"Simón, hijo de Juan, ¿Me amas más que éstos?"

Queridos lectores, como todos ustedes ya saben, el papa Francisco ha muerto. Sobre su persona, solo diré que encomiendo a Dios su alma, rogando al Señor que lo acoja en las moradas eternas con infinita misericordia. Sobre su Pontificado, prefiero no hacer valoraciones aún, la verdad; no me siento inclinada a ello, pues no me ha entusiasmado, precisamente y prefiero dejarlo estar, de momento. En todo caso, haya sido como haya sido el Pontificado de Francisco, ahora que ha terminado, me uno de todo corazón a las oraciones de toda la Iglesia, para que Dios ilumine a los Cardenales y mueva sus corazones a escoger un buen Papa, que tanta falta hace; y ruego al Señor, desde ya mismo, por dicho nuevo Papa, sea quien sea.

Ahora bien, ¿Cómo debe ser un buen Papa? Ante esta pregunta, lo primero que deseo manifestar es que he procurado escribir este artículo con profunda humildad y desde el gran amor que profeso a la Santa Iglesia Católica. Ciertamente, yo no soy quién para dar lecciones a nadie sobre cómo debe ser un Papa y, por extensión, un Pastor de la Iglesia, ni lo pretendo. Sin embargo, es cierto también que esta cuestión es muy importante y yo deseo abordarla, por si pudiera ser de alguna utilidad para alguien; pues considero que el Nuevo Testamento nos da muchas indicaciones sobre la respuesta. Vamos a ello.

La primera clave sobre cómo debe ser un buen Papa se encuentra, en mi opinión, en la pregunta del Señor a Pedro que da título a este post. Dicha pregunta se la dirigió Jesucristo Resucitado a San Pedro la tercera vez que se apareció a los discípulos (Jn 21, 15) y creo que, verdaderamente, se la dirige a cada hombre que es elegido como Papa. En aquella aparición, Cristo preguntó a Pedro, por tres veces, si le amaba; el número de veces, inevitablemente, recuerda las tres negaciones de Pedro la noche de la Pasión. La primera pregunta, además, es la más singular, ya que el Señor dijo a Pedro si le amaba “más que éstos”, es decir, más que los demás Apóstoles. Pedro respondió afirmativamente a las tres preguntas con amor sincero y profundamente humilde y el Señor, entonces, le ordenó apacentar sus corderos y ovejas y le anunció su destino final.

Siendo esto así, ¿Qué significa amar a Jesucristo? ¿Qué supone, exactamente? También el mismo Jesucristo respondió a esta pregunta de forma muy clara: “El que recibe mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama” (Jn 14, 21). Está claro pues, ¿No? El que ama a Jesucristo es el que cumple sus mandamientos, esto es, el que le obedece. De este modo, si San Pedro debía amar a Jesucristo más que los demás, esto significa que debía obedecer a Jesucristo más que los demás, incluidos los demás Apóstoles. Lo cual es lógico, dada la autoridad que San Pedro iba a ostentar sobre toda la Iglesia.

El Papa, por tanto, debe ser un hombre de fe y amor a Jesucristo inmensos, muy profundos. ¿Cómo conocer al hombre que es así? Como también enseñó el Señor: Por sus frutos, sin duda. Por sus frutos en el cumplimiento de los Mandamientos del Señor, en el cumplimiento de la Voluntad Divina. El Papa, por tanto, no debe utilizar su autoridad para que se cumpla su voluntad particular o para imponer caprichos arbitrarios suyos o ideas suyas propias que no tengan que ver con el Evangelio o que sean contrarias a él. El Papa es Vicario de Cristo, no Cristo mismo. Como bien recordó el entonces cardenal Ratzinger, “el Papa no es en ningún caso un monarca absoluto, cuya voluntad tenga valor de ley Él es la voz de la Tradición; y sólo a partir de ella se funda su autoridad”. Una idea que reiteró después, siendo ya papa Benedicto XVI. El Papa no es el dueño de la Iglesia y esto debe tenerlo siempre muy presente todo Romano Pontífice; pues tendrá que responder ante Dios de sus obras y con mayor exigencia que otros hombres, dada la gran altura de su misión y autoridad sobre la Iglesia.

Asimismo, siendo el amor al Señor y la entrega total al cumplimiento de la Voluntad de Dios el requisito primordial de un buen Papa, no es el único. Hay más, pues, dado que el Papa debe hallarse muy centrado en hacer lo que Dios quiere, entonces debe ser un hombre que procure pensar como piensa Dios y no como piensan los hombres. Este importantísimo requisito se lo enseñó el Señor a Pedro en aquella ocasión en que el citado Apóstol manifestó a Cristo su oposición a su destino de muerte en la cruz. Ya conocemos la dureza con que el Señor respondió a Pedro: “Apártate de mí, Satanás; tú me sirves de escándalo, porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres” (Mt 16, 23). Una lección que San Pedro aprendió muy bien, como demuestra la respuesta que, tras la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles en Pentecostés, dirigió al Sanedrín judío: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5, 29). Dicha respuesta conllevó la violenta reacción del Sanedrín, haciendo azotar a los Apóstoles. No obstante, el Libro de los Hechos de los Apóstoles añade que “ellos se fueron contentos de la presencia del sanedrín porque habían sido dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús” (Hechos 5, 41), continuando con su labor de anuncio de Cristo Jesús y demostrando que vale la pena sufrir por Él.

Parece claro, pues, que el Papa, para pensar y sentir como piensa Dios y obedecerle, si falta hiciere, hasta el derramamiento de sangre, debe ser un hombre de profunda oración y abandono a la acción del Espíritu Santo. Su oración debe ser constante, tanto en los buenos momentos, como en los momentos difíciles, pues debe velar por el bien de la Iglesia: “Velad y orad para que no accedáis a la tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es flaca” (Mt 26, 41). De este modo, el Papa tendrá luz y fuerzas para cumplir el importantísimo mandato del Señor a San Pedro: “Cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos” (Lc, 22, 32). Podrá hacerlo, además, con gran confianza en la asistencia de Dios sobre él, dado que Cristo, sin duda, ruega por él a Dios Padre, como hizo respecto a San Pedro. De este modo, siguiendo el ejemplo de Jesucristo, el Papa podrá dar testimonio de la Verdad del Evangelio ante la Iglesia y ante el mundo.

Asimismo, si hay un hombre que debe imitar al máximo al Buen Pastor, Jesucristo, ése es el Papa. “El Buen Pastor da la vida por sus ovejas”, no es como el asalariado, que ve venir al lobo y abandona a las ovejas y huye, dejando que el lobo arrebate y disperse a las ovejas (Jn 10, 11-12). El Papa, por tanto, debe tener un amor muy profundo a la Iglesia y debe velar por la salvación de las almas de los fieles, apacentándolas con la Verdad y los Sacramentos, pues tal es la misión primordial de la Iglesia. Al Papa no debe darle igual que la gente se aleje de Jesucristo y viva como si Dios no existiera, sino que debe salir a buscar a la oveja perdida; pues el Papa es, deber ser, además, un pescador de hombres (Lc 5, 10). Ahora bien, la búsqueda de la oveja perdida debe procurar producir en ella frutos de santidad; los Pastores de la Iglesia no deben tratar de acercar a la gente a la Iglesia rebajando u ocultando las exigencias del Evangelio, sino procurando que las personas se conviertan de sus pecados, para cambiar de vida y comenzar o retomar una vida según Dios, según sus Mandamientos; una vida de santidad, en definitiva. San Juan Pablo II definió, en cierta ocasión, la santidad como “la alegría de cumplir la Voluntad de Dios”. Me parece una definición excelente y esta clase de alegría y no otra es la que la Iglesia debe proporcionar a los hombres; pues tal es la verdadera alegría y fuente de auténtica felicidad.

Por otro lado, me parece importante reseñar las enseñanzas del mismo apóstol San Pedro sobre cómo deben ser los Pastores de la Iglesia, pues, obviamente, el Papa también debe ser un hombre que reúna tales requisitos:

“Apacentad el rebaño de Dios que os ha confiado, vigilando no por fuerza, sino de buen grado, según Dios; no por sórdido lucro, sino con prontitud de ánimo; no como dominadores sobre la heredad, sino sirviendo de ejemplo al rebaño” (1 Pe 5, 2-3).

De este modo, el Papa debe ser un hombre bondadoso, que trate a sus hermanos en el episcopado y el presbiterado y a los fieles con profunda caridad y sea ejemplo y referente de santidad para ellos. Asimismo, debe el Papa tener muy presentes en su corazón, de forma especial, a los fieles que sufren persecución y a los más necesitados. Por todo ello, el Papa no debe dominar la Iglesia tiranizándola, ni mucho menos. Su comportamiento al frente del Rebaño de Cristo no debe ser despótico, sino presidido por el más ardiente amor. Si alguna vez el Papa debe usar el báculo del Pastor con firmeza, ha de ser para proteger a las ovejas de Cristo de los lobos; tanto de los lobos que están fuera de la Iglesia como de los que pueda haber dentro de Ella. Mas no para tratar con severidad a los Pastores y ovejas que se esfuerzan sinceramente en ser fieles a Jesucristo. 

Finalmente, tal como apunta San Pedro, el Papa no debe ser un hombre amante de las riquezas, sino que ha de ser un hombre de profunda humildad. Conviene recordar, a este respecto, las palabras que dirigió San Félix de Cantalicio al futuro papa Sixto V:

“Cuando seas Papa, pórtate como tal para la gloria de Dios y el bien de la Iglesia; porque, si no, sería mejor que te quedaras en simple fraile”.

La humildad del Papa debe moverle, además, a reconocer y arrepentirse de sus pecados y convertirse de ellos, como hizo San Pedro, tras sus negaciones, retomando, cuanto antes, el gran amor a Nuestro Señor que ha de ser propio de todo Sumo Pontífice. Sólo de ese modo, podrá confirmar a sus hermanos en la fe, según ya hemos visto.

Ahora bien, que el Papa deba ser humilde, en mi opinión, no debe conllevar que renuncie a los símbolos y atavíos propios del Romano Pontífice o los rebaje, pues ello podría afectar a la imagen de sacralidad que tiene, que debe tener dicho cargo; o que renuncie a vivir en el Palacio Apostólico. Asimismo, el Papa no debe molestarse si los fieles se arrodillan ante él; no en adoración, sin duda (Hechos 10, 26), sino como reconocimiento de la sacralidad del cargo y de la autoridad pontificia; o si desean besar el anillo del Pescador o su mano, por los mismos motivos. En mi opinión, yo creo que la humildad del Papa, en tales casos, consiste, precisamente, en permitir y recibir tales actos de reconocimiento, pues no se dirigen al hombre del Papa por sí mismo, sino en cuanto a su condición de Vicario de Cristo. Santa Teresa de Jesús enseñaba que la humildad consiste en “andar en la verdad”. Si el Papa es el Vicario de Cristo, el Sucesor de San Pedro y la Cabeza Visible de la Iglesia Católica, entonces debe, con verdad, comportarse como tal, ostentando las vestiduras y ornamentos correspondientes a la dignidad y autoridad del cargo y dejarse tratar como tal. Ésta es, para mí, la verdadera humildad del Romano Pontífice y creo que también es bueno para las almas de los fieles el poder dirigirse al Papa con las correspondientes manifestaciones externas de humildad, respeto y obediencia al Vicario de Cristo.   

Reitero, pues, a Nuestro Señor Jesucristo mi ardiente y humilde súplica, para que conceda a la Iglesia, a su Esposa amadísima, al rebaño por el que dio su vida, un nuevo Papa que sea un hombre de Dios, esto es, un Pastor según el Corazón de Jesús, como le gustaba decir a Benedicto XVI. Un hombre que se deje guiar con fidelidad por el Espíritu Santo y que gobierne con acierto la Iglesia, para Gloria de Dios y en pro de la salvación de las almas.

Imploro, también, a la Santísima Virgen que proteja a los Cardenales y a la Iglesia, en esta hora tan importante; y que, si Dios lo permite, adelante, en lo posible, el triunfo de Su Inmaculado Corazón, que prometió en Fátima, para Gloria de Dios y bien de la Santa Iglesia Católica y del mundo. Así sea.

*Nota: La foto que ven arriba fue realizada en Galilea, junto al mar de Tiberiades, en el lugar donde la tradición sostiene que el Señor Resucitado se apareció a los Apóstoles y confirmó el Primado de San Pedro.

11 comentarios

  
Luis Fernando
Los cardenales deberían leer este post.

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L.V.: Muchas gracias por tal valoración, Luis Fernando... Con toda humildad te lo digo.
27/04/25 1:10 AM
  
Deo gratias
La providencia divina de Dios no es un concepto abstracto ni limitado, sino un acto eterno y sabio que permea toda la creación. En este plan perfecto, Dios no sólo permite el bien, sino que también integra los fallos humanos y los pecados de forma que, en última instancia, todo concurre hacia su propósito divino. Esta es la grandeza de la providencia de Dios: no hay nada que se le escape ni nada que pueda frustrar su plan soberano. El mal no es deseado por Dios, pero en su sabiduría infinita, incluso lo que en apariencia es un error o un pecado, Él lo utiliza para el bien y lo incorpora en su historia de salvación.

En este contexto, podemos ver el Conclave que está por elegir al nuevo Papa no como una simple cuestión de elección humana, sino como un acto bajo la providencia de Dios. Los cardenales que participarán en este Conclave no están solos en su decisión; ellos son instrumentos de un plan mucho mayor, un plan que supera incluso las limitaciones de la naturaleza humana. La gracia de Dios, que obra a través de su Iglesia, guía y dirige este proceso de manera que el nuevo Papa, quienquiera que sea, es elegido dentro del marco divino, aún cuando los cardenales son seres humanos con sus propios fallos, limitaciones y, en ocasiones, errores.

Muchos pueden argumentar que si los cardenales son fallibles y, por lo tanto, podrían elegir a alguien que no esté alineado completamente con la voluntad de Dios, estarían frustrando el plan divino. Sin embargo, debemos recordar que Dios es soberano sobre todo, y su plan no puede ser frustrado ni siquiera por las decisiones humanas. La Iglesia no está guiada por la simple voluntad de los hombres, sino por la gracia divina que actúa a través de los mismos. El Espíritu Santo, como la tercera persona de la Trinidad, está presente en cada uno de esos momentos decisivos, y guía el Conclave de forma misteriosa y perfecta. De este modo, incluso cuando los cardenales hacen uso de su libertad para elegir, esa libertad está bajo la dirección de la providencia de Dios, que lleva todo a su fin perfecto.

Así que, al contrario de lo que algunos sostienen, que una elección equivocada podría frustrar el plan de Dios, podemos estar seguros de que nada escapa del control divino. Incluso los errores humanos tienen un lugar dentro de ese plan, pues Dios puede sacar bien del mal. De hecho, el propio proceso de selección papal, con su historia de aciertos y fracasos, forma parte del plan de salvación de la Iglesia. Nada ni nadie puede frustrar lo que Dios ha dispuesto, y el nuevo Papa será precisamente la persona que Dios, en su providencia infinita, ha elegido para guiar a su Iglesia en este momento específico de la historia.
27/04/25 1:24 AM
  
Marta de Jesús
Rezo por el Papa recientemente fallecido y por la elección del nuevo, con total confianza en la Providencia, en la línea de Deo Gratias.

#Andar en la verdad#, ¡qué precioso modo de describir la humildad!
27/04/25 3:35 AM
  
Rubén (de Argentina)
el nuevo Papa será precisamente la persona que Dios, en su providencia infinita, ha elegido para guiar a su Iglesia en este momento específico de la historia.
Pues el Padre Aberasturi dice lo opuesto de la anterior afirmación, que si al Papa lo elige Dios (o el Espíritu Santo) entonces sobran los Conclaves, las votaciones y las fumatas. Más aún sobran todos los cardenales. Y mucho me temo que el Padre Aberasturi sabe un poco más que nosotros. Aquí se puede leer su artículo:

www.infocatolica.com/blog/nonmeavoluntas.php/2504071046-el-espiritu-santo-gobierna-la#more46737
27/04/25 4:21 AM
  
Penc
Has querido ser prudente en la valoración incluso del artículo y creo que es muy exhaustivo en los criterios fundamentales que todo buen Papa debe tener. Dios quiera que El Señor quiera enviarnos a pesar de nuestros pecados y del mundo entero; un buen Papa.

Muchas gracias por tan buen y completo compendio.

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L.V.: Gracias a usted, Penc. Dios le oiga, en su infinita Misericordia.
27/04/25 7:32 AM
  
Néstor
"En mi opinión, yo creo que la humildad del Papa, en tales casos, consiste, precisamente, en permitir y recibir tales actos de reconocimiento, pues no se dirigen al hombre del Papa por sí mismo, sino en cuanto a su condición de Vicario de Cristo."

Exacto. La verdadera humildad en este caso es hacer como todos los Papas, sin llamar por tanto en lo más mínimo la atención.

En efecto, Dios no elige al Papa, lo que sí elige, en el caso de un mal Papa, es permitir que sea elegido por los Cardenales.

Saludos cordiales.
27/04/25 11:35 AM
  
FernandoXXV
"Pues el Padre Aberasturi dice lo opuesto de la anterior afirmación, que si al Papa lo elige Dios (o el Espíritu Santo) entonces sobran los Conclaves, las votaciones y las fumatas. Más aún sobran todos los cardenales. Y mucho me temo que el Padre Aberasturi sabe un poco más que nosotros."

Al primer Papa lo eligió Dios mismo hecho hombre y no por ello dejó de celebrarse un concilio de Jerusalén ni se dejaron de debatir ciertas cosas, su argumentación es erronea. Igual que al final, que no argumenta nada y se limita a decir que estamos equivocados porque falacia de autoridad.

Si la providencia guía a los fieles incluso en sus pormenores, como afirman la mayoría de doctores y místicos, es absurdo pensar que no va a guiar a la Iglesia en la elección del pontífice máximo, sea permitiendolo y luego rectificando o queriéndolo.

Es un debate irresoluble porque la providencia es un misterio de amor, pero decir que el futuro de la Iglesia está en manos de la voluntad humana de los cardenales...tierra trágame. Por cosas como estas, pienso que la historia de la Iglesia debería estudiarse también como una historia de los santos, y no como me la enseñaron a mí, que era concilio tras concilio e intrigas de la jerarquía.
27/04/25 12:51 PM
  
JLuis
"...debe ser un hombre que procure pensar como piensa Dios y no como piensan los hombres.... y debe velar por la salvación de las almas de los fieles", mucho más que sus cuerpos. Yo, al menos, es lo que pido. Gracias por el artículo, que condenso en los entrecomillados.

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L.V.: Gracias a usted, JLuis.
27/04/25 1:31 PM
  
JORDAN2
Rubén (de Argentina)

el nuevo Papa será precisamente la persona que Dios, en su providencia infinita, ha elegido para guiar a su Iglesia en este momento específico de la historia.

Pues el Padre Aberasturi dice lo opuesto de la anterior afirmación, que si al Papa lo elige Dios (o el Espíritu Santo) entonces sobran los Conclaves, las votaciones y las fumatas. Más aún sobran todos los cardenales. Y mucho me temo que el Padre Aberasturi sabe un poco más que nosotros. Aquí se puede leer su artículo:

www.infocatolica.com/blog/nonmeavoluntas.php/2504071046-el-espiritu-santo-gobierna-la#more46737

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Si usted manda un email a la dirección del OD informando de las declaraciones publicas del sacerdote en cuestión, recibirá rápidamente una contestación donde el Opus Dei se desvincula totalmente de sus declaraciones.

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L.V.: En mi modesta opinión, entiendo que puede darse el caso de que los Cardenales, aun oyendo la voz del Espíritu Santo en sus corazones, no le hagan caso y se dejen guiar por otros intereses... Supongo que eso es lo que el padre Aberasturi quiso decir. No obstante, es un misterio cómo el Señor guía a la Iglesia, aun en tales casos. Lo que es seguro es que las Puertas del Infierno no prevalecerán contra Ella, tal es la promesa del Señor.
27/04/25 1:37 PM
  
Deo gratias
nestor

En efecto, Dios no elige al Papa, lo que sí elige, en el caso de un mal Papa, es permitir que sea elegido por los Cardenales.

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Dios, en su infinita sabiduría, tiene una única Voluntad perfecta, que abarca tanto lo que quiere positivamente como lo que permite. La voluntad permisiva no es una "ausencia de querer", sino parte activa de su único Plan providente. Nada sucede fuera de su Voluntad, ni siquiera el mal, que permite para sacar de él un bien mayor. Pensar que "permitir" equivale a "no querer" es fragmentar el ser de Dios, como si pudiera existir algo fuera de su dominio soberano. Dios quiere positivamente el bien y permite el mal para perfeccionar la historia humana en su designio de amor, sin que jamás se frustre su Plan eterno.

Aquellos que niegan esta verdad o difuminan la firmeza de la Providencia, pecan gravemente contra la fe y escandalizan a los pequeños en la comprensión de Dios. Reducen a Dios a un espectador impotente, cuando en verdad Él es el Señor absoluto de la Historia, que conduce todo —incluso el pecado permitido— hacia la gloria de su Nombre.

Creo que fue San Agustín quien dijo (si no fue él fue entonces sto Tomás): " Si el artista sabe dónde colocar el color negro sobre un lienzo para crear una obra de arte, ¿No va a saber Dios dónde poner al pecador y su pecado para que haya orden en el mundo?
27/04/25 1:43 PM
  
Lucía Victoria
Hágase tu voluntad, Padre, así en la tierra como en el Cielo.
27/04/25 2:30 PM

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