Dulce mes de Junio...

Hermoso mes de Junio, lleno de gracias, que intentaré contarles. Es el mes de la Eucaristía y del Sagrado Corazón. Las fotos hablan mejor que mis palabras. Va la primera parte, sobre el Coprus Christi…

Comencemos con la celebración del Corpus Christi. Este año planificamos dos celebraciones, nada más porque me encuentro solo todavía, y no se podía multiplicar demasiado, ya que la misma procesión con el Corpus lleva mucho tiempo. De uno de los centros más organizados, todos los años nos piden la misa y procesión de Corpus, y ellos van rotando la celebración en alguna aldea perteneciente al centro. Este año le tocaba a la aldea de Mitonga.

Planificamos que la celebración del Corpus sea en las primeras vísperas, así el domingo podía hacer la celebración en el centro de la misión, en Ibelansuha. En ése centro, Nyamilangano se llama, les gusta mucho organizar esta ceremonia como una gran fiesta. Fuimos con un buen grupo de monaguillos, las niñas Watoto wa Yesu, y dos hermanas de las Servidoras. Había muchísima gente y mientras preparaban los cantos para la procesión y las bendiciones eucarísticas, yo estuve confesando. Siempre es muy limitado, tenemos que poner un tiempo límite, porque la gente es muchísima, y piden confesión. Pero lamentablemente no puedo confesarlos a todos yo sólo, y si no ponemos un tiempo, puedo estar hasta la noche. Comenzamos la celebración y luego de la misa dio inicio a la procesión por las calles de la aldea.

La procesión Eucarística por estos lados es del todo especial, y de manera particular para el sacerdote misionero. Hay muchas cosas que la hacen especial. Lo primero, estar en una tierra de misión, donde hay muchos paganos, y donde nunca se ha visto algo así. Además, estamos en medio del campo, lejos de la civilización, y hace que sea más sorprendente, encontrarse con la procesión en estos parajes. Pero algo más se suma, y es que es un paisaje muy agreste, de campo, de tierra, de sol, de caminos que son huellas, de altares debajo de los árboles, o con corrales y casas de adobe como marco. Y en un ambiente así, una multitud rodeando a la eucaristía, rezando y cantando con devoción. Los paganos que miran, algunos se ríen, pero ciertamente que todos se sorprenden… al ver tanta gente, tantos católicos, y tanta solemnidad.

A medida que la procesión avanza, en algunos momentos las niñas que van adelante se vuelven a la Eucaristía, dicen algunos versos simples y muy hermosos, y arrojan flores a la custodia. Luego hacen una reverencia, y la procesión sigue su camino. Yo, al ver la gente, y al escuchar a las niñas que dicen sus saetas a Cristo, exclamaba dentro mío: “Benditos los misioneros que enseñaron estas cosas a esta gente”. Son tradiciones que las traen de hace tiempo.

El día domingo tuvimos la celebración con toda solemnidad en el centro parroquial de Ushetu, en Ibelansuha. Las hermanas Servidoras habían preparado los altares y hasta alfombras delante de los mismos. Aquí la gente como tiene esta procesión todos los años, suele ir en mayor orden, en dos filas largas, todo el tiempo. Pero este año tuvimos en ambas procesiones, sucesos que quisieron quitar la atención a lo mas importante, y disturbar a la piedad. En Mitonga, una joven en el momento de la comunión en la Misa, empezó a gritar y llamar la atención, como supuesta poseída por el diablo. Los catequistas no se animaban a sacarla, y entonces tuve que dejar el copón en el altar y ser el primero en tomar “el buey por las astas”… y entre cuatro la sacamos afuera, donde todo se terminó, porque en realidad no había nada serio. En Ibelansuha, se armó una trifulca al fondo de la procesión, porque una dala-dala (ninibus) quería pasar por entre la gente, sin escuchar a los que estaban a cargo de la vigilancia, y sin cuidado de los niños que habían quedado rodeando al vehículo. Todo terminó con un parabrisas roto, y una larga discusión en la oficina con testigos y acusados… y un acuerdo en que terminamos pagando mitad y mitad, para no extender demasiado el altercado.

Ambos sucesos, menores en comparación con todo el bien que se realizó, no lo consideré menor en cuanto al origen. El diablo siempre quiere arruinar las obras de Dios. Esa es la síntesis. Y busca todos los medios. Lo que de todos modos, siempre causa gracia, porque de una u otra manera, siempre son cosas ridículas, y rodeadas del sello del diablo: turbación, odio, celos, y siempre, deseo de eclipsar la gloria de Dios, lo cual le es imposible. Esto nos debe llevar a estar atentos, sobre todo estando en la misión, porque el enemigo no dejará que se le roben tan fácilmente las almas de un lugar donde estuvo reinando tanto tiempo.

¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE.