Goza Tanzania
Aquí me dispongo a escribir, pero voy a tratar de ser un simple amanuense, ya que los relatos de esta crónica están protagonizados por el P. Johntin, y por un voluntario de Chile, que se llama Diego, y es abogado, quien durante estos meses está viviendo con nosotros en la misión.
Muchas veces en la noche, cuando nos juntamos con el P. Johntin para la cena, aprovechamos a conversar sobre lo sucedido en el día. La verdad que mis relatos por ahora no tienen mucha “adrenalina” que digamos… salvo alguna que otra palabra del swahili un poco difícil… o una lección terminada con éxito… en fin, que se me duerme en la mesa el padre. Son mucho más entretenidas sus anécdotas, a quien le he pedido permiso para poner por escrito algunas de tantas, a fin de que no se pierdan y poder compartirlas con todos ustedes.
De paso, soy sincero, me puse a escribir inmediatamente que salió la otra crónica de “sangra Tanzania”, como para calmar los ánimos. Para que vean que estamos en un lugar realmente tranquilo aquí en la misión… y no es que estemos esquivando bombas ni nada de eso. Los que me conocen, saben que a mí no me es difícil poner una cuota de “entustiasmo” en los escritos. Por eso mismo les pido disculpas si los he alarmado con la crónica anterior. Como les decía en uno de mis primeros escritos desde estas tierras, citando al P. Llorente, el misionero cuando escribe va tejiendo una maroma con la que bien lo podrán colgar el día de mañana… y lo voy experimentando.
Agradezco a los que me han escrito con motivo de las crónicas precedentes, pero como siempre, agradezco mucho más las oraciones y sacrificios… y esas comuniones y esas misas ofrecidas… que nos sostienen en el frente de combate. Yo por ahora, de combate… la verdad que muy poco, digamos mejor que estoy en la etapa de “entrenamiento” y “conocimiento de terreno”. Llegará el momento de entrar en acción, tal vez dentro de poco. Tengo que tener paciencia. Se imaginan las ganas que tengo. Vivo adentro de la casa, y paso al menos unas cuatro horas de estudio por día… dos a la mañana y dos a la tarde, cuando puedo. Mientras tanto, el P. Johntin sale a visitar enfermos, a celebrar misas de difuntos, a visitar aldeas… se sube a la camioneta, o a la motocicleta… con un pequeño bolso con las cosas de misa, y algunas otras cosas para quedarse a dormir donde la gente lo recibe.
Visita a la aldea de Isasambulwa
La primer historia es de la visita a la aldea de Isasambulwa, que en swahili quiere decir “Destruida”, y cuando el P. Johntin les preguntó a la gente sobre el porqué del nombre, le respondieron que la tradición es que a los primeros pobladores los leones les destruían siempre las casas… que tenían que volver a levantar. Historias que se cuentan… (no se vayan a creer que hay leones por esta zona… aclaro por las dudas). Luego de una hora de viaje en motocicleta desde la misión, por senderos en medio del bosque y de campos sembrados, llega el padre a Isasambulwa. Al llegar, en la puerta de una casa hay dos hombres parados, y el padre les pregunta qué hacían. Les responden, que esperan a la gente. ¿Qué gente? Pregunta el padre. Los clientes… ¡eran los brujos del pueblo! No fueron muy amigables, pero se dejaron fotografiar por el padre, que me mostraba la foto en medio de un ataque de risa. Pero lo mejor fue que al llegar estaba toda la gente esperando, muy felices. Habían venido desde algunos pobladitos cercanos. Todos los católicos de la zona, más de 50 personas. Lo interesante, es que era la primera vez que el padre podía visitar esta aldea. Recordemos que las aldeas de la parroquia son en total 46, lo cual hace que sea muy difícil visitar a todas en el año. Y esta aldea era la primera vez en dos años… ¡Se imaginan la alegría de todos! Pero una de las cosas que más llamó la atención del padre es que la mitad de los que estaban allí eran catecúmenos, que se bautizarán a fin de año. Muchos de ellos estaban en el coro, cantando, felices. Varios de los que se van a bautizar, lo harán junto con toda la familia, esposa e hijos. Pueden imaginarse la cantidad de trabajo que hay por estos lados. Lo que yo he podido ver en mi poco tiempo en la misión, es que muchos de los paganos están muy dispuestos a convertirse, y escuchan con agrado la predicación. Hay una mies abundante, y madura.
Pero no quiero quedarme en detalle con esta aldea… en la que todo terminó como es costumbre, con visita a los enfermos, y con el almuerzo para el padre al final… a las cuatro de la tarde, más o menos. Una verdadera fiesta para ellos recibir al sacerdote.
Visita a las aldeas de Nyaza y Miluli
Y los otros días partió acompañado de Diego, el voluntario. Salieron los dos en sendas motos, el domingo, para regresar el lunes. Tuvieron miles de aventuras, entre ellas, que llegaron a un río que no esperaban que estuviera tan alto, y tuvieron que pasar las motos en unas balsas que son “demasiado” rústicas… tanto que una de ellas naufragó en medio del río, y la motocicleta se hundió en el agua. No pudieron hacerla andar después de sacarla del agua… tuvieron que seguir los dos en una sola moto. Luego un mecánico que trajeron desde un pueblo cercano la hizo funcionar y los alcanzó. Tuvieron que atravesar lodazales de varios cientos de metros de largo… algunos de ellos era imposible pasarlos andando. Tuvieron que caminar con la motocicleta a la par, enterrándose en el barro. Se sucedieron dos caídas en el viaje, una a la ida y otra a la vuelta… la arena es difícil de pasar para el que no es muy ducho en el manejo de las motos.
La moto cargada sobre una balsa… por cierto muy rústica… una se hundió en el intento
Al llegar a la aldea de Miluli, la gente muy feliz… cantos, bienvenidas, miles de niños… confesiones, reparto de medallas, cantos por grupos… luego almuerzo y antes de que anochezca a otra aldea, Nyaza, para pernoctar y estar a la mañana del lunes para la misa. Llegan a esa aldea, en medio de la sabana africana… miles de personas… salen de todos lados… los niños vienen a ver al visitante, especialmente a Diego, el primer blanco que llega por esos lugares. Les preparan en la casa del catequista para hacerse una ducha (en esas duchas al aire libre, un corralito hecho con hojas de palmeras)… y luego a dormir plácidamente protegidos por las mosquiteras que se colocan sobre las camas. No hay luz eléctrica en ningún lado, todo con linternas y faroles.
Diego, joven laico chileno, que desde hace un tiempo nos acompaña en nuestra misión en Tanzania como voluntario… aquí visitando a una de nuestras comunidades
Al otro día… otra gran alegría al ver a tanta gente participando de la misa, cantando, niños y grandes. Otra vez, visita a los enfermos, almuerzo y desandar el camino… con nuevo cruce de río, y nuevas caídas… sin mayores consecuencias, salvo para las motocicletas, que fueron reparadas muy artesanalmente en el paso por algunas aldeas. Y llegar cansados, muertos… barbudos y sucios… embarrados… quemados por el sol… y felices… con esa “alegría que nadie os podrá quitar”. Contando cada uno de los pormenores.
Me alegro inmensamente, y me dan unas ganas bárbaras de salir… pero sé que tengo que aprender a hablar swahili, porque acá no es el asunto de tener aventuras en motocicleta nomás, sino de predicar el evangelio, de confesar, de atender los enfermos. Por ahora, tengo que saber que mi puesto de combate está acá. Y trato de aprovechar sobre todo los tiempos de oración… haciendo, como todos ustedes, mi trabajo apostólico desde el lugar más importante. Lo otro, se dará cuando Dios quiera… cuando “nos llegue la hora”, que le pido a la Virgen que adelante cuanto más pueda, como en Caná de Galilea.
Dios los bendiga.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE
Misionero del Instituto del Verbo Encarnado en Tanzania
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