Ochocientos niños en campamento
El año pasado el catequista Filipo me había contado sobre los campamentos de catequesis que antes se hacían en la parroquia, y decidimos reanudarlos. Así fue que tuvimos unos 380 niños en los campamentos, como les conté en alguna crónica. Un trabajo grande, pero que es muy útil, ya que los chicos suelen vivir en aldeas muy lejos, y entonces aprovechamos el tiempo de vacaciones de la escuela, en el mes de junio, para poder darles una semana de catecismo mas intensivo. Los campamentos los organizamos por “centros”, es decir aldeas que congregan a otras mas pequeñas. Nosotros tenemos siete centros, donde se dividen 41 aldeas, que suma un total de 48 aldeas.
Ellos están acostumbrados, porque en la escuela primaria, para los alumnos que terminan el séptimo grado, se suelen organizar campamentos, es decir que los chicos viven en la escuela, por casi un mes para prepararse para el examen final. En ese sentido, son muy sencillos, y eso nos permite poder organizarlos, casi sin tener nada, o como en algunas aldeas o centros, directamente sin tener nada.Me admira muchísimo ver a los chicos llegar desde aldeas lejanas para pasar una semana con nosotros, y algunos de ellos vienen descalzos, caminando kilómetros… y con un pequeño bolsito, como una mochila de escuela, ahí traen todo. Y hasta la comida, que se les pide que aporten algo para ayudar a la economía de esos días. Traen dos kilos de harina de maíz, un kilo de porotos, y un kilo de papas y camotes. En varios de los casos, es el catequista el que viene con ellos, ayudándolos a traer la comida sobre todo, que es lo mas pesado. Algunos caminaban hasta tres horas para llegar aquí. Me emocioné al ver a tres niñas, de unos 10 años, que llegaron de noche, envueltas en sus “kitambaa” (telas de colores), porque ya les hacía frío. Para dormir, sólo piden que pongamos un plástico en el piso. Algunos de ellos traen algo para taparse, otros no traen nada, y comparten. Y como almohada ponen la misma ropa que han traído, la pequeña mochila. Es admirable verlos con una inmensa alegría cuando vienen… están felices, ni que vinieran a un parque de diversiones. Pero de verdad que así debe ser para ellos, porque vienen a estar con nosotros, estar con otros chicos, en un ambiente bueno, y de paso que aquí no hay castigos ni golpes como en la escuela… para ellos se transforman en días hermosos.
Del año pasado a este año tratamos de mejorar algunas cosas, sobre todo le insistí a los catequistas que se esforzaran a enviar a los chicos de sus aldeas, para que aprovechen. Que si no tienen dinero los niños, que busquen de hacer alguna colecta en cada aldea entre los fieles, para ayudarlos. Porque aunque el aporte sea poco, algunos no pueden pagarlo, de todos modos. Y decidí que la parroquia pagaría el azúcar y el aceite para todos los días de campamento de cada uno de los centros, en total siete campamentos. La convocatoria tuvo éxito, y ¡este año tuvimos nada menos que 786 niños en campamentos! No se crean que estaban todos juntos, sino como les digo, divididos en siete aldeas diferentes.
Para poder organizar los campamentos de nuestra aldea, Ibelansuha, y poder visitar a los demás niños, organizamos que en una semana se haría el campamento de niñas aquí, en la semana siguiente los campamentos de varones y niñas en los otros seis centros, y la última semana de junio el campamento de varones aquí. Digamos entonces, mas exactamente, hubieron ocho campamentos. Esto porque con las hermanas Servidoras queremos que al menos el campamento de esta aldea, del centro de la misión, sea más al estilo de nuestros campamentos, es decir, con estudio de catequesis, pero entremezclado en competencias por equipos, juegos, deportes, y los momentos importantes de oración. Y de esa manera ser un ejemplo para imitar por los otros centros.
El primer turno entonces fue de las hermanas, que organizaron a las niñas, se ocuparon de todo en esos días, y realmente se lucieron. Considero una gracia muy grande que las religiosas se encarguen de este campamento, porque se veía la gran diferencia con el año pasado, y cómo las niñas fueron creciendo espiritualmente a medida que pasaban los días. Y sobre todo porque por estar aquí en el centro de la misión, estos chicos son los únicos que tienen la iglesia con Sagrario, y la Misa todos los días. También el rosario y la adoración, todas gracias muy grandes que los niños de los demás centros no lo tenían. Finalmente destaco el trabajo de las hermanas, porque vinieron 75 niñas, y las hermanas se multiplicaban para hacer todo, desde atender el dispensario, hasta dar las clases de catecismo, organizar los juegos, y estar todo el día, y hasta la noche, con las niñas.
Luego fue el turno de las aldeas de afuera, a las que traté de visitar, pero no pude llegar a todas, ya que no me dio el tiempo, pero sobre todo las fuerzas. En esos días llegaron dos seminaristas voluntarios desde Estados Unidos, y me pudieron acompañar a la vista de algunos campamentos. Era su primer salida así que estaban sorprendidísimos. Nos organizamos de esta manera: llegábamos, saludábamos a los chicos en las aulas o donde estuvieran en clase, luego ellos se iban a jugar con los niños, y yo me quedaba confesar a los de confirmación. En algunas aldeas nos dio también el tiempo para celebrarles misa, en otras no. Antes de irnos, el reparto de medallas y caramelos, a cargo de los americanos.
Finalmente, nos tocó el turno de campamento, junto con los seminaristas y algunos jóvenes que nos ayudaron. También los catequistas de este centro, sobre todo con las clases a los chicos. Si bien los varones fueron muchos menos que las niñas, unos 48, la verdad que fue mortal para nosotros, ya que hay que pensar en que no se disponía de ayudantes duchos en el asunto. Los seminaristas americanos, Vince y Colin, fueron una gran ayuda con los juegos. Y los jóvenes nos ayudaron con la asistencia y la vigilancia, pero había que estar con ellos y enseñarles. Fue una gran experiencia para ellos también.
En este campamento tuvimos la fiesta de San Pedro y San Pablo, con la tradicional “quema del diablo”, y posteriores festejos, que los niños están esperando cada año. También una oportunidad de catequizar, de una manera muy gráfica.
Esos días pasaron entre la Santa Misa y el rosario, clases y juegos… y literalmente, porque a la mañana llegaban para el rosario mientras estábamos en la adoración, y luego de la bendición, la Santa Misa. Durante el día los juegos, que los fueron haciendo más amigos entre ellos, y con nosotros. Una tarde disfruté mucho del rosario que rezamos mientras caminábamos, y se veía un hermoso atardecer… me acordé de los rosarios que rezábamos con los seminaristas menores en las convivencias del El Nihuil, por la playa, al terminar el día. Y todo me hizo acordar mucho al seminario menor, sobre todo el espíritu de alegría, el bullicio todo el día, la confianza con los chicos… y hasta las buenas noches, oraciones, bendición, y canto a la Virgen antes de ir a dormir. Terminamos estas tres semanas muy cansados y satisfechos, como siempre.
Fue muy lindo poder ver el progreso de los chicos en esos pocos días. Cuando llegaron, algunos de ellos ni siquiera sabían hacer la señal de la cruz, o saludar a Jesús en el Sagrario con una genuflexión, o participar de la Misa. Con el contacto con los monaguillos que vienen todos los días, fueron aprendiendo por contagio. Y fue muy gratificante ver los grupos que se despedían al final de esos días, que agradecían, y salían caminando para recorrer varios kilómetros hasta sus aldeas.
Lo que vemos es que en otras aldeas les hace falta mostrarles el catecismo de una manera viva, no sólo por repetición de preguntas y respuestas. Hablarles de la historia de la salvación, de la vida de Cristo, ponerlos en contacto con Cristo… que descubran la maravilla de la vida cristiana, pura y alegre. Queremos también que los catequistas les enseñen a rezar, que también sean esos días una escuela de oración, y muchas veces los catequistas no saben que se puede hacer procesión todos los días, o no se dan idea de hacer las oraciones de la mañana y de la noche todos juntos, o cosas por el estilo. Pero bueno, estamos en tierra de misión, y el trabajo es nuestro. Y no hay que cansarse… porque el año que viene, tal vez sean más de 800 niños. Pero sobre todo vemos que de a poco, la misión va cambiando, y la fe va creciendo, en frutos bien visibles.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE.
2 comentarios
Adelante.
No veo chicos engordados por mala alimentación , sino que son sanos, alegres, simples y anhelantes de conocer a Dios. Llenos de energía , de inocencia. Educados.
Esto parece el Paraíso !
Hasta me dan ganas de ir a visitarlos...
Dios y la Virgen los colmen de bendiciones, Padre Diego !
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Estimada: Le agradezco sus palabras, que también son muy alentadoras! Es verdad lo que usted dice sobre los niños, los ha juzgado y apreciado muy bien. No dejo de darle la bienvenida para cuando quiera hacer un voluntariado entre nosotros.
Dios la bendiga.
P. Diego.
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