Lo que aprendí de otros

Esya gente también nos enseña… van dos historias.

Ushetu, Tanzania, 27 de abril de 2016.

“El misterio de la Encarnación es el gran misterio misionero”

Dios nos enseña muchas cosas con el contacto con esta gente. Los otros días me sorprendí cuando conversaba con Stanislawsi, el catequista de Ilomelo.

Fue en la ocasión de la visita a esa aldea para celebrarles la Vigila Pascual, que les he contado en una crónica anterior. Para poder celebrar esa ceremonia de noche, como lo manda la liturgia, debía quedarme a dormir allí, y no hacer el largo recorrido de noche para regresar a la casa parroquial. También me permitiría esto celebrar la misa de Pascua en alguna otra aldea de la zona, al día siguiente. Me prepararon la casita del sacerdote, que está a unos veinte metros de la iglesia, muy pequeña y calurosa, pero arreglada con esmero. A la noche nos acostamos tarde, y no hubo tiempo de quedarse a conversar, pero al día siguiente vinieron a acompañarme al desayuno el líder y el catequista. El líder llegó primero, y luego de la bendición comenzamos a desayunar, yo con unos buenos mates, que miran asombradísimos… y comenzamos la charla. Muy buen desayuno tranquilo de domingo de Pascua en una aldea en el extremo de nuestra parroquia. Lo destaco que es en un extremo, porque más hacia el oeste ya no hay más aldeas ni habitantes, sólo una reserva forestal, donde también hay animales salvajes. En una oportunidad anterior que fui allí a celebrar Misa, me dieron de comer carne de gacela.

Retomando el hilo del relato, el líder me comenzó a preguntar sobre mi país, y qué tipo de cultivos se hacen allí. Yo trataba de explicarle, cuando me acordé que en la cámara tenía algunas fotos y vídeos de los días que estuve de vacaciones en mi casa el año pasado. Cuando estuve en mi patria, a cada rato me acordaba de esta gente, y sacaba fotos con la intención de mostrarles, sobre todo los campos y cultivos. Providencialmente en un viaje con mi familia pudimos ver una máquina cosechadora de trigo en pleno trabajo. Luego de esas fotos venían algunas de la iglesia catedral de San Luis, mi ciudad. Para esta parte ya había llegado Estanislawsi y se quedó admirado al ver la iglesia, por fuera, por dentro, el gran retablo del altar mayor… la capilla de adoración eucarística. Les dije que esa iglesia tenía más de trescientos años, y más abrían los ojos. Esto que es nada para nosotros, y mucho menos para los que viven en el Viejo Continente, con muchos más siglos de historia, y templos que superan ampliamente en años a los de América, pero es algo inimaginable en estas tierras. Pensemos que aquí en Tanzania la fe llegó hace 151 años, y la nación Tanzania nació como tal hace cincuenta y dos años. Comenzaron a preguntarme por la cantidad de católicos, cómo se vivía la fe, etc… y se nos pasó muy rápido el grato momento. Llegó la hora de preparar mis cosas para irme a Kangeme a la Misa de Pascua.

Lo veía a Estanislawsi muy pensativo en su silla, y cuando voy a salir hacia el auto me dice: “Los misioneros hacen como el Verbo de Dios, que se encarnó, y se abajó hasta nosotros pecadores. Ustedes también, dejan su tierra, y esas iglesias y tradiciones para venir con nosotros". Le dije que nosotros vemos en estas tierras africanas una fe mucho más pujante, y que no es oro todo lo que brilla, aunque parezcan cosas muy importantes, en relación a los templos y obras grandiosas… pero lo dije también porque me puso un poco incómodo una expresión de esta índole. Una gran verdad, pero que queda grande en mi caso. Sin embargo, reflexionando sobre esto, recordé que lo había leído del P. Carrascal en su famoso libro que tanto nos ha inspirado: “Si vas a ser misionero". El autor nos dice que debemos buscar de recordar el ejemplo de Verbo Encarnado… que es ejemplo de todo misionero.

Les traigo a colación algunos textos del Padre Carrascal: “El misterio de la Encarnación es el gran misterio misionero. ¿Qué misionero se atreve a comparar su distancia al pueblo gentil con la distancia de Dios a este mundo vil? ¡Qué ejemplo tan sublime el del Verbo humanado!

Dios bajó del cielo; el hombre más encumbrado, por mucho que se abaje, se abaja desde la misma tierra. Abájate, pues, a ellos. Deja de engarzar lamentaciones sobre su ruindad moral, que si así no fuera no nos dijera Dios: “Id y predicad, y bautizad…” Mira que están como ovejas sin pastor. Abájate hasta ellos por la humildad y paciencia. Se abaja y se allega el misionero cuando los visita, cuando los habla, cuando traba amistad con ellos, cuando hasta come con ellos y como ellos; se abaja cuando con ellos pena y con ellos goza. Se abaja cuando oye con interés sus negocios, y oye con atención sus cuitas. Se abaja cuando para hacerlos bien, tiene que abandonar su gusto, su comodidad. Se abaja cuando es compasivo con sus ruindades, compasivo con sus deficiencias, disimulador de sus falsías. Lo que granjea autoridad ante los de cualquier pueblo, es esa naturalidad del Padre misionero, que se halla entre ellos como entre los suyos. El estar ellos convencidos de que no añoramos nuestra tierra y de que vivimos entre ellos como entre los nuestros. Que les pertenecemos y nos pertenecen; les queremos y nos quieren".

Me surgió desde adentro un “¡Qué grande Stanislawsi!", sobre todo porque me dio a entender qué bien que ha meditado y rezado los misterios sobrenaturales. Yo esta idea no se la he predicado nunca a los catequistas… y lo sabe como un gran autor espiritual. Me dejó admirado, sobremanera.

¡Firmes en la brecha!

P. Diego Cano, IVE.

La casa del cura en Ilomelo

Dios no nos deja
Volvía de la celebración del Domingo de Pascua en la aldea de Kangeme. Allí tuvimos bautismos de bebés, pero también de algunos niños más grandes, y de adolescentes. También recibió el bautismo una señora mayor, fue confirmada y recibió a Cristo por primera vez. Luego de la Misa, pasamos a los festejos con los veintiocho niños que recibieron la primera comunión. Todo se hizo tarde, como siempre. Mientras esperábamos la comida, hicimos algunos cantos, como para alegrar y entretenerse. Luego el festejo se desarrolló normalmente, con la comida, la torta, los bailes nuevamente. Muy lindo clima de alegría, en donde los chicos se descostillaron de risa al ver bailar a los catequistas y a sus papás algunas canciones infantiles. Expresión sencilla de una verdadera alegría interior, por la resurrección de Cristo, y por haber resucitado con Él por medio de los sacramentos.
Pero en realidad la historia está protagonizada por alguien que encontré en el camino de regreso a la misión. El día fue largo, la noche había sido corta. Mucho trabajo, confesiones, y una noche muy interrumpida por el ruido de los animales. Luego la fiesta de Pascua y los festejos posteriores. Regresaba en la camioneta acompañado de un catequista, cerca de las cuatro de la tarde, con mucho calor. En una parte del camino, que es muy desolada, donde por varios kilómetros no hay casas, y donde el caminar se hace difícil, por la arena, el calor, el sol de áfrica pegando sin compasión. En el auto sentía calor, veníamos traspirando bastante la sotana… Pero me sorprendió ver adelante, lejos y sola, una señora que caminaba al rayo de ese solazo, llevando un niño en la espalda y un bolso en las manos. Al pasar junto a ella me dice "Lifitiii!!", swahilización del inglés "lift", algo así como "Llévame!". Pero lo dijo casi cuando ya habíamos pasado, y entonces me detuve, un poco más adelante.

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Vino caminando esta mujer joven, y se subió al auto mostrando mucho cansancio. Nos saludamos, y luego le pregunté a dónde iba. Me dijo que a la próxima aldea, pero agregó: “pensé que no iba a llegar nunca”. A mí, sin saber todavía si era cristiana o no, o si creía en Dios o no, se me ocurrió decirle: “Pero Dios no nos abandona nunca". A lo que me responde: "Es verdad, acababa de rezar tres Padrenuestros para que me ayude, ¡y apareció usted!". Me dejó admirado… lo que decimos, y sabemos, pero verlo así tan simplemente explicado y concretado. Asentimos todos juntos en el vehículo, y creo que fue una enseñanza para cada uno de nosotros.

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Cuando llegamos la aldea donde se iban a bajar el catequista y ella también, le pedí el permiso para tomarle una foto, ya que pensaba contarles a ustedes esta anécdota. No sé cómo se llamaba, tal vez me lo dijo y ya no lo recuerdo, ya casi ha pasado un mes del hecho. Creo que es una historia muy simple, pero que nos enseña cómo Dios no nos deja nunca, es nuestro Padre. Esta joven mujer, con su hijo a la espalda, cansada y pisando la arena caliente de un lugar descampado de Tanzania… lo experimentó, y me lo enseñó.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE.

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8 comentarios

  
Ramvel
Nunca tengo palabras para responder a sus posts, ni siquiera se me ocurren palabras de aliento. Me emociona con solo pensar en la vida de un misionero como usted p. Cano. Leo sus relatos no como una aventura, sino como una historia de amor, del Amor más grande.
No dejaré de rezar por los misioneros y por las vocaciones por que sé que Dios responderá no por que yo tenga méritos para ello, sino porque es "eterna su misericordia".
09/05/16 7:39 PM
  
Liliana
Gracias por compartir este doble testimonio de fe, me alegro mucho leerlo porque así se manifiesta Dios en nuestras vidas, en forma sencilla providente, desde que el Espíritu Santo abrió mi mente, lo veo encarnado en la vida y los camino allanados por El, por eso el compromiso en la Iglesia deja de ser una carga, sino un deber una necesidad de bien en común.
Dios no abandona nunca. Hay que dejarlo ser Dios.
Un saludo en Cristo.
09/05/16 8:58 PM
  
Maria José
Gracias

10/05/16 1:02 AM
  
Miriam de Argentina
Leer y llorar de emoción, de alegría... ¡cuánto bien hacen! cuánto bien! Sólo el Señor podrá recompensar con justicia el llevar Su Palabra a estos lugares, el dejarse llevar por Señor con tanta docilidad. ¡Cuánta belleza hay en la fe sencilla y existencial de los humildes! Dios lo bendiga padre Diego! y lo recuerdo siempre en mis oraciones. Aún sin conocerlo es como si fuera parte de mi familia. Gracias por tan hermosos testimonios. Gracias!
10/05/16 2:58 AM
  
Tina
Solo puedo decirle "gracias" sus relatos siempre me llenan de alegria al ver como aman tanto a Dios, todo es enseñanza y el estar seguros de que Dios nos acompaña lo mismo en la catedral mas lujosa que en el despoblado, lo unico que El pide para estar con nosotros es amor, si hay amor en tu corazon nada malo puede salir de el, por que ahi esta Dios. Muchas gracias y nunca deje de escribir, por que asi tambien a nosotros nos evangeliza.
10/05/16 5:24 AM
  
monchito
Toda historia misionera tiene, para los que vivimos lejos de países de misión, un aliciente encantador.- La simplicidad de la gente sencilla y humilde siempre impacta a los que lo sabemos todo.- Qué hermosa historia nos cuenta hoy.- Cómo se saborea y disfruta lo más mínimo allá, donde todavía no se tiene lo que nosotros tenemos en Europa.- Yo, perdí el asombro ante las cosas nuevas junto con mi inocencia; por el contrario, el catequista del artículo, quedó impactado, y la gracia de Dios obró en él.- La gracia trabaja y hace maravillas en los humildes.-
10/05/16 5:37 PM
  
Silvia Inés
Padre, quiera Dios que algún día pueda editar un libro con todo este riquísimo anecdotario de su apostolado! Desde Jujuy esta feligresa on line ruega por su inmensa obra.
11/05/16 1:51 AM
  
Setzko
Primera vez que leo este post. Simplemente me ha dejado sin palabras y con una grande emoción y admiración por estos hermanos nuestros que viven en esos lugares con tantas privaciones. Nunca había hecho conciencia de lo que es misionar. Dios le bendiga a usted padre Diego Cano y a todos los misioneros que desde hoy estarán en mis (pobres) oraciones particulares, pero sobre todo en la Santa misa.
11/05/16 7:20 AM

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