Primera Misa del p. Evans
El P. Evans, fue ordenado sacerdote el 29 de junio en Italia, y luego de sus primeras misas junto a los compañeros de ordenación viajó a su casa en Kisii, Kenia, para celebrar allí su primera misa, antes de venir para su nuevo destino en nuestra misión de Tanzania. Un gran deseo del P. Evans era que alguno de los padres del IVE lo pudiera acompañar en esa ocasión, sobre todo alguno de sus superiores. Claro que se quería hacer todo lo posible, pero la gran distancia que media entre Kenia e Italia, hace que no sea tan accesible.
Pero la Divina Providencia dispuso las cosas de tal manera que al menos dos padres pudimos ir hasta Kisii y acompañar al P. Evans en su primera misa. Por gracia de Dios, mi hermano, el P. Marcelo al terminar su trienio como provincial en Italia, antes de ir hacia su nuevo destino, pudo concretar el poder venir a visitarnos en la misión por tres semanas. Y ciertamente que fue muy grata la sorpresa cuando vimos que su boleto de regreso tenía fecha para dos días después de la primera misa del P. Evans… y el vuelo hacía escala en Nairobi (capital de Kenia).
Quedó todo arreglado sin más: luego de dos semanas de visita del P. Marcelo en la misión de Ushetu, viajamos vía terrestre hasta Kisii (Kenia), participamos de la primera misa del P. Evans, y el otro día seguimos viaje a Nairobi para que desde allí tome el vuelo de regreso a Italia.
Como la Providencia piensa hasta en los mínimos detalles… nos dejó pensado un viaje con muchas aventuras y anécdotas. Hemos realizado un viaje en una gran cantidad de medios de transportes… tan variados como sorprendentes. Salimos de la misión de Ushetu en nuestra camioneta, hacia la ciudad de Mwanza, que queda a 6 hs de viaje aproximadamente. Allí descansamos y averiguamos el colectivo para ir hacia Kisii. No hay directo, sino que hay que ir a la frontera, hacer los trámites, pasar y ver qué se encuentra del otro lado.
La aventura comenzaba… porque nos dirigíamos hacia “el reino de lo desconocido”… comenzando por el idioma, que yo apenas logro entender y expresar pocas palabras en swahili. Y mi hermano, nada de swahili, por supuesto, como que estaba de visita. Y ninguno de los dos tiene mucha experiencia de viaje en África, ya que es la primera vez que estamos en África… y la primera vez que salíamos de Tanzania. Siempre hay una primera vez.
El bus que nos llevaba a la frontera nos dejaría en la ciudad de Sirari. Un bus bastante normal, a lo que estamos acostumbrados en Argentina (no piensen en un coche cama, pero dentro de todo muy cómodo, limpio y nuevo). El viaje no era largo, unas tres horas mas o menos. Tres horas de música fuerte… música moderna de esta zona, que viene a ser una especie de “cumbia africana”. Uno se acostumbra al final, es decir, pasa a ser como un ruido de fondo. El paisaje muy hermoso, ya que en un momento se pasa junto al Parque Nacional Serengueti. Nosotros íbamos muy atentos a ver si no se veía algún animal por ahí, como elefantes o jirafas… ya que este parque no tiene perímetros cerrados (tiene 40.000 km2… se imaginan cerrar todo eso) y muchas veces los animales andan rondando las inmediaciones. No tuvimos suerte, pero el paisaje nos deleitó de todas maneras… y a medida que nos íbamos hacia el norte, se iba poniendo cada vez mas verde todo.
Nuestra primera sorpresa comenzó cuando en una ciudad se detiene el bus y mucha gente comienza a bajar. Preguntamos a unos de los que quedaban en el bus: ¿Esta es la ciudad de Sirari? No, nos contestaron, es Tarime. Bueno, nos quedamos sentados entonces. A los pocos minutos el chofer del vehículo subió para decirnos que allí se terminaba el viaje y que debíamos seguir en una combi (mini bus de 12 pers).
Ya el mini bus dejaba mucho que desear, y como una “atención”, por ser extranjeros, y como el chofer era evangelista, nos dijo: “No, los “servidores de Dios” van adelante”. “Bueno, pensamos, qué atención”. El asunto es que Tarime dista de Sirari 15 km mas o menos, y en algunos momentos íbamos ¡¡a 140 km por hora!! Era lo mas parecido a la sensación que tienes en una montaña rusa… adrenalina pura. ¡Y “los servidores de Dios” en primera fila!
Llegamos a Sirari… respiramos hondo cuando se detuvo el vehículo. Pero la bajar, otra sorpresa. Había, como es costumbre, una gran cantidad de hombres ofreciendo servicio de taxi. Al ver a los dos “mzungu” (blancos) que se bajan, se vienen al humo (como turistas… está la fama de tener dinero… y bueno, se llama la atención, de paso). Como ya sabemos que es común también, dos de ellos se peleaban por mi mochila y la valija de Marcelo. Recuperamos la valija de Marcelo, y logramos que uno de los dos que jaloneaba mi mochila la suelte antes de que se quedaran con la mitad cada uno, haciendo una división salomónica… y que no quede para nadie.
Allí el medio de transporte hasta la oficina de migraciones eran “moto-taxi”. Nos subimos en sendas motos… por un breve trayecto. Mientras íbamos viajando, pensaba en la progresión que llevábamos: colectivo, minibús, moto… ya nos quedaba sólo ir en bicicleta. Gracias a Dios allí paró la escala descendente.
Hicimos los papeles de migración, sin dificultades. Y ya en Kenia… ¿qué seguía? Buscar el transporte a Kisii. Preguntamos y nos dijeron que sólo había… ¡mini bus! Pero no ya de un asiento para cada uno, no señor. Eso es un transporte de lujo. Nos apretujamos en una combi destartalada… con asientos para 15 personas, pero viajábamos 21, uno mas por cada fila, mas los bolsos, y hasta dos bolsas de 50 kg de maíz, que ocupaban dos asientos. Así viajamos tres horas apenas… o mejor, a duras penas. Me acordaba de la fábula del P. Castellani, “el colectivo”.
Al fin, vamos llegando a Kisii, terminará nuestra tortura. Nosotros pensábamos que era una ciudad pequeña, donde nos bastaría bajarnos y preguntar por la iglesia católica, o por el P. Evans, y que todos sabrían indicarnos. Nos enteramos que es una ciudad de 500.000 habitantes… no era un pueblo. Preguntamos por la catedral… nos bajaron en la puerta. Respiramos. Sobre todo porque salimos fuera de ese apretujamiento. Entramos en la iglesia y nos reciben muy amablemente los sacerdotes del lugar, y nos dicen que no es la catedral, pero que queda cerca… y un padre que llegaba en ese momento era de la catedral, estaba al tanto de la misa del otro día, lo conocía al P. Evans, y hasta tenía el teléfono. Gracias a Dios, todo se simplificó.
Primera Misa
Luego de estar esa noche cenando en la catedral con el P. Evans y los sacerdotes que allí trabajan, él partió para seguir ayudando a su familia con los preparativos. Al otro día salimos en caravana con tres autos, y en uno de ellos iba el neo sacerdote. Al llegar a la iglesia a la que pertenece el padre, nos esperaba un grupo de señoras y de hombres en la calle.
Comienzan los cantos de alegría, agitaban ramos, y los hombres lo cargan al P. Evans en los hombros y lo llevan en andas hasta un parque junto a la iglesia donde todo estaba preparado para la misa. Una cantidad enorme de gente, todos cantaban, gritaban, bailaban, agitaban ramos, aplaudían, silbaban… un regocijo indescriptible. Estos pueblos son muy alegres de por sí… lo habíamos visto en Tanzania, y ahora lo veíamos en Kenia. Le dieron dos vueltas en andas, y luego lo llevaron a la iglesia para que se revista.
Hay que decir que todo para la misa estaba muy bien preparado. Como era tanta gente, no entrábamos en la iglesia, y estaban dispuestas grandes carpas afuera. El coro muy numeroso y animado. Los niños que bailan en la misa, los jóvenes, las señoras. Muchos cantos… y mucho ritmo, que lo llevan en la sangre. Concelebramos unos seis sacerdotes en total, varios sacerdotes diocesanos. La misa tiene su tiempo especial, por las procesiones que hacen con todo el tiempo del mundo… procesión con el leccionario, procesión de ofrendas, ofrendas después de la comunión, etc. La particularidad es que es tradición para ellos, ofrecer al final de la misa los bailes de los diversos grupos, cantos de distintos coros, y recitados. Lo que para nosotros seria el fogón después del almuerzo acá es antes de ir a comer. También los regalos tiene su momento allí, y los discursos, van pasando todos, a medida que se los nombran, a dar su obsequio y saludar al neo sacerdote. Mientras tanto, el coro canta, y los que pasan, pasan bailando. Es un momento muy alegre.
Antes de despedirnos, el P. Evans dijo unas palabras de acción de gracias, donde especialmente dio gracias a Dios, a sus padres, a sus familiares, a sus formadores del seminario, a los sacerdotes de su parroquia, y a todos los presentes.
Otra vez, antes de despedirnos, lo levantan al padre para llevarlo en alto por todas partes en medio de la alegría de todos. Desde que empezó la misa, hasta que terminó todo esto, fueron en total cinco horas. Ya eran las 4 de la tarde y el hambre era notoria, tanto que en los últimos que hablaban siempre se hacía referencia a que “vamos a ser breves, porque nos espera la comida”. No siempre fueron breves, de todos modos.
De allí, fuimos al almuerzo. Es tradición invitar a todos. Y “todos” quiere decir literalmente “todos”. Impresionante la fiesta. La casa de la familia del P. Evans está a 100 mts de esa iglesia, así que en pocos instantes estábamos disfrutando de un buen y merecido almuerzo.
Conclusión
Es de notar que es éste ya el tercer sacerdote africano de la Congregación. Es una gracia enorme. Estos sacerdotes son fruto de los trabajos de nuestros misioneros que se sacrificaron en misiones tan difíciles como la de Sudán y Kenia. Ellos no han podido ver estos frutos que nosotros podemos contemplar ahora. Y el P. Evans será el tercer sacerdote de esta misión en Tanzania, junto al P. Johntin (oriundo de Uganda), y yo. Podemos decir que ya podemos contar en nuestra misión de Africa, con sacerdotes africanos, lo cual es una gracia muy grande, una gran ayuda, y muy favorable para el apostolado.
Queda entonces nuestro deber de gratitud para los sacerdotes del IVE que abrieron brecha en estas misiones, que roturaron la tierra con tanto sacrificio, la regaron con sudor y lágrimas, y nos permite hoy cosechar tan abundantes frutos. ¡Mil gracias! Rezaremos siempre por ustedes, y siempre serán un ejemplo, especialmente en los momentos de dificultades.
Finalmente, pedirles que recen por este nuevo sacerdote del Instituto del Verbo Encarnado y de nuestra misión de Ushetu. Y por todos los misioneros de estas tierras, que sigamos trabajando como nos han enseñado… y que sepamos también nosotros suscitar muchas y santas vocaciones, por medio de la oración, el trabajo, y el ejemplo.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE.
PD: no escribo sobre la aventura del regreso… pero podemos decir que fue algo análogo… lo dejo a la imaginación de ustedes, sumando pinchaduras de los colectivos, retraso, perder conexiones de buses, buscar donde dormir en una ciudad desconocida… en fin, aventuras… que ahora puedo contarles, tranquilo, desde el apacible Ushetu.
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