Nuestra debilidad es nuestra fuerza
Ushetu, 2 de junio de 2014.
Ayer domingo pude hacer la visita a una aldea que no había ido nunca. En realidad es uno de los seis centros de la misión, es decir una aldea de la que dependen otras, en este caso otras dos. La aldea de Ilomelo, queda bastante lejos, pero no es la más alejada. En auto nos demoramos una hora en llegar.
Luego de la misa en el centro parroquial, nos preparamos y salimos con los monaguillos, que me servirían también de guía, porque sabían el camino por haber ido alguna vez. Pasamos por varios lugares conocidos, Mbika, Namba moja, Namba nane, Ulowa, y de allí nos desviamos a la derecha y empezamos a andar por un camino desconocido para mi. Es muy lindo poder conocer lugares, aunque los paisajes se parezcan, nunca son iguales. Pasamos por varios pequeños grupos de casas, muchas de ellas como se suele decir muy “pintorescas”, pero que se sabe que al ser pintorescas son a la vez muy pobres. Es decir, las clásicas casas de adobe, con techos de paja, y dos ambientes muy pequeños… afuera un patio que es la “sala de estar” de la familia … donde se ven herramientas de trabajo, el fogoncito, ropa colgada por diversas partes, cosas de cocina, y siempre niños jugando en alguna sombra. El paisaje de sequía también impacta un poco… todo muy amarillo, muy seco, mucho polvo.
Llegamos a la aldea de Ilomelo a las 11:20 am, y había mucha gente. Una iglesia grande, de ladrillos y cemento, con techo de chapas… y muy bien cuidada. La gente salió a recibirnos, y estaban muy contentos, porque la mayoría de ellos no me conocía. Yo sólo me había encontrado varias veces con el catequista y los líderes en los encuentros acá en la parroquia. Esperaban confesarse, así que allí pusimos una silla debajo de una sombra espectacular de un árbol de mangos, y una bolsa de arpillera para que se arrodillen los penitentes… y empezamos. Confesé hasta la 1:00 de la tarde… y la gente mientras tanto rezó, cantó, tuvieron avisos, salían un rato afuera. Es impresionante la paciencia que tienen. Ellos saben que el padre no puede ir muchas veces, y por eso cuando va, no hay problema por la demora, sino que quieren confesarse.
Tuvimos la misa de la Ascensión del Señor, sin muchas cosas para contar, sino que el coro estuvo muy bien, y todos los bancos llenos de gente. Al final de la misa me hicieron presentar, y ya nos pudimos conocer. Muy contentos y alegres… sobre todo cuando les di las buenas noticias sobre la salud del P. Johntin.
Después de la misa aproveché a repartir caramelos a los chicos… como para romper el hielo con ellos, que siempre se asustan un poco al ver a un blanco. Después de darles uno a cada uno (miles de niños…), aprovecho a hacer lo que es alegría de niños y grandes: tirar los caramelos para arriba… y se arma el desparramo. Todos se matan de risa, y ya es increíble como saludan los niños después a la vera del camino.
Luego de comer con los líderes y catequistas, emprendimos el regreso, porque ya eran las 15:30, y teníamos que llegar al oratorio en Ushetu. Así que salimos, bajo el solazo de la siesta… con más de 35º, y esos caminos que no tienen piedad. Pero siempre con mucha alegría, algo que se repite… eso que hace que no sea para nada pesado.
Entre las actividades, viajes, monaguillos, confesiones, misa, niños, comidas… pensaba en porqué nuestras miserias no nos abaten a los misioneros. Pensaba en lo del bautismo del viernes y en todo este día domingo, y la respuesta me parece que está en que Dios se encarga de hacernos ver en estas cosas, como en el bautismo de las otras noches, caminando con el catequista en la oscuridad y llegando a una pobre casa donde vive una familia con siete u ocho hijos; o que veamos luego de viajar una hora por esos caminos, la fe de esta gente que es capaz de estar en la iglesia hasta las tres de la tarde y vivirlo como una fiesta, que quedan muy de lado todas nuestras miserias. Vemos nuestra debilidad, pero a la vez vemos lo que Dios quiere hacer en las almas por medio de sus misioneros… y esa es nuestra fuerza. Es decir, podrían estar aquí miles de misioneros más dotados, y con más virtudes… pero estamos nosotros, Dios quiso que seamos nosotros, para que se vea mejor que es “Su obra”, como dice San Pablo.
Un abrazo grande y a rezar siempre por toda ésta gente… que día a día se van sumando nuevas almas a mis pedidos de oraciones, en éste caso la gente de la capilla San Bernardo, de Ilomelo.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE
Algunas fotos más en Facebook/misionerotanzania
2 comentarios
Esa gente sedienta de Dios, que con gozo vive su fe y usted padre que transparenta a Dios en su persona para los hermanos de esos lugares tan lejanos.
Los tendré en mis oraciones, que otra cosa no podría aportar.
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