Mi "mula" malacara
Ushetu, Tanzania, 30 de octubre de 2013.
Queridos familiares y amigos:
Espero que estén todos muy bien. Aquí les envío algunas noticias desde la misión, implorando que nos tengan presentes en sus oraciones y sacrificios.
Viernes 20 de septiembre.
Algún día iba a llegar… tener que subirme a ese aparato, que como primer experiencia no me había puesto muy contento. Pero de todos modos, es un instrumento de trabajo… así que había que arremeter. Se trataba de subir a la moto. Nosotros tenemos dos motocicletas, tipo enduro, para poder hacer las visitas a las aldeas, porque a varios lugares no se llega por camino de vehículos, y de paso porque es un medio de transporte mucho más económico para tantos viajes, cotidianos casi.
Me pareció buena la oportunidad el acompañarlo al p. Johntin a la visita a una aldea, de paso hacíamos algún trabajo, paseo, aventura, juntos. La aldea es la de Miluli… aquella que fuera motivo de la crónica del P. Johntin, cuando con el voluntario de Chile debieron cruzar una parte del río en balsas… y que se les hundió una motocicleta en el agua… recordarán (“Misión anfibia”). Esta aldea está en el confín sur de nuestra parroquia, colindando con la diócesis de Tabora. Se calculan unos 30 km, pero todo en camino de tierra, huella en muchas partes, huella de moto o bicicleta.
Cuando salimos, ya me encontré con las “corcoveadas” de la moto… como un caballo arisco. Me empezó a hacer traspirar mas de lo debido. Y me acordé que una vez una persona a la que le gustan mucho las motos, y yo le había contado de mi temor, me había dicho: “Métale padre, con coraje, que la moto después va a ser como la mula “Malacara” del Cura Brochero, que lo llevó a tantos lados a predicar el evangelio”. Buena oportunidad, tan cerca de su beatificación, así que lo invoqué al principio, al medio y al final del viaje… Y me puse firme con mi “Malacara”, aunque en algunos momentos se había empecinando en acabar con mis fuerzas y paciencia.
Salimos entonces hacia Miluli, y lo primero fue pasar por una aldea que se llama Mbika, donde debíamos parar para cargar combustible. Acá lo venden en las casas en botellas de plástico, como las de gaseosas. Claro, al padre Johntin lo conocen, se vienen algunos a saludarlo, y yo, antes de que me pase algo, les adelanto a la gente que es la primera vez que manejo una moto. Creo que si no les decía, se daban cuenta igual. Sobre todo porque en la esquina se me paró la moto… y con los nervios de la gente que me estaba viendo, los hombres afuera del taller de motos, y los que andaban por el mercado… me llevó un par de minutos poder poner primera y salir. Gran bochorno.
El P. Johntin me tuvo una paciencia enorme, porque me iba esperando, iba mirando para atrás. Yo no era que iba muy rápido que digamos. Sobre todo cuando comenzamos a encontrar unos de los mayores obstáculos… la arena. Hay mucha arena, y algunos momentos era complicado… pero lo fuimos pasando con mi “Malacara” ya cada vez mas dócil. Pero vino la primer caída… nada serio, porque no iba muy rápido… y lo que mas dolía era tener que levantar la moto que realmente es muy pesada (para mí). En algún momento traté de disfrutar del hermoso paisaje, porque íbamos entre cultivos, bosques, vistas de colinas alrededor… pero la verdad que debía concentrarme en cada movimiento. Ni me pregunten por dónde fuimos… ni puedo llevarlos hacia esa aldea… yo ni prestaba atención a los cruces y desvíos… que de paso son imposibles de recordar… porque, como les decía en muchos casos se trata de un simple sendero en medio del bosque.
Creo que entre la ida y el regreso, se me paró la moto una veintena de veces… y si sumo a eso que al iniciar el regreso me caí dos veces más… fueron en total tres… Creo que puedo decir que me he sacado un siete (sobre diez), o un seis, tal vez. Tardamos dos horas en llegar a Miluli.
Lo bueno es que en Miluli nos esperaban con una gran fiesta. Había casamientos. Fueron dos, también el bautismo de una señora mayor… y alguna confirmación y primeras comuniones. Mucha gente, y las “Watoto wa Yesu” (las niñas que bailan en la misa) nos cantaron algunas canciones al llegar. La capillita estaba llenísima, y era muy gracioso ver que en cada ventana se apiñaba gente para poder participar. La capillita es como tantas de las que les he contado, con techo de paja, toda de adobe, revocada con barro, y realmente muy acogedora… aunque ya no tenía espacio.
Luego fuimos a la fiesta de casamiento… que era en una casa a unos 10 minutos de manejo. Mucha gente… muchos que no habían ido a la iglesia, pero estaban ahí. A nosotros nos hicieron pasar adentro de la casa, muy humilde, como siempre. Pero esta vez el “servicio” de la fiesta no había encontrado cubiertos para las visitas. En que en realidad no los usan, y no pensaban que uno de los padres fuera un extranjero… y bueno, yo ya lo había observado en cada lugar que nos invitaban, así que acá pusimos en práctica lo que sabíamos… y ¡a comer con la mano! Es un poco complicado, se pierde un poco de comida, y en mi caso… me enchastré todo… pero finalmente se pudo.
Llegó el momento temido: volver. Y el viaje de ida nos había mostrado que iba a ser lento el regreso… comenzamos a las 15:30 hs… y la experiencia de entrada no fue buena, como les dije. Ahí nomás, apenas salimos, me caigo una vez. Luego del gran esfuerzo para poner el pié la moto… seguimos, y a los 5 minutos, otra vez. Como les digo, caídas tontas… incluso yo quedaba parado… Pero ya esa tercera tuve que hacerme violencia… y el P. Johntin me ofrecía cambiar de moto, pero yo quería domar mi “Malacara”, mas terco que mi mula.
Bueno, finalmente, “pole-pole”, cada vez fuimos mejor… y ya en la última hora del camino, podemos decir que el asunto estaba dominado, al menos en lo básico del manejo. Les digo que recién esa última hora de viaje la disfruté. En un momento miraba para arriba a ver si no se veían los helicópteros del Rally Dakar siguiéndonos… ¡tan animado estaba! Díganles a ellos que si quieren venir a correr en África, acá en la misión tenemos un par de caminos para mostrarles.
En fin, que terminamos recorriendo la última parte del camino, la ruta ya mas ancha, a la par con el P. Johntin. El viaje de regreso fue de una hora y cuarto, lo que muestra que mejoramos el promedio. Era lindo ver que la gente nos saludaba, los jóvenes… viendo a los padres que viajaban juntos y volvían de algún kigango (aldea).
Una de las cosas que mas me costaron de hoy fue que en dos ocasiones el P. Johntin paró en una aldea… y siempre fue una dificultad tener que salir… se paraba la moto… se imaginan que el “msungu” (blanco), que no sabe nada, que se quema con el sol, no sabe comer con la mano, no sabe hablar swahili… no puede salir en primera, y una vez que salía, salía haciendo “zetas” como dice la cueca… Es como si nosotros viéramos a alguien en nuestro país, que es de otro lado, y que no sabe cruzar la calle, por ejemplo… nos causaría gracia. Y pienso que son las cosas que siempre deberá afrontar el misionero… pero por otro lado la gente ve y valora a los misioneros, porque se dan cuenta que venimos de lejos, que nos esforzamos por aprender su idioma para poder comunicarnos, y aprender hasta estas cosas que nos cuestan. Pero saben que no lo hacemos por aventureros… sino por misioneros, porque queremos ir a celebrarles misa, perdonarles los pecados por la confesión, predicarles a Cristo, atender a sus enfermos, jugar con los niños. Ellos nos ven. Tal vez algunos de nosotros nos pondríamos a reír del que no puede cruzar la calle… pero otros se acercarían, y con bondad acogedora, le ayudarían, y le enseñarían. Gracias a Dios, yo me encontré con muchos de estos últimos, buenos samaritanos del misionero aprendiz.
Me pongo a pensar que no deja de ser providencial que las caídas hayan sido tres en este primer viaje en moto… un viaje de cuatro horas casi. Me alentó mucho pensar en las caídas de Cristo… y a pesar de la humillación… que era lo que más me dolía en realidad, Dios quería que siguiera adelante, y me daba las fuerzas, para levantar el aparato… muy pesado para mis brazos. Como lo hace Él siempre, y siempre que permite que caigamos, nos ayuda.
Ahora estoy en esta noche fresquita, con una contractura que no me la saca nadie, lo mismo que la satisfacción de lo que pude vivir en este día.
La Virgen de Luján en Ushetu
Antes de despedirme quería contarles que cuando vino de visita mi hermano, el P. Marcelo, trajo la imagen de la Virgen de Luján que yo no había podido traer en mi viaje desde Italia. La Virgen de Luján es la patrona de nuestros Institutos (IVE –SSVM), y por lo tanto es nuestro deseo que nos acompañe en cada una de nuestras misiones.
Quería agradecerles a las familias que juntaron el dinero para hacer la donación de la imagen, familias todas de Bella Vista, Buenos Aires, Argentina: Ibarra, Rossi, Giangrecco, Maggiora, Ibáñez, Igarzábal, Curutchet.
Y sepan que cuando recemos a sus pies, ustedes estarán presentes en esas oraciones.
No saben lo linda que se ve la Virgencita, con esos colores tan preciosos… ése celeste y blanco, que tanto me recuerdan a la Patria, en medio de los niños y la gente de Ushetu.
Cuando miro la imagen, me hace pensar que ha venido nuestra Madre desde un lugar tan remoto, para que no nos sintamos lejos. Y me dan ganas de decirle, como dice el P. Buela en su poema a la Virgen de Luján: “Estás cada vez mas linda, cada más gaucha, cada vez más argentina”.
¡Firmes en la brecha!
¡Viva el Beato Cura Brochero!
P. Diego.
14 comentarios
Rezamos por usted y por su misión.
José Manuel
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Gracias. En unión de oraciones y sacrificios. ¡Feliz día de Todos los Santos! P. Diego.
Cuenta con nuestros rezamientos.
Abrazo en Cristo + JMI
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Muchas gracias. Sobre todo por los "rezamientos". Yo los tendré en los míos. P. Diego.
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Maricruz: desde ya gracias por sus oraciones. Estamos trabajando en la misma causa. Nosotros acá, y ustedes allá. Un sólo Señor. P. Diego.
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Soy "Puntano" de pura cepa. Dios te bendiga. Viva la patria! P. Diego.
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Gracias Luis Fernando. Así como no tiene precio el poder ser misionero en estas tierras. Una gran gracia de Dios. P. Diego.
Es conmovedor ver la devoción de los asistentes a la iglesia y la alegría de los niños.
Que Dios lo bendiga.
Cuente con mis oraciones.
Bendiciones!
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