Carta a mi hermano sacerdote
Al recibir la noticia de mi nuevo destino escribí estas líneas a mi hermano sacerdote, provincial de nuestro Instituto en Italia. Poco después salió publicada en nuestro Servicio de “Reenvíos” por lo que la comparto también con ustedes.
¡Recen por nuestra misión!
Querido Marcelo:
Espero que estés muy bien.
Acá me pongo a escribir, y tengo muchas cosas en mente, pero la verdad que es un poco tarde, y estoy algo cansado… y como mañana tengo que dar tres horas de Deo Uno, y tengo que ponerme a leer lo que tengo que dar, me voy a tener que levantar temprano.
Bueno, lo principal es el tema de mi nuevo destino… como ya te consultaron. Ayer hablé muy breve con el P. Ricardo Clarey, y me dijo lo que habían pensado para mí.
Bueno, antes que nada, me llenó de alegría. Ojalá que se concrete. Yo estoy rezando. Te digo que creo que la mamá estará contenta, ya que me verá a mí también muy contento de poder ir a misionar… ¡y a qué lugar!
Yo te cuento que me había ofrecido para ir allí (junto a otros destinos, como Papúa, Guyana, Ecuador, Perú)… y casi todos los años repetía mi ofrecimiento, después de los Ejercicios Espirituales. Por supuesto que manifestaba lo que me parecía que Dios me podía pedir, porque me sentía inclinado a eso, pero a la vez le recordaba al P. Walker que si Dios me pedía quedarme, también lo hacía con gran gusto. Simplemente manifestaba mi disponibilidad y deseo de hacer lo mejor para la Congregación, y para las almas, en definitiva.
Considero lo que me pidieron ayer como una gracia muy inmerecida. Te pido que reces para que sepa afrontarlo con espíritu sobrenatural. Ya con los años que han pasado, si bien no soy un cura “viejo”, tampoco es poco lo vivido… y soy mas consciente de las dificultades. No me hago un una idea color de rosa de la misión… no voy de turismo. No voy a conocer lugares y animales exóticos. Soy ante todo sacerdote. No me importa nada de eso. Considero que es providencial que Dios ha permitido que pasen todos estos años, y que no tenga que salir muy crudo hacia la misión.
Te pido que reces para que sea fuerte. No sólo físicamente, que en realidad no es tan importante, pero influye. Sino que sea siempre fuerte espiritualmente, que no afloje, que sepa afrontar esa misión con madurez, para bien de tantas almas, para bien de la Congregación, para el bien de la Iglesia Católica. Que sea firme en lo que he aprendido en todos estos años. Que no le afloje a la oración, al trabajo en la virtud, a la vida comunitaria, a vivir los votos como corresponde. Que persevere hasta el fin, que es la gracia de las gracias, y que todos los días pida esta inmerecidísima gracia, la de morir bajo la bandera de Cristo. Que pueda cumplir el deseo que era el de San Leonardo: “quiero morir en misión, con la espada en mano contra el infierno”.
Por otro lado, veo una gran responsabilidad, de la que siempre, como a todos nos pasa, nos vemos totalmente inferiores en capacidad y talentos. Pero Dios nos elije a nosotros, y así nos hace más humildes, al ver que somos un desastre. Y que a pesar de todo… la obra de Dios se hace. Porque el que hace que todo prospere, y escribe derecho en renglones torcidos, es el Todopoderoso. De paso, que creo que para vivir en Ushetu, celebrar misa, rezar, vivir la caridad, vivir sencillamente, no hace falta mucho talento, sino sólo la gracia de Dios.
Considero que es una gran responsabilidad, porque pienso que la misión en África negra es un emblema misionero, y para nuestra querida Congre es un orgullo poder tener misioneros allí. Es fuente de vocaciones misioneras… porque muchos jóvenes verán a los misioneros trabajando por Cristo. Quiero que seamos un buen testimonio, que mostremos la alegría y seriedad de nuestra entrega.
Pienso ahora en la gracia que he tenido de estar todos estos años en casas de formación… de todas las edades… Seminario Menor (2001-2002 en Ecuador; 2003-2012 Argentina), Noviciado (1999-2001 en Argentina; 2001-2003 en Ecuador), y hasta con los sacerdotes (2012)… Y pensar que ahora el rector, que es como el padre, pueda partir para la misión en Tanzania… que ellos vean que también uno lo hace por ellos. Los menores, los novicios, las aspirantes, las novicias, los seminaristas mayores, y ahora las hermanas de Santa Catalina, de quien soy capellán… uno se siente también responsable de todos ellos. Espero poder ser un buen ejemplo… pero no por mí, ¡qué vale!, para que sean ellos grandes imitadores de Cristo… y que ellos continúen la obra.
No me siento ya misionero en esas tierras, y no hablo como quien ya ha estado y se ha gastado en esos lugares… manifiesto mis deseos de llegar a ser un gran misionero… no por ser famoso, ni por escribir crónicas, ni por hacer grandes obras externas… sino por estar donde Dios quiere que estemos. Hay curas nuestros que han estado de verdad en lugares difíciles… ellos sí son unos titanes… en Sudán, en Kenia… nosotros vamos a donde otros ya han sufrido para roturar la tierra.
Y me imagino que mi primer trabajo en Ushetu será vivir la vida de oración intensa, luego de allí que brote la vida comunitaria caritativa y edificante, y que pueda hacer el apostolado que Dios quiera, aunque sea humildemente, estando presente. Hasta que pueda hablarles, y que me entiendan. Y si no al menos siendo un apoyo para los otros religiosos y religiosas… y salvando aunque sólo sea un alma, por la que Cristo haya dado su vida. Y morir crucificado con los tres clavos que nombra el P. Llorente: de la lengua, el desencanto y la disipación (tentación muy frecuente para el misionero).
Finalmente, pienso no sólo en mi familia religiosa, sino también en la familia de sangre. Ojalá que esto también sea edificante para todos. Sé que ningún profeta es recibido en su pueblo. Capaz que lejos del pueblo, nuestro testimonio valga más, se vea más sincero. Te cuento que muchas veces en años anteriores pensaba en que si me tocara ir a un lugar difícil y lejos, lo haría especialmente por ellos, no por mí. Por los tíos, los primos, los sobrinos… los parientes políticos… para que vuelva esa fe que nos inculcó la abuela Lucrecia, nuestra abuela materna… que se vuelva a vivir con fervor en medio de la familia… y si no, al menos, que podamos morir con fervor, muy unidos a Cristo y su Madre. Y muchas veces pensaba en que ojalá a nuestros familiares les podamos mostrar cuál es nuestro ideal, y que deseamos vivirlo, y que si Dios nos concede la gracia, deseamos morir por eso. Que la vida acá en la tierra sólo vale en la medida que pensemos en la del cielo. Y que vean que uno no busca amontonar tesoros que se corroen, se devalúan, se venden, se pierden… y uno llega al final de la vida con los bolsillos llenos de cosas que no valen y las manos vacías de buenas obras. Que vean que podemos resumir nuestro ideal en cinco palabras: “Creo en la vida eterna”… Y que eso no es pavada, no es New Age, Yoga, o que se yo… no son palabras lindas, sino que es una realidad. Y que sepan que por ellos también ofrezco todo lo que tenga que pasar por allá…
Dios ahora me concede la oportunidad de poder hacer algo alguna vez, que valga la pena, que pueda purgar por tantos pecados y daños que pueda haber causado. Que me conceda tiempo de hacerlo. Es una gracia. Creo que será algo que llene mi vida sacerdotal y misionera. Te pido que reces por eso. Me pongo en manos de Dios, por el tiempo que desee que esté allí… ruego a él, que si es su voluntad, sea para siempre, que pueda morir en África.
Bueno Marcelo, ya me salió un testamento. Te darás cuenta del entusiasmo que tengo. Espero poder moderarlo. Anoche no me pude dormir hasta las cuatro de la mañana. Es una alegría del todo especial, no es sensible, es otra cosa… desde que entré al seminario menor, a los 14 años, siempre pensé en la misión… Por eso disfruté tanto de los años en Ecuador, y por eso disfruté también siendo rector del Seminario Menor, y este año acá entre los padres… con tantas cosas aprendidas.
Te agradezco tu disponibilidad y generosidad. Desde ya le agradezco a la mamá y la Valeria. Y les pido que recen, entonces. Ya sé que lo hacen, no sé para qué lo pido. Pero es así, hay que pedir.
Quiero que sepas que soy consciente más ahora de lo que me espera, y que por eso voy contento… pero a la vez pido fuerzas. No creo que esté haciendo algo grande por Dios… sino que Él lo hace por mí, al concederme esta gracia. “Siervos inútiles somos”.
Que la Virgen María me conceda todo esto. Estamos bajo su manto maternal.
Que Dios te bendiga. Nuevamente gracias.
¡Firmes en la brecha!
Diego.
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