso que las moscas. Estaba completamente inmóvil, de costado, pero respondía claramente a los saludos, a las preguntas, a todo. Nunca había visto algo así, y perdón que sea tan realista. La carne de sus piernas estaba podrida desde el pie hasta la rodilla, y supuraba. Nos dio muchísima compasión y lástima. Por supuesto, no correspondía sacar ninguna foto en una circunstancia así, me parecía una falta de respeto. Imagínenselo en toda su crudez. Tanto que ambas hermanas quedaron muy impactadas. Y varios de los presentes lloraron hasta que salimos de allí. Su hijo, que era de confesión luterana, me sostuvo el misal todo el tiempo, y agradeció mucho que hubiera venido. Me animé a pedirle a María, luego de completar el bautismo, y darle la confirmación y la indulgencia plenaria en peligro de muerte, que rece por nosotros, por los misioneros, por los padres y hermanas, y por nuestros institutos. A todo respondió muy clarito que sí, que rezaría. Y se me vinieron unas palabras de la Madre Teresa de Calcuta al recuerdo, y le dije, que ella estaba muy cerquita de Jesús, tan cerca a Cristo en la cruz que lo podía abrazar. Le dije que lo abrace. Impresionante que esta mujer bautizada cinco días antes entendía muy bien lo que le decía. Y le dije que si se abrazaba a Jesús, iba a sentir una gran alegría y consuelo en medio de su sufrimiento. “Hasta la veo sonreír, María”… y sonrió. Y seguido, lloró. Nos quedamos todos cortados. Ya no había mas que decir, y nos despedimos… hasta el cielo.

Afuera, los monaguillos y niñas rezaban el rosario, para acompañar. En el vehículo íbamos callados, por lo vivido, por el cansancio, y al ver el contraste de un día misionero tan variado.

El martes siguiente recibimos la noticia de que María había volado al cielo. Una semana después de bautizarse.

¡Al fin llegó el día! Dijeron los niños de primera comunión de Ubawe, y lo mismo habrá dicho María.

¡Firmes en la brecha!

P. Diego Cano, IVE.